Josué 1:9 dice: “Ya te lo he ordenado: ¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el Señor tu Dios te acompañará dondequiera que vayas”.
Concepto tradicional de emprendedor exitoso
Logros
Los parámetros tradicionales que miden el éxito de cualquier emprendedor se fundamentan en la cantidad de logros que puedan cosechar a lo largo de sus carreras. Podemos resumir esto bajo la frase “tanto lograste, tanto vales”. La sociedad competitiva en la que crecimos nos impuso esta máxima para determinar los parámetros que indicarían nuestra medida de satisfacción o frustración. En la mentalidad del Reino, los logros son el fruto consecuente que surge por someternos a la voluntad de Dios en nuestra vida y no el resultado de cualquier cosa que edifiquemos según nuestro parecer.
Proyectos
La mentalidad que gobierna la sociedad nos enseñó que un emprendedor exitoso es aquel que siempre está involucrado en la concreción de algún proyecto. En otras palabras, la mentalidad del emprendedor occidental no puede concebir la idea de estar quietos ante la presencia del Señor hasta recibir una revelación clara acerca de la dirección en la que deben moverse. Las técnicas de proyección mental inducen a los emprendedores a visualizarse haciendo ciertas cosas en un tiempo futuro y en algún espacio imaginario. En realidad, cuando entramos en el Reino de Dios la manera como nos gustaría vernos pasó a un plano intrascendente, porque sólo cuenta la manera como Él nos ve.
Una de las características que definen a un emprendedor es la capacidad para detectar oportunidades de negocios por todas partes. Esta es una ventaja notable, pero si no está redimida a los pies del Señor, se involucrará en cualquier oportunidad ventajosa que surja en su camino. Es allí donde vemos el fracaso de cantidad de personas que tienen todas las cualidades para alcanzar el éxito en el campo empresarial. La razón para esto es clara: No se detuvieron el tiempo necesario en la presencia del Señor hasta recibir una revelación profética desde su trono. Cuando el Señor nos entrega una impartición por medio del Espíritu Santo y se revela a nuestra vida, se transforma en un trono desde el cual podremos ejercer la autoridad del Reino de Dios sobre el área que nos asignó. En síntesis, el éxito de cualquier emprendedor en el Reino se sustenta en desarrollar sólo los proyectos que nacieron en el corazón de Dios y no en su mente.
Convocatoria
Este es otro de los parámetros tradicionales para definir el éxito empresarial. Las personas exitosas que muestran resultados impactantes siempre estarán acompañadas de un poder de convocatoria. Esto es motivado por la sed de muchos por aprender cómo hicieron para alcanzar el éxito. También podríamos decir, “tanta gente te sigue, tanto éxito tienes”. Como en los casos anteriores, la capacidad para convocar a otros se puede aprender por medio de técnicas de persuasión. Un ejemplo de esto lo constituyen los gurúes de la India quienes arrastran a multitudes de personas por medio de engaños y palabras persuasivas. La gente se reúne alrededor de alguien por los motivos más diversos y no siempre están relacionados con el Reino de Dios.
Influencia
Este es uno de los parámetros de éxito más difundidos entre los emprendedores. Todas las personas buscan la manera de incrementar su influencia sobre los demás. Para lograr este objetivo, muchos no dudarán en echar mano de toda clase de técnicas de manipulación que les permita implantar su manera de pensar en otros. El Señor nunca nos indicó que debíamos incrementar nuestro nivel de influencia en la sociedad, siempre habló de aprender a reinar junto con Él. En otras palabras, el objetivo del Reino de los Cielos no tiene que ver con influenciar la realidad de la sociedad atada al plano terrenal. Impone su sistema de gobierno y sus leyes sobre esa realidad.
Solidez financiera
Cuando estamos ante un emprendedor que adquirió solidez financiera solemos asumir que es una persona exitosa. Nadie se detiene demasiado a analizar cómo logró llegar a ese estado financiero. No podemos asumir que tener mucho dinero es un parámetro de éxito dentro del Reino, porque existen cantidades de millonarios que amasaron sus fortunas de una manera fraudulenta. Sin duda, una de las señales más claras de la prosperidad del Señor es la solidez financiera, pero siempre será acompañada de un carácter piadoso y generoso.
Cuando Dios habló con Josué le ordenó que se esforzara, fuera valiente y no se desanimara. Todas estas situaciones que acabamos de ver están marcadas por esta realidad, donde nuestro esfuerzo, perseverancia y capacidad humana nos permitirán alcanzar muchas cosas en la vida. Pero esto no significa que sean aquellas cosas que Dios quiere edificar. Según los conceptos de la sociedad secular y posmoderna, el éxito se define por la capacidad de los emprendedores para realizar proyectos que les permitan capitalizar resultados positivos.
Concepto de éxito en el Reino
2 Timoteo 2:1 dice: “Así que tú, hijo mío, fortalécete por la gracia que tenemos en Cristo Jesús”.
Servicio
En el pasaje de Marcos Jesucristo define la actitud de servicio con las siguientes palabras: “Como ustedes saben, los que se consideran jefes de las naciones oprimen a los súbditos, y los altos oficiales abusan de su autoridad. Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de todos. Porque ni aun el Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:42-45). El servicio es un don que se debe recibir por medio de una impartición del Espíritu Santo. Aunque debemos tener la disposición de servir, las fuerzas y el discernimiento para hacerlo según los parámetros del Reino de Dios sólo pueden venir por medio de la unción del Espíritu Santo. Esta es la marca que diferenciará a cualquier emprendedor exitoso de alguien gobernado por el poder de Dios.
Integridad
El pasaje de Juan 17:21-23 dice: “… para que todos sean uno. Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí”. Podemos definir la integridad como la capacidad para ser de una sola pieza, sin fisuras o grietas en nuestras emociones por donde se pueda escapar lo que Dios nos quiere impartir. Según las palabras de Jesús, la única manera de ser íntegros es adquiriendo una conciencia plena del grado de unidad que existe entre Él, el Padre y nosotros. En otras palabras, la integridad no es una cualidad que se pueda desarrollar por medio de nuestra fuerza humana. Es el resultado de rendir nuestras vidas ante la soberanía de la revelación de la Palabra de Dios. Cuando el Espíritu Santo, la Palabra viviente, gobierna nuestras decisiones, no habrá brechas emocionales por donde se pueda escapar esa impartición de la autoridad del Reino.
Sujeción
El pasaje de Lucas 7:7-8 dice: “… Pero con una sola palabra que digas, quedará sano mi siervo. Yo mismo obedezco órdenes superiores y, además, tengo soldados bajo mi autoridad. Le digo a uno: Ve, y va, y al otro: Ven, y viene. Le digo a mi siervo: Haz esto y lo hace”. Toda sujeción rendirá fruto en nuestra vida y su calidad dependerá de la fuente a la cuál estemos conectados. En el caso del centurión romano, como él se sujetaba a sus superiores, sus soldados también cumplían sus órdenes más allá que fueran correctas o no. Pero cuando este hombre se encontró con Jesús, pudo discernir que estaba conectado a una fuente de autoridad superior a la que él conocía. Esa fue la razón por la cual le dijo que no era necesario que fuera hasta su casa, sólo le bastaba con dar una orden y se manifestaría el fruto de la conexión con la Fuente que alimentaba su vida. Podemos afirmar que la única manera de caminar en la verdadera autoridad del Reino de Dios surgirá de la profundidad de la relación que desarrollemos con el Espíritu Santo.
Obediencia
El pasaje de Hebreos 5:8-9 dice: “Aunque era Hijo, mediante el sufrimiento aprendió a obedecer; y consumada su perfección, llegó a ser autor de salvación eterna para todos los que le obedecen…”. En este pasaje queda claro que el único camino para ser un portador de la salvación para otros es la obediencia. Todos nacemos con el germen de la rebeldía sembrado en nuestros corazones y esto nos impide reflejar la plenitud de la voluntad de Dios. ¿Por qué aprender a obedecer es clave para cualquier emprendedor que anhele ser exitoso? Porque la premisa básica de la obediencia implica desarrollar la capacidad de postergar todo nuestro parecer ante cualquier circunstancia de la vida y someternos a la voluntad de alguien superior, en este caso el Señor. Queda evidente que esto es imposible de alcanzar según nuestro propio entendimiento o por medio de nuestras fuerzas naturales.
Convicción
El pasaje de Hebreos 11:1 dice: “Ahora bien, la fe es la garantía (convicción) de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve”. Cuando adquirimos certeza de lo que Dios nos habla por medio de la revelación profética, se despertará en nuestro espíritu la convicción que nos asegura el cumplimiento de la Palabra. Ningún emprendedor que no conozca la realidad del Espíritu está en condiciones de caminar bajo esta afirmación. Ante cualquier circunstancia adversa dejará de confiar en la capacidad de Dios para honrar los términos de su “garantía” reflejada en las Escrituras. Entonces no podrá trabajar efectivamente para ver el cumplimiento de la revelación profética que nace desde el trono de Dios y no podrá alcanzar el éxito en su vida según los parámetros del Reino.
Compasión
El pasaje de Marcos 6:34 dice: “Cuando Jesús desembarcó y vio tanta gente, tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas sin pastor. Así que comenzó a enseñarles muchas cosas”. La compasión es la clave que mantendrá funcionando el motor que nos permitirá realizar todo lo que estamos llamados a edificar en el Reino de Dios. El propósito fundamental de todo emprendimiento es conectar con la justicia de Dios a todos los que tienen algún tipo de necesidad porque esta es una realidad injusta que jamás estuvo diseñada para sus vidas. La condición fundamental para poder impartir una enseñanza que forme a Cristo en las personas y active la productividad del Reino en sus corazones es la compasión. Sin ella sólo estaremos transmitiendo ideas vacías y huecas que no harán otra cosa que contribuir a incrementar la brecha entre la realidad social y la justicia del Reino de Dios en las naciones.
Entrega
El pasaje de Efesios 5:2 dice: “… así como Cristo nos amó y se entregó por nosotros como ofrenda y sacrificio fragante para Dios”. No podemos hablar de emprendedores exitosos según los parámetros del Reino de Dios, a menos que haya en nosotros una entrega absoluta, completa y radical para cumplir su voluntad soberana. Toda área en nuestra vida que no esté sujeta a la voluntad de Dios, hará todo lo posible para funcionar fuera de las leyes del Reino. Cada vez que renunciamos a hacer lo que nos parece para entregarnos a la voluntad del Señor, se elevará una ofrenda de adoración delante de su trono. Entonces se derramará la gloria de Dios desde su trono y nos bañará con toda clase de manifestaciones de su bendición. Nuestro amor por el Señor estará determinado por el nivel de entrega que manifestemos en todas las áreas de nuestra vida. No puede existir el éxito verdadero si nos entregamos a edificar la causa equivocada. El único camino para no caer en esta situación que sólo acarreará desastres a nuestra vida es recibir la revelación profética que sólo puede venir desde el corazón del Padre.
Sabiduría
El pasaje de Isaías 11:2-4 dice: “El Espíritu del Señor reposará sobre él: espíritu de sabiduría y de entendimiento, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor del Señor. Él se deleitará en el temor del Señor; no juzgará según las apariencias, ni decidirá por lo que oiga decir, sino que juzgará con justicia a los desvalidos, y dará un fallo justo en favor de los pobres de la tierra”. En este pasaje se describen las características de la manifestación del poder del Espíritu Santo en la vida de Jesús, pero también son las mismas características que expresará a través de nuestra vida. Con estas palabras queda claro que es imposible que un emprendedor pueda proceder según las leyes y parámetros del Reino de Dios sin aprender a desarrollar una vida de comunión con Él.
El mero conocimiento humano es incapaz de proveer soluciones que sean viables para resolver los problemas críticos de nuestra sociedad. Si un emprendedor es parte del problema debido a su manera de pensar secularizada, jamás podrá edificar soluciones de Reino porque siempre “juzgará y tomará decisiones según las apariencias o por lo que oiga decir”. La sabiduría no es algo que se recibe, sino una de las manifestaciones de la persona del Espíritu Santo. Esta es la razón por la cual las personas que no desarrollan una relación de comunión con Él, jamás podrán ver más allá de su propio criterio personal.
Humildad
El pasaje de Proverbios 29:23 dice: “El altivo será humillado, pero el humilde será enaltecido”. El apóstol Santiago declara que “Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes” (Santiago 4:6). ¿Cuál es la razón por la cual el Señor resiste a los soberbios? Los soberbios son idólatras por definición. Hicieron un culto a sí mismos por confiar en sus recursos personales, sean físicos, emocionales o espirituales. Creen equivocadamente que pueden vivir sin recurrir a Dios como fuente de toda provisión. Es muy común ver emprendedores que asumen el error de pensar que no necesitan la revelación profética del Espíritu Santo para alcanzar el éxito en los proyectos que emprenden. Esta situación es aún peor cuando tienen una formación académica sólida o lograron desarrollar algunos proyectos con anterioridad. La soberbia es como el mal aliento, todos se dan cuenta de esa situación menos el que lo tiene.
El Señor resiste a los soberbios porque en su propio mundo personal no existe lugar para nadie más que ellos mismos, mucho menos queda lugar para Él. Para que la gracia del Señor se derrame sobre nuestras vidas y, por ende, sobre todos nuestros proyectos, es imprescindible reconocer quién es la fuente que mantiene fluyendo la bendición sobre nuestra vida. Dios nos sembró en la tierra para generar gloria a su Nombre y no para llenarnos de vanidad, orgullo y soberbia. Pero vivir esta realidad es imposible a menos que nos rindamos por completo a los pies de nuestro Señor. Los buenos negocios que desarrollemos fuera de la voluntad del Padre serán los peores negocios que podremos realizar en nuestra vida porque no traerán gloria a su Nombre. Todo lo que edifiquemos fuera de nuestro propósito eterno no generará gloria a Dios y nos veremos en la obligación de cuidar esas riquezas en nuestras propias fuerzas. El Padre no está comprometido a avalar ningún proyecto productivo que no sembró en nuestro espíritu el día que nos formó en el vientre de nuestra madre.
Estos parámetros de éxito no se pueden crear, forzar o implementar en nuestras propias fuerzas, sin la intervención directa del Espíritu Santo en todas las áreas de nuestra vida. Estas condiciones surgirán como resultado de la manifestación soberana del fruto del Espíritu Santo a través de nosotros. Lograr esto es imposible sin desarrollar una relación estrecha de comunión con Él que nos permitirá concebir sólo los proyectos del Reino que nos quiera impartir. Para que esto sea posible, es imprescindible aprender a mantenernos en quietud ante su presencia santa. En otras palabras, podemos resumir los parámetros del éxito dentro del Reino de Dios con la capacidad de “ser” lo que Él estableció desde la eternidad, antes de salir a tratar de “hacer” lo que nos parece.
Condiciones para el éxito
Consciencia de Cristo: Si perdemos de vista al Rey, nos desviaremos del Camino y perderemos el rumbo sin remedio.
Presentar a Cristo: Fuimos creados para edificar el Reino de Jesucristo y generar gloria a su Nombre en todos los proyectos que emprendamos en la vida. Es vital pasar tiempo a solas con el Señor para recibir una impartición de su mente y así poder presentarlo de la manera correcta.
El Rey tiene el primer lugar: Toda área de nuestra vida donde el Señor no ocupe el primer lugar terminará arrasada bajo la autoridad de la Palabra. El Padre es celoso y no compartirá jamás nuestro corazón con ninguna otra cosa o con alguna otra persona que no sea Él mismo.
Debemos reconocer la presencia del Señor: Es imposible reconocer la presencia del Señor en nuestra vida si no pasamos tiempo a solas con Él para desarrollar una relación de comunión estrecha. Parafraseando a Moisés, podríamos preguntarnos: ¿Cuál es el sentido de emprender grandes proyectos si su presencia santa no nos acompañará?
Honrar la persona de Cristo: En el Reino de los Cielos la honra no es un capricho, para Dios es algo bien serio y le concede un valor trascendental. Nadie puede recibir algo en su vida si primero no lo valora profundamente. Esto también se aplica a la revelación de la persona de Cristo. No celebrar y honrar su presencia en nuestra vida indica que nos da igual que su consejo y su sabiduría estén o dejen de estar en nuestro corazón. El resultado de proceder de esta manera siempre terminará en tragedia.
Necesitamos determinar a quién estamos representando
¿Una organización?
¿Una denominación?
¿Un ministerio?
¿A nosotros mismos?
Hasta que no logremos definir a quién queremos representar en realidad, jamás podremos edificar el propósito eterno que el Padre estableció en nuestro espíritu. Fuimos llamados a reinar en la tierra según las leyes del Reino de los Cielos, porque esa es nuestra verdadera nacionalidad. Somos una “nueva criatura” eterna que vive temporalmente dentro de un cuerpo físico. Por esa razón necesitamos determinarnos a representar a nuestro Rey soberano porque solo Él nos concedió la vida.
Conclusiones
1. Como emprendedores debemos tomar la determinación de centrarnos en nuestro propósito eterno.
2. Necesitamos reconocer y admitir que nuestra fuerza física, emocional y espiritual tiene un límite.
3. La única opción que tenemos para alcanzar el éxito en todo lo que emprendamos se resume a edificar sobre el fundamento del Reino. No podemos edificar nuestro propósito eterno sobre el fundamento que surge desde nuestros propios criterios de juicio limitados.
Los amamos y bendecimos,
Bladimiro y Magui Wojtowicz
Profetas