sábado, 26 de enero de 2013

Abrazando la batalla de la fe

Por Francis Frangipane

clip_image002[4]A pesar de los conflictos mundiales, el Espíritu Santo está guiando a la verdadera Iglesia hacia su mayor tiempo de transformación. No debemos concentrarnos en las presiones de este tiempo, como si fueran obstáculos establecidos para detenernos. En las manos del Todopoderoso, estas son las mismas armas que utiliza para perfeccionarnos.

Uno de los problemas de interpretar los eventos del fin de los tiempos, es la tendencia a enfocarnos sólo sobre un grupo de condiciones. Si sólo nos concentramos en los hechos que satanás está desatado o que la perversión, las guerras, los terremotos y las hambrunas están escalando, podríamos concluir que la dificultad y las tinieblas es todo lo que nos espera hasta el rapto. Como lo mencioné, muchas personas enseñaron que la vida se pervertirá cada vez más hasta que Cristo regrese.

Pero el mismo Espíritu que predijo las condiciones peligrosas hacia el fin de los tiempo, también pronosticó que, a pesar de las dificultades y las batallas, el Evangelio del amor de Cristo será proclamado a todas las naciones (Mateo 24:14). El Señor también dijo que la cosecha de cristianos de los últimos tiempos alcanzarán la estatura plena (Marcos 4:28-29) y los que conozcan a su Dios se fortalecerán, harán hazañas, brillarán como las estrellas y guiarán a multitudes hacia la justicia (Daniel 11:32, 12:3).

En cada tiempo Dios nos reclama caminar como vencedores. Nuestro llamado es a orar, perseverar en la guerra espiritual, interceder por nuestros líderes y soldados para no renunciar a nuestra visión de un avivamiento mundial, sin importar los escenarios que podamos enfrentar. El propio hecho que algunas naciones están experimentando un avivamiento y grandes cosechas en los últimos años (como Uganda y Fiyi), nos recuerda que también es el tiempo para nuestras propias naciones. Debemos mantener nuestro enfoque en ser como Cristo en todas las cosas. Nos debemos sentir abrumados por el torrente de maldad que se levantó sobre nuestras sociedades, pero la promesa de Dios es que cuando el enemigo proceda de esta manera, Él levantará un estandarte en su contra (Isaías 59:19).

Debemos preguntarnos, ¿nos estamos enfocando en el torrente del enemigo o somos conscientes del estandarte que Dios está levantando para detener el asalto de la maldad? No olvidemos que aún cuando las tinieblas cubran la tierra y la oscuridad profunda cubra a los pueblos, Dios promete que su gloria se levantará sobre nuestra vida y su presencia será visible a través de nosotros. Aunque parezca que las tinieblas nunca fueran a terminar, el Señor promete que al final de la guerra entre la luz y las tinieblas, “las naciones serán guiadas por tu luz, y los reyes, por tu amanecer esplendoroso” (Isaías 60:1-3). La Palabra de Dios revela que el desarrollo del panorama de los eventos de los últimos tiempos también será un “período de restauración” permanente (Hechos 3:20-21).

Esto no quiere decir que el mundo será dominado por la Iglesia (como algunos enseñan equivocadamente), sino que la verdadera Iglesia será gloriosa, dominada y transformada por Cristo. Este despliegue final de gracia será consumado en una Iglesia como Cristo, cuya madurez espiritual manifestará en la tierra la persona y las pasiones del mismo Jesucristo. Nuestra batalla es la batalla de la fe: ¿Realmente creemos lo que Dios prometió? Nuestra guerra es contra principados y poderes: ¿Creemos que Cristo “salpicará (limpiando para traer perdón y transformación) a muchas naciones”? (Isaías 52:15).

Yo creo en las promesas de Dios. Su Palabra no sólo me conforta en tiempos de tribulación, es una espada que agito durante la guerra espiritual. ¡Su Palabra fiel es lo que proclamo sobre mi familia, mi ciudad y mi nación! Considere su declaración: “… así es también la palabra que sale de mi boca: No volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo deseo y cumplirá con mis propósitos” (Isaías 55:11). No importa cuánto arrecie la batalla, la Palabra de Dios no regresará hacia Él vacía.

Considere también su pacto: “Has visto bien, dijo el Señor, porque yo estoy alerta para que se cumpla mi palabra” (Jeremías 1:12). Y su accesibilidad: “Pero la justicia que se basa en la fe afirma: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (es decir, para hacer bajar a Cristo) o ¿Quién bajará al abismo? (es decir, para hacer subir a Cristo de entre los muertos). ¿Qué afirma entonces? La palabra está cerca de ti; la tienes en la boca y en el corazón. Ésta es la palabra de fe que predicamos…” (Romanos 10:6-8).

No somos meros mortales tropezando ciegamente en la tierra, separados de Dios y aislados de su respuesta hacia nuestras necesidades. ¡No! Somos nuevas criaturas, nacidas de nuevo y habitación para el Espíritu Santo del Dios Todopoderoso.

Sí, pujamos e intercedemos, nos arrepentimos por nuestros pecados y por los pecados de nuestras naciones. Pero el peso de nuestra victoria no descansa sobre cuánto pujamos y gemimos, sino sobre cuán sinceramente creemos en lo que Dios prometió. El Señor no quiere que nos preocupemos sobre el futuro, quiere que lo creemos por medio del conocimiento de su voluntad, a través de la proclamación de su Palabra, la “espada del Espíritu” (Efesios 6:17) y por rendirnos ante el poder del Espíritu Santo. Luego nos promete: “Todo el que confíe en él no será jamás defraudado” (Romanos 10:11).

La espada que Dios colocó en nuestra boca y en nuestros corazones no es otra cosa que el eco de su voz en nosotros. Entonces, no podemos lloriquear por las condiciones negativas en el mundo o lamentarnos con oraciones llenas de temor e incredulidad. Abracemos la batalla de la fe. ¡Que el amor de Cristo por la humanidad sea la motivación que nos conmueve! Levante su Biblia y decrete en voz alta las promesas de la Palabra de Dios. Tome cualquier verso citado y declárelo en voz alta, con fe y autoridad. Le garantizo que si declara la Palabra de Dios con fe, se soltará el poder que hay en nuestro espíritu y a través de él. Ningún poder puede limitar las promesas que Dios inspiró en su Libro.

Nos asegura: “¿Cómo que si puedo? Para el que cree, todo es posible” (Marcos 9:23). Quebrantemos las ataduras del espíritu pasivo. ¡Levantemos la espada del Espíritu y abracemos la batalla de la fe!

Señor, me arrepiento del egoísmo y el temor. ¡Entrena mis manos para la guerra! Enséñame a pararme y pelear a favor de la causa de los justos. En el Nombre de Jesús, Amén.

Francis Frangipane

¡Tiempo de favor y liberación!

Por Keith Miller

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Proverbios 16:15 dice: “El rostro radiante del rey es signo de vida; su favor es como lluvia en primavera”.

¡Que el brillo del Señor se pose sobre su vida en gran manera y pueda reflejar su luz, la luz que libera la multiforme sabiduría de Dios a través de su vida!

Una nube de favor

Efesios 3:12 dice: “En él, mediante la fe, disfrutamos de libertad y confianza para acercarnos a Dios”. En otras palabras, recibimos acceso ilimitado. Avancemos confiadamente ante su trono y además seamos conscientes de la plenitud de la bendición de vivir en continua comunión con Dios, que está sentado en su trono. Este será un tiempo donde viviremos cada vez más intensamente bajo cielos abiertos para que podamos reflejar su gloria. Que la nube de su presencia (el verdadero favor y las verdaderas riquezas), desate la lluvia tardía sobre nosotros por un tiempo fresco de cosecha para nosotros y nuestras casas.

• ¡Prepárese! ¡Alégrese! ¡Celebre! Sus ojos verán la gloria del Señor.

• Pida ahora la lluvia tardía. ¡Pida ahora por la cosecha!

• ¡Pida ahora que el Rey le garantice su favor para poseer el Reino!

El Señor quiere usar nuestras vidas para demostrar su bondad, su gracia y su multiforme sabiduría. Pidámosle al Señor que desate una nube de favor, el favor que liberará la lluvia tardía. ¡Todo lo que necesitamos es pedirlo! A Él le agrada darnos el Reino, entregándonos el favor para caminar en la plenitud de nuestra herencia.

Un tiempo de liberación

Si estuvo atravesando un lugar estrecho, decreto sobre su vida que llegó el tiempo de liberación para usted. Mientras atraviesa las puertas, hará una transición poderosa en el espíritu. Mientras le dice sí a Él y cruza por las puertas que abrió, estará preparado para los caminos que están preparados para todos los que vendrán. Su avivamiento hoy será el de muchos en el futuro. Esto es lo que describió el profeta Joel: Alégrense, hijos de Sión, regocíjense en el Señor su Dios, que a su tiempo les dará las lluvias de otoño. Les enviará la lluvia, la de otoño y la de primavera, como en tiempos pasados. Las eras se llenarán de grano; los lagares rebosarán de vino nuevo y de aceite” (Joel 2:23-24).

• ¡Alégrese! Regocíjese, regocíjese, regocíjese en el Señor su Dios.

• ¡Suelte un gran grito de alabanza ahora mismo! Regocíjese en el Señor.

• ¡Grite con gritos de júbilo! ¡Grite con gritos de victoria! ¡Grite con gritos de exuberancia!

• ¡Celebre a la luz del rostro del Rey! ¡La luz del rostro del Rey es vida!

¡Tenemos acceso ilimitado!

Estamos a punto de ver la demostración de la revelación de esto. Sí, experimentaremos la realidad de vivir, funcionar y ministrar bajo la plenitud de nuestra herencia de cielos abiertos en nuestra vida.

¡Clamo al Señor para que suelte sobre su vida la lluvia tardía para manifestar la cosecha, el vino nuevo y el aceite fresco, sobre su vida y su casa!

Gracias Señor por la lluvia fresca de tu presencia. Suéltala sobre todos los que lean esta palabra. Gracias por el privilegio de poder presentarnos con gran determinación y confianza ante tu presencia y contemplarte. ¡Contemplamos la luz del rostro del Rey, la luz que libera vida y una nube de favor que desata la lluvia tardía! Gracias Señor, por soltar la lluvia tardía. En el poderoso Nombre de Jesús, Amén.

Las bendiciones más ricas sobre su vida,

Keith Miller y Janet Miller

lunes, 14 de enero de 2013

Incontenible

Por Kathi Pelton

clip_image002Efesios 3:14-19 dice: “Por esta razón me arrodillo delante del Padre, de quien recibe nombre toda familia en el cielo y en la tierra. Le pido que, por medio del Espíritu y con el poder que procede de sus gloriosas riquezas, los fortalezca a ustedes en lo íntimo de su ser, para que por fe Cristo habite en sus corazones. Y pido que, arraigados y cimentados en amor, puedan comprender, junto con todos los santos, cuán ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo; en fin, que conozcan ese amor que sobrepasa nuestro conocimiento, para que sean llenos de la plenitud de Dios”.

Cuando observamos el amor humano, sin importar cuán hermoso o profundo pudiera ser, siempre es una cantidad que se podrá medir. Me esforcé mucho para considerar cuánto soy capaz de amar, pero sin importar el escenario, siempre imagino un lugar donde mi amor podría vacilar. Siempre estará contenido dentro de los límites de mi humanidad. Gracias a Dios que el Espíritu Santo habita dentro de mí con la plenitud de su amor, para no quedarme sola con mis limitaciones.

Mientras meditaba en temas como el amor, el perdón, la compasión, la gracia y los atributos de Dios, encuentro que sin importar cómo vea mi capacidad personal para entregarles estas cosas a otros, siempre tendrán una medida. Mientras pienso en el amor de Dios, su perdón, su compasión y su gracia, puedo ver que no existe manera de contener su capacidad para todas estas cosas. Cada atributo de Dios es eterno y no se puede contener o medir.

Su amor no tiene principio o fin, es eterno en todas sus formas. Su amor estaba sobre nosotros antes que fuéramos formados y se extenderá sobre nosotros por toda la eternidad. El amor humano muy a menudo depende de las acciones de otros, pero el amor de Dios no tiene dependencia o expectación sobre otros. No es capaz de retener su amor o vacilar en su amor hacia nosotros. Aún en medio de nuestro pecado y nuestras emociones constantemente vacilantes, su amor no tiene medida y es inamovible.

Lo mismo es cierto con cada atributo de Dios. Su perdón es eterno en todo el sentido de la palabra. Su gracia, misericordia, sabiduría, poder, justicia y bondad, son absolutamente inmensurables y no se pueden contener dentro del tiempo y el espacio. A menudo malinterpretamos los caminos de Dios hacia nosotros como medibles, creyendo que retiene cosas (sanidad, provisión, bendiciones, etc.). Necesitamos comprender que en su gran sabiduría, Él conoce lo que no conocemos y ve lo que no vemos. Mi entendimiento se limita a mi experiencia o mi habilidad para imaginar los caminos de Dios, pero sigue siendo lo que conozco o imagino que está contenido dentro de los límites de mi humanidad. No soy capaz de comprender lo incomprensible.

Como humanos vivimos dentro de límites de tiempo y espacio; Dios es el único que conocemos que no tiene medida. ¿Cómo hacemos lo que dice Efesios 3:14-19? ¿Cómo manejamos la profundidad, longitud, altura y anchura de Dios, si es inconmensurable e incontenible? Creo que la única manera de sostener esto es comprendiendo el verso 19: “… que conozcan ese amor que sobrepasa nuestro conocimiento…”. Debemos atrapar la verdad que su amor siempre superará nuestro conocimiento y nuestro entendimiento limitado.

Infinitud

En su libro “El conocimiento de lo Santo”, A.W. Tozer escribe sobre lo ilimitado del perdón de Dios:

“... Nunca podremos conocer la enormidad de nuestro pecado, tampoco es necesario que lo hagamos. Lo que podemos conocer es que ‘donde abundó el pecado, sobreabundará la gracia’. Abundar en pecado es lo peor de lo peor que podríamos o podemos hacer”.

La palabra abundar define el límite de nuestras habilidades. Aunque sentimos que se levantan nuestras iniquidades sobre nosotros como un monte, sin embargo, tiene límites definibles: “Es tan larga y tan alta que sólo puede sostener una cierta medida, no más”. ¿Pero quién podrá definir los límites de la gracia de Dios? Es mucho más parecido a sumergir nuestros pensamientos en lo infinito y confundirlos allí. Gracias a Dios por su gracia abundante.

Puedo sentarme a leer esa pequeña cita una y otra vez, pero me sigue confundiendo y me deja sin palabras. Pasamos demasiado tiempo apesadumbrados por nuestros pecados y equivocaciones, pero tenemos un Padre celestial cuya gracia cubre y está por encima de toda equivocación, sin dejar ninguna mancha o aún el recuerdo que hayan ocurrido. Aunque esto no es una invitación para vivir ligeramente, podemos reclinar nuestras cabezas cada noche, sabiendo que nuestras faltas y equivocaciones fueron completamente cubiertas por la enormidad de su gracia y su perdón.

Ser infinito implica no tener ataduras o límites. Nuestros pecados o limitaciones nos atan de muchas maneras, pero su gracia y amor infinito nos remueve de todo lo que nos ata y nos limita. Su gracia infinita nos trae libertad en medio de nuestra humanidad. “Dios en nosotros… ¡la esperanza de gloria!”

Olas de misericordia y gracia

Creo que Dios está renovando nuestras mentes con una nueva esperanza fundamentada en la verdad de su amor y su perdón infinitos. Tenemos esa esperanza ante nosotros porque todos los días Él nos limpia, nos renueva, nos perdona y nos ama. No existe nada demasiado grande que Él no pueda perdonar o liberarnos. ¡Nada puede separarnos del amor de Cristo!

Mientras nosotros abrazamos por fe esta verdad que sobrepasa nuestro entendimiento, creo que Él envía olas de misericordia y gracia sobre nosotros para limpiarnos y darnos esperanza como nunca antes. Mientras nos movemos hacia los tiempos que vienen, oro para que todos nosotros podamos recibir la limpieza por su Espíritu que nos cubre con libertar y esperanza.

Quiero dejarlo con los últimos dos versos de Efesios 3:20-21:

“Al que puede hacer muchísimo más que todo lo que podamos imaginarnos o pedir, por el poder que obra eficazmente en nosotros, ¡a él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos! Amén”.

¡Que el Señor lo cobra con una nueva experiencia de su poder sin medida e incontenible que opera dentro de su vida!

Kathi Pelton