martes, 28 de septiembre de 2010

“¡Reciba gozo y fortaleza!”

Por Chuck D. Pierce

clip_image002¡Celebrando la Fiesta de los Tabernáculos!

¡Entramos en la semana de festejo y celebración! La Fiesta de los Tabernáculos es una celebración de una semana de duración para “regocijarse en el Señor”. Es un tiempo para dejar a un lado nuestras actividades regulares y celebrar su bondad. Es un tiempo para una experiencia fresca de su gloria. ¡Está diseñada para ser un anticipo del Cielo!

Esta es una fiesta profética para el pueblo de Dios en cada nación. Así es como se determinarán las cabras y las ovejas en el futuro. La fiesta de los tabernáculos está llena de festejo y celebración. ¡Debemos comenzar y terminar con gozo y celebración!

La celebración de los tabernáculos es una fiesta única reconocida por la construcción de albergues temporales (sukkot o casillas) donde viven durante la semana del festival. La palabra “tabernáculo” significa un edificio o albergue temporal o movible. La relativamente endeble sukkah nos recuerda que nuestras vidas en la tierra son temporales. Nuestra confianza y seguridad no pueden estar en las cosas materiales, sino en nuestro fiel y amado Padre y en Aquel que acampa a nuestro alrededor, Jesús, su Hijo y nuestro Mesías.

Sukkot, también es la “fiesta de las cosechas” (Éxodo 23:16 y Deuteronomio 16:13), es la tercera de las fiestas anuales nombradas en Levítico 23:33-43. La fiesta estaba diseñada para ser un recordatorio del tiempo del desierto, cuando la gente habitó en tiendas (Levítico 23:43), así como la cosecha de gozo de gratitud (Nehemías 8:9-18). La cosecha de los primeros frutos era una imagen profética de la cosecha espiritual que viene. Esta fiesta es pionera de la Fiesta de Bodas que se celebrará cuando nuestro Novio celestial regrese por su Novia.

Aquí vemos algunas Escrituras específicas: Números 29:12-16, Zacarías 14, 1 Reyes 8:2-21, Nehemías 8, Juan 7-8 y Apocalipsis 21:1-4. Juan 1:14 dice: “Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad”. Aquí el apóstol Juan usa un verbo griego que traduce la palabra hebrea “cabaña” (sukkah). Que Él sea nuestra cobertura y habite en medio de las estructuras endebles del mundo (Joel 3:16-17).

Chuck D. Pierce

¡Siembre los cielos con gozo!

Por Mahesh y Bonnie Chavda

clip_image003“Con alegría sacarán ustedes agua de las fuentes de la salvación” (Isaías 12:3)

Gozo inexplicable

Estamos en el mes de la fiesta hebrea más gozosa del año, la Fiesta de los Tabernáculos. Es la fiesta que señala la gran cosecha del fin de los tiempos y el regreso de nuestro Mesías para morar entre nosotros. Era el tiempo donde los judíos celebraban la cosecha y oraban para recibir las lluvias tardías que regarían las semillas para la provisión del siguiente año.

Culminaba en la gran ceremonia de la libación de agua que Jesús mencionó en Juan 7:37-38: “En el último día, el más solemne de la fiesta, Jesús se puso de pie y exclamó: ¡Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba! De aquel que cree en mí, como dice la Escritura, brotarán ríos de agua viva”. Allí señala el derramar del Espíritu Santo y la celebración de Simchat Torah, literalmente el gozo en la Torah que Dios le entregó al pueblo judío en el Monte Sinaí. Tenemos el cumplimiento de esta ley escrito en nuestros corazones por medio de Cristo Jesús.

Cuando Israel celebró a su Dios con alabanza y regocijo, Él respondió abriendo los cielos y derramando su lluvia para la próxima cosecha. Mientras ayunamos y oramos por un despertar en la Iglesia, una de las formas de abrir los cielos es por medio de nuestra “alabaza y regocijo”. Nuestro mentor y padre espiritual, Derek Prince, siempre enseñó que el gozo es una decisión. Podemos sentir emociones o no, pero es una decisión que hacemos mientras adoramos y alabamos al Señor.

1 Pedro 1:7-8 dice: “El oro, aunque perecedero, se acrisola al fuego. Así también la fe de ustedes, que vale mucho más que el oro, al ser acrisolada por las pruebas demostrará que es digna de aprobación, gloria y honor cuando Jesucristo se revele. Ustedes lo aman a pesar de no haberlo visto; y aunque no lo ven ahora, creen en él y se alegran con un gozo indescriptible y glorioso”.

Hay un gozo indescriptible y lleno de gloria. Burbujea y es difícil de describir qué es. Este gozo está lleno de gloria. Cuando usted está rodeado de gloria, se llenará de gozo porque las oraciones lo mantienen rodeado de ella.

Dios habita en la alabanza, es entronado en las alabanzas de su pueblo. Donde Él está, responde las oraciones. Él es Jehová Shalom, el Dios de paz. Es Jehová Rohi, el Señor es nuestro Pastor. Es Jehová Nissi, el Seeñor es nuestro Estandarte. Es Jehová Shammah, el Señor que oye. Es Jehová Rapha, el Señor que nos Sana. Es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Alabe al Señor y agradézcale con todo su corazón a la Fuente de su provisión y bendición.

¡El año 2010 terminará en un gran regocijo!

Desarrollamos un corazón de alabanza y gozo cuando nos relacionamos con el Espíritu Santo. Él es la fuente de gozo en su vida. Gálatas 5:22 dice: “En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad”. El Reino de Dios es nuestra paz y gozo en el Espíritu Santo. Ore en el Espíritu y permita que su río de gozo fluya, soltando la canción del Señor a través de usted. Las fuerzas espirituales de las tinieblas tratarán de deprimirlo, pero el antídoto para cualquier ataque, sea emocional o en nuestras circunstancias, es alabar al Señor. Este es el antídoto para la sequía, la escasez y el hambre, natural y espiritual.

Sofonías 3:17 dice: “… porque el Señor tu Dios está en medio de ti como guerrero victorioso. Se deleitará en ti con gozo, te renovará con su amor, se alegrará por ti con cantos”. Comience a adorar al Señor y a cantar en el Espíritu. Él lo salvará, se regocijará sobre usted, lo aquietará y lo liberará. La liberación viene mientras le cantamos al Señor.

Una de las intecesoras en nuestra Iglesia es la dueña de un pequeño negocio que experimentó esto de primera mano. Por tres años ella y su esposo no recibieron salario de su negocio, sólo para que no se hundiera. Llegaron al final de sus ahorros y corrían el riesgo de perderlo todo, porque entraban en la temporada más lenta del año. Ella se tomó de la palabra profética y comenzó a declarar alabanzas a Dios sobre la situación. La semana pasada me trajo un reporte: ella y su esposo tuvieron las mejores ventas de verano de su historia. Ambos recibieron un cheque este mes.

2010 es el año donde los pequeños comienzos culminarán en gran gozo. ¡Siembre los cielos con su alabanza! Mientras Israel celebra la fiesta de los tabernáculos, experimentaremos los ríos de agua viva y entraremos en un tiempo fresco de gozo, avivamiento y cosecha. Beba profundamente y permita que el Espíritu Santo lo llene con sus alabanzas y gozo. El gozo del Señor es nuestra fortaleza.

Mahesh y Bonnie Chavda

“Victoria en la hora de oscuridad”

Por Victoria Boyson

clip_image002“… Pero ya ha llegado la hora de ustedes, cuando reinan las tinieblas” (Lucas 22:53).

“Esta luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no han podido extinguirla” (Juan 1:5).

Recientemente, mientras veía el desarrollo de las noticias, cada reporte era más bizarro que el anterior, porque era como ver una película del fin de los tiempos. Me sentí abrumada, porque parecía muy a menudo que a las tinieblas le resultaba fácil superar a la luz. Se desafiaba y se derribaba un principio moral tras otro, parecía loco, como si no pudiera ser real. Pero es real. Me preguntaba a mí misma, “¿Cuándo terminará? ¿Quién o qué lo detendrá? ¿Nos daremos cuenta del peligro de las tinieblas que entran en nuestro mundo?”.

Las cosas están ocurriendo con tanta velocidad que parece como si no tuviéramos poder para afectar la situación. De hecho, ahora mismo las cosas se echaron a andar en nuestra nación y en el mundo, de tal manera que avanzarán rápidamente hacia el tiempo final de la tribulación. Sin embargo, estas cosas deben ocurrir para concretar el propósito final de Dios para este mundo.

Cristo tiene un plan para nosotros en este mundo, pero su plan quizá no se vea como nosotros visualizamos o deseamos que fuera. Pero hay un plan que debemos abrazar y en el que podemos confiar.

Como puede ver, nuestro Padre ve las cosas de una manera diferente, porque ve el cuadro completo. Él quiere para nosotros mucho más que una buena economía o un buen pasar, quiere que nuestras almas sean rescatadas del infierno por toda la eternidad. Quiere que su Novia camine en poder y autoridad. Quiere la victoria final para nosotros. No digo “comodidad”, sino “victoria”. Esta victoria es como ninguna otra que hayamos visto antes. No hablo de una victoria terrenal, sino algo infinitamente mayor.

Como Cristo, nuestro Reino no es de este mundo. No debemos movernos por lo que vemos en lo natural, tenemos que mantener nuestros ojos en la victoria celestial. Debemos enfocar nuestros corazones en las metas del Espíritu y no aferrarnos a la comodidad de esta realidad terrenal, porque es demasiado temporal. Sólo su Reino es eterno, por eso debemos enfocarnos continuamente en él.

Dios nunca dijo que no habría pruebas

Nuestro Señor no mintió cuando dijo que supliría nuestras necesidades, así como las de un gorrión. Dijo: “No se preocupen por lo que van a comer, beber o vestir” (Lucas 12:22). Estas no son preocupaciones importantes para Él. Preocuparse demasiado por las cosas temporales nos mantiene en ataduras y nos hace vulnerables al enemigo. La única libertad verdadera es “menospreciar nuestra vida, aún hasta la muerte” (Apocalipsis 12:11). Morir a este mundo es alejarnos del temor y las preocupaciones, para aferrarnos a nuestro Padre celestial con todas nuestras fuerzas. Debemos buscarlo a Él en primer lugar y ver cómo nos cuida y se ocupa de nuestras necesidades (Mateo 6:33).

Dios nunca nos prometió que no tendríamos pruebas, sólo dijo que estaría con nosotros en nuestras pruebas. Él prometió que nunca nos abandonaría o desampararía (Hebreos 13:5). Peleará por nosotros hasta ver su perfecta y hermosa voluntad cumpliéndose en nuestra vida. Nunca se dará por vencido con nosotros. Quizá queramos darnos por vencidos, pero Él no y tampoco permitirá que bajemos los brazos.

Él estará con nosotros a través del fuego y las inundaciones, proveyendo lo necesario y confortándonos con su paz. Aunque el enemigo arrecie, sabemos que nuestro Dios está en control. De hecho, cuanto mayor sea el ataque del enemigo en contra nuestra, más profundo irán nuestras raíces en Cristo y su fuerza.

Por un tiempo, quizá el infierno pueda levantarse en su contra. Pero esto es para cumplir el propósito final de Cristo. Como Él supo que debía perseverar en la hora de tinieblas, la victoria final fue suya. La hora de oscuridad produciría la gloria del cielo en la tierra y la victoria final del cielo. “Después de que Jesús dijo esto, dirigió la mirada al cielo y oró así: Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti” (Juan 17:1).

Cuando fue arrestado, Cristo les dijo a sus captores: “Todos los días estaba con ustedes en el templo, y no se atrevieron a ponerme las manos encima. Pero ya ha llegado la hora de ustedes, cuando reinan las tinieblas.” (Lucas 22:53). Supo que ese era su momento. Pero fue sólo un momento, la victoria final le pertenecía a Cristo. La maldad tendría su momento, pero en ese momento, se cumpliría la voluntad y el propósito de Dios.

Dios está en control y lo hará a su manera. Aunque el enemigo arrecie y parezca que las tinieblas están ganando, no es así. Por un tiempo y por un momento, las tinieblas pueden imponerse, pero cuando vemos lo que Dios puede hacer, aún en el momento de mayor oscuridad, podremos pararnos confiadamente.

Un testimonio de esperanza en el Cielo

El mejor amigo de mi hijo murió en un accidente de tránsito y quedamos devastados y confundidos. La pérdida fue un poco menos dolorosa porque a través de este suceso, el padre del niño conoció a Cristo. Mientras vivía, peleaba constantemente con su padre acerca de Dios, pero a través de la tragedia de su muerte, fue victorioso y su padre le entregó su corazón a Cristo. Esta es la victoria final de significado eterno que nunca se detendrá.

Ahora el amigo de mi hijo está en el cielo regocijándose con su victoria y recordé la canción “mi esperanza está en el cielo”. Una frase dice: “A veces nuestros días más brillantes surgen de nuestras noches más oscuras”.

Jesús advirtió que las tinieblas vendrían y aunque pudieran tomar lo que amamos, no puede tomar nuestro mayor tesoro: nuestra fe en Cristo. Nuestro tesoro no es de este mundo, nuestra esperanza está en el Cielo. Nuestro gozo no está ligado a las cosas temporales porque nuestra paz es eterna. Nuestro gozo es libre, aún en nuestra hora más oscura.

Nuestro brillo

Nuestra adoración es innegablemente poderosa. Cuando desechamos las preocupaciones y rendimos nuestras necesidades a sus pies, danzando ante Él en total y absoluta sumisión, nuestro enemigo enmudece. Cuando la respuesta para cada dificultad que nuestro enemigo nos pueda lanzar es “Jesús es el Señor, Dios está en control”, está atado.

Mientras los ataques del infierno arrecien, no permita que la preocupación tome su lengua, alabe al Señor. ¡Wow! Una vez más, esa es nuestra victoria final. Entonces nuestra hora más oscura se transforma en nuestra mejor hora, donde se desata la gloria sobre la tierra.

“Las naciones verán tu justicia, y todos los reyes tu gloria; recibirás un nombre nuevo, que el Señor mismo te dará. Serás en la mano del Señor como una corona esplendorosa, ¡como una diadema real en la palma de tu Dios!” (Isaías 60:2-3).

Así como las tinieblas tienen su hora, el mundo entrará en desesperación, pero nosotros no. Nos mantendremos fieles, completamente “escondidos con Cristo en Dios” (Colosenses 3:3). Adoramos a Dios cuando nuestro enemigo espera que nos desmoronemos por el desengaño, la acusación y el odio en contra de nuestro Padre. Pero como la luz vive en nosotros, tenemos esperanza y la victoria final. Mientras la luz del Señor brilla a través de nosotros, las tinieblas la hacen brillar más y más. No podemos ayudarla, es sólo lo que hacemos. Los que conocemos al Señor, irradiaremos su gozo, aún cuando la desesperanza nos rodee.

Qué peculiar es tener gozo en medio de la desesperanza. Cuando todo está perdido, encontramos lo que tenemos en realidad, lo que tiene un valor verdadero para nosotros. “Verás esto y te pondrás radiante de alegría; vibrará tu corazón y se henchirá de gozo; porque te traerán los tesoros del mar, y te llegarán las riquezas de las naciones” (Isaías 60:5).

¡Espere que Dios se mueva! ¡Espere que Él desafíe a las tinieblas! ¡Espere que Él lo use para cambiar el mundo! No estamos atados por el temor, porque Él nos entregó amor, paz y dominio propio (2 Timoteo 1:7). Aún en medio de las tinieblas, tenemos victoria. Las tinieblas vienen por un momento, pero sólo eso. Por el contrario, como creyentes recibimos justicia eterna.

Amados, tomen su mano y afírmense. Él tiene algo para ustedes. Tenemos un Sumo Sacerdote poderoso, Jesús, quien derrotó a nuestro enemigo. Pero necesita saber que su posición en la batalla es estar escondido con Él en Dios. Aunque vea al enemigo furioso en su contra, no temerá. Usted sabe con certeza que ya lo derrotó cuando se afirmó en Cristo.

“Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4).

Victoria Boyson

jueves, 23 de septiembre de 2010

“Su mayor propósito”

Por Jeremy Caris

clip_image002Las últimas dos semanas, el Señor me habló repetidamente diciéndome que simplificara mi vida. Es muy fácil ser atrapado por el activismo en la vida diaria, aún con las cosas buenas. También es posible ser extremadamente productivo y no avanzar en nada que nos guíe hacia la concreción de nuestro destino en Dios. Nada importa más en la vida que agradar a Dios. Pero lo que más le agrada, es cuando alguien se rinde por completo ante Él y su diseño de vida.

Con urgencia busca a aquellos cuyos corazones se consagran a Él hasta el punto de ordenar todas las cosas para perseguir la vida que quiere para ellos. Cuando tiene ese único enfoque en su corazón, las decisiones que tome y las acciones que emprenda, son simples y determinadas. ¿Está invirtiendo su tiempo y su energía en agradarlo a Él, haciendo las cosas que lo mantienen en el camino de Dios para su vida? Lo segundo cumple lo primero cuando fluye desde su corazón. Es tiempo de simplificar su vida.

Su único propósito

Si le da un vistazo al plan de Dios para su futuro, sabe que incluye sus más profundas pasiones. Esto es porque lo creó con un propósito y quiere que cumpla el propósito único por el cual fue creado. El único camino por el cual cumplirá esto es ser la expresión absoluta de todo lo que Dios quiere para su vida. La Biblia confirma que Dios tiene un plan para cada uno de nosotros. Jeremías 29:11 dice: “Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes, afirma el Señor, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza”.

En adición, si usted es un cristiano, es parte del Cuerpo de Jesús en la tierra hoy y tiene un futuro ilimitado por su herencia en Él. Esa herencia es su potencial. Como Cristo, usted ya tiene el potencial para vivir la plenitud de la vida que Él diseñó, pero su responsabilidad es rendirse a su camino para desarrollar ese potencial. Debe enfocar su tiempo en hacer todo lo que lo ayude en este proceso para ser lo mejor que Dios quiere que sea.

Tome unos minutos para imaginar quién es usted desde la perspectiva de Dios. 1 Corintios 6:17 dice: “Pero el que se une al Señor se hace uno con él en espíritu”. Esto significa que usted y Él son inseparables. A través de Jesús, Él se invirtió a sí mismo por completo en usted. Hizo esto para asegurarse que irá todo el camino con y a través de usted. Aún antes de rendirse a Él, ya lo había escogido como una persona especial y única, porque así le agradó. Eso no sólo significa que lo ama, también tiene un plan deliberado para su vida.

¿Cree que Él puede ser tan intencional sobre su vida sin haber diseñado un futuro especialmente para usted? Quizá le robaron esa vida o simplemente se alejó de ella. Pero si quiere la felicidad y la realización que cualquier otra persona en el planeta desea, no permita que la vida se vaya de sus manos y nadie más determine sus pasos, salvo Dios.

El plan de Dios es el suyo

Quizá se encuentre en medio de la nada cercano a lo que será, pero eso está bien. Dios le dará la gracia y la fuerza para llegar a ser quien es mientras sigue avanzando. Todos quisiéramos llegar a ser la persona al final del camino de un proceso exitoso, pero ese camino es parte del proceso de llegar a ser exitoso. Elegir ese camino requerirá voluntad y obediencia. Conforme a Isaías 1:19, el obediente y diligente comerá del bien de la tierra. En otras palabras, tomarán lo mejor de esta vida y recibirán sus beneficios. La diligencia es un corazón motivado cuando la obediencia nos motiva a la acción.

Como puede ver, el primer secreto para vivir una vida de éxito y plenitud, es encontrar lo que Dios quiere y luego ponerse de acuerdo con Él. Atravesará muchas estaciones en el camino. Pero sólo debe enfocar sus esfuerzos en alinearse con el propósito de Dios, pero también debe trabajar en la estación de la vida donde se encuentra hoy. Esas estaciones están definidas por Dios, pero su diligencia y obediencia en ese tiempo las decide usted. Dios no lo forzará a alinearse con su plan, le dirá que simplifique su vida hasta que el plan de Él llegue a ser su propio plan.

¿Qué es definir su vida? ¿Está enfocado en aquello para lo cual fue creado? ¿Está posicionado para alcanzar su mayor propósito? ¡Existe una razón por la cual está aquí! Entregarle su vida a Cristo no es una oración, sino una acción. Es todo para Él y por Él, agradándolo con toda su vida. Esto es lo que significa ministrar a Dios. Es entregarle a Él lo que quiere: toda su persona. Es entregarle toda su vida y su atención. Es escoger el camino y el futuro de Dios para usted. Decida ahora mismo entregarle el resto de su vida como una ofrenda de adoración para agradar a Dios.

Jeremy Caris

“Orando cuando pierdes el ánimo”

Por Tiffany Ann Lewis

clip_image002“Jesús les contó a sus discípulos una parábola para mostrarles que debían orar siempre, sin desanimarse” (Lucas 18:1).

Cuando las cosas parecen caerse a pedazos es fácil orar, pero es difícil no perder el ánimo. Por tanto, considero que el pasaje de Lucas 18:1-8 es una de las parábolas más profundas que enseñó Jesús. Utilizando un contraste dramático entre la viuda y el juez injusto, nuestro Maestro nos invita a perseverar en oración y nos da esperanza para ayudarnos a no perder nuestro ánimo.

Ahora, Dios no es injusto y nosotros tampoco somos la viuda, porque nuestro Novio está bien vivo. Sin embargo, aquí hay una lección que nuestro Amado desea impartirnos.

La mayor parte de mi vida luché con la necesidad de orar. Después de todo, Él es Dios y nosotros no. Dios necesitó cambiar mi entendimiento dramáticamente sobre la oración para poder entrar en este principio espiritual.

La palabra en inglés para oración se traduce como rogar, suplicar o implorar. Esto parece contradecir la idea de un padre amoroso que les entrega a sus hijos un pedazo de pan.

Sin embargo, desde la perspectiva hebrea, la oración básicamente es la búsqueda del alma, derramando nuestro corazón ante Dios, sobre cualquier deseo o necesidad. Pero ese sólo es el comienzo. Profundicemos un poco más y veamos lo que el Señor está revelando.

Ore al Señor y recuérdele sus palabras

La palabra hebrea para oración es tefillah (Strong: AT 8605). Hay dos interpretaciones para esta palabra, una es tefillah que significa juzgar y el otro nivel lo veremos más adelante. Aquí podemos aprender que orar es un tiempo de auto evaluación y examen del alma.

Pero es mucho más que eso, es un tiempo de evaluación divina. Como puede ver, nuestra comprensión de la oración se corresponde a nuestro entendimiento de Dios. Debemos ver al Creador del universo y juzgarlo como capaz y anhelando suplir todas nuestras necesidades, desde las más pequeñas a las más grandes. Dos cosas ponen esto en perspectiva para mí: el universo y la cruz. Que la tierra se mantenga en su órbita, me convence que Él es capaz de hacerlo y la Cruz me convence que Él quiere hacerlo.

Profundizando un poco más, descubrimos que la palabra tefillah viene de la raíz palal (Strong: AT 6419). Palal es la oración como intercesión, pidiéndole a alguien más poder y sabiduría para intervenir a nuestro favor. Esto lo lleva hacia un nivel muy personal. Cuando juzgamos que Él es capaz, debemos dar ese salto de fe y abrir nuestras bocas para pedir.

Hay más que descubrir en la palabra palal. Todas las letras hebreas tienen un dibujo que les corresponde. Un dibujo representa una palabra, por tanto todas las letras hebreas representan algo visual. Analicemos la raíz de la palabra hebrea para oración: palal. Se deletrea con tres letras: pey-lamed-lamed.

· Pey es la representación de una boca que simboliza una articulación.

· Lamed es la figura de una vara para azotar al ganado. Lamed también es una letra de dirección. Se usa en el alfabeto hebreo como la palabra “hacia”.

Palal/oración, es comunicación y articulación entre Dios y el hombre. No es hablarle a Dios, es hablarle cara a cara, como en el caso de Moisés.

Además podemos ver espiritualmente a través de esta palabra que cuando oramos, abrimos nuestra boca (la letra hebrea pey) hacia (la letra hebrea lamed) Dios y, manteniendo la línea con la viuda persistente, animamos (la letra hebrea lamed) a Dios. Permítame ser claro, no estamos manipulando a Dios en oración, le recordamos, por eso hablamos, lo que prometió. Esto no implica que Dios se olvidó, lo anima a actuar sobre su Palabra. Mientras elevamos ante Dios sus palabras, lo hacemos ante Aquel que es fiel, verdadero y capaz de cumplirlas.

Dios requiere que le sigamos pidiendo

El Antiguo Testamento nos enseña que esta era una manera muy común de orar. Una y otra vez vemos a sus siervos diciendo: “Oh, Señor, recuerda…”. Moisés respondió de una manera similar en Éxodo 32:13, diciendo: “Acuérdate de tus siervos Abraham, Isaac e Israel. Tú mismo les juraste que harías a sus descendientes tan numerosos como las estrellas del cielo; ¡tú les prometiste que a sus descendientes les darías toda esta tierra como su herencia eterna!”.

La gloria de Dios estaba allí, todo lo que hizo Moisés fue orar acorde a las palabras del Creador. No fue un descuido en el pedido, porque estaba arraigado en las palabras de Aquel que es fiel y verdadero.

Es interesante notar que la raíz de la palabra para oración se encuentra en el hijo de Uzai llamado Palal. Este hombre fue enviado a reedificar el muro de Jerusalén (Nehemías 3:25). La conexión literal es que este nombre significa “juez”. La conexión espiritual es que en tiempos de Nehemías, era un constructor de muros enviado para reedificar el muro de Jerusalén, luego que fue destruido.

Muchos de nosotros podemos sentirnos destruidos como un muro derribado, mientras la batalla continua arreciando en la tierra. Nuestras circunstancias parecen ser sombrías y eso nos hace perder el ánimo. Pero mire lo que dice Dios: “Jerusalén, sobre tus muros he puesto centinelas que nunca callarán, ni de día ni de noche. Ustedes, los que invocan al Señor, no se den descanso; ni tampoco lo dejen descansar, hasta que establezca a Jerusalén y la convierta en la alabanza de la tierra” (Isaías 62:6-7).

Dios nos está reclamando (a los atalayas del muro), quienes juzgamos que Él es capaz y desea responder, que le pidamos continuamente, sin darle descanso hasta que todo se cumpla, estableciendo su Reino en la tierra como en el Cielo. Parémonos en el muro y no le demos descanso a Dios hasta ver la manifestación de sus promesas en la tierra. No nos desanimemos y continuemos orando hasta que los corazones quebrantados se sanen, hasta que los ciegos vean, hasta que los sordos oigan, hasta que los cojos caminen y hasta que los prisioneros sean libres. ¡Aleluya!

Todavía no comprendo todo, sin embargo el Señor estableció estos principios. Estamos llamados a obedecer las enseñanzas de nuestro Maestro sobre la oración sin minimizar el poder de la perseverancia.

Vemos este principio una vez más en un pasaje oscuro de Isaías sobre los hijos de Dios dándole órdenes a las manos del Creador. Isaías 45:11 dice: “Así dice el Señor, el Santo de Israel, su artífice: ¿Van acaso a pedirme cuentas del futuro de mis hijos, o a darme órdenes sobre la obra de mis manos?”. No somos Dios, el Creador del universo, aunque Jesús les enseñó a sus seguidores a orar con osadía, esperanza y expectación. Creo que este tipo de oración viene con una gran reverencia y un corazón sellado en un pacto de relación. Esto es una paradoja, porque es tanto una posición de humildad como de autoridad. El alma tejida con Dios sabe que esto no es sino un vapor, aunque también sabe que no somos viudas, huérfanos o mendigos. Somos hijos e hijas del Altísimo, el Dios viviente y dice que le place entregarnos el Reino. Recuerde, nuestro Maestro nos enseña que aún un padre terrenal no le negaría a sus hijos un pedazo de pan (Mateo 7).

Esto dice que sería negligente si no hablara de los tiempos que esperamos y oramos por las cosas que se fueron de nuestras manos. Muchas almas están aturdidas y perplejas porque perdieron el ánimo y se sienten olvidadas, creyendo que Dios no las ama. Amados, nada más alejado de la verdad. Todos luchamos por comprender, pero veamos un segundo nivel de oración para que podamos encontrar esperanza y consuelo en los brazos de Aquel que es Fiel y Verdadero.

La oración nos liga a Dios, donde podemos ver desde la perspectiva eterna

Los sabios nos enseñan que la oración/tefillah, se relaciona con un verbo que significa: alcanzar, unirse o atar. Nada nos acerca más a Dios que la oración, porque crea una ligadura entre nosotros y nuestro Creador.

El punto de oración no tiene que ver con suplir nuestras necesidades, sino con entrar en la presencia de Dios. Amado, mientras nos volvemos a Dios en oración, nos conectamos con Él. Aunque el dolor permanece, Él está con nosotros. Desde este lugar de unidad, podremos ver desde la perspectiva eterna.

Quisiera compartir cómo esta perspectiva cambió las cosas para mí. Muchos años atrás, mi esposo y yo orábamos por otro hijo. Nuestra oración parecía responderse, pero rápidamente se iba de nuestras manos. Mis emociones estaban desordenadas. Me culpaba a mí misma, pensando que no tenía suficiente fe, aunque la realidad es que aún cuando nuestra fe flaquee, Dios se mantiene fiel. Estaba decepcionada, deprimida y enojada.

Una noche mientras trataba de comprender todo esto, tuve una visión del Señor sentado en el piso. Extendió sus brazos y me atrajo hacia Él. Mientras estaba sentada allí en la visión, lloré y golpeé mis puños contra su pecho. Él no me empujó ni me corrigió por tratarlo de esa manera. El Señor sólo apretó más sus brazos sobre mí, sobando mi espalda y diciendo una y otra vez, “lo sé, lo sé…”.

Fue en este lugar de unidad con el Señor donde comprendí el pasaje de las Escrituras que dice “dónde está muerte tu aguijón”. Aunque adquiría su perspectiva eterna, mi dolor no se iba y sufrí una pérdida, pero el aguijón se suavizó porque finalmente Jesús salvó el día.

Amados, Jesús nos enseñó a orar siempre sin desanimarnos cuando las cosas se derrumben. Si miramos la oración como un camino para unirnos con Dios, oraremos siempre unidos a Él.

Está aquí, en esta conexión de oración, mientras nuestro corazón se mantiene unido al de Dios, podemos ver desde su perspectiva y no desanimarnos. Aunque lo que esperamos se haya escapado de nuestras manos, sintiéndonos heridos y decepcionados, nos damos cuenta que Dios no está decepcionado porque Jesucristo se levantó de los muertos. Veremos desde su perspectiva y nos daremos cuenta que estamos en las manos del Eterno. Amén y Amén.

Tiffany Ann Lewis

miércoles, 15 de septiembre de 2010

El Señor me dijo: “La más alta traición la cometen los ministerios que toman los dones que les entregué para ganar almas para Mí y los usan para ganar personas para ellos mismos”

Por Bobby Conner

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“Tengo muchos deseos de verlos para impartirles algún don espiritual que los fortalezca” (Romanos 1:11).

El anhelo más profundo del apóstol Pablo no se limitaba a ver a sus hermanos en la fe, sino a verlos para entregarles un don. Como apóstol, la motivación de su corazón no era sólo enseñar, plantar iglesias, hacer milagros o establecer el orden apostólico. Buscaba impartirles todo lo que Dios depositó sobre él, repartiendo los dones espirituales con generosidad sobre los demás, “para que puedan ser establecidos”.

La impartición sobre los santos debe ser la pasión de todos los creyentes. El anhelo Dios es impartir su corazón sobre su familia, para equipar a los creyentes y prepararlos para que se relacionen con Él así como para la obra del servicio (Efesios 4:11-12). Toda la gracia y capacitación provienen de Cristo y por Cristo, para que nos podamos deleitar en ser un instrumento de ayuda a otros para que puedan avanzar en sus llamados, no para el nuestro. El Señor nos llamó a ayudar a otros primero para que profundicen su relación con el Señor, no con nuestros propios ministerios. Nunca debemos olvidar este fundamento de la fe: lo que recibimos de gracia, entreguémoslo de gracia (Mateo 10:8). Nuestra meta es establecer al Rey en su Reino, ayudando a otros a descubrir su destino en Dios y prepararlos para funcionar mejor en sus llamados celestiales (Efesios 1:18).

La palabra griega que se traduce como impartir es metadidomi y se compone por dos palabras, meta y didomi. Meta significa con, como caminar con alguien, un aliado. Didomi es una palabra extravagante que significa más que dar. El griego sugiere profusión y abundancia, entregarse por completo al cuidado y la confianza de otros. Didomi sugiere, “entregarse a sí mismo por completo”. Impartir o metadidomi, significa dar profusamente desde las profundidades de uno mismo. Esta “entrega absoluta” es la misma palabra que se usa para describir cómo el mar “devuelve” lo que está oculto en la profundidad. La impartición surge desde las profundidades del Espíritu de Dios y a través de nuestro espíritu.

Tan maravillosa como puede sonar esta impartición, hay una trampa: nadie puede dar lo que no tiene. Si queremos impartir, en primer lugar debemos tener algo para entregar. Antes de poder impartir, debemos ser ungidos con la sustancia a impartir. Estas dos realidades espirituales de impartición y unción son diferentes, pero se relacionan y operan juntas bajo la guía del Espíritu. ¿Cómo ocurre esto?

Esta es una verdad maravillosa del Reino de Dios: cuando predicamos, enseñamos o ministramos en amor, en el Espíritu de Dios, impartimos la sustancia de Cristo, no sólo información sobre Él.

Jesús afirmó la promesa profética de Isaías 61:1-5: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres... (Lucas 4:18).

Para nosotros, ser ungido significa que una capacidad divina descansa sobre nosotros. ¿Cuál es esta capacidad? Esta unción no es sino Cristo mismo. La palabra griega que traduce unción es la misma de la cual se deriva el nombre Cristo, ¡chrio! ¿Qué significa tener chrio o estar ungido? Significa cargar al Cristo, el Ungido. Esta misma unción consagró a nuestro Rey para su oficio mesiánico y le dio el poder para administrar su Reino. Esta es la unción que cargamos, el Señor Jesús descansando sobre nosotros y en nosotros, la misma Persona del Espíritu Santo. Ser ungido es estar untado de Cristo y ser llenos por Él. En hebreo, ungir o mashach significa untar un líquido o consagrar. En otras palabras, como hijos de Dios estamos consagrados como sacerdotes santos para ministrar en su nombre, ungidos por Él y con Él. ¡Él es la unción!

¿Cuál es el origen de la verdadera unción y el poder? ¡El Espíritu Santo! No ministramos por medio de la habilidad humana, impartimos la unción del Espíritu Santo.

Este es el mensaje esencial urgente del Señor para la Iglesia: “debemos aprender a vivir y trabajar en y a través del Ungido, no en nuestra propia voluntad y fuerza. Debemos aprender a impartir a Cristo, la unción, no nuestras propias agendas e ideas”.

Muchos de nosotros tuvimos la experiencia de oír a alguien predicar o enseñar. Sus palabras fueron verdaderas y certeras, aún agudas y reveladoras, pero no pudimos encontrar las palabras que se hablaron en las profundidades de nuestro corazón. Oír o considerar ese mensaje podría ser exitoso, aún estudiarlo o debatirlo, pero nuestro corazón no se conmovió. La experiencia fue similar a leer un libro de texto, asistir a una clase o seguir las instrucciones para conducir. Podríamos llegar a un destino en términos de un argumento lógico o una historia colorida, pero en realidad seguimos sentados en nuestra silla, sin que nada cambie. En el mejor de los casos, alentados, en el peor, inflados por el conocimiento religioso acerca de Dios.

¿Por qué ocurre esto? Porque las palabras de ese predicador no fueron inspiradas por el Espíritu de Dios, sino por su propia alma y sus buenas intenciones, peor aún, por su orgullo y ambición. Sus palabras no estaban ungida con la misma sustancia de Cristo. Quizá hablaron con las “lenguas de los hombres y los ángeles”, pero sin el Espíritu de amor. No eran más que “metal que resuena o címbalos que retiñen” (1 Corintios 13:1). Este tipo de ministerio no edifica a nadie. Jesús nos recuerda que sin Él no logramos nada (Juan 15:5).

Muchos de nosotros tuvimos diferentes experiencias cuando oímos a alguien predicar o enseñar. Quizá sus palabras no eran muy pulidas, perdieron sus notas o se contradecían a sí mismos. Quizá sólo leyeron un pasaje de las Escrituras, usaron una ilustración y oraron de una manera muy simple. Quizá no tenían mucha preparación, conocimiento o experiencia, pero sacudió lo más profundo de nuestro ser. Nuestro corazón ardía como si Cristo mismo estuviera compartiendo delante de nosotros. Pero de hecho, eso era así. El amor habló y creó nuevas palabras dentro de nuestro ser. El Señor escogió a los simples del mundo para avergonzar a los sabios (1 Corintios 1:27).

Esta es la diferencia entre ministrar a través de la unción de Cristo y hablar desde nuestras propias habilidades y entrenamiento natural.

Habiendo comprendido y entendido qué implica recibir su unción, ahora podemos entender qué es una verdadera impartición. La habilidad para impartir incluye ser ungido, pero va más allá. Si tenemos el don de la impartición, cualquier cosa que digamos o hagamos bajo la unción, afectará profundamente a todos los que oigan. La misma sustancia de Cristo se impartirá en el espíritu de todos respondan.

“A los que me aman, les correspondo; a los que me buscan, me doy a conocer… enriqueciendo a los que me aman y acrecentando sus tesoros” (Proverbios 8:17 y 21).

Dios anhela darnos tesoros espirituales. Este tesoro que nos entrega no tiene precio, pero vale todo lo que somos y poseemos. No tendremos nada valioso para compartir con quienes nos oigan si no recibimos primero este tesoro y aprendemos a habitar en él, Cristo mismo, recibiéndolo como el pan fresco para cada día. ¿Qué quiere decir el Señor en este proverbio cuando promete “llenar sus tesoros”? Nuestros tesoros llenos se pueden comprender como una rama que recibe una impartición a través de la vida de la viña. Debemos saturarnos con la presencia de Cristo, para que brote este río de vida desde nosotros.

“Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Así como ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que tiene que permanecer en la vid, así tampoco ustedes pueden dar fruto si no permanecen en mí. Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada” (Juan 15:4-5).

El aspecto más vital de cualquier ministerio o encuentro personal no son las palabras en sí mismas, sino la impartición de “espíritu y vida”

Esta habilidad para impartir se relaciona con tener una relación personal de calidad con Jesús (los que me buscan temprano), porque nos imparte a nosotros en primer lugar. Nuestro tesoro se llena directamente como resultado de su impartición sobre nosotros. Note lo particular de esta promesa: “seremos llenos si hacemos que Jesús sea nuestra mayor prioridad” (Mateo 6:33). Sólo lo encontraremos en este nivel cuando lo busquemos con todo nuestro corazón (Jeremías 29:12-13). ¡Él no merece menos que eso!

Un cristiano comprometido que tiene esta gracia para impartir, se diferenciará de los demás, porque esa persona cargará la gloria de Dios. El clamor de nuestro corazón es tener tal presencia del Señor habitando en nosotros que podamos sentirlo y oírlo cuando ministramos. Debemos clamar para ser llenos de esta presencia pesada de la gloria de Dios. Qué testimonio tener a alguien que diga que habita en esta clase de vida ministrando a Cristo, junto con la gracia para impartir esa unción.

Cuando esta unción es activa, atraerá a la gente hambrienta. Muy a menudo, cuando una persona bajo esta verdadera unción de Cristo termina de hablar, la gente le dirá: “Por favor, ¿puede seguir hablando?” o “podría oírlo por horas”. ¿Por qué la gente responde de esta manera? No responden tanto por la profundidad del mensaje o por la unción excepcional del predicador, sino por la impartición que fluyó hacia sus espíritus. A través de la gracia de la impartición, somos un conducto a través del cual la vida de Dios puede fluir hacia los demás. Este es el centro de todo ministerio, desde el púlpito, en nuestro lugar de trabajo o en la mesa de nuestra cocina.

Cuando ministro, puedo decirle cuando la gente se conecta con el Espíritu o sólo tratan de entender con su intelecto. Qué maravilloso es cuando son alimentados espiritualmente, no en lo natural, sabiendo que reciben algo extraordinario, la sustancia divina del Señor.

“El Espíritu da vida; la carne no vale para nada. Las palabras que les he hablado son espíritu y son vida” (Juan 6:63).

El don de la “revelación profética” nos muestra qué decir. Luego, cuando nuestro ser está ungido, podremos impartirla a otros. Oro mucho para ser ungido proféticamente con la habilidad para impartir. Podemos pasar tiempo en la presencia de nuestro Señor para tener su sustancia espiritual para que podamos impartir su propio Ser (Jeremías 3:15). Debemos presentarnos ante el trono cada día para recibir pan fresco desde el cielo para alimentar al rebaño de Dios (Hechos 20:28).

Predico desde hace 40 años un promedio de cinco veces por semana. Durante mi vida ministerial, aprendí cómo guiar a la gente hacia Cristo, no hacia mí mismo. Una vez el Señor me dijo: “La forma más elevada de traición es cuando los ministros toman los dones que les entregué para ganar almas para Mí y los usan para ganar gente para sí mismos”. ¡Nunca debemos ser culpables por este terrible crimen!

El aspecto más vital de cualquier ministerio, aún cualquier encuentro personal durante el día, no son las palabras en sí mismas o el entendimiento de estas palabras, sino la impartición del Espíritu de vida. Esta es la sustancia espiritual de Cristo fluyendo por medio de sus palabras ungidas y el Espíritu, hacia los espíritus de las personas que lo quieran recibir.

¿Cómo es la gracia que se recibe y se entrega?

Una vez más, la revelación profética nos dan las palabras que hablamos. La unción nos capacita para hablar estas palabras que recibimos. Luego, a través de la impartición, estas palabras se convierten en espíritu y vida, fluyendo hacia las profundidades de aquellos que tienen oídos para oír. Debemos orar no sólo para impartir nuestro mensaje a través de su unción, sino para que aquellos que oigan nuestro mensaje tengan oídos y corazones abiertos. Aquellos que son espiritualmente receptivos, experimentarán el fluir de la sustancia divina en ellos. Esta es la vida de la viña de Cristo fluyendo por las ramas, los herederos y este fluir de sustancia es diferente del mensaje que hoy se comparte. Los oidores que tienen oídos para oír, querrán más mientras reconocen que se alimenta su espíritu.

“… así nosotros, por el cariño que les tenemos, nos deleitamos en compartir con ustedes no sólo el evangelio de Dios sino también nuestra vida. ¡Tanto llegamos a quererlos!” (1 Tesalonisenses 2:8).

¿Cómo se recibe y se entrega esta gracia para impartir? Pasando tiempo de calidad con Jesús y deseando esta habilidad, para que Él pueda alimentar los espíritus de aquellos que están espiritualmente hambrientos. Tener información lógica es bueno y deberíamos estudiar como los de Berea, pero el conocimiento intelectual de la Palabra no alimenta nuestro espíritu. Sólo la unción nos capacitará para hablar sobre Dios y para Él, porque sólo su impartición alimentará nuestro espíritu y el de quienes nos rodean.

“Más bien, exponemos el misterio de la sabiduría de Dios, una sabiduría que ha estado escondida y que Dios había destinado para nuestra gloria desde la eternidad” (1 Corintios 2:7).

La impartición es tangible, esto significa que es una sustancia espiritual ligada a las palabras. Como una autopista invisible, la impartición hace correr la Palabra de Dios hacia el espíritu de aquellos que tienen hambre espiritual. Quizá no comprendan qué sucede, pero conocerán que se están alimentando y responderán. Es hermoso, más allá de las palabras, dejar una conversación o una reunión, sabiendo que Dios se agrada con lo que ocurrió.

“Yo mismo, hermanos, cuando fui a anunciarles el testimonio de Dios, no lo hice con gran elocuencia y sabiduría. Me propuse más bien, estando entre ustedes, no saber de cosa alguna, excepto de Jesucristo, y de éste crucificado. Es más, me presenté ante ustedes con tanta debilidad que temblaba de miedo. No les hablé ni les prediqué con palabras sabias y elocuentes sino con demostración del poder del Espíritu” (1 Corintios 2:1-4).

Pablo dijo que sus palabras no eran de sabiduría humana sino una demostración del Espíritu. Esta demostración del Espíritu es la impartición que está ocurriendo y no tiene nada que ver con las palabras en sí mismas. Es la vida divina y la energía de Cristo fluyendo desde Él, a través del predicador hacia los oyentes que están dispuestos.

Mi deseo más profundo es impartir la vida de Cristo que recibí: “… también ustedes son como piedras vivas, con las cuales se está edificando una casa espiritual. De este modo llegan a ser un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por medio de Jesucristo” (1 Pedro 2:5).

Ser una “piedra viva” significa que somos como Cristo (irradiando lo divino). Esto implica que dondequiera que nos encontremos, hagamos o digamos, lo transmitiremos a Él, el maravilloso Espíritu de Dios, a través de la impartición de su unción.

Bobby Conner

miércoles, 8 de septiembre de 2010

“Profecía para el 2010: Despertaré a mi Iglesia a una vida fresca y la veré moverse”, dice el Señor

Por Theresa Phillips

clip_image002El Señor dice: “Volverán las cruzadas de evangelismo masivo en el 2010”

En la reunión donde había cerca de 15 personas, pude ver algo que me tomó con la guardia baja y sacudió mi espíritu. Luego comencé a oír en mi espíritu una palabra que la Iglesia estaba anhelando. La retuve por un momento y luego pude verla otra vez: se abrían de par en par las puertas de las Iglesias. Esta gran apertura permitía que multitudes de personas corrieran hacia la Iglesia.

Luego pude oír al Espíritu del Señor hablándome: “El evangelismo masivo volverá en el 2010. Será más fuerte que nunca antes y los que serán salvos, correrán como ríos impetuosos. Los encenderé como teas ardientes y harán que muchos más corran hacia la Casa del Señor. ¡Por causa de las Buenas Nuevas!”.

Isaías 59:19: “Desde el occidente temerán el nombre del Señor y desde el oriente respetarán su gloria. Porque vendrá como un torrente caudaloso, impulsado por el soplo del Señor”.

Proverbios 26:18: “Como loco que dispara mortíferas flechas encendidas…”.

Una vez más la Iglesia dirá: “Me alegré cuando me dijeron, ‘vayamos a la casa del Señor’”. El Gozo del Señor volverá a la Iglesia.

Salmo 122:1: “Yo me alegro cuando me dicen: Vamos a la casa del Señor”.

La Iglesia accederá a un nivel superior. Se elevará hacia las Alturas y aún los medios de comunicación comenzarán a proclamar las palabras poderosas de la Biblia. “Los medios de comunicación comenzarán a ser salvos”, dice el Señor.

La Palabra estará en las calles y en los comercios; estará por todas partes. ¡Aún en las carteleras! Porque el Señor agitó a su Novia, aún ahora está anunciando su “despertar”.

Las lluvias del Cielo comenzarán a fluir en el 2010

El Señor besó a la Iglesia con los tesoros del Cielo, como la historia de la princesa dormida. El beso es bienaventurado.

El Señor derramó diamantes y oro, le entregó los tesoros del Cielo a aquellos que están aquí abajo. Continuará haciéndolo y será de una manera inesperada. Ocurrirá en muchos lugares, las lluvias del Cielo fluirán en el 2010.

Estuvo sacudiendo las naciones por la gracia. Mientras nosotros esperamos como Cuerpo de Cristo, ahora ocurrirá una visitación y vendrá de una manera rápida y furiosa. Traerá sanidades, milagros, señales y maravillas, restaurando a aquellos que cayeron. Restaurará los lugares desolados y encenderá a muchos, trayéndolos de regreso. Su gloria se verá en las calles y en privado, enviará a los evangelistas. El Señor establece casas de evangelismo, preparando al Cuerpo para la ola que viene.

Despiértate, hermosa dormilona. Levántate ante el Amado, porque este es el tiempo. El Señor dice: “El tiempo comenzó donde el favor del Señor traerá a muchos a sus pies”. Los maestros enseñarán las buenas nuevas otra vez con una gran pasión, una pasión fresca.

Escrituras de aliento

Adórelo: Salmo 57:8: “¡Despierta, alma mía! ¡Despierten, arpa y lira! ¡Haré despertar al nuevo día!”.

La provisión es su voluntad para su vida: Proverbios 20:13: “No te des al sueño o te quedarás pobre; mantente despierto y tendrás pan de sobra”.

El Espíritu de Dios dentro de nosotros, oirá: Cantares 5:2: “Yo dormía, pero mi corazón velaba. ¡Y oí una voz! ¡Mi amado estaba a la puerta! Hermana, amada mía; preciosa paloma mía, ¡déjame entrar! Mi cabeza está empapada de rocío; la humedad de la noche corre por mi pelo”.

Volverá el coraje: Isaías 51:9: “¡Despierta, brazo del Señor! ¡Despierta y vístete de fuerza! Despierta, como en los días pasados, como en las generaciones de antaño. ¿No fuiste tú el que despedazó a Rahab, el que traspasó a ese monstruo marino?”.

Se abrirán los ojos a una nueva revelación de Él: Lucas 9:32: “Pedro y sus compañeros estaban rendidos de sueño, pero cuando se despabilaron, vieron su gloria y a los dos personajes que estaban con él”.

Sí, nos despertaremos, porque Él nos está despertando con un grito. El Señor dice: “Vida, vida, vida. Despertaré a mi Iglesia a una vida fresca y la veré avanzar, cautivando el corazón del Rey y dispuesta a afirmar: No caerás, Iglesia; No caerás”.

“Si, afírmate por lo que debes afirmarte”, dice el Señor. “Ahora ve y cuenta las cosas grandes que hice por ti y mira los corazones mientras me recibes”, dice el Señor.

Theresa Phillips

Pastora principal, PMI Glory Institute

“La cercanía de nuestro Dios”

Por Francis Frangipane

clip_image002[5]En el Salmo 73, el salmista Asaf expresó un problema que todos nosotros solemos sentir. Se preguntó por qué los malvados prosperan mientras los justos son castigados. La idea lo molestaba mucho hasta que entró en el santuario de Dios. Cuando estuvo en la presencia de Dios, Asaf se dio cuenta de su error. Mientas se comparaba a sí mismo con un incrédulo, pudo ver que, aparte de la influencia de Dios, no tenía nada de qué alardear. Dijo: “Se me afligía el corazón y se me amargaba el ánimo por mi necedad e ignorancia. ¡Me porté contigo como una bestia!” (Salmo 73:21-22).

Finalmente, su alma se iluminó mientras consideraba que sólo Dios era su salvación y su relación con Él era su fortaleza. Escribió, “Pero yo siempre estoy contigo, pues tú me sostienes de la mano derecha. Me guías con tu consejo y más tarde me acogerás en gloria. ¿A quién tengo en el cielo sino a ti? Si estoy contigo, ya nada quiero en la tierra. Podrán desfallecer mi cuerpo y mi espíritu, pero Dios fortalece mi corazón; él es mi herencia eterna” (Salmo 73:23-26).

El pensamiento que resume la revelación de Asaf y el punto de este capítulo, es el verso 28: “Para mí el bien es estar cerca de Dios. He hecho del Señor Soberano mi refugio para contar todas sus obras”.

Pongámoslo claro: La cercanía de Dios produce nuestro bienestar. Dios nunca diseñó el cristianismo para gente linda que trata de parecer buena. No somos así de buenos. No somos así de inteligentes y no somos así de bonitos. Lo único que puede sostener al verdadero cristianismo es una verdadera unidad con Jesucristo. Nuestra cercanía hacia Él en todas las cosas produce nuestro fruto espiritual.

Si somos honestos debemos admitir que, aparte de la influencia y la obra de Dios, no existe nada moralmente superior o alguna virtud importante acerca de nuestras vidas. Nuestra carne tiene las mismas pasiones carnales que la gente en el mundo, nuestra alma carga las mismas inseguridades y temores. Por tanto, aparte de la influencia de Cristo en nosotros, no existe diferencia entre los cristianos y los no cristianos (salvo que los cristianos, cuando viven separados de la presencia de Dios, pueden llegar a ser más odiosos). Sólo nuestra relación con el Señor puede mantenernos alejados de la lujuria y los deseos de la carne, porque lejos de Él no podemos hacer nada (Juan 15:5).

Por tanto, la fortaleza de nuestro andar no se origina dentro de nosotros, viene de nuestra relación con Cristo. Nuestra virtud, si se puede definir como tal, es que aprendimos a priorizar la búsqueda de Dios, nuestro carácter es la expresión de nuestra unidad con Jesús. Por eso quiero decir que Jesús no sólo es el primero en nuestra lista de prioridades, su influencia gobierna sobre todas nuestras prioridades. Él inspira amor en nuestras relaciones, su voz se transforma en la convicción sobre nuestra integridad. Dios hizo que Cristo sea para nosotros nuestra “sabiduría… justicia, santificación y redención” (1 Corintios 1:30).

Entonces, los que buscan a Dios desean encontrar el placer del Señor atrayéndolos hacia cada aspecto de sus almas. También saben que si alguna área de sus vidas permanece aislada de Dios, será vulnerable a la manipulación del enemigo. Permítame subrayar la verdad del salmista y digamos con nuestra propia voz de convicción: La cercanía de Dios es nuestro bienestar.

Dios mío, eres el amante de mi alma. Extendiste tus manos hacia mí con fidelidad. Aún así, a veces me alejé y estuve distante. Maestro, este día te agradezco porque los tiempos más maravillosos que pasé, fueron junto a Ti. Cuando mi corazón se acerca a Ti, participo del néctar de la vida.

Francis Frangipane