Prof. Bladimiro y Magui Wojtowicz
Mientras me encontraba intercediendo en lenguas por una serie de proyectos financieros que involucran a un grupo de empresarios amigos, oí una voz que tronó en medio de mi cuarto: “¡Todo está otorgado, todo ha sido concedido!”. Inmediatamente reconocí la voz del Señor que con tono de mando tronó en medio de la quietud y el silencio del momento. Luego de esto no tenía sentido seguir intercediendo por esos proyectos porque el Señor me dijo que me limitara a adorarlo. A partir de ese momento, podría ver cómo Él mismo se movería a favor de cada uno de esos proyectos para que su gloria se manifestara en el plano natural.
Días atrás estuve leyendo una palabra profética sobre el poder del nombre y la soberanía del Señor. Mientras meditaba en esa palabra, el Señor comenzó a decir: “Mi Pacto tiene dos vertientes, una es legal y la otra operativa. Todos en mi pueblo conocen la primera, pero sólo un remanente se mueve en la segunda. El aspecto legal del pacto se fundamenta mi sangre derramada en la cruz del Calvario. Todos los que me reciben y creen en mi nombre son hechos hijos de Dios. Esta es una realidad eterna que nada puede cambiar, porque está fundamentada en la legalidad del pacto entre mi Padre y sus hijos (Juan 1:12). Por eso todos los hijos de Dios están legalmente habilitados para usar mi Nombre para presentar sus peticiones ante el trono de justicia celestial (Juan 14:13)”.
El Señor continuó explicándome: “El problema es que muchos piden y no reciben respuestas porque desconocen la segunda vertiente de mi pacto: el aspecto operativo. Todos presentan sus peticiones ante el trono del Padre en mi nombre, pero sus respuestas demoran demasiado tiempo y no porque se retrasen desde el cielo. Todo lo que le piden al Padre en mi nombre, Él lo hará por ellos. En otras palabras, la respuesta sale desde el trono del Padre en el mismo momento que elevan su petición alineados con mi Palabra. Pero la respuesta queda retenida en el segundo cielo porque no tienen conciencia de la soberanía de mi Reino sobre toda la Creación”.
“Cuando la respuesta enviada choca de frente con la voluntad de mi pueblo, quedará retenida en el segundo cielo. Toda área de la vida donde no se reconoce mi soberanía absoluta, se está dudando de mi capacidad para reinar. Por eso mucha gente pide cosas al Padre en mi nombre, pero al dudar de mi soberanía sobre todas las cosas, pone en tela de juicio mi capacidad para responder. Como resultado, las respuestas que salieron de inmediato desde el trono del Padre, quedarán retenidas en el segundo cielo esperando que decidan alinearse correctamente con mi Palabra. Este es el aspecto operativo de mi pacto”.
Los siguientes pasajes describen el alcance absoluto de la soberanía de Jesucristo sobre toda la Creación:
“Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación, porque por medio de él fueron creadas todas las cosas en el cielo y en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos, poderes, principados o autoridades: todo ha sido creado por medio de él y para él. Él es anterior a todas las cosas, que por medio de él forman un todo coherente. Él es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia. Él es el principio, el primogénito de la resurrección, para ser en todo el primero. Porque a Dios le agradó habitar en él con toda su plenitud y, por medio de él, reconciliar consigo todas las cosas, tanto las que están en la tierra como las que están en el cielo, haciendo la paz mediante la sangre que derramó en la cruz” (Colosenses 1:15-20).
“Toda la plenitud de la divinidad habita en forma corporal en Cristo; y en él, que es la cabeza de todo poder y autoridad, ustedes han recibido esa plenitud. Además, en él fueron circuncidados, no por mano humana sino con la circuncisión que consiste en despojarse del cuerpo pecaminoso. Esta circuncisión la efectuó Cristo. Ustedes la recibieron al ser sepultados con él en el bautismo. En él también fueron resucitados mediante la fe en el poder de Dios, quien lo resucitó de entre los muertos. Antes de recibir esa circuncisión, ustedes estaban muertos en sus pecados. Sin embargo, Dios nos dio vida en unión con Cristo, al perdonarnos todos los pecados y anular la deuda que teníamos pendiente por los requisitos de la ley. Él anuló esa deuda que nos era adversa, clavándola en la cruz. Desarmó a los poderes y a las potestades, y por medio de Cristo los humilló en público al exhibirlos en su desfile triunfal” (Colosenses 2:9-15).
“Ya que han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra, pues ustedes han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, que es la vida de ustedes, se manifieste, entonces también ustedes serán manifestados con él en gloria. Por tanto, hagan morir todo lo que es propio de la naturaleza terrenal” (Colosenses 3:1-5).
Perder consciencia
Cuando perdemos conciencia de la soberanía del Señor sobre todas las cosas, en realidad le estamos dando lugar a la duda. Por eso quedamos incapacitados para movernos en la dimensión sobrenatural porque nuestra fe quedó atada al plano natural y no pasa de ser una certeza intelectual. Para que las respuestas que descienden desde el trono del Padre puedan manifestarse en nuestra vida, debemos desarrollar una fe operativa que nace desde una vivencia clara y real de la soberanía del Señor sobre toda las cosas. Recién entonces estaremos alineados correctamente para recibir todo lo que le pedimos al Padre en el nombre de Jesucristo.
Tiempos malos
Luego el Señor continuó diciéndome: “Los tiempos que vienen no son buenos. Todas las naciones de la tierra atravesarán desiertos con una intensidad que ni siquiera imaginaron que podían ver. Pero aquellos que tengan plena conciencia de la plenitud de mi pacto, el aspecto legal y el operativo, vivirán en carne propia las palabras que surgen del pasaje de Isaías 43. Los celestiales verán el cumplimiento de la plenitud de mi pacto sobre ellos mientras los guío a través del desierto de las naciones. Muchos clamaron durante muchos años para ver mi manifestación soberana y real sobre la tierra. En este tiempo no sólo recibirán una respuesta contundente: ¡Serán saciados por mi justicia manifiesta! Ocurrirá lo mismo que sucedió con Israel mientras atravesaban el desierto. Los fieles de mi pueblo no recibirán recursos, verán cómo Yo me proveo a mí mismo por causa de la visión que sustenta a mi Reino. Las respuestas llegarán de la misma manera que aparecía el maná en el desierto: Nadie podía explicar qué era ni de dónde venía, pero era justo lo que necesitaban para alimentarse. Tampoco podían explicar cómo la columna de fuego y la nube los acompañaban durante sus jornadas, haciendo que no pasaran frío de noche ni calor durante el día. Así será la manifestación soberana de mi voluntad sobre mi pueblo fiel en este tiempo”.
El pasaje de Isaías 43:1-5 refleja la realidad del pueblo que se mantuvo fiel al Señor, en medio del desierto que vendrá sobre las naciones de la tierra: “Pero ahora, así dice el Señor, el que te creó, Jacob, el que te formó, Israel: No temas, que yo te he redimido; te he llamado por tu nombre; tú eres mío. Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te cubrirán sus aguas; cuando camines por el fuego, no te quemarás ni te abrasarán las llamas. Yo soy el Señor, tu Dios, el Santo de Israel, tu salvador; yo he entregado a Egipto como precio por tu rescate, a Cus y a Seba en tu lugar. A cambio de ti entregaré hombres; ¡a cambio de tu vida entregaré pueblos! Porque te amo y eres ante mis ojos precioso y digno de honra. No temas, porque yo estoy contigo; desde el oriente traeré a tu descendencia, desde el occidente te reuniré”.
El tiempo de la separación de los celestiales y los terrenales ya comenzó, esto se está haciendo cada vez más evidente ante nuestros ojos. Mientras muchos en el pueblo de Dios comprendieron la urgencia de alinearse con la voluntad perfecta del Rey para ver la manifestación soberana de su Reino, otros continúan viviendo como si nada fuera a suceder. El problema es que muchos cristianos creen que como el Padre es Espíritu y no lo pueden ver, Él tampoco puede ver lo que hacen ellos. En los tiempos que vienen, sólo podrán atravesar el desierto de las naciones aquellos que fundamenten sus vidas en la plenitud del pacto con Dios, por medio de la sangre de Jesucristo.
El tiempo de la manifestación de los justos del pueblo de Dios ha llegado. Todos aquellos que esperaron fielmente y con paciencia la manifestación de la gloria y la majestad del Señor, no sólo recibirán una respuesta: ¡Serán saciados por la manifestación de su justicia!
Los amamos y bendecimos,
Profetas Bladimiro y Magui Wojtowicz