Por Theresa Phillips
Estaba ministrando en un servicio y la realidad de la presencia del Señor se intensificaba. Mientras oía al líder de adoración y armonizaba con él, repentinamente percibí la presencia de alguien que estaba de pie a mi lado. Pude sentir el calor de su respiración sobre mi vida y volteé mi cabeza para ver.
Comencé a cantar con todo mi corazón porque el Señor estaba a mi lado. Supe que se estaba elevando la dimensión de la adoración. Luego me detuve y oí que se abría un libro ancestral en el que se volteaba una página. Hasta podía oler el papel que era antiguo y ancestral, sentí como si fuera de otro tiempo.
Comencé a profetizar que una presencia estaba a mi lado, se abría un libro y la presencia volteaba la página en el tiempo. Sí, una página fresca se estaba descubriendo y comenzaba un nuevo capítulo para la Iglesia. Es corporativo e íntimo al mismo tiempo… estaba perdida en su presencia.
Cuando el servicio terminó, una muchacha se acercó y me dijo: “Le pedí al Señor que me dijera que se había volteado una página y comenzaba un nuevo capítulo en mi vida”. Me sentí abrumada por esto y me sentí honrada porque el Señor la había escuchado. Pero sabía que no había terminado. Días después de sentir esta hermosa presencia, decidí regresar a la plataforma. Me paré en el mismo lugar y pude sentir esa presencia. Esta vez volví a ver y permití que mis sentidos experimentaran todo lo que necesitaban porque debía conocer.
Esperé y luego pude ver un ser vestido con traje y corbata con un sombrero, como si fuera un hombre de negocios. Me habló y me dijo: “Superviso los negocios de nuestro Padre, estoy aquí para traer un cambio. Se volteó la página y el libro está escrito desde antes del tiempo. Ahora se volteó la página”.
Vienen grandes cambios
Se soltó sobre la Iglesia un nuevo día, una nueva estación y un nuevo tiempo. ¡Muchos comenzarán a declarar los momentos de grandes cambios! Inmediatamente comencé a adorar y pude percibir que el Señor me estaba atrayendo más y más. Estaba segura que había más, entonces me limité a amar a Jesús y me mantuve en la presencia de su Reino. Clamaba con todo mi corazón: “¡Más Señor!”. Sin demoras, le habló a mi corazón con mucha ternura. Todo lo que quería era oír y conocer.
El Salmo 63:3 dice: “Tu amor es mejor que la vida; por eso mis labios te alabarán”.
Entonces continuó diciendo: “Vienen grandes cambios. Estoy a punto de cambiar el curso de la historia. La Iglesia está a punto de recibir a su Rey”. Comenzamos a cantar la canción de Navidad: “Que la tierra reciba a su Rey. Que cada corazón prepare un cuarto para Él, que canten el Cielo y la naturaleza…”.
Entonces me quedé quieta y el Señor continuó diciendo: “Desperté mi amor con un codazo, ahora estoy susurrando en los oídos de mi Novia. Prepárate, porque muchos están a punto de publicar nuevos libros devocionales, pintar cuadros gloriosos, realizar danzas exuberantes, entregar revelaciones frescas desde mi Trono y se escuchará un sonido nuevo. Tengo notas nuevas que se tocarán en instrumentos antiguos. Vuelvan a tomar esas guitarras antiguas…”.
Mientras oía esto pensaba que antes ya había escuchado esto (mi carne estaba activa). Comencé a clamar: “Señor, derrama tu Espíritu sobre toda carne, sobre mi vida…”. Una vez más y sin demoras, comenzó a hablarme con claridad: “Theresa, esto no es como lo que conoces, es la manifestación tardía y muchos lo verán, no sólo unos pocos, sino muchos”. Le pregunté: “¿Qué veremos Señor?”. Me respondió: “Muchos verán una gloria tangible que estoy a punto de soltar en el Cuerpo. Estoy soltando un nuevo nivel de gloria, señales y maravillas frescas. ¡Recibirás todo esto!”.
Comencé a clamar en mi espíritu: “Estoy gimiendo con toda la tierra para ver esta manifestación. ¡Ayúdame Señor! ¿Qué veremos?”. Me sentí muy pequeña, como si fuera una niña. “Verás a muchos de mi guardia angelical entrando en mi Palacio (un terreno rodeado de varios edificios). Esta guardia angelical entregará las directivas para que surja un nuevo mover evangelístico”.
Hebreos 1:13-14 dice: “¿A cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies? ¿No son todos los ángeles espíritus dedicados al servicio divino, enviados para ayudar a los que han de heredar la salvación?”.
Dentro de mi corazón sentí un salto y un grito. Me abrumó un enorme gozo. Todo lo que podía hacer desde ese momento era pedir y pedir para que se abran los corazones de los hombres y vean que la cosecha está lista. ¡Vuelve a enseñarme lo que quieres que aprenda! Luego me habló en voz alta, clara y firme: “Theresa, estoy intercediendo por mi Iglesia… ganará y no fallará”.
Lucas 22:32 dice: “Pero yo he orado por ti, para que no falle tu fe. Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, fortalece a tus hermanos”.
Clamé: “¡Fortaléceme Señor!”. Repentinamente comencé a llorar, “Almas, amado Señor, almas”. Supe que vino un gran cambio y su presencia está aquí para ayudarnos. El Señor nos fortalece, nos alienta, nos da gracia y convicción. Me estremecí porque se había volteado una página y comenzó un derramar fresco del Espíritu Santo. Fue confirmado por una mujer que le estaba pidiendo al Señor que hiciera esto. ¡Qué precioso! También recordé que esto no es nuevo para Dios, sólo es fresco. ¡Qué maravilloso!
Pensamientos desde la Palabra
Veamos los siguientes versos:
Salmo 20:2: “Que te envíe ayuda desde el santuario; que desde Sión te dé su apoyo”.
2 Timoteo 4:5: “Tú, por el contrario, sé prudente en todas las circunstancias, soporta los sufrimientos, dedícate a la evangelización; cumple con los deberes de tu ministerio”.
Me sentí como la mujer en Cantares que clamaba en las calles: “¿Lo han visto? ¿Han visto a mi amado?”.
Cantares 3:3: “Me encuentran los centinelas mientras rondan la ciudad. Les pregunto: ¿Han visto ustedes al amor de mi vida?”.
Theresa Phillips