domingo, 22 de abril de 2012

“Mujeres de guerra”

Por Becky Van Koevering

clip_image001 “… aunque vivimos en el mundo, no libramos batallas como lo hace el mundo. Las armas con que luchamos no son del mundo, sino que tienen el poder divino para derribar fortalezas” (2 Corintios 10:3-4).

No soy una vidente como mi esposo David, pero en tiempos cruciales el Espíritu Santo me guió a interceptar lo que el enemigo tramó en sus esfuerzos para matar, robar y destruir todo lo que Dios tiene para nosotros.

En 1980, dentro de una misma semana, David cumplió cuarenta, su madre murió por un cáncer muy doloroso y perdimos nuestro negocio por causa de un socio inescrupuloso. Fue durante este tiempo que el enemigo le habló a David para decirle que no tenía más nada por qué vivir y luego lo convenció que la única salida era ponerle fin a todo. Entonces David decidió tomar un seguro de vida por un millón de dólares y luego programó su suicidio para aparentar un accidente.

Sólo dos semanas antes de esto, mientras estaba sentada en la Iglesia, tuve una carga fuerte sobre David y el espiral descendiente que estaba envolviendo a su vida. El Espíritu Santo me impresionó para que fuera al altar ese día para quitar mis manos por completo del asunto, entregándole a David al Señor para que obrara en su vida. Fue en este punto cuando el Espíritu Santo me ayudó a darme cuenta que no era responsable por la salvación de David. Sólo después, cuando se lo entregué al Señor, el Espíritu Santo tuvo la libertad para obrar en la vida de David.

Recuerdo vívidamente el día que David planeó suicidarse. Me llamó a la casa y trató de prepararme para lo que estaba por ocurrir. Luego de colgar el teléfono, llamé a nuestros dos hijos Debbie y Joe (que en ese tiempo eran adolescentes), para decirles que debíamos orar inmediatamente porque el enemigo quería destruir a su padre. Nuestros hijos, ambos cristianos, se unieron en oración conmigo en mi habitación. En nuestra desesperación, lo único que sabíamos era clamar para que la sangre de Cristo se derramara sobre David y toda la situación que el enemigo tramó en su contra. Cuando el enemigo viene como una inundación, ¡no hay nada como la sangre de Cristo!

Cuando el enemigo viene como una inundación, nuestro verdadero recurso es aplicar la sangre de Cristo a esa situación. Dios respondió nuestras oraciones. Cuando en los últimos segundos David dirigió el auto hacia el estribo del puente, el Espíritu Santo le habló a su corazón y le dijo que ese no era el final, sino el comienzo. David sólo tuvo tiempo para desviar el auto. En lugar de golpear el puente de frente, el único daño que sufrió el auto fue del lado del acompañante.

¡Después de esto David se consagró al Señor!

En los siguientes veintiocho años, el Señor nos sostuvo milagrosamente a través de varias tragedias: la pérdida de la compañía de pianos Van Koevering luego del ataque del 9/11 a las Torres Gemelas, el incendio trágico de nuestra casa y doce paros cardíacos en la vida de David.

Recuerdo una vez durante un vuelo hacia el hospital de Nueva York cuando el corazón de David se detuvo por décima vez. Cuando regresó a casa desde el hospital y en una condición muy debilitada, David me preguntó: “¿Te asusté?”. Respondí que no podría asustarme porque no iría a ninguna parte porque su propósito aún no se había completado. Desde ese tiempo fue un camino difícil y ahora comenzamos a ver el cumplimiento del llamado verdadero sobre la vida de David. Debemos recordar que en estos días difíciles donde el enemigo ataca para matar, robar y destruir, necesitamos volver a la fuente de nuestro poder: La sangre de Cristo.

Mujeres de guerra, con poder

Como mujeres de guerra, Dios nos está llamando a volver a nuestro recurso espiritual: La sangre de Cristo. Somos mujeres, algunas solteras y otras casadas, que necesitamos orar la sangre de Cristo sobre nuestras familias a diario. Necesitamos darnos cuenta hoy que dondequiera que se encuentren nuestros seres queridos, ningún lugar es completamente seguro, aún nuestras Iglesias pueden ser objetivos de las tinieblas. Sin embargo, es grandioso saber que la cobertura de la sangre no sólo opera sobre nuestras familias, también lo hace sobre nuestras propiedades, hogares, casas, autos, trabajos, salud, etc. ¡No existe poder del enemigo que pueda mantenerse en pie ante la cobertura y la protección de la sangre de Cristo!

Otro ejemplo del poder asombroso de la sangre de Cristo ocurrió en diciembre del 2007, cuando el Espíritu Santo puso una carga en mi corazón por Judy, la hija de unos amigos. Judy se encontraba en medio de un divorcio terrible y estuve orando por ella varios meses. Pero en diciembre cambiaron mis oraciones. El Espíritu Santo me dijo que ese divorcio terminaría en tragedia si no aplicaba la sangre de Cristo sobre la vida de esta preciosa mujer y sus hijos. La carga fue pesada en mi corazón durante una semana o más, cuando le pedí al Señor que hiciera la conexión en el tiempo y el lugar correcto.

El domingo siguiente fui a la Iglesia y allí estaban Judy y sus hijos, sus padres y sus abuelos. Le expresé mi preocupación y luego del servicio nos reunimos alrededor de Judy para orar por el poder de la sangre de Cristo para establecer un escudo y un cerco alrededor de ella y sus hijos. En febrero, mientras nos encontrábamos en una conferencia donde David estaba predicando, recibimos una palabra de la familia de Judy donde su esposo enajenado había determinado en su mente que la iba a asesinar. Había comenzado a hacer planes, aún les dijo a los hombres que trabajaban con él en su negocio y luego le entregó a su padre su computadora con toda la información de sus negocios.

Compró un arma para matar a Judy y luego suicidarse. Trágicamente, cuando trató de hacerlo, chocó el auto de ella y su camioneta cayó dentro de una zanja de la cual no pudo salir. Mientras Judy llamaba al 911 para acudir a la policía y oyó que las sirenas se acercaban, el hombre se suicidó. Creo que la vida de Judy se salvó por la cobertura de protección de la sangre de Cristo que aplicamos en diciembre cuando oramos por su vida.

En julio del 2008, el Espíritu Santo me reveló que Judy tenía sueños y pesadillas sobre su esposo muerto. Una vez más oramos para que el Señor hiciera la conexión en el lugar y el tiempo correcto y fui obediente. Ese viernes por la noche fuimos invitados por sus padres a cenar a su casa y Judy estaba allí. Cuando el tiempo era correcto y el Señor proveyó la oportunidad para que habláramos en privado, le pregunté si tenía sueños y pesadillas sobre su esposo muerto. Me dijo que las pesadillas eran tan vívidas y reales que podía olerlo y tocarlo.

El Espíritu Santo me instruyó para que le dijera que aunque este hombre estaba muerto, el espíritu demoníaco que lo guió a matarse estaba tratando de atacarla a ella en su vulnerabilidad a través de sueños y pesadillas. Le aconsejé que aplicara la sangre de Cristo a su mente, sus emociones, su subconsciente y sus sueños, llevándolos hacia el Señor para que la protegiera. Todos nos unimos esa noche para orar sobre ella y decretar que era libre. Las pesadillas se detuvieron.

Isaías 53:4-5 nos dice que cuando Jesús derramó su sangre por nosotros en la cruz, tomó sobre sí mismo las enfermedades, las debilidades y las angustias, como si fueran su propia carga. Jesús estaba herido y molido por nuestro pecado, maldad y rebelión. Obtuvo paz y bienestar para nosotros cuando derramó su sangre y por sus heridas fuimos sanados.

Como mujeres de guerra, podemos pararnos en las palabras del Salmo 68:11: “El Señor ha emitido la palabra, y millares de mensajeras la proclaman…”. ¡Aprendamos a usar esta Palabra de poder!

Becky Van Koevering

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