Por Mahesh y Bonnie Chavda
“Hijos, obedezcan en el Señor a sus padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa, para que te vaya bien y disfrutes de una larga vida en la tierra” (Efesios 6:1-3).
Uno de los principios fundamentales de caminar en el favor y la bendición de Dios es la honra. Comienza en la casa mientras honramos a Dios honrando a nuestros padres. Se extiende hacia afuera al honrar a las autoridades, a los ancianos, a nuestros padres espirituales y a la Esposa eterna del Señor, la Iglesia.
Todos los años en las naciones se aparta un día para celebrar y honrar a nuestras madres. Debemos tomar tiempo para agradecerle a Dios por nuestras madres. Si nuestra madre aún está con nosotros, busquemos la manera de honrarla. Si tiene asuntos sin resolver con su madre, busque la manera de olvidarlos y bendiga a la persona que le dio la vida. No hay nada que la Cruz no pueda cubrir.
Esa es la puerta para que podamos encontrarnos con nuestra familia perfecta. Abre el camino para que podamos conocer a nuestro Padre celestial. Nos hace ser una nueva creación y nos conecta con nuestra verdadera identidad: Un hijo del Rey. Si nuestra madre no nos hubiera dado a luz, nunca habríamos tenido la oportunidad de conocer la plenitud de nuestra identidad y destino eterno. El honor nos trae las bendiciones de Dios. Apoyémonos en ellas hoy, mientras honramos y bendecimos a nuestros padres espirituales.
La tierra madre: El lugar donde nacimos
En otro sentido, al hacer esto también honramos a nuestra nación. Hechos 17:26 nos dice que Dios tuvo en mente la familia, el tiempo y la nación en la cual nacimos, desde el primer momento que pensó acerca de nosotros. Esto significa que no importa nuestra historia personal, Él tiene un plan redentivo para nuestra vida que incluye las mismas circunstancias de nuestro nacimiento. Además revela que somos parte de su plan redentivo para nuestra nación.
La nación en la que nacimos es el vientre donde Dios formó nuestra identidad. Es parte de nuestra historia, nuestra cultura, nuestra familia y, finalmente, parte del plan de Dios para nuestra vida. En América somos bendecidos por haber nacido en una nación formada sobre principios escriturales, establecidos por los padres fundadores. En ninguna parte queda más claro que en el registro histórico de oración y ayuno en honor al Único capaz de salvarnos, liberarnos, sanarnos y prosperarnos.
En 1607, los primeros peregrinos tocaron tierra en las costas de Virginia. Su primera acción fue humillarse a sí mismos en oración, ayuno y acción de gracias durante tres días, luego de desembarcar. Su segunda acción fue plantar una cruz en el lugar de la costa donde desembarcaron para dedicar la tierra al Señor Jesucristo.
En 1620, los peregrinos no probaron alimentos en la tierra hasta hacer un pacto con Dios y entre sí en oración y ayuno. Hoy se lo conoce como el Pacto del Mayflower, pero su acto sentó un precedente para el único gobierno que heredamos como norteamericanos. Cuando enfrentaron una sequía que amenazó la supervivencia de su comunidad al año siguiente, el gobernador Bradford llamó a “un día solemne de humillación para buscar al Señor en oración ferviente, en medio de esa gran aflicción”. El Señor respondió ese mismo día cuando los cielos claros y despejados, se cubrieron de nubes y comenzó a llover.
1775, Día nacional de humillación, ayuno y oración
Poco tiempo después que se oyera en todo el mundo sobre la revolución en Norteamérica, los padres fundadores proclamaron un día humillación pública, oración y ayuno:
“Como el Gran Gobernador del Mundo, por su Providencia suprema y universal, no sólo para conducir el curso de la naturaleza con una sabiduría y rectitud infalibles, con frecuencia influencia las mentes de los hombres para servir a los propósitos sabios y llenos de gracia de su gobierno providencial. Y es, en todo tiempo, nuestro trabajo indispensable y devoto, agradecer su providencia suprema, especialmente en tiempos de peligro inminente y calamidades públicas, reverenciando y adorando su justicia inmutable, así como implorando su interposición misericordiosa por nuestra liberación:
Por tanto, este Congreso considera el estado crítico, alarmante y calamitoso de la situación actual de estas colonias, recomendamos enfáticamente que el jueves 20 de Julio próximo, todos los habitantes de las colonias inglesas en este continente deben guardar este día de humillación pública, ayuno y oración. Se recomienda a todos los cristianos de todas las denominaciones que se reúnan públicamente para adorar, absteniéndose de realizar cualquier trabajo y recreación ese día. Junio 12, 1775”.
Pedido de oración de Benjamín Franklin en la Convención Constitucional
Cuando la nación, forjada en la Revolución, parecía estar a las puertas de separarse mientras se estaba redactando la Constitución que defendería las libertades por las cuales pelearon, Benjamín Franklin, testigo del primer Gran Despertar y amigo de George Whitefield, detuvo el procedimiento y declaró:
“En esta situación de esta Asamblea, andando a tientas como si estuviera en la oscuridad para hallar la verdad política e incapaz de distinguirla cuando se presentó ante nosotros, como ocurrió. Señor, ¿hasta aquí no hubo un solo pensamiento de humildad para rogar ante el Padre de las luces para que ilumine nuestro entendimiento? En el comienzo del conflicto con Gran Bretaña, cuando estábamos sensibilizados por el peligro, orábamos todos los días en este salón para recibir la protección divina. Nuestras oraciones, Señor, fueron oídas y respondidas con gracia. Todos los que estuvimos comprometidos en el conflicto pudimos ver frecuentes ocasiones donde se manifestó la supereminente providencia a nuestro favor”.
“Para esa clase de providencia tenemos esta oportunidad de consultar en paz sobre el significado de establecer nuestra futura felicidad nacional. ¿Y ahora nos olvidamos de ese amigo poderoso o pensamos que ya no necesitamos su asistencia? Viví, Señor, mucho tiempo y cuánto más vivo, tengo más pruebas convincentes de esta verdad: Dios gobierna sobre los asuntos de los hombres. Si una golondrina no cae al suelo sin que lo note, ¿es probable que un imperio se pueda levantar sin esta ayuda? Tenemos la seguridad, Señor, en los escritos sagrados, que ‘a menos que el Señor edifique la Casa, en vano trabajamos los edificadores’”.
“Creo firmemente en esto y además, creo que sin su ayuda oportuna no podremos tener más éxito al levantar este edificio que los constructores de la torre de Babel: Estaremos divididos por nuestros pequeños intereses locales, nuestros proyectos se confundirán y nos transformaremos en un reproche y un engaño para las futuras generaciones. Y lo que es peor, desde esta instancia desafortunada en adelante, la humanidad puede perder el rumbo al establecer gobiernos sobre la sabiduría humana que los entregarán al azar, la guerra y la conquista”.
“Por tanto, ruego que desde ahora en adelante imploremos la ayuda del Cielo y sus bendiciones en todas nuestras deliberaciones, estableciéndose en esta Asamblea cada mañana antes de proceder a tratar los asuntos del día y les solicitemos a uno o más clérigos de esta Ciudad que oficien ese servicio”.
Benjamin Franklin, Congreso Continental, 1787
Honremos a nuestras madres y a nuestra herencia nacional
Una y otra vez, en tiempos de gran crisis y en tiempos de gran victoria y agradecimiento, nuestra nación honró a Dios en oración como la Fuente de todas sus bendiciones. Esta es la herencia espiritual de Norteamérica.
Mientras honramos a nuestras madres naturales y espirituales, honremos nuestra herencia nacional, humillándonos y orando por nuestra nación para que cumpla su destino divino. Mientras lo hacemos, el Señor soltará su bendición sobre nuestras familias, nuestras congregaciones y nuestra nación. Así nos irá bien y disfrutaremos de una vida larga sobre la tierra.
“… si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla y ora, y me busca y abandona su mala conducta, yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré su pecado y restauraré su tierra” (2 Crónicas 7:14).
Mahesh y Bonnie Chavda
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