Por Karen Slaughter
Recientemente el Padre me llevó por un viaje que me volvió a enfocar en lo que creo es la clave más esencial para caminar en la grandeza.
Hace pocos meses el Señor me dijo: “Karen, quiero que te unas más a la gente con la que tienes una relación estrecha”. Me sentía un poco frustrada con este pedido porque no estaba segura de cómo hacer esto. Comencé a repasar la lista en mi mente. Mi esposo, líderes, hijos, mentores, pastores y hermanos estaban bien. No me malinterprete, no estoy hablando de perfección, pero tengo relaciones muy fuertes con las personas que mencioné. No recordaba falta de perdón o amargura, realmente nos amamos y nos regocijamos unos con otros estableciendo relaciones sólidas. Mi frustración se arraigaba en el hecho que no estaba segura cómo reparar algo que no que estaba roto.
Después de pasar meses pidiéndole al Padre por una respuesta, finalmente me calmé lo suficiente para ver y oír lo que trataba de enseñarme: Para caminar en la grandeza, debemos caminar en comunión como uno. Me mostró que aunque no haya problemas reales como divisiones, amarguras o conflictos importantes, es el entorno perfecto para estrechar la unidad. El Padre me dijo: “Es la atmósfera perfecta para profundizar tu relación con otros”.
Hay un derramar asombroso de la revelación del amor de Dios sobre nuestras vidas. Dios nos ama y aún nos anhela, se regocija y se deleita con nosotros, ¡invitándonos a estar en su presencia! Amo la intimidad en el lugar secreto donde puede visitar al Padre. Pero lo oigo decirme: “¿Qué harás con ese amor? ¿Lo usarás para ti misma o para ser uno con otros?”.
Jesús modeló la unidad y la familia, pidiéndonos que vivamos de la misma manera. La familia está enredada y esto duele. A veces ser vulnerable es altamente incómodo. Estableció un nivel elevado de valor en la unidad en nuestras relaciones, viendo cómo Él murió para reintroducirnos y restaurar nuestras relaciones.
Comunión vs aislamiento
Vea, podemos hacer milagros, ver ángeles, profetizar, entrar en trance y predicar sermones asombrosos, sin haber tocado a nadie excepto a Dios. Podemos aislarnos para protegernos a nosotros mismos, pero hay un problema cuando Dios es la única persona con quien me permito relacionarme. Hay un problema cuando sólo puedo amar a la Perfección misma. Jesús nos pidió que amáramos como Él ama. Nos ama en nuestra imperfección porque nos ve a través de la perfección del Perfecto Amor. La revelación personal que recibí del amor de Dios no es sólo para mí. Debería ser un derramar incontenible en la revelación para otros, tocándolos con el amor de Jesús.
El amor es algo que satanás no puede copiar. Puede imitar señales, maravillas, milagros y profecías, aún puede pretender tener amor, pero no es real. Sólo puede imitar ser un ángel de luz, porque sólo puede pretender amar. En realidad no puede amar porque no tiene acceso al Amor. El mundo experimentó la falta de amor. Está buscando lo auténtico y podrá darse cuenta cuando está ante el verdadero amor.
Creo que una de las mayores estrategias del enemigo es quebrar las relaciones de pacto en el Cuerpo de Cristo. Creo que conoce de lo que somos capaces de hacer como uno, aún más de lo que sabemos.
Ser uno es poderoso. Ser parte de algo mayor que nosotros mismos es muy fuerte. Saber que encajo dentro de algo y soy valorado por “mí mismo” mientras veo cómo puedo contribuir al Cuerpo de Cristo, trayendo una sensación de identidad, propósito y visión.
En aislamiento perdemos nuestro sentido de identidad y visión. En tiempos pasados, cuando algunos de los enemigos del pueblo de Dios los vencían en batalla, inmediatamente tomaban al remanente y los separaba, dejándolos solos en una nación extraña. Comprendieron que remover su comunión implicaba que perdieran el sentido de quiénes eran y, finalmente, perderían su nacionalidad, identidad, visión y poder.
¡Nos necesitamos unos a otros!
Queremos alcanzar toda la medida de la plenitud de Dios. La verdad es que nos necesitamos unos a otros. Necesito su grandeza. Necesito al Jesús que vive en usted. No podemos ser grandes por nosotros mismos. Nos impulsamos unos a otros en la grandeza. No puedo crecer bien por mí misma, no puedo desarrollar mis dones por mí misma y no puedo experimentar todo lo que Dios tiene para mí por mí misma. Cosecho la grandeza de otras personas. Para poder caminar en la plenitud de la grandeza que Dios dispuso para mi vida, debo beber de la grandeza que Él depositó en usted. Si no lo hago, perderé algo de Jesús. Cuando Jesús nos revela cuán grande somos, nos impulsa a reconocer y llamar la grandeza en los demás. Si nos quedamos en una “fiesta de grandeza” sólo con Jesús, perderemos equilibrio. La verdad es que no se trata de Jesús y yo, sino de Él y nosotros.
Individualmente, ninguno de nosotros puede cargar la plenitud de Dios, esto sólo es posible cuando lo hacemos todos como uno. No puedo sostener un avivamiento por mí misma. Nos necesitamos los unos a los otros. El Cuerpo de Cristo está diseñado para cargar el gobierno de Dios y extender su Reino.
Extendemos el Reino de Dios de una manera más efectiva cuando seguimos sus patrones de gobierno. Debemos poseer el gobierno de Dios internamente antes de manifestarlo. ¿Qué es el gobierno de Dios? Gobierna y reina, esa es su manera de hacer las cosas. Esto acarrea mucho. Pero el aspecto más importante que aprendí es que el gobierno de Dios es “relacional”. Dios nos creó a su imagen, una imagen relacional para que podamos relacionarnos unos con otros y con Él, hasta llegar a ser uno en el Cuerpo de Cristo y así poder asumir el gobierno de Dios y extender su Reino. Juan 17:22 dice que el Padre y el Hijo compartieron con nosotros la gloria que los une. ¡Caminar en esta gloria sostendrá el avivamiento!
Vale la pena
Pedir esto es mucho, porque estamos llamados a ser uno. Puede ser confuso y aún doloroso. Debemos pagar un precio por desarrollar relaciones. Pero está bien. Jesús se hizo a sí mismo el más vulnerable y pagó el precio más alto para que pudiéramos relacionarnos con el Padre. Esta relación, este amor y esta unidad deben valer la pena. Existe un camino para sanarnos cuando somos heridos y su nombre es Jesús. Existe una manera de volver a confiar y su nombre es Jesús. Existe un camino para trabajar por encima de nuestros desacuerdos y su nombre es Jesús. Existe un camino para volver a ser vulnerables y su nombre es Jesús. Cuando me siento herida tengo dos elecciones: sanarme o esconderme. Haré lo mejor que pueda para sanarme y ser uno con el Cuerpo de Cristo, habilitándonos para llevarle al mundo lo que más necesita: El amor de Cristo.
Karen Slaughter
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