Por Anne
Ballard
En el mes de julio,
Dios quiere recordarnos que Él nos escucha. Desea una relación profunda con sus
hijos porque ve todo lo que estamos enfrentando. Nos está enseñando a alinear
nuestras palabras con su verdad para caminar en su favor. Nos preparó para el
momento que estamos viviendo y nos está liberando del miedo. Es nuestro
protector y nuestra cobertura. Este mes, permítete descansar en su naturaleza
infalible, sabiendo que Él es el Dios que te ve y te conoce.
Él escucha
nuestro clamor
Lucas 18:7-8: “¿Acaso Dios no hará
justicia a sus escogidos, que claman a Él día y noche? ¿Se tardará mucho en
responderles? Les digo que sí les hará justicia, y sin demora. No obstante,
cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?”.
Una y otra vez a lo
largo de la Biblia, entretejido en diferentes historias y luchas, surge este
tema: “Dios escuchó su clamor”. La historia de Raquel destaca como un ejemplo
convincente. En esta época, los hombres solían tener varias esposas y el valor
de una mujer solía estar relacionado con su capacidad para tener hijos. Raquel
era la esposa amada de Jacob, pero era estéril y había soportado un terrible
engaño de su padre. El día de su boda, el padre de Raquel disfrazó a su hermana
Lea y le dijo a Jacob que era Raquel la que estaba detrás del largo velo. Así,
tanto ella como su hermana acabaron casadas con Jacob, creando celos intensos y
conflictos familiares. Para empeorar las cosas, Lea siguió teniendo hijos, pero
Raquel no tuvo ninguno.
En la historia de
Raquel y en muchas otras a lo largo de la Escritura, Dios le responde a su
pueblo cuando clama a Él. En Génesis 30:22, la Escritura dice que Dios escuchó
el clamor del corazón de Raquel y tuvo compasión de ella. Después de eso, dio a
luz a José, cuya sabiduría y conexión con Dios, más tarde salvaría a todas las
naciones de Egipto y las zonas periféricas en una época de hambruna. Dios atendió
la herida más profunda de Raquel y su carencia, y respondió al clamor de su
corazón. Dios escuchó el clamor del corazón de Raquel y le dio hijos.
Él se preocupa por
las cosas que nos importan y por los deseos de nuestro corazón. A lo largo de
las Escrituras, Dios responde sistemáticamente al clamor de los corazones
rotos.
Dios anhela una
relación con nosotros, incluso cuando no buscamos una relación con Él. El Salmo
106 lo dice sucintamente en los versos 43-44: “Muchas
veces Dios los libró; pero ellos, empeñados en su rebeldía, se hundieron en la
maldad. Al verlos Dios angustiados, y al escuchar su clamor”. La Biblia presenta a nuestro Dios como un ser
altamente relacional y compasivo que anhela conectarse con nosotros, y anhela
respondernos cuando clamamos a Él. La Escritura lo deja claro: “Él está esperando para responder a nuestro clamor”.
La oración es la
manifestación de nuestra relación con nuestro Padre celestial. Esta relación se
transforma cuando creemos que Él es bueno y creemos que está trabajando en
nuestro favor. Dios no sólo desea una relación contigo, desea responder al
clamor de tu corazón. Por tanto, corre hacia Él con tus necesidades y tus deseos.
¿Qué es lo que te
agobia en este momento? ¿Tú (o un ser querido) estás enfrentando un desafío
difícil? Ya sea financiero, relacionado con la salud, relacional o un sueño
retrasado en tu corazón; Dios quiere encontrarse contigo en tu lugar de dolor y
decepción. La Biblia es clara en cuanto a la importancia de la oración y a que,
cuando presentamos nuestras peticiones al Señor, Él nos escuchará (1 Juan
5:14-15; 1 Tesalonicenses 5:17). El verso 45 del Salmo 106 lo resume muy bien: “se acordó del pacto que había hecho con ellos y por su
gran amor les tuvo compasión”. Este
es el corazón del Padre hacia nosotros, pero debemos acudir a Él.
Si sentiste que tus
oraciones tocaron un techo o que estuviste desconectado del Padre, esta es tu
invitación a volver a la intimidad con Él. Tus oraciones le importan a Dios y
los deseos de tu corazón son importantes para Él. Pídele a Dios que te muestre
cualquier área donde necesites cambiar tu forma de pensar y habla con Él como
lo harías con un amigo y un padre. Él está contigo.
Alineados con el Cielo
Santiago 3:5-6: “Así también la
lengua es un miembro muy pequeño del cuerpo, pero hace alarde de grandes hazañas.
¡Imagínense qué gran bosque se incendia con tan pequeña chispa! También la
lengua es un fuego, un mundo de maldad. Siendo uno de nuestros órganos,
contamina todo el cuerpo y, encendida por el infierno, prende a su vez fuego a
todo el curso de la vida”.
Recientemente, estaba
compartiendo con un amigo una historia de cómo Dios se movió milagrosamente a
mi favor. Mi amiga, que estaba creyendo en algo grande y aparentemente
imposible en su propia vida, dijo: “Ese tipo de
cosas simplemente no me suceden”.
Reflexioné sobre su respuesta, porque me dolía el corazón al escuchar sus
palabras. ¿Qué explicaba esta disparidad entre nuestras experiencias? Me tomé
un tiempo para procesarlo con el Señor. Mi propio viaje con el Señor se vio
profundamente marcado por el aprendizaje de la identidad que me otorgó mi
Padre, la autoridad que tengo y el poder de mis palabras. No fue un cambio de
la noche a la mañana lo que me llevó a empezar a creer que los milagros serían
una parte normal de mi vida.
Sin embargo, ahora
tengo la profunda convicción de que creamos mundos con nuestras palabras. Esto
significa que, si decimos algo (y lo creemos), en realidad estamos “co-creando” con
Dios a través de nuestras palabras. Al igual que Dios creó la tierra con sus
palabras, a nosotros también se nos entregó el poder de crear con nuestras
palabras. Si decimos palabras como “no veo que
ocurran milagros” o “no experimento un favor así”, entonces es lo
que veremos manifestarse en nuestras vidas. Pero lo contrario también es
cierto. Y cuando decimos cosas como: “Los
milagros me suceden todo el tiempo”, “Experimento
bendiciones financieras divinas” y
“Estoy continuamente conectado con las personas
correctas”, entonces esas cosas se manifiestan en nuestras vidas.
Todo el tiempo hago
declaraciones basadas en la verdad de la Palabra de Dios que suenan locas sobre
mi vida y diferentes situaciones. Y veo que esas cosas se hacen realidad. Hubo
una temporada en la que cada vez que conocía a una nueva persona o iba a algún
lugar nuevo, declaraba: “Camino en un favor cada
vez mayor con Dios y con los hombres”. Esto
se basa en Lucas 2:52, que dice: “...Jesús
crecía en sabiduría y en estatura, y en el favor de Dios y de los hombres”.
Pensé que, si Jesús
necesitaba el favor de Dios y de los hombres, ¡yo también podría necesitarlo!
Así que, declaraba esto sobre mi vida y mi situación, y eventualmente lo creía
y lo veía manifestarse. Este es el proceso de renovar nuestras mentes con la
verdad. Jesús nos dice en Mateo 21:21-22: “Les
aseguro que si tienen fe y no dudan (les respondió Jesús), no sólo harán lo que
he hecho con la higuera, sino que podrán decirle a este monte: ‘¡Quítate de ahí
y tírate al mar!’, y así se hará. Si ustedes creen, recibirán todo lo que pidan
en oración”. Creer en lo que
estamos orando o declarando, equivale a verlo manifestado.
Santiago nos dice que
la lengua es poderosa (Santiago 3:5-6). La compara con un gran incendio
forestal que arde por una pequeña chispa. Es increíblemente poderoso lo que
decimos con nuestra lengua, ¡y sólo se amplifica por lo que creemos! Utilicemos
intencionadamente nuestras palabras para el bien y no para el mal. Creamos en las
promesas de la Palabra de Dios y evitemos la tentación de desarrollar una
teología basada en nuestras propias experiencias. Con esto quiero decir que, si
sabemos que la Palabra de Dios dice algo, aunque todavía no lo hayamos
experimentado en nuestra propia vida, podemos tener la tentación de creer
nuestra experiencia sobre la Palabra de Dios. Esto es peligroso. Parte de
caminar en el Reino es vivir en la tensión entre el Cielo y la Tierra, mientras
se mantiene la fe de que puede ser “en la Tierra como en el Cielo”.
Dios nos está
recordando suavemente la verdad de su Palabra, y el poder y la autoridad en
nuestras palabras. Podemos elegir hacer un acuerdo con el Cielo o con nuestras
propias experiencias. Dios nos está invitando a
alinearnos con el Cielo, por encima de nuestras circunstancias. Esto
significa que, si nuestra situación aún no se parece al Cielo, hay espacio para
buscar lo que Dios está haciendo. La verdad es que vivimos en un mundo caído y
hay muchas cosas que pueden interferir con nuestras promesas (guerras,
acuerdos, nuestras propias creencias, maldiciones). Dios reajusta nuestros
pensamientos cuando le entregamos nuestras malas creencias.
Esta palabra es para
las personas que no están experimentando el Cielo en la Tierra (que son
muchas). Si aun estás aprendiendo a renovar tu mente con la verdad, esta
palabra es para ti. Si sabes que tus creencias te limitan, esta es para ti. Si
Dios te mostró que creaste tu propia teología alrededor de tu experiencia, pero
no sabes cómo cambiar, esta palabra es para ti. Si te sentiste desesperado,
desanimado o con el corazón roto, esta palabra es para ti.
No necesitas pedir
más fe. Simplemente pídele a Dios que te dé el don de la fe y comienza a hablar
palabras de fe sobre tu vida. Identifica cualquier área de duda con la que
estés luchando y encuentra escrituras para declarar sobre tu vida. ¿Se trata de
una promesa, de la provisión de Dios, de tu salud o de tus relaciones? Persevera
en la Palabra de Dios y escribe las promesas que son verdaderas sobre tu tema.
¿Es una promesa? “...El que prometió es fiel”
(Hebreos 10:23). ¿Se trata de la provisión de Dios? “Y
mi Dios suplirá todas tus necesidades según las riquezas de su gloria en Cristo
Jesús” (Filipenses 4:19). ¿Se trata de tu salud? “...Yo soy el Señor que te sana” (Éxodo
15:26).
Escribe todas las que
puedas encontrar sobre tu situación. Decláralas con fe sobre tu vida. Sabemos
que la fe viene por el oír, así que, si no crees (tienes fe) al principio,
entonces sigue repitiendo esto sobre ti hasta que tu mente sea renovada con la
verdad.
Preparado para este momento
Romanos 8:28: “Ahora bien, sabemos que
Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido
llamados de acuerdo con su propósito”.
Algunas personas
pueden estar entrando en un momento que se siente desafiante e inesperado. Tal
vez se trate de problemas de salud repentinos, tensiones financieras,
situaciones laborales difíciles o estrés en las relaciones. En estos momentos,
las cosas pueden parecer bastante estresantes, incluso hasta el punto de ser
abrumadoras. Durante estos momentos, recuérdate a ti mismo las promesas de
Dios. Nunca estás solo y Él te preparó precisamente para este momento.
Hace poco pasé por
una experiencia angustiosa: mi madre tuvo que ser operada de urgencia. Fue
traumático y aterrador por varias razones: ella es mi único pariente vivo; en
el momento, no tuve otra opción que aceptar la cirugía y, con todos los
protocolos de COVID en marcha, no pude tener a nadie conmigo durante los diez
días que estuvo en el hospital, por eso me sentí bastante sola. Repentinamente, el Espíritu Santo empezó a señalarme
cosas de mi pasado que me prepararon precisamente para este momento.
En primer lugar,
tengo una formación en enfermería. En mi época de enfermera tuve la oportunidad
de trabajar con algunos líderes de pensamiento fuertes y médicos muy seguros de
sí mismos. La mayoría de la gente se sentía intimidada por ellos, pero yo había
trabajado con ellos tan estrechamente y durante tanto tiempo, que me sentía a
gusto con ellos. También aprendí mucho de ellos haciéndoles preguntas. Cuando
me senté con el Espíritu Santo, me di cuenta de que no me intimidaba ni un solo
médico del caso de mamá. Además, había investigado bastante sobre las
diferentes opciones de tratamiento y pude abogar por mi madre para que
recibiera el mejor tratamiento.
Dios realmente está
trabajando todas las cosas para nuestro bien y, en este momento, no tenía
ninguna duda de que Él me había equipado y me estaba dando todo lo que
necesitaba para ayudarme a tomar decisiones, para consolarme y para traer sanidad
sobre mi preciosa madre.
Cuando las pruebas
vengan, y vendrán (Juan 16:33), confía en saber que Dios te equipó. Él te
preparó precisamente para este momento, precisamente para este tiempo y
precisamente para este lugar. Permite que el Espíritu Santo te recuerde tu
experiencia, tus conexiones, tus conocimientos precisos y tus dones, que te
prepararon para este momento. Dios conoce el final desde el principio y está
tejiendo el tapiz perfecto de tu vida como sólo Él puede hacerlo. Romanos 8:28 dice: “Y
sabemos que en todas las cosas Dios obra para el bien de los que le aman, los
cuales han sido llamados conforme a su propósito”.
Si sientes que estás
en el fragor de la batalla, que estás al borde de un precipicio o por
dondequiera que mires, las cosas se sienten desafiantes, entonces esta palabra
es para ti. Dios te está recordando cómo Él estuvo allí antes que tú y cómo ya
tienes lo que necesitas. Observa cómo Él sale a tu encuentro y resuelve
situaciones y circunstancias a tu favor. De hecho, algunas de las cosas que
temías que fueran una “crisis”, te darás cuenta de que eran una falsa alarma,
porque Dios está contigo. Él está contigo en cada paso del camino.
Mantente firme y
observa cómo Dios te preparó para un momento como éste. Descansa en el
conocimiento de que Él te preparó justo para este momento y está trabajando
todas las cosas para tu bien.
A la sombra de su ala
Salmo 91:1: “El que habita al abrigo
del Altísimo se acoge a la sombra del Todopoderoso”.
Cuando llegan las
pruebas, podemos elegir. Podemos alinearnos con nuestros sentimientos e incluso
con el aspecto natural de las cosas (que a menudo nos lleva al miedo o incluso
a la desesperación), o podemos alinearnos con la palabra de Dios sobre nuestra
vida y nuestras circunstancias. En los momentos cuando no sabemos qué va a
pasar y las cosas se sienten increíblemente difíciles, confía en el conocimiento
de que Aquel que prometió es fiel.
En innumerables
pasajes de la Biblia (en los Salmos y los Proverbios en particular), Dios nos
dice que protegerá a los justos y luchará por quienes lo aman. En momentos de
adversidad, puede ser un reto recordar esto, y mucho más aferrarse a esta
promesa de Él. Sin embargo, hacerlo es el camino que nos lleva de vuelta a la
paz. Pablo nos recuerda: “Nos vemos atribulados
en todo, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero
no abandonados; derribados, pero no destruidos” (2 Corintios 4:8-9).
Dios desea que
caminemos en el destino y la identidad que creó para nosotros, y es un maestro
en hacer belleza de las cenizas. La mayoría de las veces, cuando nos
preocupamos, pasamos el tiempo pensando en situaciones que nunca terminan de
suceder. ¿Qué pasaría si en lugar de preocuparnos, eligiéramos recordarnos a
nosotros mismos que Dios está luchando por nosotros y que estamos a salvo a la
sombra del Todopoderoso?
Anne Ballard
(www.elijahlist.com)