lunes, 18 de julio de 2022

“Él oyó mi clamor”

Por Anne Ballard

En el mes de julio, Dios quiere recordarnos que Él nos escucha. Desea una relación profunda con sus hijos porque ve todo lo que estamos enfrentando. Nos está enseñando a alinear nuestras palabras con su verdad para caminar en su favor. Nos preparó para el momento que estamos viviendo y nos está liberando del miedo. Es nuestro protector y nuestra cobertura. Este mes, permítete descansar en su naturaleza infalible, sabiendo que Él es el Dios que te ve y te conoce.

Él escucha nuestro clamor

Lucas 18:7-8: “¿Acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a Él día y noche? ¿Se tardará mucho en responderles? Les digo que sí les hará justicia, y sin demora. No obstante, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?”. 

Una y otra vez a lo largo de la Biblia, entretejido en diferentes historias y luchas, surge este tema: “Dios escuchó su clamor”. La historia de Raquel destaca como un ejemplo convincente. En esta época, los hombres solían tener varias esposas y el valor de una mujer solía estar relacionado con su capacidad para tener hijos. Raquel era la esposa amada de Jacob, pero era estéril y había soportado un terrible engaño de su padre. El día de su boda, el padre de Raquel disfrazó a su hermana Lea y le dijo a Jacob que era Raquel la que estaba detrás del largo velo. Así, tanto ella como su hermana acabaron casadas con Jacob, creando celos intensos y conflictos familiares. Para empeorar las cosas, Lea siguió teniendo hijos, pero Raquel no tuvo ninguno.

En la historia de Raquel y en muchas otras a lo largo de la Escritura, Dios le responde a su pueblo cuando clama a Él. En Génesis 30:22, la Escritura dice que Dios escuchó el clamor del corazón de Raquel y tuvo compasión de ella. Después de eso, dio a luz a José, cuya sabiduría y conexión con Dios, más tarde salvaría a todas las naciones de Egipto y las zonas periféricas en una época de hambruna. Dios atendió la herida más profunda de Raquel y su carencia, y respondió al clamor de su corazón. Dios escuchó el clamor del corazón de Raquel y le dio hijos.

Él se preocupa por las cosas que nos importan y por los deseos de nuestro corazón. A lo largo de las Escrituras, Dios responde sistemáticamente al clamor de los corazones rotos.

Dios anhela una relación con nosotros, incluso cuando no buscamos una relación con Él. El Salmo 106 lo dice sucintamente en los versos 43-44: “Muchas veces Dios los libró; pero ellos, empeñados en su rebeldía, se hundieron en la maldad. Al verlos Dios angustiados, y al escuchar su clamor”. La Biblia presenta a nuestro Dios como un ser altamente relacional y compasivo que anhela conectarse con nosotros, y anhela respondernos cuando clamamos a Él. La Escritura lo deja claro: “Él está esperando para responder a nuestro clamor”.

La oración es la manifestación de nuestra relación con nuestro Padre celestial. Esta relación se transforma cuando creemos que Él es bueno y creemos que está trabajando en nuestro favor. Dios no sólo desea una relación contigo, desea responder al clamor de tu corazón. Por tanto, corre hacia Él con tus necesidades y tus deseos.

¿Qué es lo que te agobia en este momento? ¿Tú (o un ser querido) estás enfrentando un desafío difícil? Ya sea financiero, relacionado con la salud, relacional o un sueño retrasado en tu corazón; Dios quiere encontrarse contigo en tu lugar de dolor y decepción. La Biblia es clara en cuanto a la importancia de la oración y a que, cuando presentamos nuestras peticiones al Señor, Él nos escuchará (1 Juan 5:14-15; 1 Tesalonicenses 5:17). El verso 45 del Salmo 106 lo resume muy bien: “se acordó del pacto que había hecho con ellos y por su gran amor les tuvo compasión”. Este es el corazón del Padre hacia nosotros, pero debemos acudir a Él.

Si sentiste que tus oraciones tocaron un techo o que estuviste desconectado del Padre, esta es tu invitación a volver a la intimidad con Él. Tus oraciones le importan a Dios y los deseos de tu corazón son importantes para Él. Pídele a Dios que te muestre cualquier área donde necesites cambiar tu forma de pensar y habla con Él como lo harías con un amigo y un padre. Él está contigo.

Alineados con el Cielo

Santiago 3:5-6: “Así también la lengua es un miembro muy pequeño del cuerpo, pero hace alarde de grandes hazañas. ¡Imagínense qué gran bosque se incendia con tan pequeña chispa! También la lengua es un fuego, un mundo de maldad. Siendo uno de nuestros órganos, contamina todo el cuerpo y, encendida por el infierno, prende a su vez fuego a todo el curso de la vida”.

Recientemente, estaba compartiendo con un amigo una historia de cómo Dios se movió milagrosamente a mi favor. Mi amiga, que estaba creyendo en algo grande y aparentemente imposible en su propia vida, dijo: “Ese tipo de cosas simplemente no me suceden”. Reflexioné sobre su respuesta, porque me dolía el corazón al escuchar sus palabras. ¿Qué explicaba esta disparidad entre nuestras experiencias? Me tomé un tiempo para procesarlo con el Señor. Mi propio viaje con el Señor se vio profundamente marcado por el aprendizaje de la identidad que me otorgó mi Padre, la autoridad que tengo y el poder de mis palabras. No fue un cambio de la noche a la mañana lo que me llevó a empezar a creer que los milagros serían una parte normal de mi vida.

Sin embargo, ahora tengo la profunda convicción de que creamos mundos con nuestras palabras. Esto significa que, si decimos algo (y lo creemos), en realidad estamos “co-creando” con Dios a través de nuestras palabras. Al igual que Dios creó la tierra con sus palabras, a nosotros también se nos entregó el poder de crear con nuestras palabras. Si decimos palabras como “no veo que ocurran milagros” o “no experimento un favor así”, entonces es lo que veremos manifestarse en nuestras vidas. Pero lo contrario también es cierto. Y cuando decimos cosas como: “Los milagros me suceden todo el tiempo”, “Experimento bendiciones financieras divinas” y “Estoy continuamente conectado con las personas correctas”, entonces esas cosas se manifiestan en nuestras vidas. 

Todo el tiempo hago declaraciones basadas en la verdad de la Palabra de Dios que suenan locas sobre mi vida y diferentes situaciones. Y veo que esas cosas se hacen realidad. Hubo una temporada en la que cada vez que conocía a una nueva persona o iba a algún lugar nuevo, declaraba: “Camino en un favor cada vez mayor con Dios y con los hombres”. Esto se basa en Lucas 2:52, que dice: “...Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en el favor de Dios y de los hombres”.

Pensé que, si Jesús necesitaba el favor de Dios y de los hombres, ¡yo también podría necesitarlo! Así que, declaraba esto sobre mi vida y mi situación, y eventualmente lo creía y lo veía manifestarse. Este es el proceso de renovar nuestras mentes con la verdad. Jesús nos dice en Mateo 21:21-22: “Les aseguro que si tienen fe y no dudan (les respondió Jesús), no sólo harán lo que he hecho con la higuera, sino que podrán decirle a este monte: ‘¡Quítate de ahí y tírate al mar!’, y así se hará. Si ustedes creen, recibirán todo lo que pidan en oración”. Creer en lo que estamos orando o declarando, equivale a verlo manifestado.

Santiago nos dice que la lengua es poderosa (Santiago 3:5-6). La compara con un gran incendio forestal que arde por una pequeña chispa. Es increíblemente poderoso lo que decimos con nuestra lengua, ¡y sólo se amplifica por lo que creemos! Utilicemos intencionadamente nuestras palabras para el bien y no para el mal. Creamos en las promesas de la Palabra de Dios y evitemos la tentación de desarrollar una teología basada en nuestras propias experiencias. Con esto quiero decir que, si sabemos que la Palabra de Dios dice algo, aunque todavía no lo hayamos experimentado en nuestra propia vida, podemos tener la tentación de creer nuestra experiencia sobre la Palabra de Dios. Esto es peligroso. Parte de caminar en el Reino es vivir en la tensión entre el Cielo y la Tierra, mientras se mantiene la fe de que puede ser “en la Tierra como en el Cielo”.

Dios nos está recordando suavemente la verdad de su Palabra, y el poder y la autoridad en nuestras palabras. Podemos elegir hacer un acuerdo con el Cielo o con nuestras propias experiencias. Dios nos está invitando a alinearnos con el Cielo, por encima de nuestras circunstancias. Esto significa que, si nuestra situación aún no se parece al Cielo, hay espacio para buscar lo que Dios está haciendo. La verdad es que vivimos en un mundo caído y hay muchas cosas que pueden interferir con nuestras promesas (guerras, acuerdos, nuestras propias creencias, maldiciones). Dios reajusta nuestros pensamientos cuando le entregamos nuestras malas creencias.

Esta palabra es para las personas que no están experimentando el Cielo en la Tierra (que son muchas). Si aun estás aprendiendo a renovar tu mente con la verdad, esta palabra es para ti. Si sabes que tus creencias te limitan, esta es para ti. Si Dios te mostró que creaste tu propia teología alrededor de tu experiencia, pero no sabes cómo cambiar, esta palabra es para ti. Si te sentiste desesperado, desanimado o con el corazón roto, esta palabra es para ti.

No necesitas pedir más fe. Simplemente pídele a Dios que te dé el don de la fe y comienza a hablar palabras de fe sobre tu vida. Identifica cualquier área de duda con la que estés luchando y encuentra escrituras para declarar sobre tu vida. ¿Se trata de una promesa, de la provisión de Dios, de tu salud o de tus relaciones? Persevera en la Palabra de Dios y escribe las promesas que son verdaderas sobre tu tema. ¿Es una promesa? “...El que prometió es fiel” (Hebreos 10:23). ¿Se trata de la provisión de Dios? “Y mi Dios suplirá todas tus necesidades según las riquezas de su gloria en Cristo Jesús” (Filipenses 4:19). ¿Se trata de tu salud? “...Yo soy el Señor que te sana” (Éxodo 15:26).

Escribe todas las que puedas encontrar sobre tu situación. Decláralas con fe sobre tu vida. Sabemos que la fe viene por el oír, así que, si no crees (tienes fe) al principio, entonces sigue repitiendo esto sobre ti hasta que tu mente sea renovada con la verdad.

Preparado para este momento

Romanos 8:28: “Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito”.

Algunas personas pueden estar entrando en un momento que se siente desafiante e inesperado. Tal vez se trate de problemas de salud repentinos, tensiones financieras, situaciones laborales difíciles o estrés en las relaciones. En estos momentos, las cosas pueden parecer bastante estresantes, incluso hasta el punto de ser abrumadoras. Durante estos momentos, recuérdate a ti mismo las promesas de Dios. Nunca estás solo y Él te preparó precisamente para este momento.

Hace poco pasé por una experiencia angustiosa: mi madre tuvo que ser operada de urgencia. Fue traumático y aterrador por varias razones: ella es mi único pariente vivo; en el momento, no tuve otra opción que aceptar la cirugía y, con todos los protocolos de COVID en marcha, no pude tener a nadie conmigo durante los diez días que estuvo en el hospital, por eso me sentí bastante sola. Repentinamente, el Espíritu Santo empezó a señalarme cosas de mi pasado que me prepararon precisamente para este momento.

En primer lugar, tengo una formación en enfermería. En mi época de enfermera tuve la oportunidad de trabajar con algunos líderes de pensamiento fuertes y médicos muy seguros de sí mismos. La mayoría de la gente se sentía intimidada por ellos, pero yo había trabajado con ellos tan estrechamente y durante tanto tiempo, que me sentía a gusto con ellos. También aprendí mucho de ellos haciéndoles preguntas. Cuando me senté con el Espíritu Santo, me di cuenta de que no me intimidaba ni un solo médico del caso de mamá. Además, había investigado bastante sobre las diferentes opciones de tratamiento y pude abogar por mi madre para que recibiera el mejor tratamiento.

Dios realmente está trabajando todas las cosas para nuestro bien y, en este momento, no tenía ninguna duda de que Él me había equipado y me estaba dando todo lo que necesitaba para ayudarme a tomar decisiones, para consolarme y para traer sanidad sobre mi preciosa madre.

Cuando las pruebas vengan, y vendrán (Juan 16:33), confía en saber que Dios te equipó. Él te preparó precisamente para este momento, precisamente para este tiempo y precisamente para este lugar. Permite que el Espíritu Santo te recuerde tu experiencia, tus conexiones, tus conocimientos precisos y tus dones, que te prepararon para este momento. Dios conoce el final desde el principio y está tejiendo el tapiz perfecto de tu vida como sólo Él puede hacerlo. Romanos 8:28 dice: “Y sabemos que en todas las cosas Dios obra para el bien de los que le aman, los cuales han sido llamados conforme a su propósito”.

Si sientes que estás en el fragor de la batalla, que estás al borde de un precipicio o por dondequiera que mires, las cosas se sienten desafiantes, entonces esta palabra es para ti. Dios te está recordando cómo Él estuvo allí antes que tú y cómo ya tienes lo que necesitas. Observa cómo Él sale a tu encuentro y resuelve situaciones y circunstancias a tu favor. De hecho, algunas de las cosas que temías que fueran una “crisis”, te darás cuenta de que eran una falsa alarma, porque Dios está contigo. Él está contigo en cada paso del camino.

Mantente firme y observa cómo Dios te preparó para un momento como éste. Descansa en el conocimiento de que Él te preparó justo para este momento y está trabajando todas las cosas para tu bien.

A la sombra de su ala

Salmo 91:1: “El que habita al abrigo del Altísimo se acoge a la sombra del Todopoderoso”.

Cuando llegan las pruebas, podemos elegir. Podemos alinearnos con nuestros sentimientos e incluso con el aspecto natural de las cosas (que a menudo nos lleva al miedo o incluso a la desesperación), o podemos alinearnos con la palabra de Dios sobre nuestra vida y nuestras circunstancias. En los momentos cuando no sabemos qué va a pasar y las cosas se sienten increíblemente difíciles, confía en el conocimiento de que Aquel que prometió es fiel.

En innumerables pasajes de la Biblia (en los Salmos y los Proverbios en particular), Dios nos dice que protegerá a los justos y luchará por quienes lo aman. En momentos de adversidad, puede ser un reto recordar esto, y mucho más aferrarse a esta promesa de Él. Sin embargo, hacerlo es el camino que nos lleva de vuelta a la paz. Pablo nos recuerda: “Nos vemos atribulados en todo, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos” (2 Corintios 4:8-9).

Dios desea que caminemos en el destino y la identidad que creó para nosotros, y es un maestro en hacer belleza de las cenizas. La mayoría de las veces, cuando nos preocupamos, pasamos el tiempo pensando en situaciones que nunca terminan de suceder. ¿Qué pasaría si en lugar de preocuparnos, eligiéramos recordarnos a nosotros mismos que Dios está luchando por nosotros y que estamos a salvo a la sombra del Todopoderoso?

Anne Ballard

(www.elijahlist.com)

 

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