lunes, 20 de julio de 2009

“Nuevos graneros, nuevos cuencos, nuevos odres… ¡este derramar es diferente a cualquier otro!”

 

Por Danny Steyne

clip_image001“Ni echa nadie vino nuevo en odres viejos. De hacerlo así, el vino nuevo hará reventar los odres, se derramará el vino y los odres se arruinarán. Más bien, el vino nuevo debe echarse en odres nuevos” (Lucas 5:37-38)

¡Lo que va a venir está aquí!

En los últimos meses pude ver al Señor estableciendo las cosas en un nuevo nivel. Creo que no es sólo para recoger la Cosecha, sino para retenerla.

No es suficiente con ver fruto. No debemos dejar que el fruto caiga en el campo, ¡debe permanecer! ¿Cómo podemos sostener la presencia de Dios, la frescura, la simplicidad de su presencia, su poder y su amor?

Regionalmente, estuvimos caminando a través de una palabra que Graham Cooke nos entregó a mi esposa Karen y a mí acerca de “edificar un prototipo de Iglesia, algo nunca antes visto, sin un modelo y sin otro lugar donde mirar, más que a Dios”.

A principios de Febrero, Dios me indicó con claridad que el prototipo iba más lejos que algo que nunca antes se había realizado, ¡en realidad era el comienzo de algo que estaba a punto de llegar! Era un odre nuevo, un proceso directamente involucrado en la obediencia y la sumisión al Espíritu Santo. Era el lugar que anhelé desde que comencé a caminar como cristiano. Era el lugar de una extrema incapacidad, una dependencia extrema y un abandono completo y total a sus propósitos.

Ofendiendo a algunos, ¡pero bendiciendo a muchos más!

Comenzamos a creer que Jesús realmente “lideró” la Iglesia y, como resultado, nos regocijamos con las cosas que hizo, sin disculparse con el espíritu religioso de ellos. Ofendió a algunos, ¡pero bendijo a muchos más! Nos habló para que tengamos el propósito de establecer su Reino soltando el amor, el gozo, la libertad, el poder y la gloria cada noventa millas por todo el mundo Occidental. ¡Elevó la apuesta de sostener simplemente una visión a alcanzar los 6,6 billones para que atrapen su misma mente! Nos pareció audaz en ese momento y llegó a ser evidente cuando lo habló ahora.

Muchos están listos para ser cosechados, pero los silos con todo el equipaje del lenguaje y la estructura religiosa, tendrán muchas dificultades para responder a la Cosecha.

Estamos ante un tiempo de gran Cosecha y no podremos utilizar los odres viejos para tratar de contenerla.

¡Los graneros que guardaron la cosecha en los años pasados no podrán contener esta cosecha! Dios está reformando completamente los lugares que va a llenar. No es un trabajo de remodelación, ¡es un trabajo de demolición y reconstrucción!

“Mira, hoy te doy autoridad sobre naciones y reinos, para arrancar y derribar, para destruir y demoler, para construir y plantar” (Jeremías 1:10)

“Toda rama que en mí no da fruto, la corta; pero toda rama que da fruto la poda para que dé más fruto todavía” (Juan 15:2)

Muchos experimentaron la demolición en medio de ellos, preguntándose si es posible que Dios estuviera allí, creyendo más que era el enemigo quien les estaba robando. Pero la poda es la promesa de Dios para todos aquellos que serán usados en gran manera. Ser transformados de Gloria en Gloria es el propósito de Dios, ¡a veces eso involucra remover las ramas que nos distraen de su Gloria!

“Luego, los habitantes de la ciudad le dijeron a Eliseo: Señor, como usted puede ver, nuestra ciudad está bien ubicada, pero el agua es mala, y por eso la tierra ha quedado estéril. Tráiganme una vasija nueva, y échenle sal, les ordenó Eliseo. Cuando se la entregaron, Eliseo fue al manantial y, arrojando allí la sal, exclamó: Así dice el Señor: ¡Yo purifico esta agua para que nunca más cause muerte ni esterilidad!” (2 Reyes 2:19-21)

¡Es el tiempo para los nuevos cuencos!

Eliseo, el profeta recién ordenado en Israel, fue llamado para hacer su primer milagro en la Tierra Prometida. Es interesante notar que fue en el mismo lugar donde ocurrió la primera victoria de Israel años atrás. ¡Jericó! Justo a las afueras de Jericó, ¡hay un pequeño arroyo que tiene un maravilloso flujo de agua constante! Se ve tan refrescante, tan atractivo y tan lleno de promesas y de vida, ¡pero envenenaba toda la región! Me imagino a la gente pasando su tiempo orando para que el arroyo se limpie. Así, toda la comunidad se reunió para discutir algunas soluciones posibles para resolver la situación del arroyo.

Es como si muchos se hubieran ido a Jerusalén a sacrificar algo con la esperanza que las aguas se purificaran. Se suponía que debía ser un proveedor de vida. Se suponía que debía ser algo que resultaría en fruto para la comunidad y fuera suficiente como para que pudieran vivir de lo que se soltara como resultado de esta agua. Eventualmente, creo que la gente se rindió; se dieron cuenta que el agua no era buena y todas las consideraciones acerca de cómo purificarla, no funcionaron. Pero los hombres de la ciudad, aquellos que se sentaban en las puertas, los líderes, seguían presionados por la sanidad de las aguas. Por alguna razón, sostenían la esperanza que esto proveería vida y sustento para toda la comunidad y sus familias.

De la misma manera, muchos se fueron de la Iglesia creyendo que tiene demasiados problemas. Pero hay algunos que están esperando un milagro. Aquellos con un sentimiento fresco que Dios quebrará el patrón de la improductividad y la esterilidad, ¡soltándolo a Él dentro de la mezcla donde todo cambia!

¡Ese día está aquí!

Quizá estos vasos estén tatuados o se vean completamente diferentes a lo que esperamos, ¡pero pueden ser los asnos que lleven al Señor hacia su pueblo!

El último recurso es Eliseo. El gran profeta Eliseo estuvo justo allí el día de ayer, pero no hizo nada. Quizá le preguntaron y posiblemente trató de orar y hacer lo mismo que funcionó antes, ¡pero no funcionó esta vez! Quizá un profeta “nuevo” no consideraría lo que se había hecho antes; ¡quizá consideraría lo que nunca antes se había hecho! Quizá pensó y actuó de una manera nueva. Quizá oiría algo de Dios y simplemente no haría lo que sentían que necesitaba hacer, ¡pero haría lo que Dios quería que hiciera!

Quizá en lugar de profetizar que el agua nunca volvería a dar vida, creería que sí lo haría, porque algo diseñado para dar vida debería dar vida. ¡Y nada menos que eso sería una perversión de las intenciones de Dios en la tierra!

¿Puedes hacer algo Eliseo?

Quizá la conversación fuera algo así: “¿Me pueden traer un cuenco?”, dijo Eliseo. “Oh, que sea uno sin ideas preconcebidas. Debe ser uno nuevo. No debe tener idea alguna de lo que voy a realizar con el. Debe ser uno que no tenga gusto a sobras”. Recibiría como respuesta: “Eso llevaría mucho tiempo Eliseo. Mi esposa tiene uno nuevo en muy buen estado. ¿Realmente importa eso?”.

Eliseo dice: “¡Sí!, ¡Realmente importa! Quiero un cuenco nuevo. Quiero algo que no tenga otra historia más que el torno del alfarero; ninguna otra historia más que el horno; ninguna otra historia más que la simplicidad de saber que hay un destino futuro. No estoy seguro cómo se cumplirá eso, ¡sólo que un día se cumplirá el propósito de Dios!”

Eliseo toma el cuenco nuevo. Aquel que no tenía una historia pasada, sino que miraba hacia la promesa que tenían por delante. El cuenco que no recordaba las cosas para las cuales se había usado y no tenía un archivo donde buscar los avivamientos que comenzaron en el pasado. ¿Derramó sal? No, ¡llenó el cuenco con sal! Declaró proféticamente: ¡lo que envenenaba las tierras del enemigo, purificará las fuentes de vida!

“Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve insípida, ¿cómo recobrará su sabor? Ya no sirve para nada, sino para que la gente la deseche y la pisotee” (Mateo 5:13)

Jesús declararía más adelante que nosotros somos la sal de la tierra. Declararía que salaríamos todo, no que nos quedaríamos dentro de los cuencos, ¡cambiaríamos la naturaleza de todas las cosas que tocáramos! Pablo señaló que somos vasos, potes o cuencos, ¡destinados a ser llenos con la presencia de Jesús!

“Pero tenemos este tesoro en vasijas de barro para que se vea que tan sublime poder viene de Dios y no de nosotros” (2 Corintios 4:7)

Eliseo hablaba dentro de la enseñanza errada que dice que todo lo que necesitábamos era más poder. No necesitamos más poder; la Iglesia temprana nunca pidió más poder. El Espíritu Santo se derramó por completo en Pentecostés, ¿cómo puede obtener más que el todo? La Iglesia temprana pidió sólo una cosa: Haznos más salados, haznos más osados.

“Ahora, Señor, toma en cuenta sus amenazas y concede a tus siervos el proclamar tu palabra sin temor alguno” (Hechos 4:29)

Anulando la religión y la incredulidad

Hace un año, estaba sentado en un cuarto con un gran candado que me habían entregado algunos intercesores como un mensaje profético, algunos meses atrás. Me dijeron que tenía la autoridad para abrir dos cosas con dos candados, pero debía oír de Dios cuáles eran esas dos cosas.

Cuando lo oí hablarme, pensé: “Dios, parece muy audaz. ¿Cómo puedo abrirlo? ¡Es demasiado grande!”

Me dijo que abriera el primer asunto. Lo llamó religión, religiosidad farisaica. El segundo asunto fue la incredulidad con la cual el espíritu de este siglo había cegado las mentes de aquellos que no creían.

¿Cómo Señor?

“¿Cómo Señor?”. Los candados se abrieron y de una manera poco ceremoniosa, supe que algo ocurrió en el espíritu. Me dijo que al abrir estas dos cosas, se desataría la Cosecha. ¡Los creyentes volverían a ser creyentes, funcionando sin religiosidad y con una gran fe!

Jesús dijo: somos la sal de la tierra

Las fuentes son la Iglesia, los lugares que deberían producir vida y sólo se pueden sanar con una cosa: sal. Esta sería una infección de sal en los graneros sin una idea preconcebida acerca de cómo sucedería. El protocolo sólo lo nivelaría con el espíritu religioso reinante.

Jesús usó una especie de protocolo diferente. Se llamaba “como en el Cielo”. Caminó en el templo en la plenitud de su ministerio y ofendió al espíritu religioso. ¡Nunca lo aplacó! Jesús nunca apaciguó este espíritu, nunca cayó en sus manos y nunca fue manipulado por él, ¡nunca!

La única manera de ver surgir la vida en las fuentes actuales es por la sal que se suelta en ellas para poder purificar las aguas. La sanidad santa de la sal destruirá el veneno del espíritu religioso. Puede ser duro cuando sucede, pero la sal trae vida.

La sal es un golpe para el sistema. La sal penetra y quema toda infección. Sana las heridas, ¡pero también se manifiesta con audacia!

La autoridad que tenemos, es la autoridad de Jesús mismo. Él la modeló. Sus discípulos la modelaron. A lo largo de la historia de la Iglesia, fue modelada para oír de Dios en cada generación. Lo que hizo Martín Lutero en la “reforma”, ¡otros lo están haciendo en la “restauración” actual!

Ezequías, un rey de quien la Escritura dice que “hizo lo justo delante del Señor como su padre David”, destruyó un antiguo monumento que recordaba un avivamiento pasado porque produjo idolatría en los corazones del pueblo (2 Reyes 18:4). ¡Los nuevos movimientos de avivamiento no pueden ocurrir si permanecen los ídolos de los antiguos! El avivamiento del cual formó parte, la historia lo llama rebelión. Se rebeló en contra del rey de Asiria, la persona exitosa de la región y el fundamento de Babel que se levantaría orgullosamente contra Dios. Esta fue la fuente del imperio babilónico que mantuvo cautivo al pueblo de Dios dentro de los muros de la impiedad y el orgullo religioso que parecía exitoso.

En esta hora de Cosecha, Dios está levantando un pueblo que se rebele contra ese ídolo de éxito y orgullo, para comenzar a hablar de reforma. Está levantando un pueblo que se afirmará en la restauración del corazón y los propósitos de Dios mientras se transforman en la sal que nunca perdió su sabor. Serán audaces como leones y no temerán a los fariseos que se acomodaron a la religión.

Aquellos que revelen la mayor cantidad de sal en sí mismos, habrán muerto a sus propios propósitos. Lo que sale de sus bocas es la audacia del Cielo que traerá una gran oposición, pero eso no importa. Saben que son sal y saben que sólo a través de la sal la gente puede ser libre, sin compromisos y sin palabras religiosas, secas y carentes de sentido, ¡sólo la verdad!

Dios está levantando “cuencos nuevos”. Los está sacando de la Casa del Alfarero. Algunos pensaron que fueron puestos en un estante y sus ideas del destino de Dios no encajaron en las estructuras existentes. ¿Algunos se preguntaron si el horno fue en vano o si fue para un tiempo como este? La amplia mayoría de la Iglesia no ha visto lo que se está por soltar.

Están aquellos que estuvieron escondidos y esperaron por este tiempo. ¡Ahora el Padre está ordenando que traigan estos “cuencos nuevos” para servir la vida que transformará las estructuras secas en la Novia de Cristo! Será un derramar poco convencional porque sólo están preocupados por derramar sal en el veneno de la incredulidad y la religión, trayendo Vida y Luz, Jesús mismo, ¡sobre la tierra!

Oremos: “Señor, cuando la intimidación esté allí, levántanos con audacia y con amor purificador para vencer las tinieblas. No nos vuelvas a esconder en el aposento alto. Entréganos las calles, entréganos las ciudades, entréganos las naciones. ¡Danos una fe radical, llena de audacia y que desate tu Presencia en la tierra! Si tenemos autoridad para atar y desatar, entonces desatamos nuestros temores y soltamos la audacia desde el Cielo sobre la tierra a través de los cuencos que no tienen ideas preconcebidas”.

Danny Steyne

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