sábado, 25 de julio de 2009

“Qué podemos aprender de lo que Jesús nunca dijo o hizo”

 

Por Al Thomas

clip_image002[4]Jesús nunca buscó consejo de nadie

Imagine a Jesús susurrándole a alguno de sus discípulos, “¿cómo lo estoy haciendo?” o “¿qué tal prediqué este sermón?”. A menudo le pedimos consejo a la gente, pero Jesús nunca lo hizo. Esto no significa que nunca debemos pedirle consejo a alguien más. La Biblia nos alienta a ello.

Uno de sus discípulos dijo: “ya podemos ver que sabes todas las cosas, y que ni siquiera necesitas que nadie te haga preguntas. Por esto creemos que saliste de Dios” (Juan 16:30). Con demasiada frecuencia tratamos de obtener la respuesta a nuestros problemas comentándolos con todos o, en un acto final de desesperación por la presión, tratamos de resolverlos por nuestra cuenta, antes de buscar fervientemente a Dios (Santiago 5:16). Por supuesto que debemos orar los unos por los otros, pero Jesús ya tiene la respuesta para cada problema que debemos enfrentar. Cuando oye nuestras oraciones, nunca se voltea hacia un ángel para decirle: “Oye, esta es una oración difícil y no sé cómo manejarla, ¿tú qué opinas?”.

Jesús nunca pidió consejo porque nunca lo necesitó. Algunos no piden consejo por causa del orgullo, pero Jesús era manso y humilde (Mateo 11:28-30), por eso nos dice que debemos ser como Él. Después de buscar una multitud de consejeros (Proverbios 11:14), quizá pueda obtener su respuesta, pero el mejor consejo que podemos conseguir viene directamente de Dios. Él está disponible y continua hablando hoy (Juan 14:14). También le hablará a usted (Juan 10:4).

Una palabra de Él vale más que mil palabras de consejo de cualquiera. Recibí muchas palabras de aliento de amigos y consejeros, pero cuando Dios me habló recientemente y dijo: “Al, te amo y te haré atravesar esto”, mi corazón se llenó de gozo. Busque una palabra fresca del Cielo… está revoloteando sobre su vida ahora.

Jesús nunca cambió su manera de pensar

Jesús nunca llamó aparte a alguno de sus discípulos para decirle: “¿recuerdas lo que te dije el otro día? Bueno, estuve pensando en eso y estaba equivocado. Esto es lo que en realidad quise decir…” o “tuve una segunda opinión sobre lo que dije ayer y cambié mi manera de pensar”. Esto quiere decir que Jesús nunca cambiará lo que piensa cuando lo escogió (Juan 15:16), lo usó (Juan 20:21) o lo perdonó (Efesios 1:7). Una vez que lo dice, así es.

Quizá Jesús le hizo algunas promesas años atrás y algunas de ellas aún no se cumplieron, pero Él nunca cambia su pensamiento. Aún nuestros mayores líderes admiten que cambian de opinión acerca de algunos temas clave, pero Jesús nunca lo hizo. Nunca cambia de opinión porque nunca comete un error. Su llamado no es un error (1 Tesalonisenses 5:24). Cuando Él le dijo algo, significa lo que quiso decir (Hebreos 13:8) porque Él nunca cambia. Jesús hizo todo bien (Marcos 7:37) y eso quiere decir que usted también puede hacerlo.

Cuando usted dice algo, hágalo (1 Juan 2: 5-6). Jesús está formando una Iglesia poderosa, segura y confiable, sin arrugas ni manchas (Efesios 5:27). ¿No siente confianza? Ponga su confianza en Él. Tenga fe en Él (1 Tesalonisenses 5:24), porque lo ayudará. Él lo ama y lo hará llegar.

Jesús nunca se apresuró

Isaías 28:16b dice: “…el que confíe no andará desorientado”. Jesús nunca se apresuró. Nunca les dijo a sus discípulos que comenzaran a correr para poder llegar a tiempo a la siguiente ciudad. El pueblo de Dios necesita calmarse y tener comunión con Él. Hoy hay muchos que están ocupados buscando ministración o ministrando a otros. Pero la Iglesia temprana hacía algo que pocos hacen o aún conocen en nuestros días: ministraron al Señor.

Si quiere oír a Dios, debe sentarse a sus pies. Para ministrar efectivamente a otros, debemos ministrar primero al Señor. Cuando lo ministra a Él, le hablará: “…Apártenme ahora a Bernabé y a Saulo para el trabajo al que los he llamado” (Hechos 13:2). Cuando ministra al Señor, Él le dará tanta paz y contentamiento como nunca antes conoció o se imaginó, allí sabrá qué hacer (Juan 8:29).

A menos que ministre en primer lugar a Dios, casi todo lo que haga estará contaminado con la carne y no con su Unción. Algunos lo entendieron mal, Él no está buscando “líderes voluntarios” (Mateo 20:16). Sí, Dios quiere salvar a toda la humanidad, pero no llamó a todos a ser líderes. Sin embargo, si lo llamó a ser un líder, debe aprender a ministrarlo a Él antes de ministrar a cualquier otro. Allí es donde podrá oír su voz y es cuando aprenderá a no apresurarse, simplemente verá a Jesús obrando (Juan 5:19).

Esto no significa que debe vaciar su mente o entrar en un estado de meditación, sino llenar su mente con su Palabra (Salmo 119:140).

Nunca mostró temor personal

¿Por qué? Nunca lo tuvo. Cuando teme al Señor, no temerá a ninguna otra cosa. “…Nunca te dejaré; jamás te abandonaré… ¿Qué me puede hacer un simple mortal?” (Hebreos 13:5-6). Nuestro Señor nunca mostró temor personal porque conocía a su Padre, en qué manera Dios lo cuidaba. Debemos tener el “temor del Señor”.

Proverbios 8:13 dice: “Quien teme al Señor aborrece lo malo; yo aborrezco el orgullo y la arrogancia, la mala conducta y el lenguaje perverso”. El temor del Señor es tener una gran reverencia por Él y odiar al diablo. Cuando teme a Dios, el ángel del Señor acampa a su alrededor (Salmo 34:7) y nunca temerá a los hombres.

Podemos resumir el “temor del Señor” en una palabra: obediencia (1 Pedro 1:14). Jesús fue completamente obediente a su Padre. Al hacer esto, no habrá temor, descansará en paz y dormirá a salvo (Salmo 4:8). Al hacer como Él hizo, podemos esperar los mismos resultados. Él dijo que podíamos lograrlo (Juan 20:21).

Al Thomas

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