sábado, 15 de mayo de 2010

“Eres victorioso, no una víctima. ¡Avanza con determinación!”

 

Por Bobby Conner

clip_image002Cada verdadero creyente nacido de nuevo, tiene asegurada la victoria en el Día del Señor, cuando Cristo regrese para recibir a los suyos. Aunque la victoria puede ser nuestra desde ahora en adelante, si nos enfocamos en algunos principios fundamentales. Nunca olvide quién es en Cristo.

Un tiempo para ser osado y atrevido

El Espíritu de Dios nos alienta a avanzar y debemos hacerlo con coraje. Como Josué, se nos ordena ser “fuertes y muy valientes” (Josué 1:7), ¡moviéndonos en poder para tomar el Reino para el Rey! Surgió el clamor: “¡Sin vacilación!”. Debemos levantarnos, caminar en el poder del dominio y tomarnos de las promesas de Dios.

Este no es un tiempo para ser débiles y aplastados, sino atrevidos y osados. Cualquier cosa que el Señor nos llame a realizar, no nos dejará solos para hacerla en nuestras propias fuerzas. Nos capacitará e irá delante de nosotros, así como fue delante del pueblo de Israel con una columna de humo durante el día y con una columna de fuego durante la noche (Éxodo 13:21).

Oiga con un corazón abierto. ¡Tome coraje! ¡Dios prometió la victoria! Lo llamó para ser cabeza y no cola (Deuteronomio 28:13). La victoria está garantizada para usted porque el poder del Señor es mayor que el poder del mundo:

“Hijitos, vosotros sois de Dios y los habéis vencido, porque mayor es el que está en vosotros que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4)

Estamos en la cosecha del final de los tiempos, cuando tanto la semilla del bien y del mal darán su fruto. “...el reino de los cielos ha venido avanzando contra viento y marea, y los que se esfuerzan logran aferrarse a él” (Mateo 11:12). Dios nos está llamando a levantarnos y resistir firmes contra de las obras de las tinieblas. Usted fue creado para la victoria. Este es el tiempo para sacudirse a sí mismo y declarar la proclamación que encontramos en Miqueas 3:8: “Yo, en cambio, estoy lleno de poder, lleno del Espíritu del Señor, y lleno de justicia y de fuerza…”.

Debemos poseer la tierra porque es una victoria que será alcanzada a nivel individual, así como a nivel corporativo por el Cuerpo de Cristo. La Iglesia del tiempo final será conformada por gente que demuestre el poder (1 Corintios 2:1-5). Es un tiempo para que el mundo vea una verdadera demostración del poder del Espíritu de Dios.

Desde el trono de Dios surge un clamor: “¡Ojalá rasgaras los cielos, y descendieras! ¡Las montañas temblarían ante ti!” (Isaías 64:1)

Únase al clamor del Salmo 90:16-17:

“¡Sean manifiestas tus obras a tus siervos, y tu esplendor a sus descendientes! Que el favor del Señor nuestro Dios esté sobre nosotros. Confirma en nosotros la obra de nuestras manos; sí, confirma la obra de nuestras manos”

Elévese

La Iglesia debe estar hambrienta y desesperada por ver las obras del Señor. Debemos anhelarlo para establecer las obras de nuestras manos: Su obra en el mundo. No conozco nada acerca de usted, pero estoy cansado de ver los planes y los propósitos de los hombres; ¡anhelo ver las obras poderosas de Dios! El Espíritu de Verdad nos está llamando a entrar a la presencia del Señor.

El camino es claro. Cualquier creyente puede elevarse. Dios les extendió una invitación abierta a todos aquellos que “Suban acá” (Apocalipsis 4:1), para cruzar la puerta que está abierta en el Cielo para poder ver y oír con mayor claridad. Al hacer esto, nos equipará para profundizar en la unción, desarrollando al máximo nuestro llamado divino.

Pablo nos instruyó para lo siguiente: “…tengan cuidado de su manera de vivir. No vivan como necios sino como sabios, aprovechando al máximo cada momento oportuno, porque los días son malos” (Efesios 5:15-16). Esto significa caminar hacia una meta clara y apuntar al cumplimiento del propósito divino de Dios. Este no es un tiempo para dar vueltas alrededor del monte de la derrota y la incredulidad. ¡No! Debemos aferrarnos a las promesas de Dios, tomarnos de Él por su Palabra y mantenernos firmes en nuestra fe.

Cierta vez, Dios me entregó esta frase alentadora: “Esta será una estación donde mi pueblo comenzará a creer lo que saben. Mi Palabra se moverá desde sus cabezas hacia sus corazones y hacia sus manos”.

Seremos hacedores de la Palabra, sin contentarnos con ser simples oidores. Dios nos destinó a caminar en victoria, no en derrota. Estamos llamados a ser vencedores, no a ser vencidos. Recuerde, Dios prometió que ninguna arma forjada prosperará en contra nuestra (Isaías 54:17).

Hoy el Cuerpo de Cristo está posicionado a las puertas del mayor mover de Dios en la historia de la humanidad. De acuerdo a esto, cada uno de nosotros debe esperar cambios radicales, cambios seguros. No tenemos el tiempo para hacer otro viaje alrededor del monte; debemos entrar en las promesas de Dios.

No importa cuán confusos y confundidos estuvimos en el pasado, ahora personalmente podemos comenzar a dejar de andar errantes por el desierto y comenzar a caminar en nuestro propósito: Buscar el Reino de Dios en primer lugar (Mateo 6:33).

¡Ven y ve lo que hizo Dios!

Pablo oró lo siguiente: “para que vivan de manera digna del Señor, agradándole en todo. Esto implica dar fruto en toda buena obra, crecer en el conocimiento de Dios” (Colosenses 1:10).

Nuestra meta más elevada debe ser promover al Rey en su Reino. Nuestra oración diaria debe ser: “Tu voluntad será hecha en la tierra, así como en el Cielo”. Tiene que haber un cambio en la sincronización entre nuestro caminar y la voluntad Celestial.

Así como Cristo podía decir: “Sólo hago lo que veo hacer a mi Padre”, también debemos enfocarnos con claridad. No existe una recomendación más elevada que oír al Padre declarando:

“¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! En lo poco has sido fiel; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!” (Mateo 25:21)

Es imperativo que nos mantengamos caminando con profundidad en la Palabra de Dios. Esto nos traerá la libertad que necesitamos para acercarnos al Señor. Debemos acercarnos a su monte con manos limpias y un corazón puro (Salmo 24:3-4).

Cada día debemos buscar acercarnos más al Señor, buscando rendir nuestra voluntad con mayor profundidad a la de Él. Cuando lo buscamos verdaderamente con un rostro descubierto, somos transformados a su imagen (2 Corintios 3:18).

La Sangre de Cristo tiene el poder para liberar a la humanidad de toda atadura; la elección es nuestra si queremos caminar en libertad. En los días por venir, veremos un retorno radical al mensaje redentivo de la Sangre de Cristo que tiene el poder para limpiar todo pecado.

Cristo está llamando a su Iglesia hoy para que lo refleje en cada frente: Caminando en la Palabra, en su unción y en su poder para derribar las puertas del infierno y liberar a los cautivos. Dios nos extiende una invitación para venir y ver lo que Él puede hacer.

“¡Vengan y vean las proezas de Dios, sus obras portentosas en nuestro favor!” (Salmo 66:5)

Bobby Conner

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