Por Francis Frangipane
Uno de los grandes errores de la Iglesia es basar su fe y sus estándares por los logros del pasado. Muchas promesas se deben cumplir antes que vuelva Jesús. La Biblia nos dice que la Iglesia no sólo experimentará “tiempos peligrosos” en los últimos días (2 Timoteo 3:1), sino tiempos de renovación y restauración (Hechos 3:21).
Consecuentemente, en medio de los conflictos mundiales, el Reino de Dios en la tierra será restaurado y renovado continuamente hasta que sea como el Reino de Dios en los Cielos. Espere ver nuevas cosechas y expresiones del poder y la gloria de Dios. Debemos esperar ver maravillas que nuestros padres no vieron (Hechos 2:19–21). Sí, también debemos confiar que nuestros hijos caminarán en las promesas que no pudimos poseer.
¡No sea condicionado por el pasado!
Una vez más podemos encontrar aliento y guía en la vida de David. Él nació en un tiempo similar al nuestro. Los hebreos estaban en la tierra prometida, pero compartieron la tierra con enemigos que no conquistaron. Cuando David llegó a ser rey, supo que Dios prometió más para Israel que las cosas que alcanzaron los judíos. En particular era el hecho que los Jebuseos aún ocupaban el área que hoy se conoce como Jerusalén. Si David se hubiera medido a sí mismo por los éxitos de sus predecesores, nunca habría contemplado un ataque contra los Jebuseos. Estos eran un pueblo fiero de los montes y, a pesar de estar en la lista de las naciones que Israel debía desalojar, nunca los habían conquistado.
Piense en esto: Los mayores héroes de Israel desde Josué hasta los Jueces, trataron de conquistar a los Jebuseos y fallaron. Por tanto, los Jebuseos despreciaron los planes de David para poseer la ciudad principal, Jebús (Jerusalén). Se burlaban del joven rey de Israel diciendo: “Aquí no entrarás; para ponerte en retirada, nos bastan los ciegos y los cojos” (2 Samuel 5:6).
Aquí vemos dos lecciones. Primero: cualquiera que desee ver el cumplimiento de las promesas asombrosas de Dios, el Señor le dice: ¡No sea condicionado por el pasado! Aunque no haya visto el poder de Dios sobre su Iglesia, ciudad o nación, Dios puede cambiar todas las cosas en una noche. Segundo: Es probable que no sea el diablo quien lo ataca para derrotarlo, quizá deba cuidarse del consejo equivocado de los cristianos incrédulos. Recuerde, la burla de los jebuseos era que “… aun los ciegos y los cojos te echarán”. Podemos mantenernos firmes en la fe contra las huestes espirituales de maldad sólo para ser derrotado por “la ceguera y la cojera” espiritual sentada a nuestro lado en la congregación.
¿Quiénes son los ciegos?
Los que no ven la visión que usted ve. Son ciegos para ver el futuro de fe que Dios puso en su corazón. No podemos permitir que la gente que no comparte nuestra visión sean nuestros consejeros. Cuídese de simpatizar con los ciegos espirituales. Un poco de levadura de su incredulidad puede minar su fe en el tiempo de batalla.
Junto a los ciegos espirituales están los cojos emocionales. Esta gente tropezó con todo (o todos) en el pasado. Ya no le siguen el paso al Señor. Cuídese de compartir sus sueños con los cínicos. Si consideramos las advertencias de los cojos, sólo será una cuestión de tiempo antes que sus excusas nos quiten las fuerzas. Nosotros también podemos volvernos demasiado cautos o suspicaces.
Aunque necesitamos el consejo de otros cristianos y debemos perdonar a los que se nos oponen, no podemos permitir que nos guíen las palabras de los ciegos espirituales y los cojos emocionales.
Dios es la Palabra
En nuestro mundo, nuestros enemigos reales no son las personas, sino las fuerzas espirituales de maldad que influencian nuestras comunidades. Debemos recordar que si estamos sufriendo por ser ciegos o cojos, Jesús nos puede sanar. Pero el hecho es que como aquellos jebuseos, satanás observó las fallas de muchos cristianos antes que nosotros. Podemos sentir el desprecio del diablo mientras los pastores e intercesores oran por un avivamiento en la ciudad o en la nación. El escarnio del diablo nunca carece de sustancia, generalmente hablando, nuestros antecesores espirituales no tuvieron éxito en desarraigar las fortalezas de maldad sobre sus ciudades. La historia está del lado del adversario.
Pero Dios nos entregó su Palabra inalterable e inmutable. Nos promete: “Pues la visión se realizará en el tiempo señalado; marcha hacia su cumplimiento, y no dejará de cumplirse. Aunque parezca tardar, espérala; porque sin falta vendrá. El insolente no tiene el alma recta, pero el justo vivirá por su fe” (Habacuc 2:3-4).
Vivir por fe es creerle a Dios hasta que la visión se cumpla. David creyó en Dios y a pesar que la historia estaba del lado de los jebuseos, leemos: “Pero David logró capturar la fortaleza de Sión, que ahora se llama la Ciudad de David” (2 Samuel 5:7).
Había algo en David desde sus primeros años que lo urgía hacia la victoria sobre los jebuseos. Las Escrituras nos dicen que cuando David era joven, después de matar a Goliat tomó la cabeza del filisteo y la llevó a Jerusalén (1 Samuel 17:54). Recuerde que en ese tiempo Jerusalén se llamaba Jebús y estaba ocupada por los jebuseos. Fue como si dijéramos: “Ok, sólo soy un joven, pero conquisté al gigante filisteo. Recuérdenme, volveré”. Menos de veinte años después, David regresó como rey de Israel. Luego de conquistar a Goliat, conquistó la fortaleza de los jebuseos y la llamó “la ciudad de David”, aunque luego se llamó Jerusalén.
Como puede ver, esto no tiene que ver con el cumplimiento de nuestro propósito sino con la Palabra de Dios, porque ella no puede regresar a Él sin cumplir aquello para lo cual fue enviada. Cuando el rey David oyó las burlas de los jebuseos, no permitió que la incredulidad lo arrastrara, tampoco que su fe se quebrara por las fallas de sus antecesores. En lugar de ello, y esto es importante, David emprendió la batalla a la luz de las promesas de Dios. Se afirmaba en la promesa hecha por el Señor a Abraham y su simiente: “…tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos” (Génesis 22:17). Mientras el enemigo pudo haber escrito la historia de este lado, David tenía la Palabra inalterable de Dios de su lado.
La influencia de Dios en nuestras comunidades
La herencia de los hijos espirituales de Abraham es llevar la influencia prevaleciente de Dios hacia las comunidades y por medio de Cristo, poseer las ciudades. Esa no es mi palabra o la de ustedes, sino una promesa del Dios todopoderoso, lo dijo y lo cumplirá. Su pueblo poseerá las puertas de sus enemigos. ¡Nuestro reproche es que el diablo quiere más nuestras ciudades que la Iglesia! El deseo de David por Jerusalén venía de Cristo, porque más adelante se transformó en la ciudad de David y luego en la ciudad de Dios.
Así como David creyó las promesas de Dios, nosotros también. El Señor juró que “todas las naciones vendrán a la luz” (Isaías 60:3). ¿A quién le creemos? ¿Tomaremos consejo de los ciegos si no pueden ver el potencial que vemos nosotros? Tomemos a Dios por su Palabra. Permítame establecer esto otra vez: Jesús mismo nos aseguró que “todas las cosas son posibles para el que cree” (Marcos 9:23). ¿Usted cree o sólo es un buen incrédulo que va a la Iglesia?
Amado, si fallamos no debemos avergonzarnos. Simplemente debemos unirnos a las filas de los héroes espirituales que fueron antes que nosotros y “murieron en fe, sin recibir las promesas” (Hebreos 11:13). En verdad, es mejor morir en fe que vivir dudando. Considere esto: ¿Qué ocurriría si tenemos éxito? ¿Qué ocurriría si a través del proceso de creer en Dios nos imparte la perseverancia y el carácter de Cristo, descubriendo cómo nos ayuda a recuperar nuestra tierra para Él?
Señor, prometiste que las naciones vendrían a nuestra luz. Perdóname por ser incrédulo y aferrarme a los errores del pasado. Creo que tú preparaste nuestra nación para grandes cosas. Seguiremos tu promesa para desalojar a nuestros enemigos, aún como David conquistó la gran ciudad que llevaría el nombre de Jerusalén.
En el nombre de Jesús, Amén.
Francis Frangipane
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