viernes, 21 de octubre de 2011

Pude oír al Espíritu decir: “Quiero bendecirlos”

Por Kathi Pelton

clip_image002“Bendito sea el nombre del Señor, desde ahora y para siempre” (Salmo 113:2).

Como cristianos, usamos la palabra bendición, más que otras palabras. Es muy común hablar de las bendiciones sobre nuestro día, nuestra familia, nuestra Iglesia, etc. Amamos orar por las bendiciones sobre nuestros seres queridos y sobre ministerios que hacen obras poderosas. A menudo nos saludamos diciendo: “Dios te bendiga”. A veces nos esforzamos en fe para “bendecir a nuestros enemigos”. Aunque hagamos esto, me pregunto cuántos de nosotros comprendemos estas acciones.

Entre los judíos, hay cientos de bendiciones que son parte de los servicios en sus sinagogas. Practican bendecir todo aquello en lo que se regocijan en sus reuniones y en su vida corporativa. Las bendiciones de los hebreos se pueden identificar fácilmente porque todas comienzan con las palabras: “Bendito seas” (birkhot atah). A menudo se la llama “Shem umalkhut” y significa, “el Nombre y la soberanía”. Esto reconoce a Adonai como Rey sobre todo el universo.

El Nombre y la Soberanía

Años atrás, uno de nuestros hijos comenzó a relacionarse con una muchacha, pero de una manera que a mi esposo y a mí nos desagradaba por completo. Cuando fui ante el Señor para buscar su consejo para manejar la situación, el Espíritu me dijo: “Quiero que los bendigas”. Inmediatamente comencé a rechazar esta voz porque estaba segura que el Señor no quería bendecir esta relación enferma. Volví a orar. Una vez más oí: “Quiero que los bendigas”.

Estaba aún más confundida y decidí hablar con mi esposo para oír lo que el Señor le decía. Cuando le dije lo que oí, comenzó a corregirme. Pero sin importar cuánto traté, no pude oír otra cosa. Al día siguiente fuimos a nuestro equipo ministerial local y compartimos con ellos la situación. Oraron y Dios les dijo lo mismo. Aunque esto iba en contra de todo lo que era apropiado y justo, comenzamos a orar bendiciéndolos. Aún hablamos bendiciones sobre ellos.

Luego de hacer esto comenzamos a ver cómo Dios se movía soberanamente en sus vidas. No hablamos de acuerdo a los aspectos negativos de su relación, soltamos el “Nombre y la Soberanía” de Dios sobre sus vidas y relaciones. La realidad era que, sin darnos cuenta, invitamos al Espíritu Santo a moverse como anhelamos en esa situación.

Inicialmente tomamos distancia de todos los aspectos de esta relación por lo que veían nuestros ojos y por nuestras creencias sobre el “noviazgo”. Pero Dios no quería que nos colocáramos en contra de lo que estaba ocurriendo, quiso que nos pusiéramos de acuerdo con su soberanía sobre sus vidas. Dejamos de enfrentarnos contra “carne y sangre” y nos pusimos de acuerdo con el Rey y su Soberanía. El Señor nos humilló y nos movió hacia su camino. Este acto de “bendición” comenzó un proceso de cambio en las vidas de ambos jóvenes que continúa hasta el día de hoy.

Bendecir a nuestros enemigos

Es fácil bendecir a los que nos aman y nos hacen bien, pero soltar una bendición sobre alguien que nos maltrata o practica cosas con las que no estamos de acuerdo, es muy difícil. A menudo buscamos bendecir a personas con las que estamos de acuerdo. Pero Jesús habló de esto como estar de acuerdo con Dios para que sus caminos se activen en nuestra vida.

“Pero a ustedes que me escuchan les digo: Amen a sus enemigos, hagan bien a quienes los odian, bendigan a quienes los maldicen, oren por quienes los maltratan. Si alguien te pega en una mejilla, vuélvele también la otra. Si alguien te quita la camisa, no le impidas que se lleve también la capa. Dale a todo el que te pida, y si alguien se lleva lo que es tuyo, no se lo reclames. Traten a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes. ¿Qué mérito tienen ustedes al amar a quienes los aman? Aun los pecadores lo hacen así. ¿Y qué mérito tienen ustedes al hacer bien a quienes les hacen bien? Aun los pecadores actúan así. ¿Y qué mérito tienen ustedes al dar prestado a quienes pueden corresponderles? Aun los pecadores se prestan entre sí, esperando recibir el mismo trato. Ustedes, por el contrario, amen a sus enemigos, háganles bien y denles prestado sin esperar nada a cambio. Así tendrán una gran recompensa y serán hijos del Altísimo, porque él es bondadoso con los ingratos y malvados. Sean compasivos, así como su Padre es compasivo” (Lucas 6:27-36).

¿Esta verdad no lo ayuda mucho más bendecir a sus enemigos? Se pone de acuerdo con Dios para que su poder soberano comience a moverse en sus vidas. Gastamos demasiado tiempo y energía tratando de imaginar nuestro próximo movimiento, pensando estrategias para ver a nuestros enemigos confundidos o cómo hacer que los pródigos regresen a la casa, ¡cuando quizá sólo necesitamos bendecirlos! Creo que pasamos demasiado tiempo tratando de darle consejos al Espíritu Santo sobre cómo debería moverse y qué hacer.

Personalmente pude oír a padres que oraron miseria sobre sus hijos para que dejaran de tener apetito por el pecado. Pero, ¿por qué no dejar que el Rey del universo, quien los creó y conoce sus pensamientos, haga lo que sabe? Comencemos a bendecir a nuestros hijos que están descarriados, para que puedan conocer el Nombre y la Soberanía de Dios. Bendigamos a nuestros enemigos, gobiernos y líderes, bendigamos a los que no están de acuerdo con nosotros, aún bendigámonos nosotros mismos, porque quizá seamos quienes más necesitan que la soberanía del Señor se manifieste en nuestras vidas.

Bendiga su nación

Con frecuencia me quedo muda cuando oigo a algunos cristianos hablando de nuestro presidente en USA. Escuché desde palabras derogatorias, chistes, acusaciones y aún maldiciones sobre su vida. ¿Cómo ayuda esto? Una vez más, no tiene que estar de acuerdo con las acciones y creencias de una persona para bendecirla. Necesitamos comenzar a asumir una postura de bendición mientras hablamos sobre nuestros líderes y gobernantes. Permitamos que Dios sea soberano sobre nuestra nación y nuestro gobierno. Cuando oye a un creyente hablar maldiciones y chistes sobre alguien o algo con lo que no están de acuerdo, no dude en hablarle sobre el poder de la bendición.

La experiencia que tuvimos con mi esposo acerca de nuestros hijos fue una de las elecciones más difíciles que hayamos enfrentado. Esta persona que se involucró con mi hijo era un engaño para su destino, su caminar con Dios y su relación con nosotros. Si nos parábamos en contra de ellos, los habríamos perdido. Pero al bendecirlos, ganamos otro hijo. ¿Qué pasaría si todos los creyentes en nuestra nación comenzaran a bendecir a nuestros líderes? Quizá la gente se volcaría hacia el corazón de Dios.

Lucas 6:36 nos enseña a mostrar misericordia. Hagamos un compromiso para mostrar misericordia, así como nuestro Padre muestra misericordia. Amemos, bendigamos y oremos por aquellos que necesitan misericordia. Quizá comience a llover misericordia y bendiciones sobre los hogares en nuestras naciones. Que los cielos comiencen a llenarse con el sonido del pueblo de Dios hablando bendiciones. Saturemos nuestras naciones, familias, Iglesias y ciudades con un coro de bendiciones.

“Diles a Aarón y a sus hijos que impartan la bendición a los israelitas con estas palabras: El Señor te bendiga y te guarde; el Señor te mire con agrado y te extienda su amor; el Señor te muestre su favor y te conceda la paz. Así invocarán mi nombre sobre los israelitas, para que yo los bendiga” (Números 6:23-27).

Pongamos el Nombre del Señor sobre nuestros líderes, familias y naciones para que el Señor pueda manifestarse y moverse en sus vidas.

¡Hablo bendición sobre usted y sus seres queridos!

Kathi Pelton

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