Por Kathi Pelton
Un par de semanas atrás tuve un sueño vívido que quisiera compartir con usted. En mi sueño fui conducida a una casa donde encontré un número de líderes cristianos que conozco personalmente. Estos líderes me llevaron a una habitación, donde me pidieron que orara y escuchara al Señor por ellos. Cada uno de ellos enfrentaba diferentes necesidades personales.
Una mujer me dijo que sintió que el Señor le pidió que se parara en fe y comprara una casa para el ministerio, pero ahora ella y su ministerio enfrentaban un desalojo por falta de pagos. Un matrimonio me explicó que hicieron un compromiso para ayudar a los huérfanos, pero estaban cortos de fondos para honrar su pacto. Otra pareja había perdido a su niño y estaban orando por su resurrección, pero no veían que ocurriera.
Me sentí abrumada por la responsabilidad de oír por ellos, pero no podía darle la espalda a sus pedidos de oración y ver si el Espíritu Santo me decía algo para cada uno de ellos. Entré en un cuarto sola y comencé a clamar a Jesús. Inmediatamente me di cuenta de la magnitud de los problemas que cada una de estas preciosas personas estaban enfrentando y cómo el enemigo quería usurpar su conocimiento de Jesús con dolor, con duda y con necesidades. Luego oí algo que sonó como la voz audible de Jesús y todo lo que dijo fue: “Estoy más cerca que cualquier necesidad que pudieran llegar a tener”.
Desde el momento que me habló esas palabras pude darme cuenta, más que nada en la vida, de su cercanía y su presencia. Cada necesidad que alguna vez tuve y cada pregunta que alguna vez hice, repentinamente perdieron importancia a la luz de su presencia. Por primera vez sentí que experimentaba y comprendía las palabras del Salmo 23: “El Señor es mi Pastor, nada me faltará”.
Estaba experimentando la falta absoluta de deseo o necesidad de cualquier cosa que no sea su cercanía y su presencia. Las necesidades que compartieron conmigo sólo momentos y me cargaron tanto, fueron opacadas por su presencia. “Dios con nosotros”, fue la respuesta. Fue muy simple, pero al mismo tiempo la experiencia más profunda que alguna vez haya tenido.
Sólo puedo orar para que el Espíritu Santo le revele el poder de estas palabras simples. En el sueño pude darme cuenta que estas palabras (aparte de la experiencia), podían sonar superficiales y sin dirección. Pero supe que no les hablaría esas palabras y los dejaría ir, sin ungirlos para concretar el mismo trabajo en el corazón de cada persona como lo hizo con el mío. Experimenté una ausencia absoluta de preocupación y carga. Nunca me había dado cuenta cuántas cargas cargamos sobre nosotros mismos que no nos correspondían.
El Señor es mi Pastor
Jesús dijo en Mateo 11:28-30: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana”.
Las palabras “quietud bendecida” resumen lo que experimenté. Todas las olas de la necesidad se calmaron, todos los vientos amargos de las preguntas se acallaron. Cada carga y sentido de peso que tomó dominio sobre mi alma, fue destronada por la fidelidad del Señor. Jesús había regresado a su trono de justicia como Rey en mi vida. Cada voz y necesidad que trataron de usurpar su autoridad y amor en mi vida, fueron removidas en ese momento.
Estoy escribiendo esto tanto para usted como para mí. Aún ahora las necesito, unas pocas semanas después de recibir este sueño, mi propio padre murió. Necesitaba recordar que “Jesús siempre está más cerca que mi mayor necesidad”. Oro para que usted también pueda ser consolado y restaurado por las palabras gentiles y amables del Señor para habitar en su profunda presencia y autoridad.
Kathi Pelton
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