martes, 24 de septiembre de 2013

Los caminos misteriosos de Dios: ¡Cuando el León ruge, su llamado es salvaje!

Por Bill Yount

clip_image002Un león rugió en el vientre de nuestras madres: “Te llamé para ser un profeta a las naciones”. Piense en ello. Dios nos llamó a ser profetas a las naciones. Hasta este día nada en mí puede atrapar eso. Esto es asombroso porque me puso en posición fetal desde el principio. La mayor parte de mi vida no fue sencilla con este llamado. ¿Quién soy yo para que un Rey se desangre y muera por mí de esta manera? La revelación a veces me atraviesa como un rayo, pero no es así la mayor parte del tiempo. Aún en mis peores días, el llamado suena como un verdadero destello azul. Es la manera que Dios tiene para decirme que es Él.

Cuando sabe a qué lo llamó Dios, nada lo podrá detener salvo usted mismo. Todavía no me acostumbro a ser usado para ministrar a las personas o para escribir un mensaje, aunque las mariposas sean pocas. Mis rodillas no son tan débiles. El llamado de Dios me recuerda: “Puedes hacerlo”. Para esto nací y el Gran Yo Soy vive en mí. El rugido del león salvaje está en nuestro llamado.

El rugido interrumpirá su vida

Analice a Moisés, a Abraham, a Jonás, a los doce discípulos y a cualquiera que camine con Dios hoy en día. Verá las intervenciones divinas que corrigieron sus vidas. Cuando tenía 21 años de edad trabajaba en una fábrica de acero cerca de Pittsburgh, Pennsylvania. Mi meta era ahorrar dinero para casarme algún día. En poco tiempo las cosas funcionaron. Pagué un auto nuevo al contado. Todo me estaba saliendo bien, excepto mi matrimonio. Después de varios años de acumular una cuenta considerable en el Banco para lograr mi sueño, una voz me habló: “Deja tus redes y sígueme”.

Estaba seguro que no era Dios, porque Él sabía que necesitaba el dinero para casarme. Aparte de ello, estaba seguro que el Señor me bendijo con este trabajo bien remunerado con grandes beneficios y un futuro asegurado. Sin embargo, mientras el tiempo corría me quedaba claro que Dios estaba golpeando a la puerta de esa fábrica: “Hijo, deja tus redes y sígueme”. Me resistí a esa palabra durante dos años más, aún sabiendo que esto impedía la manifestación de mi sueño. Un día mientras almorzaba en el patio del trabajo pude ver en mi espíritu a Jesús caminando por la fábrica. No se detuvo, pero se mantuvo caminando mientras me señalaba y decía: “Hijo, ¡Te estoy llamando por última vez!”. Supe que era en ese momento o nunca. Podía quedarme donde estaba y ser una luz en esa fábrica, pero supe que no podría conocer a Jesús de la manera como lo hicieron los discípulos cuando dejaron sus redes y lo siguieron.

Dos semanas más tarde presenté mi renuncia. Los muchachos con quienes trabajaba me dijeron que estaba loco por dejar un trabajo tan bien remunerado. Me preguntaban: “¿Qué vas a hacer cuando tu dinero se termine y finalmente encuentres a alguien con quien casarte?”. No tenía respuesta, sólo sabía que era Dios llamándome a salir de la fábrica y no me había dicho el siguiente paso que debía dar en mi vida. Todo lo que pude decirles a mis compañeros de trabajo fue: “Dios me está llamando a salir y me prometió que cuidaría de mí”.

Treinta días más tarde la fábrica cerró y nunca más la abrieron. Ahí supe que cuando el Señor me llamó, no fue por ser alguien súper espiritual. Me estaba buscando. Lo que pensaba que era mi seguridad, en realidad no lo era. Él vio el hueco en el fondo de mi bote. ¿El llamado de Dios puede interrumpir nuestra vida? ¡Definitivamente! Si es necesario, cerrará nuestra fábrica, nuestros negocios o aún nuestro ministerio actual, cuando el llamado golpee nuestra puerta. Con frecuencia vendrá rugiendo como un león salvaje. El llamado puede ser salvaje.

El rugido a menudo nos llevará a hacer las cosas al revés

Según las Escrituras, mi vida nació en esa fábrica: Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba” (Hebreos 11:8). El Señor no me decía lo que debía hacer después, pero sabía que me había llamado. Además comenzó a agitar mi nido en casa. Mientras trabajaba en la fábrica, en una ocasión visité a mi hermano en Maryland. Allí experimenté la paz de Dios. Después de siete años de trabajo abandoné la fábrica porque sentí que el Señor me guiaba a dejar mi casa y mudarme con mi hermano y su familia. Mi hermano comenzó a llevarme a los servicios de oración. Allí descubrí algo extraño. Conocí a los cristianos más pobres del estado de Maryland. Casi todos en esas reuniones tenían necesidades financieras.

Luego de varias reuniones de oración y muchos pedidos financieros, el Señor me habló: “Quiero hablarte sobre mi dinero en tu cuenta bancaria. Como aún no te envié a nadie para que te cases, no lo estás necesitando ahora mismo, pero otros sí lo necesitan”. La siguiente reunión un hombre dijo que necesitaba varios miles de dólares. Pensé que era mejor responder ante este pedido que esperar uno mayor. Esa noche en la casa de mi hermano escribí en secreto el cheque más grande de mi vida. Mientras escribía el cheque, sentí como si una sierra me cortara el brazo. Muchos años de trabajo duro para ganar el dinero se estaban escapando a través de la punta de ese bolígrafo. El Señor me guió a darle el cheque al pastor para que se lo entregara al hombre que lo necesitaba. No quería que se supiera quién lo había sembrado, porque no quería recibir la gloria por mi ofrenda.

Noté algo caminando con el Señor. Cuando obedecí lo que Él me decía, continuaba hablándome. Aunque no siempre era lo que quería oír. Treinta días después de mudarme a la casa de mi hermano, el Señor me dijo: “No te llamé para que dejaras a tu padre y a tu madre, para terminar pegado a tu hermano. Te estoy llamando a solas para que me conozcas”. Le expliqué a mi hermano lo que me dijo Dios. Empaqué todas mis pertenencias y las monté en el auto. Luego conduje lentamente fuera de la casa de mi hermano. Todo lo que sabía era que Dios me había llamado a salir de la fábrica, de la casa de mis padres y ahora de la casa de mi hermano.

Mientras avanzaba hacia la Interestatal 70, las dudas inundaban mi mente. El diablo gritó: “¿Ahora qué vas a hacer si no encuentras a nadie con quien casarte? ¿Cómo vas a sobrevivir?”. Tenía dos respuestas para esa voz antes de continuar. Respondí: “Diablo, si Jesús no hace por mí nada más que lo que hizo en el Calvario, ¡aún así continuaré siguiéndolo!”. Luego hubo un silencio mortal y ese sujeto no volvió a molestarme. Volví a aferrarme al pasaje de las Escrituras que guiaba mi vida: Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba” (Hebreos 11:8).

Luego de conducir un rato pude ver el cartel de una salida que decía Hagerstown. Nunca antes había estado allí. Simplemente giré para tomar esa salida. Mirando hacia atrás, puedo ver que Dios sabe cómo conducir un automóvil. Como no tenía una agenda propia, era sencillo que Él me guiara. Conduje hacia el centro de la ciudad y estacioné el auto. Caminando por un callejón descubrí una cafetería cristiana. Entré y había un maestro que estaba enseñando sobre el siguiente punto: “Abraham salió sin saber hacia dónde iba”. Muy interesante.

Estoy en una misión: El Yo Soy me envió

Una vez que llegué a Hagerstown, Maryland, me tomó un espíritu de dadivosidad. Quería dar mi dinero en cualquier lugar donde veía una necesidad. Esto tenía que ser de Dios. Recuerdo el domingo por la mañana en la Iglesia, cuando sólo tenía tres billetes de un dólar. Mientras pasaba el plato de las ofrendas, entregué el último resto de dinero que me quedaba. Fue la primera vez en mi vida que me había quedado sin recursos. Ese domingo por la tarde el pastor estaba predicando y se detuvo en seco. Dijo: “Hay alguien que le acaba de dar todo a Jesús. El Señor quiere que sepa que suplirá todas sus necesidades conforme a sus riquezas en gloria por Cristo Jesús”.

Un rayo de electricidad atravesó todo mi ser mientras escribo esto. El león estaba rugiendo fuerte y claro. Desde ese momento en adelante comencé a ver la provisión del Señor para mi vida. Aprendí que cuando Dios llama a un hombre o una mujer, lo hace incluyendo la billetera o la cartera, antes de poder confiarles las verdaderas riquezas espirituales. Puedo decirle que esto es así porque tuve que dejar todo y luego pude encontrar a mi futura esposa. Ella estaba en el lugar hacia donde Dios me guiaba todo el tiempo.

Luego de un año y medio de conocernos fijamos fecha de bodas. No tenía dinero y ella tampoco. Sin embargo, el Señor nos había preparado a ambos durante años para vivir por fe. No teníamos muebles o el equipamiento de la casa, pero sabíamos que el Señor nos había unido en matrimonio. Vivía en un apartamento en ese tiempo y era voluntario en un ministerio carcelario. El Señor proveyó de maneras inusuales para pagar la renta y suplir nuestras necesidades diarias.

Dos meses antes de nuestra boda, el León de la Tribu de Judá rugió fuerte como nunca antes lo había oído hasta ese momento. Estaba cantando en una pequeña Iglesia en el campo y un amigo estaba predicando en una reunión de avivamiento allí. Un hombre vino luego del servicio y le preguntó a mi amigo si conocía a alguien que pudiera necesitar un juego de cuarto. Lo tenía para vender, pero como no lo había podido negociar, quería bendecir a alguien. Mi amigo predicador le explicó que yo estaba a punto de casarme en un par de meses y creía que el Señor me iba a proveer lo que necesitara. El hombre me lo envió a mi apartamento. ¡Era un juego de cuarto de cerezo de tres piezas!

Una semana más tarde el hombre me llamó y me invitó a mí y a mi futura esposa Dagmar a su casa en Winchester, Virginia. Comenzaron a compartir su testimonio con nosotros. Dijeron: “Dios nos está llamando a ir a una escuela bíblica en el Oeste. Es imposible que llevemos todas las cosas con nosotros. El Señor nos está mostrando que cuidará de nosotros mientras vamos. Aparte de ello, nos dijo que les entregáramos todo lo que tenemos en nuestra casa”. Miré a Dagmar y dije: “Si esto es un sueño, ¡no me despierten!”. Nos entregaron todos sus muebles, los electrodomésticos y aún las cajas de cereal que estaban en las alacenas. Era mucho más costoso que lo que había tratado de ahorrar en mi débil cuenta bancaria. Como no entraba todo en nuestro apartamento, tuvimos que sembrar ciertas cosas.

Dije, “Señor, ¿por qué nos bendijiste tanto?”. Me respondió: “Hijo, cuando tú te dispusiste a entregar tus redes, seguirme y morir a tus sueños entregándome tu cuenta bancaria, mi Palabra te promete: ‘Den, y se les dará: se les echará en el regazo una medida llena, apretada, sacudida y desbordante. Porque con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes’” (Lucas 6:38).

No se disculpe por el llamado de Dios sobre su vida

Estuvimos casados durante 34 años, tenemos tres hijos y dos nietos. Fui joven y ahora estoy madurando, pero nunca vi a un justo desamparado ni a su descendencia mendigando pan. A veces oí a mis hijos clamar a Dios, pero nunca mendigaron pan. Durante muchos años dudé del llamado de Dios para mi vida, hasta el día que un apóstol me habló y me dijo: “Bill, no es tu culpa ser un profeta. Sin embargo, debes caminar en ello”. Tampoco se disculpe por el llamado de Dios sobre su vida. ¡Camine en él y permita que el león ruja!

Bill Yount

(www.elijahlist.com)

Llevando cada pensamiento cautivo hacia Cristo

Por Francis Frangipane

clip_image002Aunque podamos sentirnos cómodos como cristianos, esto no nos hace perfectos. Aún así, existen muchas fortalezas en nuestro interior. Por tanto, debemos identificar algunas de estas fortalezas espirituales. Es raro ver cristianos que no están limitados por al menos una de las siguientes fortalezas: incredulidad, tibieza, temor, orgullo, falta de perdón, lujuria, codicia o la combinación de algunas de estas. Así como la posibilidad de incorporar otras más.

Como nos excusamos con mucha rapidez, es difícil discernir las áreas de opresión en nuestras vidas. Después de todo, estos son nuestros pensamientos, actitudes y percepciones. Justificamos y defendemos nuestros pensamientos con la misma intensidad con que nos defendemos y justificamos a nosotros mismos. Como está escrito: Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él…(Proverbios 23:7).

En otras palabras, la esencia de quienes somos existe en nuestros pensamientos. Por tanto, antes de poder tener éxito en cualquier liberación, debemos reconocer y confesar nuestras necesidades. Necesitamos dejar de aparentar que todo está bien. Debemos humillarnos a nosotros mismos y buscar ayuda. Como lo mencioné antes, la primera fortaleza que Dios debe remover es el orgullo. Porque hasta que alguien no admita que necesita liberación, nunca será libre de las fortalezas. Para reconocer lo que está equivocado en nosotros, debemos percibir el estándar de justicia de Dios. Tanto David en la cumbre del éxtasis como Job en el foso de la miseria y así como todos los que evaluaron la vida, enfrentaron la misma pregunta: “¿Qué es el hombre?”.

El escritor a los Hebreos también hace esta pregunta, pero la respuesta que recibe nos eleva para ver el rostro de Dios y vemos a Jesús… (Hebreos 2:9). Desde el punto de vista del Padre, el misterio de la identidad del hombre se revela en la vida de Jesús. Cristo es “el primogénito entre muchos hermanos” (Romanos 8:29). Es el primogénito de un génesis celestial, es el plan del Padre para la humanidad. Cuando consideramos el misterio de la humanidad, encontramos nuestra respuesta contemplando a Jesús. Él no es sólo nuestro Salvador, habita en nosotros para conformarnos a su imagen (Hebreos 2:10 y Romanos 8:29).

Debemos darnos cuenta que sólo Jesús puede ser Jesús. En la medida que nos rendimos cada vez más ante Él, habitamos en Él, su Palabra habitará en nosotros y nos imparte vida. Aunque esta no es la vida simple que conocemos, sino su misma vida. Cristo mismo viviendo dentro de nosotros cumple el propósito eterno de Dios, que es hacernos a su imagen. Es la presencia del Señor brotando en nosotros la que hace invencibles a nuestras armas espirituales, llenando de poder y autoridad nuestras palabras mientras derribamos las fortalezas.

Por tanto, debemos aprender a analizar objetivamente cada una de nuestras actitudes o pensamientos que nos impiden ser conformados a la imagen y las enseñanzas de Jesús. Esos pensamientos deben ser capturados y las malas actitudes deben ser crucificadas. Debemos abrir camino en nosotros para la manifestación del Señor. Debemos permitir que el incremento de su presencia se absorba en nuestros espíritus para que no sólo creamos en Él, sino creamos como Él. Su amor, sus pensamientos y sus deseos deben fluir desde nuestro interior de una manera tan natural como el fruto de la viña.

Consecuentemente, cuando buscamos identificar y destruir las fortalezas demoníacas, la segunda fortaleza que debemos aniquilar es la de la incredulidad. Este es el esquema de pensamiento que nos dice que ser como Cristo es imposible y mantiene cautivo todo nuestro crecimiento espiritual. Debemos quebrar esta mentira y las cadenas que establece sobre nuestro corazón, porque ser como Cristo no sólo es posible, ¡es nuestro destino!

Conforme a esto, oremos un momento. Deje que el Espíritu Santo se levante y fluya en su corazón. Si sufre por la fortaleza de incredulidad que le dice que nunca será como Cristo, ese engaño puede quebrarse ahora mismo.

Señor Jesús, me someto a ti. Declaro, conforme a la Palabra de Dios, que debido a tu poder para someter todas las cosas hacia ti mismo, mis armas para la guerra reciben poder para derribar fortalezas (2 Corintios 10:3-4). Me arrepiento por usar la mentira que “nunca seré como Jesús”, como una excusa para pecar y renunciar a mis convicciones. En el nombre de Jesús, renuncio a mi vieja naturaleza imperfecta y pecaminosa. Por la gracia de Dios y en el poder de tu Espíritu, derribo toda fortaleza de incredulidad que exista en mi mente. Debido al sacrificio perfecto de Jesús, soy una nueva creación. Creo que iré de gloria en gloria, siendo continuamente transformado a la imagen de Cristo, mientras camino con Él en su gracia.

Francis Frangipane

(www.elijahlist.com)

sábado, 7 de septiembre de 2013

El trono y la mesa

Prof. Bladimiro y Magui Wojtowicz

_JUN94256 de Septiembre del 2013

Mientras me encontraba escribiendo en mi escritorio, oía música de adoración profética. Eran como las seis de la tarde y repentinamente mi oficina se llenó de una presencia muy fuerte del Señor que me envolvió por completo. Pude ver delante de mí que se abrían los cielos y allí estaba el Rey sentado en su trono de santidad. Estaba vestido con ropas blancas resplandecientes y en su cabeza tenía una corona dorada que brillaba con mucha intensidad. Sus manos descansaban apoyadas a los costados del trono. Luego el Señor se inclinó hacia adelante y me miró fijamente a los ojos. En sus labios había una sonrisa muy tierna, pero a la vez me transmitía una sensación de paz y seguridad única.

En mi espíritu podía oír sus palabras: “Ves, mientras yo me encuentre en mi trono y puedas mirarme a los ojos, las palabras de los hombres incrédulos, religiosos y perversos no tienen que hacerte mella. Los religiosos se apoyan en las obras de sus manos, pero esta actitud les impide estar ante mi trono como un niño y disfrutar de mi presencia santa”. La visión terminó tan repentinamente como comenzó. Mientras adoraba al Señor por sus palabras y por la visión que tuve de su trono de santidad, sentí que una mano se apoyaba pesadamente, pero con mucha gentileza, sobre mi hombro derecho.

Conozco muy bien esa mano y cuando coloqué la mía sobre ella, pude oír con claridad: “Yo Soy, no temas, no retrocedas, mantente firme en tus convicciones porque nacieron de mi Espíritu. Yo estoy contigo, persevera porque en poco tiempo más verás la liberación radical que traigo a tu vida. Te mantuviste fiel a mi Palabra sin desviarte, a pesar de la presión y las críticas de los que te rodean. No eres el único en mi Casa que está así. Por esta razón debes perseverar, porque hay otros que al observarte avanzar cobran ánimo. Persevera porque Yo Soy está contigo para acompañarte mientras avanzas en tu camino”.

Luego de orar y adorar en el Espíritu durante un tiempo, recibí otra visión. En ella me encontraba sentado en una mesa donde había unos diez o doce invitados. Me llamaba la atención la cantidad y variedad de copas de vino que estaban servidas para cada uno en la mesa. Ante semejante cuadro, no resistí la tentación y comencé a probar cada una de esas copas. Para mi sorpresa, el vino no me mareaba y tampoco se mezclaban los sabores de cada copa que probaba. Era como si mi boca pudiera diferenciar con claridad el sabor y las cualidades de cada tipo de vino. Por más vino que tomara, no me sentía mareado. El ambiente era muy cordial y no faltaban los chistes y las risas abundantes en medio de las conversaciones.

Repentinamente mis ojos se posaron sobre la persona que estaba sentada en la cabecera de la mesa y me di cuenta que era el Señor. Me sentí avergonzado porque aunque había pasado tanto tiempo allí sentado, no había notado su presencia en la mesa. En realidad no lo noté porque Él se presentaba como cualquiera de nosotros. En otras palabras, nunca nos hizo sentir que Él era el Rey y nosotros simples súbditos. Nos trataba a todos como si fuéramos compañeros y amigos de toda la vida. En medio de la charla, el Señor tomó una copa y la levantó para brindar por nosotros y por esa hermosa velada.

Sus palabras fueron: “Hacía tiempo que quería reunirlos conmigo en mi mesa para disfrutar de una velada juntos. Quiero que sepan que tengo planes para ustedes y sólo deben resistir un poco más para ver la manifestación plena de lo que estoy haciendo en el Espíritu. Esta mesa siempre estará servida para ustedes y no necesitan una invitación especial para sentarse a compartir conmigo, son mis amigos y con ustedes no tengo secretos”.

Creo firmemente que esta palabra también está dirigida a todos los que esperan la manifestación plena de la justicia del Señor a su favor, luego de años de atravesar dificultades y superar toda clase de obstáculos. El trono y la mesa representan un lugar de gobierno y una manifestación clara de la autoridad del Señor. Ante ambas instancias, sus hijos tenemos un acceso pleno, absoluto e irrestricto. El Señor siempre se detendrá para escuchar y alentar a un corazón cansado que clama por justicia.

Los amamos y bendecimos,

Prof. Bladimiro y Magui Wojtowicz

Soy la locomotora descarrillada e indetenible

Por Bill Yount

clip_image002Transportado

Me desperté sacudido. No podía creer que estaba en casa. ¿Cómo pude regresar allí? Había sido transportado físicamente desde un lugar lejano. Había oído sobre personas que fueron transportadas, pero me reía de eso. Mi hija se mantuvo en silencio por lo que yo había experimentado. Esto era real.

Estaba de pie en el valle de una autopista. Repentinamente, apareció una enorme locomotora avanzando descontrolada directo hacia donde estaba yo. Las ruedas raspaban el concreto y su poder sacudía la tierra como proclamando: “¡No necesito rieles!”. Yo estaba paralizado por el terror mientras la autopista y los elevados se desmenuzaban cuando temblaban. Las montañas se sacudían y rendían su fortaleza y majestad. Toda la tierra era vulnerable a este poder absoluto. Estaba aturdido: Todo mi mundo fue sacudido, aún así estaba de pie.

Luego fui transportado dentro de una casa en la cima de una colina, donde se había iniciado un incendio. Rápidamente apagué el termostato y cerré el gas. El fuego parecía estar controlado, pero estaba equivocado. A la distancia creo que veía la ciudad de Pittsburgh, Pennsylvania, donde la cima de los edificios se desmoronaba y comenzaban fuegos contagiosos que corrían por las calles. Luego se sumaron multitudes de ciudades por toda la tierra. Entonces me desperté aterrado. Semanas después de orar con intensidad, el Espíritu Santo me ayudó a comprender esta experiencia de ser transportado y me entregó la interpretación.

“Hijo, Yo Soy una locomotora descarrilada e indetenible”

El Señor me estaba diciendo: “Hijo, te permití experimentar esta visión en persona para que pudieras conocer todo el impacto y la certeza de ella. Soy la locomotora descarrilada e indetenible. Vengo de una manera donde muchos en mi pueblo no me reconocerán. Incluso algunos se ofenderán”.

“El terror que experimentaste mientras me acercaba era el temor del Señor que se soltó sobre la tierra. El temor del Señor trae un gran sacudimiento. Algunas personas se alejarán de mí y muchas otras se comprometerán profundamente conmigo. Sólo este sacudimiento traerá una cosecha de almas sin precedentes. Las autopistas y los elevados que se desmoronaban eran las estructuras que los hombres construyen para tratar de alcanzarme. Con mucha fuerza sacudiré estas estructuras espirituales edificadas por los hombres y los espíritus religiosos que me impidieron llegar hasta ellos”.

Luego el Señor continuó diciendo: “Fuiste fiel al rechazar los espíritus religiosos. Sin embargo, fallaste al no amar a la gente religiosa. Yo los amo y quiero liberarlos. Dejar de amarlos invita a los espíritus de religiosidad hacia tu vida”.

Pude ver el fuego de Dios descendiendo sobre cada denominación, cualquiera que sea, con un olor a humo que se desprendía de la llama titilante del amor que perdieron mucho tiempo atrás. La gente en todas las denominaciones se volverá a encender por el fuego de mi Espíritu, aún las llamadas iglesias llenas del Espíritu.

No acabará de romper la caña quebrada ni apagará la mecha que apenas arde, hasta que haga triunfar la justicia” (Mateo 12:20).

“Mi Fuego está comenzando a invadir estos montes y atraerlos hacia mi Reino”

Dios continuó diciendo: “Las montañas que ves representan los siete montes de los reinos de este mundo: Iglesia, familia, educación, gobierno, medios de comunicación, artes y entretenimiento y negocios y finanzas. Mi fuego está comenzando a invadir estos montes para redimirlos y traerlos hacia mi Reino. La razón por la cual no se puede detener el fuego en la casa es porque tiene que ver conmigo. Vengo en este tiempo a través de los fuegos de la adversidad y la aflicción para traer de regreso a todas las familias una vez más hacia mi Reino”.

“Sus problemas vinieron para bendecirlos. El orgullo del hombre por lo que edificó, son las estructuras derribadas en la ciudad que veías a lo lejos. El orgullo las está desmenuzando. Los fuegos contagiosos de Dios en las calles de las ciudades son la certeza de la visión en su influencia. Las veredas y las cunetas en las calles ahora estaban ardiendo con un fuego indetenible cayendo sobre los desamparados y los sectores rojos. Las vestiduras fúnebres se quemarán en todos aquellos que se encuentran dentro de prisiones y cementerios espirituales”.

Hay una gran porción rodando en este tren.

Bill Yount

(www.elijahlist.com)