Por James Maloney
Hablando de poseer nuestra tierra, en el sentido espiritual de una jornada próspera a lo largo de la vida (3 Juan 2), Deuteronomio 11:12 comparte una revelación de los pensamientos del Señor acerca de la herencia de su pueblo: “El Señor su Dios es quien la cuida; los ojos del Señor su Dios están sobre ella todo el año, de principio a fin”.
Esto me dice que Él nos tiene en consideración especial, año tras año sin interrupciones. Creo que debemos ver con los ojos de la fe (2 Corintios 4:18) y reconocer que cada nuevo año es el final de lo viejo y el comienzo de lo nuevo. En otras palabras, todo es sólo una continuación del “presente”, porque el Señor vive en el presente y nunca cambia. Desde la perspectiva eterna de Dios, el pasado, el presente y el futuro ocurren al mismo tiempo.
El Señor tiene cuidado de nosotros de una manera paternal y amorosa, cuidando que nuestros ambientes, entornos y situaciones nunca se deterioren o vacilen. Está íntimamente involucrado en nuestra vida diaria, año tras año. Es protector sobre su obra para perfeccionar nuestro propósito. El Salmo 121:4 dice: “Jamás duerme ni se adormece el que cuida de Israel”. ¿Cuántos saben que somos el Israel espiritual de Dios y que nuestra tierra está en el foco del Señor, así como ocurrió con los israelitas en el pasado? Esto continúa perpetuamente.
El Señor se ocupa de nosotros: nuestro lugar de adoración, nuestra familia, nuestra casa, nuestro hogar, nuestro trabajo, etc. ¡Aún nuestros medios de transporte son importantes para Él! Ninguna de estas cosas escapan a sus ojos y este interés en nosotros se renueva cada año, nunca declina o cambia. Necesitamos comprender que esta es una verdad acerca del carácter de Dios y es imposible que cambie.
El Salmo 138:8 dice: “El Señor cumplirá en mí su propósito. Tu gran amor, Señor, perdura para siempre; ¡no abandones la obra de tus manos!”. Hablando de completar o terminar una obra que comenzamos, esto significa: “el viaje de éxito y abundancia en nuestro caminar en la vida”. El Señor no está planeando dejarnos colgados. En lugar de ello, cada área de nuestra vida se encuentra en un estado de desarrollo. Debemos alcanzar un lugar en nuestra relación con el Señor donde lleguemos a creer en esto con una fe incondicional. ¡Existe un planificador con un diseño divino respecto de nuestro progreso en esta vida y lo estamos cumpliendo!
La fe está creciendo y se está expandiendo el conocimiento de los atributos de Dios. El Señor está perfeccionando todo lo concerniente a nosotros. El pasaje de Filipenses 1:6 nos advierte: “Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús”. El pasaje de Job 8:7 dice: “Modestas parecerán tus primeras riquezas, comparadas con tu prosperidad futura”. Nuestro crecimiento, desarrollo y madurez están señalando hacia una consumación grande y gloriosa. Piense de esta manera: Dios le puso el freno a satanás para que nosotros podamos avanzar aceleradamente.
El año de la promesa: Poseyendo nuestra tierra
Deuteronomio 33:25 dice: “Tus cerrojos serán de hierro y bronce; ¡que dure tu fuerza tanto como tus días!”. Esto nos dice que la vida, las circunstancias del día a día, no nos dejarán como un envase vacío o un pozo seco. No, mientras las demandas de cada día aumentan, nuestros recursos interiores de fortaleza nos igualarán ante cualquier situación que debamos enfrentar. Podemos despertarnos cada mañana sabiendo que nuestras fuerzas son más que suficientes para las demandas de ese día.
Esta es la tierra de nuestra herencia y este es el año de nuestra promesa. Estamos viviendo en la dimensión de la provisión completa, sólo debemos saber que esto es cierto y confiar en la fidelidad inquebrantable del Señor para completar la obra que comenzó en nosotros. Esta verdad está acompasada por todas las necesidades que podamos tener. Nuestra fuerza será suficiente para enfrentar los problemas físicos, la estrechez financiera y el stress emocional y mental. El Señor se asegura que estemos por encima de los desafíos. No debemos funcionar con los nervios de punta. ¿Sabe lo que digo?
Quizá se pregunte, “¿qué pasa con mis circunstancias?”. Puede parecer que estuvo esperando por esta manifestación de verdad y fortaleza en su vida por años. No estoy minimizando a nadie que esté atravesando un problema. Dios sabe que estos dos últimos años fueron los más difíciles de mi vida adulta y donde bajé los brazos. Por eso me puedo identificar mucho más con las dificultades que otros enfrentan.
Esto no cambia lo que dice la Palabra de Dios: “Todas las promesas que ha hecho Dios son ‘sí’ en Cristo. Así que por medio de Cristo respondemos ‘amén’ para la gloria de Dios” (2 Corintios 1:20). Mientras estamos esperando para recibir las respuestas (y vienen en camino), el Señor nos está enseñando lecciones invaluables sobre confiar y descansar el Él, alentando nuestra fe y no para hacernos sentir miserables. No estoy seguro de la razón por la cual muchos cristianos parecen pensar que Dios quiere estrujarnos y crea estas circunstancias para mantenernos contra el piso, así estará seguro de nuestro amor. Esta es una filosofía muy extraña. Amados, Dios no necesita meternos en una olla a presión para probar nuestra devoción hacia Él. Concretamos mejor su propósito si somos prosperados que siendo pisoteados. Lamentaciones 3:33 dice: “El Señor nos hiere y nos aflige, pero no porque sea de su agrado”.
Necesitamos comprender que en estas instancias no se trata de nuestro entorno probándonos, sino la Palabra de Dios. Note que uso la palabra “probando” y no “torturando”, porque la diferencia es notable. Probar algo significa purificarlo o refinarlo. Vea a José. El Salmo 105:19 dice: “… hasta que se cumplió lo que él predijo y la palabra del Señor probó que él era veraz”. Pasaron doce largos años. Pero la palabra se cumplió y José fue un mejor hombre a causa de ello, siendo levantado como el segundo en la tierra de Egipto. Ocupó esa posición para salvar a su familia, aún a aquellos que crearon las circunstancias que generaron esos doce años.
Nuestras condiciones adversas no nos prueban, son las mismas promesas de Dios. Eso hace que valga la pena, porque sabemos que las promesas se cumplirán. En la espera del cumplimiento, aprendemos a confiar que Dios es verdadero respecto de su Palabra y veremos la manifestación de lo que estamos buscando. La diferencia aquí es que nuestras situaciones pueden cambiar, pero las promesas de Dios no. Si nos probaran las circunstancias estaríamos encallados, pero como sabemos que la Palabra de Dios es verdad, producirá lo que las promesas deben producir. Entonces, trato de decirle que “debemos confiar en nuestras promesas y no en nuestras circunstancias”. Podemos elegir dónde enfocar nuestra atención.
La escuela de la confianza
Debemos ser conscientes de estas palabras: “¡Dichosa tú que has creído, porque lo que el Señor te ha dicho se cumplirá!” (Lucas 1:45). ¿Cree eso? Digo, ¿realmente lo cree? Afirmarse sobre una promesa del Señor no es pensamiento positivo, sin importar lo que enfrentemos. Sabemos que la prueba de la validez de una promesa es el desempeño, ¿cierto? Si la promesa se vuelve verdad, era una promesa verdadera. Tiene sentido. Las promesas de Dios tienen su propio seguro de cumplimiento, porque “Dios no es un simple mortal para mentir y cambiar de parecer. ¿Acaso no cumple lo que promete ni lleva a cabo lo que dice?” (Números 23:19).
Esto es así o no, no existen áreas grises. No es una cuestión de “quizá”, es todos los días, cada año y nunca cambia. Por esta razón nos dice a cada uno de nosotros: “Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas” (Proverbios 3:5-6). La palabra allanar significa “suavizar y enderezar”. Dios no está tratando de hacernos tropezar y caer, está pavimentando el camino para que podamos avanzar. Pero este es un proceso, ¿cierto?
El Padre sabe que es más difícil esperar que moverse y es más fácil correr que quedarse quieto. Por esa razón Dios establece nuestro camino para que podamos avanzar. Pero la parte de esperar es la más dificultosa, aunque es muy necesaria. Quizá aún mucho más. Esperar una respuesta que parece una demora innecesaria es una oportunidad para que el Señor nos enseñe y nos corrija, ajustando nuestro curso para que no tropecemos y nos quebremos un tobillo. El hecho es que mientras esperamos, el Señor sabe que tiene nuestra atención y eso no es malo.
Esto es bueno: “… porque plenamente y sin demora el Señor cumplirá su sentencia en la tierra” (Romanos 9:28). Estas palabras se pueden resumir en “cortar algo de una manera rápida y sucinta para hacerlo más pequeño”. Imagínese un par de tijeras muy afiladas manejadas por un experto peluquero. En dos cortes terminó de hacer un trabajo rápido.
Mientras aprendemos a confiar en la bondad del Señor y en su fidelidad acelerada, podemos comenzar a ver que este es el año de nuestra promesa y poseeremos la tierra. Confíe en el Señor que Él tiene nuestros mejores intereses en su corazón y completará lo que comenzó. Mantenga sus ojos en Él, no en las circunstancias y experimentará una apertura.
James Maloney
(www.elijahlist.com)