Por Paulette Reed
Tengo dos limoneros justo detrás de mi casa. Me gozo al verlos crecer, florear y cargar fruto. Recientemente cuando regresaba a casa luego de un viaje, me sorprendí al encontrar el primer limonero completamente cargado de limones. Sin embargo, desafortunadamente el segundo árbol no tenía un solo fruto colgando de sus ramas. La única señal visible de actividad eran unos pequeños limones que estaban caídos en el suelo junto al árbol.
Mientras hacía mis tareas hogareñas en Arizona, aprendí que el segundo árbol había experimentado lo que comúnmente se llama “caída del fruto”. Es un poco desconcertante y algo triste ver un árbol hermosamente floreado solo para ver sus frutos tirados en el suelo antes de tiempo. Sin embargo, aprendí que es normal que algunos limones pequeños cayeran si el árbol iba a cargar más fruto del que podría ser capaz de soportar.
En realidad un limonero atraviesa tres períodos donde se cae el fruto cada año. La primera caída ocurre cuando el 70 u 80% de las flores caen del árbol sin haber cuajado. Esto es seguido una semana después por un pequeño fruto que también cae del árbol. La tercera caída ocurre en la primavera cuando el fruto tiene el tamaño de una pelota de golf, debido a factores ambientales que no se pueden controlar, como cambios repentinos de temperatura y lluvias fuertes. Pero sin importar qué provoca esto, podemos afirmar que Dios creó brillantemente el árbol para que a veces dejara caer su fruto.
Dios creó el limonero para que pueda llevar más fruto del que puede soportar, sabiendo que habría frutos que caerían antes de tiempo. Aquí vemos una lección valiosa para nosotros. Cuando nacimos de nuevo ardemos tanto para Dios que queremos hacer todas las cosas para Él. Como si quisiéramos recuperar los años perdidos, comenzamos a soñar con emprender negocios, enseñar, predicar, ir a las naciones, pintar, arreglar el jardín, escribir y mucho más. Parece que todo lo que atrapa nuestro interés, aún si fuera por un momento, nos apasiona y queremos hacerlo para el Señor.
Pero mientras pasa el tiempo nos afirmamos en el Hijo y somos nutridos para madurar como el árbol. Luego nos damos cuenta que quizá tengamos más proyectos brotando de los que podemos sostener, con toda seguridad Dios no nos llamó a hacer todo lo que se necesita realizar. Nos extendemos tanto que parece que nada se completa con excelencia, y en algunos casos no se completan para nada. Durante estas temporadas de realización entran en acción las tijeras del Espíritu Santo, porque es el tiempo para que se caiga el fruto sobrante en nuestra vida.
Como nos involucramos en demasiadas cosas, Dios debe podar algunas de ellas para que podamos concretar con excelencia las pocas cosas que en realidad Él nos llamó a realizar. El Evangelio establece con claridad este proceso en Juan 15:2, cuando Jesús dijo: “Toda rama que en mí no da fruto, la corta; pero toda rama que da fruto la poda para que dé más fruto todavía”. Es importante darnos cuenta que es el Maestro jardinero quien “repetidamente” poda cada rama.
¡El Señor nos está cultivando para que llevemos más fruto!
Mientras recogía el fruto que se ve en la foto de la derecha, supe que el Señor me estaba mostrando su abundancia para el 2015. Decreto sobre su vida que el 2015 es el año que cargará más fruto de lo que pidió o aún se imaginó. Pero para que pueda llevar un fruto bueno y delicioso, primero debe experimentar la caída de algunos frutos en su vida. Las cosas que pensaba que Dios le dijo que hiciera, pero ahora se dio cuenta que realizó por su celo, caerán al suelo. El fruto que permanezca en el árbol continuará creciendo y madurando, y las ramas serán capaces de sostener ese fruto.
Yo sé que algunos de ustedes están siendo podados ahora mismo y están viviendo la caída de algunos frutos en sus vidas. Los vientos y las tormentas de la vida hicieron que cayeran algunas cosas que no estaban apropiadamente sostenidas. Pero las buenas nuevas es que no importa la estación en la que nos encontremos ahora mismo, el Señor fijó sus ojos en usted. Lo está observando con cuidado, lo está cultivando y se está asegurando que ninguno de sus frutos caiga por tierra. Dios quiere lo mejor para usted y guiará sus sueños y promesas hacia la fructificación. En estos últimos días necesitamos tener certeza que estamos haciendo lo que nos llamó a hacer y estamos dando a luz lo que nos llamó a realizar. Ese camino producirá el fruto del Espíritu y no el fruto que cultivamos en nuestra carne.
En Deuteronomio 7:13, Dios nos promete: “Te amará, te multiplicará y bendecirá el fruto de tu vientre, y también el fruto de la tierra que juró a tus antepasados que les daría. Es decir, bendecirá el trigo, el vino y el aceite, y las crías de tus ganados y los corderos de tus rebaños”.
No importa lo que hoy está atravesando, debe saber que Dios provoca y permite la caída del fruto en nuestra vida para que podamos llevar más fruto para su gloria. Aunque pueda ser doloroso en el momento, Dios está trabajando verdaderamente en todas las cosas para nuestro bien (ver Romanos 8:28). Si la vida le entrega limones, entonces haga limonada.
Paulette Reed
(www.elijahlist.com)
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