Por Catherine Brown
A principios de este año decidí realizar una auto evaluación de mis habilidades de liderazgo con la intención de resaltar las áreas más débiles y trabajar para desarrollarlas. Cuánto más quería ser consciente de mis fortalezas, celebrarlas y edificar sobre ellas, también quiero crecer y desarrollarme continuamente como líder y ser proactiva en el proceso de mi propio discipulado, tratando con las áreas que no son tan fuertes. Cada líder necesita ser responsable por su propio desarrollo personal. Por supuesto, esto se vuelve mucho más efectivo cuando permitimos que nos supervisen otros a quienes les reconocemos autoridad sobre nuestra vida.
¿Cuáles fueron los resultados de la evaluación de mi liderazgo? Puedo celebrar con felicidad que tengo una excelente habilidad para comunicarme, soy buena en la edificación de equipos y soy fuerte para establecer estrategias, con un don para las fundaciones, edificios y redes de trabajo. También recibí la gracia del don de fe y de sabiduría. Estas son habilidades centrales para el liderazgo apostólico. Sin embargo, pude darme cuenta que para poder seguir siendo un catalizador de los cambios del Reino y continuar siendo efectiva en esta arena, necesitaba trabajar en dos áreas donde mis habilidades de liderazgo eran débiles: esto me motivó a abrazar rápidamente el cambio y mis habilidades para tomar riesgos.
Todos nosotros anhelamos abrazar el cambio y, para la mayoría de los líderes, aún esto no es suficiente. Necesitamos estar dispuestos y tener la capacidad para ser cambiados. No podemos esperar inspirar cambios en otros si nosotros mismos no hemos cambiado. Respecto de esto, seguiré profundizando sobre la transformación que podríamos asociar con la maduración continua en el discipulado de Jesucristo. Estoy comprometido con desarrollar mi disposición a cambiar y asumir riesgos.
Cornelio y Pedro
Una mañana hace poco estaba reflexionando sobre Hechos 10 y 11, en la historia de Cornelio, Pedro y el derramar del Espíritu Santo sobre los gentiles. Noté de una manera fresca cómo el apóstol Pedro fue usado como un catalizador para un cambio radical en las vidas de aquellos que ministró en Cesarea. Con esto en mente, decidí profundizar un poco más en este proceso.
Esta es una historia familiar para muchos de nosotros, pero quiero verla hoy a través de la óptica de cómo el Señor usó a uno de sus líderes para crear cambios en las vidas de otros. Fue un emprendimiento colaborativo de fe, pero solo el Espíritu Santo sabía quiénes eran todos los “jugadores”. Cuando consideramos el proceso de Pedro (o quizá su falta de procesamiento), creo que concluimos que su respuesta y la de Cornelio al Espíritu Santo fueron bien remarcables: “El Espíritu me dijo que fuera con ellos sin dudar. También fueron conmigo estos seis hermanos, y entramos en la casa de aquel hombre” (Hechos 11:12). Primero, recordemos el cuadro de los hechos. Se le apareció un ángel a Cornelio (un centurión temeroso de Dios en el regimiento La italiana en Cesarea) en una visión y le entregó instrucciones específicas: “Envía de inmediato a algunos hombres a Jope para que hagan venir a un tal Simón, apodado Pedro” (Hechos 10:5).
En este punto Cornelio no tenía idea quién era Pedro, pero respondió en obediencia. Anhelaba abrazar una fe riesgosa y los cambios desconocidos que potencialmente provocaría. Escogió tres hombres apropiados para la misión, uno descripto como un soldado devoto y también su asistente. Les dijo todo lo que había ocurrido y los envió por su camino. La directiva profética que recibió del ángel se transformó en un catalizador que eventualmente se transformó en una misión apostólica mientras el equipo se encontró con el apóstol Pedro.
Mientras tanto, Pedro cayó en un trance en el cual Dios le habló tres veces diciéndole: “Lo que Dios ha purificado, tú no lo llames impuro” (versos 9-15). Mientras Pedro se despertaba de este sueño tan bizarro, los tres extraños arribaron desde Cesarea hasta la puerta de la casa donde moraba Pedro. Les narraron a Pedro la historia igualmente extraña en la cual se le apareció un ángel en sueños a su amigo Cornelio y lo instruyó para que los enviara a Jope a buscar a Pedro para que les predicara un mensaje por medio del cual él y toda su casa serían salvos.
Sin vacilar, Pedro permitió que los hombres entraran y se quedaran una noche con él. En la mañana Pedro fue con ellos a Cesarea donde vivía Cornelio. Entraron en su casa y Pedro comenzó a predicarles las buenas nuevas de Jesucristo. Mientras estaba hablando, el Espíritu Santo descendió sobre los gentiles y comenzaron a hablar en lenguas y a adorar a Dios. Inmediatamente, Pedro les instruyó que los nuevos creyentes también debían ser bautizados en agua en el nombre de Jesucristo. ¿Qué lecciones podemos aprender de Cornelio y Pedro, mientras aprendemos a ser catalizadores más efectivos para el cambio del Reino?
El cambio fue inesperado y no estaban preparados para ello
El cambio fue inesperado, ni Pedro ni Cornelio estaban preparados para esa situación cuando se les presentó. Uno recibió una visión en medio de la tarde, mientras realizaba su rutina diaria y el otro simplemente se había despertado de un sueño “extraño” cuando una banda de desconocidos arribó a su puerta. No habían anticipado que Dios les hablaría a ellos en una revelación profética o cuál sería el alcance y la transformación positiva que tendrían sus acciones para la Iglesia a escala global hasta nuestros días. Siempre es cierto que las grandes puertas abiertas se abren por pequeñas bisagras.
El cambio contradijo su zona de comodidad
El cambio contradijo gran parte de lo que ellos entendían a nivel social, cultural y teológico. Que Dios le hablara a Pedro (un judío de nacimiento que había nacido de nuevo) y le dijera que comiera animales “impuros” en un sueño, era lo más difícil que podía abrazar. No había terminado de interpretar el simbolismo del sueño cuando llegó el grupo de Cesarea. No tenía el lujo del tiempo y “retirarse para orar sobre el asunto”. Simplemente respondió con la medida de la fe apostólica que tuvo en ese momento y partió con ellos.
El cambio era incómodo, pero confiaron en Dios
Las relaciones son recursos tremendos y una fuente de fortaleza en el Cuerpo de Cristo, aunque en esta ocasión ni Cornelio ni Pedro tenían algún tipo de relación previa entre sí antes de la directiva divina. Solo podían confiar en la instrucción del Espíritu Santo y tuvieron que obedecer la directiva específica que les entregó: “El Espíritu me dijo que fuera con ellos sin dudar. También fueron conmigo estos seis hermanos, y entramos en la casa de aquel hombre” (Hechos 11:12).
La unción corporativa del equipo fue el catalizador para la transformación
Aunque el ángel le había explicado a Cornelio que al enviar a Pedro toda su casa sería salva, Cornelio se arriesgó al recibir a un hombre extraño. Envió un equipo a un lugar donde nunca había estado, a una persona que nunca había conocido y de la cual no sabía nada, pagando por ellos de su propio bolsillo el viaje de regreso con Pedro. Confió en ellos como sus mensajeros e hizo una inversión personal en la misión. Delegó una tarea importante en personas confiables, pero siguió asumiendo una fe muy arriesgada. Aunque podemos ver con claridad que la suma de la unción corporativa fue mayor que la de cada individuo del equipo por separado.
El cambio crea una plataforma para vencer el miedo y entrar en nuevos niveles de fe
Pedro permitió que tres hombres desconocidos se quedaran en la casa donde estaba viviendo, alegando un mensaje que era casi increíble. Les mostró una hospitalidad genuina y a pesar del hecho que podían haber sido ladrones, quienes lo superaban en fuerza y podían robarle todo si no fueran hombres de Dios, Pedro escogió la fe por encima del temor y abrazó un cambio mayor al confiar que su mensaje provenía de Dios. En la mañana siguiente partió con ellos para Cesarea. Su fe se transformó en una llave para abrir el destino para toda una comunidad de personas que esperaban el mensaje transformador del Evangelio.
Pedro y Cornelio se transformaron en el cambio que querían ver
Tanto Pedro como Cornelio se transformaron en el cambio que querían ver en otros. Pedro (un judío nacido de nuevo) deseaba ministrar el evangelio a los gentiles incircuncisos. Cornelio, un centurión, anhelaba recibir a un judío en su propia casa para que su familia reciba la salvación.
Dios es fiel a través de los tiempos de cambio
Para poder ver un cambio debemos anhelar ser parte del cambio. Eso significa incomodarnos en nuestra zona de comodidad para que Dios nos pueda impulsar hacia una acción de fe catalítica. Significa anhelar no solo mezclarnos con otros, sino movernos con otros a quienes no conocemos bien, pero Dios colocó en nuestro camino. Esto implica asumir riesgos en fe que son inversiones de confianza en Dios para los desconocidos, aun cuando eso sea contrario a nuestra experiencia actual. Significa ser obediente a las instrucciones simples del Señor, sin tener necesariamente un “plan a cinco años” y conocer los detalles de antemano (para una estratega como yo, esto es un desafío que necesito tratar de abrazar).
Por encima de todo, tiene que ver con confiar en Dios para extender nuestra capacidad para oír y responder en fe, con decisión, humildad y un gran amor por la humanidad. Debemos permitirle a Dios que nos habilite para ser agentes de cambio del Reino por su gracia mientras aprendemos a rendirnos a su voluntad y continuamos siguiendo la dirección del Espíritu Santo.
Catherine Brown
(www.elijahlist.com)
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