Prof. Bladimiro Wojtowicz
El primer requisito para ser un ministro
competente es aprender a ser ministros. No se puede ser competente si en primer
lugar no desarrollamos la condición básica de un ministerio: Servir a los
demás. Este debe ser nuestro
enfoque permanente, porque en el momento que el servicio a las personas deje de
ser nuestra prioridad, perderemos el rumbo de nuestro llamado. ¿Cómo es posible
que esto pudiera ocurrir? Cuando dejamos enfriar nuestra relación de intimidad
con el Padre, comenzamos a valorar a las personas desde nuestra perspectiva
humana. A partir de ese momento, nuestro servicio a los demás estará
condicionado por los beneficios que podríamos obtener de las personas. Esta
motivación incorrecta terminará desviándonos por completo del ministerio
verdadero al que fuimos llamados.
El nivel de competencia
Cuando servimos o ministramos guiados por la
revelación del Espíritu Santo, ponemos todas las soluciones de la vida de
Cristo a disposición de las personas. En otras palabras, nuestro nivel de competencia está
determinado por la calidad, cantidad y complejidad de los problemas que
resolvemos en las personas. Cuando alguien se acerca a nosotros
buscando una salida porque tiene un problema que no logra resolver y sale con
diez problemas sumados al que ya tenía, somos un fraude. Un ministro que no
esté a la altura de las circunstancias que debe enfrentar, podrá tener el
nombre del cargo ministerial, pero sus obras están muertas. La condición
excluyente para ser un ministro que imparte la vida de Cristo, es vivir
postrado a sus pies.
El Salmo 24:1-2 dice: “De Jehová es la tierra y su plenitud; El mundo, y los
que en él habitan. Porque él la fundó sobre los mares, Y la afirmó sobre los
ríos”. ¿Quién
nos constituyó ministros? El Soberano de toda la Creación. En otras palabras,
fuimos creados para generar gloria a Dios por medio del servicio. La vida de un
ministro competente se puede medir por el fruto de la vida de Cristo que se
desprende de cada una de sus obras. El salmista dice que Jehová es el dueño de
la tierra, pero también afirma que la plenitud de la tierra está sujeta a su
soberanía. Podemos ser los dueños legalmente reconocidos de un terreno
desértico, pero esto no implica que todo lo que sembremos allí dará fruto. El
Padre no solo es el dueño legal de la tierra, es el único con la capacidad
soberana para hacer que todo en ella pueda llegar a su plenitud. Es el dueño de
la tierra y determina soberanamente su capacidad productiva.
No solo somos ministros que servimos a otros,
cada acto de servicio generará una medida de gloria que exaltará el nombre de Aquel
que nos constituyó. Cada vez que nos encontremos ante algún tipo de necesidad
en nuestro camino, contaremos con todos los recursos que se requieran para
resolver ese problema. Nuestra productividad como ministros competentes no está
determinada solo por el conocimiento intelectual de las Escrituras. Depende de
la capacidad para poner las soluciones del Reino a disposición de las personas
que expresan una necesidad.
Ministros productivos
Nuestra productividad como ministros se debe
leer por el fruto de la vida de Cristo fluyendo en la gente. Caso contrario, no
seríamos más que un fraude, porque predicamos un Evangelio que no vivimos. Aunque
tenemos el nombre de ministros, nuestras obras están muertas. ¿Cómo detectamos
esto? Porque cada vez que somos requeridos por alguien que atraviesa una crisis
personal, nunca nos encuentra, lo evadimos o le damos una solución basada en nuestra
experiencia de vida natural. La muerte será siempre el resultado de las obras
de la carne. Un ministro competente está a la altura de las demandas de su
ministerio.
La gente suele excusarse a la hora de
ministrar a otros porque no se siente capacitada para ello. En realidad, nunca
estamos capacitados para hacerlo, porque nuestra capacidad surge de la vida de
Cristo y no de nuestras habilidades personales. Dudar de nuestra competencia
para ministrar revela que no conocemos el corazón del Padre. El Señor nunca nos
enfrentará a demandas en las cuales no podamos ministrar la vida de su
Espíritu. La clave para esto es aprender a reposar en Cristo, solo así
tendremos la convicción de estar moviéndonos en su soberanía absoluta. En otras
palabras, cuando aprendemos a reposar en Cristo, nos damos cuenta que ya somos
competentes, porque Él no permitirá que seamos expuestos a situaciones que no
podamos resolver.
Volver al primer amor
El Salmo 24:3-7 dice: “¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su
lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón; El que no ha elevado su alma
a cosas vanas, Ni jurado con engaño. El recibirá bendición de Jehová, Y
justicia del Dios de salvación. Tal es la generación de los que le buscan, De
los que buscan tu rostro, oh Dios de Jacob”. Esto no tiene que
ver con trasladarse a algún lugar en el plano natural, implica acceder a
niveles superiores de la estatura espiritual. Las condiciones para crecer en la
manifestación de la gloria de Dios en nuestra vida se enuncian en este pasaje.
No se puede negociar una vida de santidad y consagración ante la voluntad del
Padre. Cuando nos encontramos tratando siempre con los mismos problemas, queda
claro que estamos estancados en un mismo nivel espiritual. Para seguir
avanzando es necesario profundizar nuestro nivel de compromiso y entrega ante
nuestro llamado eterno. No tiene sentido tratar de vender la imagen de un
cristiano teórico que se limita a ser un “buen vecino”.
Dios nunca nos soltará la mano durante el
camino, porque su compromiso con nosotros es eterno. Un ministro competente no
es aquel que conoce toda la teoría del Nuevo Pacto, es alguien que refleja el
fruto de la vida del Espíritu de resurrección y en consecuencia, sus obras no
están muertas. Tiene el nombre de ministro y sus acciones reflejan la vida del
Espíritu Santo. Estos ministros son los que califican para acceder a mayores
niveles de plenitud. Somos ministros desde el día que nacimos de nuevo por el
Espíritu Santo y fuimos adoptados por el Padre. Quizá este nivel inicial de
competencia esté limitado a servir un café o a recibir a la gente que llega a
una reunión, pero las demandas de servicio en el Reino siempre estarán sujetas
a nuestra capacidad para responder según el corazón del Padre.
El poder de la humildad
El Salmo 24:7-10 dice: “Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, Y alzaos vosotras, puertas
eternas, Y entrará el Rey de gloria. ¿Quién es este Rey de gloria? Jehová el
fuerte y valiente, Jehová el poderoso en batalla. Alzad, oh puertas, vuestras
cabezas, Y alzaos vosotras, puertas eternas, Y entrará el Rey de gloria. ¿Quién
es este Rey de gloria? Jehová de los ejércitos, Él es el Rey de la gloria”. Otra versión habla
de alzar nuestros dinteles. El dintel es la parte transversal superior del
marco de una puerta. El Señor nos llama a elevarnos hacia un nivel superior,
para poder manifestar un mayor caudal de su gloria a través de nuestra vida.
La clave para lograrlo se encuentra en los
versos anteriores: Humildad.
Esta es una palabra muy manoseada por el espíritu de religiosidad a lo largo de
la historia de la Iglesia. Muchos en nuestros días confunden la humildad con un
estilo de vida marcado por la pobreza o la miseria. Un corazón humilde aprendió
a obedecer la voluntad de Dios. Necesitamos humillarnos primero, antes de
ponernos bajo las órdenes de alguien más. En otras palabras, siempre obedecemos
a otros porque así lo hemos decidido en nuestro corazón.
La obediencia
El pasaje de Filipenses 2:8-9 dice: “… y estando en la condición
de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y
muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un
nombre que es sobre todo nombre…”. No puede existir la exaltación, si en
primer lugar no atravesamos un proceso de humillación personal que opera por
medio de la obediencia. Cuando nos sujetamos a la voluntad de Dios y no
evadimos nuestra responsabilidad como sus hijos, se elevará nuestra estatura
espiritual (el dintel de la puerta). Somos puertas de Dios por medio de las
cuales podrá manifestar niveles crecientes de su gloria. Para nosotros es
imposible elevar nuestra estatura espiritual. Solo el Padre puede exaltarnos
cuando decidimos dejar a un lado nuestra manera de hacer las cosas y sujetarnos
a su voluntad perfecta. Dios resiste a los soberbios y exalta a los humildes de
corazón. En este tiempo el Señor nos está haciendo un llamado claro a correr
hacia su trono y postrarnos antes sus pies, porque es el único camino por medio
del cual podremos manifestar todo lo que estableció para nosotros desde la
eternidad.
Jesús tuvo que aprender obediencia hasta
sufrir una de las muertes más duras, antes de ser exaltado hasta lo sumo por el
Padre. La grandeza de nuestro Señor se puede ver reflejada en una de las
últimas palabras que declaró sobre aquellos que lo torturaban y se burlaban de
Él: “Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen…” (Lucas 23:34). Esta confesión solo puede surgir desde un
corazón contrito y humillado, consagrado a cumplir la voluntad absoluta del
Padre. Solo podemos perdonar en este nivel cuando vemos a los demás con los
ojos del Padre. Jesús tenía todo el derecho de convocar legiones de ángeles que
arrasaran a todos sus enemigos y demostrarles que se habían metido con la
persona equivocada. Sin embargo, hacer esto habría anulado el propósito
redentivo eterno por el cual fue enviado por Dios a la tierra. En otras
palabras, no tenemos derecho a ser felices en el plano natural, porque nuestro
gozo solo puede surgir del cumplimiento de la voluntad soberana del Padre. El
único camino hacia la exaltación, pasa por humillarnos y someternos a la
voluntad del Padre.
Corazones compasivos
¿Cuándo nos damos cuenta que creció nuestra
estatura espiritual? Cuando somos maltratados por los ignorantes y los
carnales, pero no les respondemos arrojando la misma piedra. Esto no quiere
decir que debemos ser el trapo donde todos se limpian los pies y nos pasan por
encima, implica desarrollar el corazón compasivo del Padre. Entonces Él podrá
atravesar nuestra vida y manifestar un nivel de su gloria que antes no
conocíamos. No podemos acceder a estos niveles mayores de la expresión de la
vida de Cristo si nos desenfocamos ante cada persona que nos humilla, nos ataca
o nos ignora. Nuestra mayor venganza ante estas situaciones es ver cómo el
Espíritu Santo revierte el estado de ignorancia que oprime a esas personas y
los lleva hacia la plenitud de la vida en el Reino. Nuestra lucha no es contra
los creyentes carnales, sino contra los espíritus que gobiernan sus decisiones.
El arma más poderosa que tenemos para lograrlo es manifestar la compasión del
Señor por sus vidas. Entonces habilitamos al Espíritu Santo para que pueda
intervenir en esa vida y producir el proceso de conversión. Esa es nuestra
victoria y nuestra ganancia como ministros competentes en el Reino de Dios.
Necesitamos discernir las situaciones que desvían
nuestra atención de nuestro llamado eterno para enfocarnos en el plano natural.
Estas son las zorras que van minando las raíces de la revelación de la Palabra
que alimentan nuestras convicciones como hijos de Dios. En consecuencia, nos
encontraremos estancados en un mismo nivel espiritual, hastiados por la esterilidad
en todo lo que emprendimos. Cuando Dios nos llama a caminar en un nivel
superior de gloria y nos resistimos a corregir lo que el Espíritu Santo nos
está señalando, continuaremos siendo los dueños legales del territorio
asignado, pero no contaremos con la capacidad divina para que produzca en
plenitud. El nivel de la manifestación de la gloria de Dios en nuestra vida
depende de la altura del dintel (ser espiritual) en nuestra vida. Entonces
cuando nos encontremos ante personas que nos ignoran, nos humillan o nos maltraten,
responderemos según el corazón compasivo del Padre y no desde nuestros “derechos”
naturales percibidos.
La felicidad
Cuando Jesús consumó su obra en la tierra, el
Padre lo ungió con óleo de gozo por haber cumplido su mandato eterno (ver Salmo
45:7). ¿Cuál podría ser la causa para sentir gozo luego de haber sido
torturado, humillado y martirizado en una cruz hasta la muerte? Ninguna, desde
el punto de vista humano. La gente hoy reclama su derecho a ser felices dentro
de las congregaciones y cuando las cosas no resultan como ellos las imaginaron,
simplemente se retirarán ofendidos. Los estándares de felicidad están
determinados por los valores morales de moda que están presentes en la
sociedad. En otras palabras, el espíritu de este siglo se encargará de
ofrecerle a la mente carnal los fundamentos necesarios para reclamar un estado
de felicidad temporal. Sin embargo, los hijos de Dios vivimos en un Reino cuyo
fundamento es eterno y sus valores de justicia no cambian con el tiempo.
Por esta razón un ministro competente no
puede definir su estado de gozo y paz interior, según los estándares
fluctuantes de felicidad que rigen la vida de la sociedad humanista, donde solo
se piensa en la satisfacción personal. El apóstol Pablo cerró esta discusión con
estas palabras: “…
el Reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el
Espíritu Santo” (Romanos 14:17). No
puede haber una causa de gozo fuera de la justicia y la paz que surgen de una
vida de relación íntima con el Espíritu Santo. Las cosas que hoy determinan el
estado de felicidad de nuestra alma, mañana no tendrán el menor sentido. La
felicidad de un niño de 5 años se puede lograr con un caramelo, pero no es lo
mismo cuando tratamos de hacer feliz a nuestra esposa en su cumpleaños. El gozo
de un ministro competente se manifiesta cuando cumple la voluntad del Padre y
el fruto de su vida revela que accedió a un mayor nivel de gloria. No somos
ministros competentes por hacer muchas cosas, sino por hacer las cosas que Dios
nos ordenó. Entonces nuestras obras estarán vivas, porque reflejan la vida de
Cristo. El
resultado contrario nos expondrá como ministros fraudulentos, porque predicamos
una cosa y vivimos lo opuesto. Los humildes son aquellos que
aprendieron a mirar a la gente con los ojos compasivos del Padre.
Mientras ministraba en lenguas, el Señor me mostró lo siguiente:
Comenzaremos a ser
expuestos a situaciones humillantes donde tendremos que responder. Hacerlo
según el corazón del Padre o según nuestra carne, determinará si nuestra
estatura espiritual aumentó o no.
Aprenderemos a renunciar a nuestro derecho
humano por causa de nuestra estatura divina.
Atravesaremos circunstancias que percibiremos
como un retraso, pero el Señor las preparó para manifestar su gloria en una
medida que hasta ese momento no conocíamos.
El Soberano de la gloria se manifestará a
nuestro paso y seremos conocidos como ministros competentes del Reino.
Quedará expuesto en nuestras vidas que los mayores niveles de obediencia, desatarán mayores niveles de competencia para
ministrar las necesidades de las personas.
No tiene sentido pensar en multitudes, cuando
nuestro nivel de competencia sea mayor, la gente correrá a buscarnos. Solo
debemos amar a la gente y no a los números, para que el Espíritu Santo pueda
añadir a las personas que van a ser salvas.
Durante la ministración, el Espíritu Santo me entregó esta
visión:
“Viene un diluvio sobre mi pueblo, una lluvia torrencial que
limpiará los corazones de carne que estuvieron clamando para que me manifieste
en sus vidas”.
“Puedo ver que de cada corazón bañado por las lluvias del
Espíritu Santo surge un pequeño hilo de agua que corre y se une a otros, hasta
que juntos forman un gran río de vida que irrumpe en la ciudad con el amor del
Santo”.
“Esta lluvia que cae, limpiará los corazones de carne de todos
los complejos, las limitaciones y las maldiciones que otros o aún ellos mismos,
lanzaron en su contra. Se terminaron la esterilidad y la falta de productividad en mi
Casa”.
“El agua limpia está limpiando la vista para que puedan ver. Es
colirio para los ojos que les permitirá ver sus propias vidas y las de otros
con los ojos del Padre y desde la perspectiva de su Trono”.
“El agua que está cayendo sobre los corazones de carne que están
clamando, producirá amnesia sobre las experiencias traumáticas del pasado, para
que puedan entrar en lo nuevo, con un espíritu y una actitud diferentes”.
“El Señor estará interviniendo directamente en los hogares, las
familias, los negocios y los ministerios de sus hijos, cambiando la dirección
en la que estaban estancados e improductivos, para que puedan avanzar de una
manera radical. Esto demostrará que cuando nos humillamos y buscamos su rostro,
el Soberano se manifestará poderosamente a favor de sus hijos”.
“No traten de buscar un punto de comparación para definir lo que
estoy a punto de manifestar en medio de ustedes, porque es algo que nunca antes
se ha visto. Es un fruto nuevo que extraigo de sus corazones para alimentar a
la gente. No se pregunten cómo o cuando ocurrirá, solo deben disponer sus
corazones para cumplir mi voluntad. Esto que se está por manifestar es una
impartición de mi compasión que nunca se vio en esta ciudad”.
“Puedo ver ángeles de apertura que están pateando puertas y
destrozando cerrojos antiguos para que puedan avanzar”.
“Puedo ver ángeles de gestión moviendo expedientes judiciales y
trámites de todo tipo, para acelerar su sentencia a favor de mi pueblo. Este
año se terminan todos los expedientes pendientes”.
“Puedo ver un ángel escribano que está certificando el
cumplimiento de todo lo que Dios habló desde la eternidad sobre nuestra vida. Su
rango de autoridad es mayor, porque debe velar que nada de lo que Dios habló
sobre nosotros quede sin cumplimiento. Tiene en sus manos una carpeta enorme y
chequea cada palabra que Dios habló sobre nosotros para certificar su
cumplimiento”.
“Puedo ver una impartición nueva del Espíritu Santo sobre
ustedes que desatará fuego en sus bocas y en sus manos, para realizar milagros,
prodigios y señales. Será una palabra de autoridad que sale desde el trono del
Señor para poner un punto final a los diseños de las tinieblas. Ocurrirán
liberaciones, sanidades y aún resurrecciones dramáticas en medio de ustedes”.
“Conocerán el deleite de la justicia del Señor, porque su
justicia es miel en la boca de un corazón que clama humillado ante su presencia
santa”.
“El Señor está ordenando un cambio de guardia de ángeles. El
peso de gloria reservada para ustedes en este tiempo demanda ángeles de mayor
rango”.
“Nunca más volverán a mirar hacia atrás. Se terminaron los días
del llanto y las preguntas sin respuestas. Entran en un tiempo de cumplimiento
donde darán a conocer mi gloria en medio de su ciudad. Las puertas están
abiertas y ya nadie podrá detener lo que fue determinado sobre ustedes”.
“Se aceleran los tiempos, porque soy el Señor del tiempo. Habrá
una redención del tiempo, más allá del desgaste físico por la edad. En un año
Él podrá hacer a través de nuestra vida lo que no hicimos en años”.
“Comenzaremos a ver las manifestaciones más locas que vio esta
ciudad. Parecerán locas a los ojos de los hombres, porque ofenderá la mente
humana, pero tienen un sentido claro en el Reino de Dios. No deben sentir
vergüenza por lo que va a ocurrir, porque eso indicará que el Espíritu Santo
tomó el control de las reuniones”.
“Habrá gente que entrará en servicios fúnebres e inmediatamente
caerá el Espíritu Santo para consolar a todos los presentes y el ambiente se
transformará en ríos de gozo y consolación”.
“Habrá encuentros cotidianos con ángeles que tendrán forma
humana, pero el Espíritu Santo nos permitirá discernir el rango y el mensaje
que traen para nuestra vida. Son ángeles que ministrarán codo a codo con los
ministros competentes en este tiempo”.
“La adoración entrará en otro nivel y todo el programa que
habían preparado quedará a un lado, porque el Espíritu Santo tomará el control”.
“La gloria del Señor se soltará en los servicios, luego se
trasladará hacia los hogares y entrará en el mercado, tomando el control de
todos los ambientes de una manera sobrenatural. Habrá un gran quebrantamiento
en los corazones que traerá a muchos a los pies de Cristo”.
“¿Cuánto tiempo durará esto? Todo el tiempo que nos mantengamos
postrados a los pies del Señor. Gente que no conocemos correrá hacia nosotros
para recibir lo que nos fue entregado. Entre estos habrá gente soberbia que se
acercará por curiosidad para ver qué está ocurriendo en sus reuniones. Estos
serán quebrantados por la compasión del Señor y quedarán postrados a sus pies”.
“Las señales que ocurran en medio de ustedes les devolverán la
esperanza a muchos generales del Ejército de Dios en esta nación, porque verán
la manifestación real de todo aquello por lo cual sembraron sus vidas. Este
será el fruto nuevo que el Señor estará manifestando en medio de ustedes”.
“Se eleva el alcance del nombre del ministerio, porque el Señor
en persona extenderá sus alas para cobijar a multitudes que correrán a
refugiarse en su amor eterno”.
“Veo olas de la manifestación del Espíritu Santo que vendrán una
tras otra y todas ellas serán nuevas. Cada vez que nos preguntemos si eso es
todo, vendrá una nueva ola de la manifestación de la gloria de Dios que no
conocíamos”.
“Vendrán personas de todas partes a pasar tiempo con ustedes,
solo para beber de la impartición de vida que recibieron del Espíritu Santo.
Esas personas se irán macerados por la vida del Espíritu Santo y literalmente
volverán a la vida sus matrimonios, sus familias, sus negocios y sus
ministerios”.
“Durante años el Señor estuvo buscando una tierra sembrada por
corazones de carne que lo busquen solo por quién es y no por lo que les puede
dar. El Señor encontró ese terreno, por eso pudo meter su mano y sacar el fruto
nuevo que estaba escondido para este tiempo”.
“El Señor se derramará entre ustedes sin límites, porque en
lugar de pedirle que les entregue números, fama, bienes materiales o
reconocimiento, solo pidieron que los limpiara con el agua limpia que brota de
su corazón. El Señor les entregará todo lo que no pidieron, porque su corazón
se enfocó en buscar primero la justicia de Dios”.
“Pude percibir el gozo del Espíritu Santo por todo lo que se
estará manifestando, porque fue lo mismo que sintió en su corazón la mujer cuando encontró la moneda perdida”.
Esto es lo que el Señor me mostró para
ustedes en este tiempo.
Los amamos y bendecimos,
Profetas Bladimiro y Magui