miércoles, 7 de noviembre de 2018

“Ministros verdaderamente competentes”



Prof. Bladimiro Wojtowicz

El primer requisito para ser un ministro competente es aprender a ser ministros. No se puede ser competente si en primer lugar no desarrollamos la condición básica de un ministerio: Servir a los demás. Este debe ser nuestro enfoque permanente, porque en el momento que el servicio a las personas deje de ser nuestra prioridad, perderemos el rumbo de nuestro llamado. ¿Cómo es posible que esto pudiera ocurrir? Cuando dejamos enfriar nuestra relación de intimidad con el Padre, comenzamos a valorar a las personas desde nuestra perspectiva humana. A partir de ese momento, nuestro servicio a los demás estará condicionado por los beneficios que podríamos obtener de las personas. Esta motivación incorrecta terminará desviándonos por completo del ministerio verdadero al que fuimos llamados.

El nivel de competencia
Cuando servimos o ministramos guiados por la revelación del Espíritu Santo, ponemos todas las soluciones de la vida de Cristo a disposición de las personas. En otras palabras, nuestro nivel de competencia está determinado por la calidad, cantidad y complejidad de los problemas que resolvemos en las personas. Cuando alguien se acerca a nosotros buscando una salida porque tiene un problema que no logra resolver y sale con diez problemas sumados al que ya tenía, somos un fraude. Un ministro que no esté a la altura de las circunstancias que debe enfrentar, podrá tener el nombre del cargo ministerial, pero sus obras están muertas. La condición excluyente para ser un ministro que imparte la vida de Cristo, es vivir postrado a sus pies.

El Salmo 24:1-2 dice: “De Jehová es la tierra y su plenitud; El mundo, y los que en él habitan. Porque él la fundó sobre los mares, Y la afirmó sobre los ríos”. ¿Quién nos constituyó ministros? El Soberano de toda la Creación. En otras palabras, fuimos creados para generar gloria a Dios por medio del servicio. La vida de un ministro competente se puede medir por el fruto de la vida de Cristo que se desprende de cada una de sus obras. El salmista dice que Jehová es el dueño de la tierra, pero también afirma que la plenitud de la tierra está sujeta a su soberanía. Podemos ser los dueños legalmente reconocidos de un terreno desértico, pero esto no implica que todo lo que sembremos allí dará fruto. El Padre no solo es el dueño legal de la tierra, es el único con la capacidad soberana para hacer que todo en ella pueda llegar a su plenitud. Es el dueño de la tierra y determina soberanamente su capacidad productiva.

No solo somos ministros que servimos a otros, cada acto de servicio generará una medida de gloria que exaltará el nombre de Aquel que nos constituyó. Cada vez que nos encontremos ante algún tipo de necesidad en nuestro camino, contaremos con todos los recursos que se requieran para resolver ese problema. Nuestra productividad como ministros competentes no está determinada solo por el conocimiento intelectual de las Escrituras. Depende de la capacidad para poner las soluciones del Reino a disposición de las personas que expresan una necesidad.

Ministros productivos
Nuestra productividad como ministros se debe leer por el fruto de la vida de Cristo fluyendo en la gente. Caso contrario, no seríamos más que un fraude, porque predicamos un Evangelio que no vivimos. Aunque tenemos el nombre de ministros, nuestras obras están muertas. ¿Cómo detectamos esto? Porque cada vez que somos requeridos por alguien que atraviesa una crisis personal, nunca nos encuentra, lo evadimos o le damos una solución basada en nuestra experiencia de vida natural. La muerte será siempre el resultado de las obras de la carne. Un ministro competente está a la altura de las demandas de su ministerio.

La gente suele excusarse a la hora de ministrar a otros porque no se siente capacitada para ello. En realidad, nunca estamos capacitados para hacerlo, porque nuestra capacidad surge de la vida de Cristo y no de nuestras habilidades personales. Dudar de nuestra competencia para ministrar revela que no conocemos el corazón del Padre. El Señor nunca nos enfrentará a demandas en las cuales no podamos ministrar la vida de su Espíritu. La clave para esto es aprender a reposar en Cristo, solo así tendremos la convicción de estar moviéndonos en su soberanía absoluta. En otras palabras, cuando aprendemos a reposar en Cristo, nos damos cuenta que ya somos competentes, porque Él no permitirá que seamos expuestos a situaciones que no podamos resolver.

Volver al primer amor
El Salmo 24:3-7 dice: “¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón; El que no ha elevado su alma a cosas vanas, Ni jurado con engaño. El recibirá bendición de Jehová, Y justicia del Dios de salvación. Tal es la generación de los que le buscan, De los que buscan tu rostro, oh Dios de Jacob”. Esto no tiene que ver con trasladarse a algún lugar en el plano natural, implica acceder a niveles superiores de la estatura espiritual. Las condiciones para crecer en la manifestación de la gloria de Dios en nuestra vida se enuncian en este pasaje. No se puede negociar una vida de santidad y consagración ante la voluntad del Padre. Cuando nos encontramos tratando siempre con los mismos problemas, queda claro que estamos estancados en un mismo nivel espiritual. Para seguir avanzando es necesario profundizar nuestro nivel de compromiso y entrega ante nuestro llamado eterno. No tiene sentido tratar de vender la imagen de un cristiano teórico que se limita a ser un “buen vecino”.

Dios nunca nos soltará la mano durante el camino, porque su compromiso con nosotros es eterno. Un ministro competente no es aquel que conoce toda la teoría del Nuevo Pacto, es alguien que refleja el fruto de la vida del Espíritu de resurrección y en consecuencia, sus obras no están muertas. Tiene el nombre de ministro y sus acciones reflejan la vida del Espíritu Santo. Estos ministros son los que califican para acceder a mayores niveles de plenitud. Somos ministros desde el día que nacimos de nuevo por el Espíritu Santo y fuimos adoptados por el Padre. Quizá este nivel inicial de competencia esté limitado a servir un café o a recibir a la gente que llega a una reunión, pero las demandas de servicio en el Reino siempre estarán sujetas a nuestra capacidad para responder según el corazón del Padre.

El poder de la humildad
El Salmo 24:7-10 dice: “Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, Y alzaos vosotras, puertas eternas, Y entrará el Rey de gloria. ¿Quién es este Rey de gloria? Jehová el fuerte y valiente, Jehová el poderoso en batalla. Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, Y alzaos vosotras, puertas eternas, Y entrará el Rey de gloria. ¿Quién es este Rey de gloria? Jehová de los ejércitos, Él es el Rey de la gloria”. Otra versión habla de alzar nuestros dinteles. El dintel es la parte transversal superior del marco de una puerta. El Señor nos llama a elevarnos hacia un nivel superior, para poder manifestar un mayor caudal de su gloria a través de nuestra vida.

La clave para lograrlo se encuentra en los versos anteriores: Humildad. Esta es una palabra muy manoseada por el espíritu de religiosidad a lo largo de la historia de la Iglesia. Muchos en nuestros días confunden la humildad con un estilo de vida marcado por la pobreza o la miseria. Un corazón humilde aprendió a obedecer la voluntad de Dios. Necesitamos humillarnos primero, antes de ponernos bajo las órdenes de alguien más. En otras palabras, siempre obedecemos a otros porque así lo hemos decidido en nuestro corazón.

La obediencia
El pasaje de Filipenses 2:8-9 dice: “… y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre…”. No puede existir la exaltación, si en primer lugar no atravesamos un proceso de humillación personal que opera por medio de la obediencia. Cuando nos sujetamos a la voluntad de Dios y no evadimos nuestra responsabilidad como sus hijos, se elevará nuestra estatura espiritual (el dintel de la puerta). Somos puertas de Dios por medio de las cuales podrá manifestar niveles crecientes de su gloria. Para nosotros es imposible elevar nuestra estatura espiritual. Solo el Padre puede exaltarnos cuando decidimos dejar a un lado nuestra manera de hacer las cosas y sujetarnos a su voluntad perfecta. Dios resiste a los soberbios y exalta a los humildes de corazón. En este tiempo el Señor nos está haciendo un llamado claro a correr hacia su trono y postrarnos antes sus pies, porque es el único camino por medio del cual podremos manifestar todo lo que estableció para nosotros desde la eternidad.

Jesús tuvo que aprender obediencia hasta sufrir una de las muertes más duras, antes de ser exaltado hasta lo sumo por el Padre. La grandeza de nuestro Señor se puede ver reflejada en una de las últimas palabras que declaró sobre aquellos que lo torturaban y se burlaban de Él: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen…” (Lucas 23:34). Esta confesión solo puede surgir desde un corazón contrito y humillado, consagrado a cumplir la voluntad absoluta del Padre. Solo podemos perdonar en este nivel cuando vemos a los demás con los ojos del Padre. Jesús tenía todo el derecho de convocar legiones de ángeles que arrasaran a todos sus enemigos y demostrarles que se habían metido con la persona equivocada. Sin embargo, hacer esto habría anulado el propósito redentivo eterno por el cual fue enviado por Dios a la tierra. En otras palabras, no tenemos derecho a ser felices en el plano natural, porque nuestro gozo solo puede surgir del cumplimiento de la voluntad soberana del Padre. El único camino hacia la exaltación, pasa por humillarnos y someternos a la voluntad del Padre.

Corazones compasivos
¿Cuándo nos damos cuenta que creció nuestra estatura espiritual? Cuando somos maltratados por los ignorantes y los carnales, pero no les respondemos arrojando la misma piedra. Esto no quiere decir que debemos ser el trapo donde todos se limpian los pies y nos pasan por encima, implica desarrollar el corazón compasivo del Padre. Entonces Él podrá atravesar nuestra vida y manifestar un nivel de su gloria que antes no conocíamos. No podemos acceder a estos niveles mayores de la expresión de la vida de Cristo si nos desenfocamos ante cada persona que nos humilla, nos ataca o nos ignora. Nuestra mayor venganza ante estas situaciones es ver cómo el Espíritu Santo revierte el estado de ignorancia que oprime a esas personas y los lleva hacia la plenitud de la vida en el Reino. Nuestra lucha no es contra los creyentes carnales, sino contra los espíritus que gobiernan sus decisiones. El arma más poderosa que tenemos para lograrlo es manifestar la compasión del Señor por sus vidas. Entonces habilitamos al Espíritu Santo para que pueda intervenir en esa vida y producir el proceso de conversión. Esa es nuestra victoria y nuestra ganancia como ministros competentes en el Reino de Dios.

Necesitamos discernir las situaciones que desvían nuestra atención de nuestro llamado eterno para enfocarnos en el plano natural. Estas son las zorras que van minando las raíces de la revelación de la Palabra que alimentan nuestras convicciones como hijos de Dios. En consecuencia, nos encontraremos estancados en un mismo nivel espiritual, hastiados por la esterilidad en todo lo que emprendimos. Cuando Dios nos llama a caminar en un nivel superior de gloria y nos resistimos a corregir lo que el Espíritu Santo nos está señalando, continuaremos siendo los dueños legales del territorio asignado, pero no contaremos con la capacidad divina para que produzca en plenitud. El nivel de la manifestación de la gloria de Dios en nuestra vida depende de la altura del dintel (ser espiritual) en nuestra vida. Entonces cuando nos encontremos ante personas que nos ignoran, nos humillan o nos maltraten, responderemos según el corazón compasivo del Padre y no desde nuestros “derechos” naturales percibidos.

La felicidad
Cuando Jesús consumó su obra en la tierra, el Padre lo ungió con óleo de gozo por haber cumplido su mandato eterno (ver Salmo 45:7). ¿Cuál podría ser la causa para sentir gozo luego de haber sido torturado, humillado y martirizado en una cruz hasta la muerte? Ninguna, desde el punto de vista humano. La gente hoy reclama su derecho a ser felices dentro de las congregaciones y cuando las cosas no resultan como ellos las imaginaron, simplemente se retirarán ofendidos. Los estándares de felicidad están determinados por los valores morales de moda que están presentes en la sociedad. En otras palabras, el espíritu de este siglo se encargará de ofrecerle a la mente carnal los fundamentos necesarios para reclamar un estado de felicidad temporal. Sin embargo, los hijos de Dios vivimos en un Reino cuyo fundamento es eterno y sus valores de justicia no cambian con el tiempo.

Por esta razón un ministro competente no puede definir su estado de gozo y paz interior, según los estándares fluctuantes de felicidad que rigen la vida de la sociedad humanista, donde solo se piensa en la satisfacción personal. El apóstol Pablo cerró esta discusión con estas palabras: “… el Reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Romanos 14:17). No puede haber una causa de gozo fuera de la justicia y la paz que surgen de una vida de relación íntima con el Espíritu Santo. Las cosas que hoy determinan el estado de felicidad de nuestra alma, mañana no tendrán el menor sentido. La felicidad de un niño de 5 años se puede lograr con un caramelo, pero no es lo mismo cuando tratamos de hacer feliz a nuestra esposa en su cumpleaños. El gozo de un ministro competente se manifiesta cuando cumple la voluntad del Padre y el fruto de su vida revela que accedió a un mayor nivel de gloria. No somos ministros competentes por hacer muchas cosas, sino por hacer las cosas que Dios nos ordenó. Entonces nuestras obras estarán vivas, porque reflejan la vida de Cristo. El resultado contrario nos expondrá como ministros fraudulentos, porque predicamos una cosa y vivimos lo opuesto. Los humildes son aquellos que aprendieron a mirar a la gente con los ojos compasivos del Padre.

Mientras ministraba en lenguas, el Señor me mostró lo siguiente:
Comenzaremos a ser expuestos a situaciones humillantes donde tendremos que responder. Hacerlo según el corazón del Padre o según nuestra carne, determinará si nuestra estatura espiritual aumentó o no.

Aprenderemos a renunciar a nuestro derecho humano por causa de nuestra estatura divina.

Atravesaremos circunstancias que percibiremos como un retraso, pero el Señor las preparó para manifestar su gloria en una medida que hasta ese momento no conocíamos.

El Soberano de la gloria se manifestará a nuestro paso y seremos conocidos como ministros competentes del Reino.

Quedará expuesto en nuestras vidas que los mayores niveles de obediencia, desatarán mayores niveles de competencia para ministrar las necesidades de las personas.

No tiene sentido pensar en multitudes, cuando nuestro nivel de competencia sea mayor, la gente correrá a buscarnos. Solo debemos amar a la gente y no a los números, para que el Espíritu Santo pueda añadir a las personas que van a ser salvas.

Durante la ministración, el Espíritu Santo me entregó esta visión:
“Viene un diluvio sobre mi pueblo, una lluvia torrencial que limpiará los corazones de carne que estuvieron clamando para que me manifieste en sus vidas”.

“Puedo ver que de cada corazón bañado por las lluvias del Espíritu Santo surge un pequeño hilo de agua que corre y se une a otros, hasta que juntos forman un gran río de vida que irrumpe en la ciudad con el amor del Santo”.

“Esta lluvia que cae, limpiará los corazones de carne de todos los complejos, las limitaciones y las maldiciones que otros o aún ellos mismos, lanzaron en su contra. Se terminaron la esterilidad y la falta de productividad en mi Casa”.

“El agua limpia está limpiando la vista para que puedan ver. Es colirio para los ojos que les permitirá ver sus propias vidas y las de otros con los ojos del Padre y desde la perspectiva de su Trono”.

“El agua que está cayendo sobre los corazones de carne que están clamando, producirá amnesia sobre las experiencias traumáticas del pasado, para que puedan entrar en lo nuevo, con un espíritu y una actitud diferentes”.

“El Señor estará interviniendo directamente en los hogares, las familias, los negocios y los ministerios de sus hijos, cambiando la dirección en la que estaban estancados e improductivos, para que puedan avanzar de una manera radical. Esto demostrará que cuando nos humillamos y buscamos su rostro, el Soberano se manifestará poderosamente a favor de sus hijos”.

“No traten de buscar un punto de comparación para definir lo que estoy a punto de manifestar en medio de ustedes, porque es algo que nunca antes se ha visto. Es un fruto nuevo que extraigo de sus corazones para alimentar a la gente. No se pregunten cómo o cuando ocurrirá, solo deben disponer sus corazones para cumplir mi voluntad. Esto que se está por manifestar es una impartición de mi compasión que nunca se vio en esta ciudad”.

“Puedo ver ángeles de apertura que están pateando puertas y destrozando cerrojos antiguos para que puedan avanzar”.

“Puedo ver ángeles de gestión moviendo expedientes judiciales y trámites de todo tipo, para acelerar su sentencia a favor de mi pueblo. Este año se terminan todos los expedientes pendientes”.

“Puedo ver un ángel escribano que está certificando el cumplimiento de todo lo que Dios habló desde la eternidad sobre nuestra vida. Su rango de autoridad es mayor, porque debe velar que nada de lo que Dios habló sobre nosotros quede sin cumplimiento. Tiene en sus manos una carpeta enorme y chequea cada palabra que Dios habló sobre nosotros para certificar su cumplimiento”.

“Puedo ver una impartición nueva del Espíritu Santo sobre ustedes que desatará fuego en sus bocas y en sus manos, para realizar milagros, prodigios y señales. Será una palabra de autoridad que sale desde el trono del Señor para poner un punto final a los diseños de las tinieblas. Ocurrirán liberaciones, sanidades y aún resurrecciones dramáticas en medio de ustedes”.

“Conocerán el deleite de la justicia del Señor, porque su justicia es miel en la boca de un corazón que clama humillado ante su presencia santa”.

“El Señor está ordenando un cambio de guardia de ángeles. El peso de gloria reservada para ustedes en este tiempo demanda ángeles de mayor rango”.

“Nunca más volverán a mirar hacia atrás. Se terminaron los días del llanto y las preguntas sin respuestas. Entran en un tiempo de cumplimiento donde darán a conocer mi gloria en medio de su ciudad. Las puertas están abiertas y ya nadie podrá detener lo que fue determinado sobre ustedes”.

“Se aceleran los tiempos, porque soy el Señor del tiempo. Habrá una redención del tiempo, más allá del desgaste físico por la edad. En un año Él podrá hacer a través de nuestra vida lo que no hicimos en años”.

“Comenzaremos a ver las manifestaciones más locas que vio esta ciudad. Parecerán locas a los ojos de los hombres, porque ofenderá la mente humana, pero tienen un sentido claro en el Reino de Dios. No deben sentir vergüenza por lo que va a ocurrir, porque eso indicará que el Espíritu Santo tomó el control de las reuniones”.

“Habrá gente que entrará en servicios fúnebres e inmediatamente caerá el Espíritu Santo para consolar a todos los presentes y el ambiente se transformará en ríos de gozo y consolación”.

“Habrá encuentros cotidianos con ángeles que tendrán forma humana, pero el Espíritu Santo nos permitirá discernir el rango y el mensaje que traen para nuestra vida. Son ángeles que ministrarán codo a codo con los ministros competentes en este tiempo”.

“La adoración entrará en otro nivel y todo el programa que habían preparado quedará a un lado, porque el Espíritu Santo tomará el control”.

“La gloria del Señor se soltará en los servicios, luego se trasladará hacia los hogares y entrará en el mercado, tomando el control de todos los ambientes de una manera sobrenatural. Habrá un gran quebrantamiento en los corazones que traerá a muchos a los pies de Cristo”.

“¿Cuánto tiempo durará esto? Todo el tiempo que nos mantengamos postrados a los pies del Señor. Gente que no conocemos correrá hacia nosotros para recibir lo que nos fue entregado. Entre estos habrá gente soberbia que se acercará por curiosidad para ver qué está ocurriendo en sus reuniones. Estos serán quebrantados por la compasión del Señor y quedarán postrados a sus pies”.

“Las señales que ocurran en medio de ustedes les devolverán la esperanza a muchos generales del Ejército de Dios en esta nación, porque verán la manifestación real de todo aquello por lo cual sembraron sus vidas. Este será el fruto nuevo que el Señor estará manifestando en medio de ustedes”.

“Se eleva el alcance del nombre del ministerio, porque el Señor en persona extenderá sus alas para cobijar a multitudes que correrán a refugiarse en su amor eterno”.

“Veo olas de la manifestación del Espíritu Santo que vendrán una tras otra y todas ellas serán nuevas. Cada vez que nos preguntemos si eso es todo, vendrá una nueva ola de la manifestación de la gloria de Dios que no conocíamos”.

“Vendrán personas de todas partes a pasar tiempo con ustedes, solo para beber de la impartición de vida que recibieron del Espíritu Santo. Esas personas se irán macerados por la vida del Espíritu Santo y literalmente volverán a la vida sus matrimonios, sus familias, sus negocios y sus ministerios”.

“Durante años el Señor estuvo buscando una tierra sembrada por corazones de carne que lo busquen solo por quién es y no por lo que les puede dar. El Señor encontró ese terreno, por eso pudo meter su mano y sacar el fruto nuevo que estaba escondido para este tiempo”.

“El Señor se derramará entre ustedes sin límites, porque en lugar de pedirle que les entregue números, fama, bienes materiales o reconocimiento, solo pidieron que los limpiara con el agua limpia que brota de su corazón. El Señor les entregará todo lo que no pidieron, porque su corazón se enfocó en buscar primero la justicia de Dios”.

“Pude percibir el gozo del Espíritu Santo por todo lo que se estará manifestando, porque fue lo mismo que sintió en su corazón la mujer cuando encontró la moneda perdida”.

Esto es lo que el Señor me mostró para ustedes en este tiempo.

Los amamos y bendecimos,

Profetas Bladimiro y Magui

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