lunes, 31 de agosto de 2020

“Reciba la promesa de la fortaleza de Dios”



Por Curt Landry

¿Siente como si estuviera perdiendo las fuerzas? ¡Entonces únase a nosotros mientras descubrimos la promesa de la fortaleza de Dios y usted se pone de acuerdo con ella!

Promesas de la Palabra
Las promesas de Dios están escritas desde Génesis hasta Apocalipsis. Muchas de ellas las conocemos, por lo menos en parte. Sin embargo, al examinar la Palabra, descubrimos que son más numerosas y asombrosas de lo que podíamos imaginar.

Números 23:19 dice: “Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?”.

2 Corintios 1:20 dice: “…porque todas las promesas de Dios son en él sí, y en él amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios”.

Cada promesa de Dios es segura y a través de Él tenemos un derecho para acceder a esas promesas. Sin embargo, para hacer eso primero necesitamos conocer qué son sus promesas.

La fortaleza de Dios
Una de las promesas más hermosas que Dios nos entrega, tanto para los buenos tiempos como para los malos, es la fortaleza. No la fuerza que podríamos tener en el mundo o por nosotros mismos, sino una divina que Dios nos entrega y opera al unísono con otras bendiciones y promesas divinas como la paz, la dirección, la paciencia, etc.

Sin embargo, ¿dónde podemos aprender más en la Palabra sobre la fortaleza prometida? ¿Dónde dice la Palabra que la fortaleza es algo que podemos esperar (cuando la aceptamos y creamos un lugar para que ella repose), por la bondad y el amor de Dios? Fuerza, fortaleza y fortalecido se mencionan más de 300 veces en la Palabra. Algunas de estas hablan de la fuerza de los hombres, el enemigo, etc. Pero un gran número habla de la fuerza de Dios y cómo Él le da fuerza a su pueblo.

Salmo 29:11 dice: “Jehová dará poder a su pueblo; Jehová bendecirá a su pueblo con paz”. No es una pregunta. Es una afirmación, una promesa si lo quiere, que Dios le dará fuerza a los que creen en Él… los que lo siguen son su pueblo.

Salmo 46:1 dice: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”.

Pídala en oración
Dios nos entrega la promesa de la fortaleza por medio de su amor. Sin embargo, con frecuencia solo permitimos que esta promesa de Dios repose sobre nuestra vida en tiempos de tribulación. Sí, es en esos tiempos donde usualmente no podemos caminar sin su promesa de fuerza, pero no hay razón por la cual no podamos aceptarla todos los días. No hay límites para la fuerza de Dios, ni para su amor derramándose sobre nosotros… el único límite es cuánto de su fuerza estamos dispuestos a recibir.

2 Timoteo 4:17-18 dice: “Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por mí fuese cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyesen. Así fui librado de la boca del león. Y el Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su Reino celestial. A él sea gloria por los siglos de los siglos. Amén”.

Una de las cosas más asombrosas sobre la promesa de la fuerza de Dios y esa fuerza operando en nosotros, es que no solo nos ayudan en tiempos difíciles. ¡Nos da las fuerzas para predicar y enseñar toda su Palabra! Sí, la fuerza del Señor nos ayuda a combatir al enemigo, atravesar los tiempos de sequía y los valles de la vida… ¡pero también es una herramienta que, combinada con las promesas piadosas de Dios de coraje, osadía y más, pueden hacernos capaces de cumplir todo el propósito del Reino de Dios en la tierra!

Fuimos hechos para amar a Dios, porque Él nos ama a nosotros y a través de eso, es importante que hagamos discípulos de todas las naciones. Mientras nuestros llamados y nuestros propósitos individuales varían, este es un aspecto consistente para todos nosotros. Sin embargo, para cumplirlo, para hacer discípulos como deberíamos, necesitamos la fuerza de Dios. Esta necesidad, combinada con las pruebas que Dios sabe que enfrentaremos, comprende su deseo de darnos su fuerza.

Porque este es un deseo. Dios desea que prosperemos, seamos bendecidos y nos transformemos en una bendición. Y la fuerza, la fuerza perfecta de Dios, ¡es clave en todo lo que Él tiene para nosotros!

2 Tesalonisenses 3:3 dice: “Pero fiel es el Señor, que os afirmará y guardará del mal”.

Filipenses 4:13 dice: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.

Isaías 40:29 dice: “El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas”.

Salmo 18:1 dice: “Te amo, oh Jehová, fortaleza mía”.

Éxodo 15:2 dice: “Jehová es mi fortaleza y mi cántico, y ha sido mi salvación. Este es mi Dios, y lo alabaré; Dios de mi padre, y lo enalteceré”.

Aceptando las promesas de Dios
No importa cuál de las promesas de Dios necesita, es importante que no solo la crea, debe aceptarla. No porque sus promesas se rompan de alguna manera si no las creemos o las recibimos adecuadamente, sino porque Dios no hace nada en contra de nuestra voluntad. Dios creó cada promesa de manera intencional, sabiendo que las necesitaríamos.

Por ejemplo, veamos la promesa de la paz de Dios. Para no sucumbir ante las preocupaciones del mundo, luchar y prosperar en todo lo que hacemos, es importante que aceptemos esta promesa.  Sin embargo, esta promesa necesita ser activada de dos maneras. Una, pidiéndole a Dios que nos garantice su promesa, afirmándonos en la Escritura y en nuestra fe. Dos, creando un lugar para que habite la paz, sin alejarnos de Dios, de sus caminos o permitiendo que nuestras ansiedades, preocupaciones y temores se levanten en su camino.

En pocas palabras, para activar las promesas de Dios necesitamos aceptarlas y proveerles un lugar donde habitar.

Esto necesita darle permiso a Dios y crear un lugar para que habiten las promesas que nos imparte por su amor. Dios nos ama tanto que no nos forzará a aceptarlo a Él o a sus caminos. En consecuencia, no siempre se queda donde no es bienvenido, aunque siempre estará allí para nosotros.

Tome un cuerpo de creyentes de cualquier denominación. Dios ama a su Iglesia, pero para que puedan recibir la plenitud de lo que Él tiene, necesitan activarla dándole permiso y un lugar donde habitar. Sí, Dios continuará permitiendo que los ángeles de aquellos que asisten, vayan donde la gente vaya, incluso si es un lugar donde se permitieron las mentiras, el engaño y una atmósfera perversa... pero es poco probable que el Espíritu de Dios los visite. Después de todo, ¿el Espíritu Santo no se mueve más cuando la Iglesia está en unidad y recibe su presencia?

Debemos abrir nuestros corazones. Debemos anhelar las promesas de Dios para que fructifiquen. Sí, Dios no nos dejará o nos abandonará, incluso si nosotros lo abandonamos a Él… pero, ¿debemos esperar honestamente que se mueva en poder si le decimos que no? ¿No deberíamos anhelar todo lo que Dios tiene para nosotros, abriendo nuestros corazones, cambiando nuestros hábitos y nuestras costumbres, para crear una atmósfera para Él y buscarlo a Él y a su Reino en primer lugar?

Si estamos dispuestos a buscar a Dios, Él vendrá. Responderá. ¡Todas sus promesas estarán listas para reposar en nosotros y fluir a través de nosotros!

Rabbi Curt Landry


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