(Segunda parte)
Por Bladimiro Wojtowicz
Durante un tiempo de oración, el Espíritu Santo me impartió una visión acerca de las características que tendrá la cosecha a partir del año 2009.
“En la visión me encontraba dentro de un campo de trigo inmenso que se extendía más allá de lo que podía ver. Las espigas tenían un tamaño muy inusual, llegándome hasta la cintura. Pero mucho más inusual fue lo que vi cuando me acerqué a examinarlas con mayor detalle. Pude distinguir tres tipos de espigas diferentes, en tres estados de desarrollo y crecimiento.
Las primeras eran espigas maduras de un color dorado intenso y estaban listas para ser cosechadas. Sobresalían del resto porque eran las más altas dentro del campo.
Las segundas eran brotes que llegaban hasta la mitad de la altura de las espigas anteriores. A diferencia de las espigas maduras, estaban verdes y eran tiernas. Pude tocarlas y me di cuenta que eran muy flexibles porque no estaban secas. También estaban cargadas de granos, pero aún no estaban en condiciones de ser cosechados porque estaban verdes.
El tercer grupo de espigas llegaba hasta la mitad de las anteriores y se limitaba a un pequeño tallo verde que aún no tenía ninguna señal de fruto. A diferencia de las anteriores, eran extremadamente delicadas y al tratar de manipularlas, se dañaban con facilidad.
Como el campo tenía tres niveles de madurez diferente, era imposible realizar la cosecha con cualquier tipo de maquinaria, porque cosecharía sólo las espigas maduras y arruinaría las otras dos.
En ese momento pude oír la voz del Espíritu Santo que me decía: ‘Toma sólo los granos maduros. Tendrás que hacer la cosecha a mano, espiga por espiga. Debes tener sumo cuidado de no dañar las espigas que aún se encuentran en proceso de desarrollo porque representan las cosechas futuras’.
Comencé a hacerlo según me instruyó el Espíritu Santo hasta que me fue imposible seguir cargando la bolsa con granos y decidí regresar a mi casa para acomodar la cosecha. Cuando llegué pude ver a mi esposa en la cocina que me miraba asombrada, pero al mismo tiempo con un rostro sonriente porque sabía que en la bolsa se encontraba la cosecha que habíamos esperado por tantos años. Rápidamente dispuso toda clase de recipientes para guardar el grano para que nada se echara a perder. Nos sentíamos tremendamente agradecidos al Señor por la cosecha que habíamos esperado tanto tiempo.
Al día siguiente el Espíritu Santo me dijo que volviera al campo para seguir cosechando y así lo hice, respetando las indicaciones que me había dado el día anterior. Cuando ya no pude con la bolsa de granos, regresé a mi casa. Durante el camino, pensaba qué iba a hacer con la cosecha de ese día, porque la del día anterior ocupó todos los espacios disponibles para almacenarla.
“Todavía estarán comiendo de la cosecha del año anterior cuando tendrán que sacarla para dar lugar a la nueva” (Levítico 26:10).
Cuando entré en la casa, hablé con mi esposa y ambos comenzamos a hacer una lista de las personas con quienes podríamos compartir nuestra cosecha. El Señor nos advirtió que debíamos oírlo con sumo cuidado para no equivocarnos con los nombres que pondríamos en esa lista, ya que Él no multiplicaría nada que sembráramos fuera de su voluntad. Luego de esto comenzamos a llamar a las personas con quienes compartimos la cosecha de ese día.
Cuando regresé al campo el tercer día, me sorprendí en gran manera al ver que las espigas maduras no habían mermado y era como si no hubiera transitado nadie por el campo donde había cosechado el día anterior. Pero esta vez sucedió algo que llamó poderosamente mi atención. Cada vez que cortaba una espiga madura, los brotes verdes crecían y maduraban al instante, mientras que los pequeños, crecían hasta la medida de los segundos. En ese momento, brotaban desde el suelo brotes verdes muy tiernos. Todo ello ocurría al mismo tiempo, luego de cortar la espiga madura”. Allí el sueño llegó a su final.
En ese momento, el Espíritu Santo trajo a mi corazón la interpretación de este sueño:
El campo sembrado representa todos los actos de justicia que hicimos dentro del Reino de Dios.
Las tres clases de espigas representan los tres estados de desarrollo en los que se encuentra nuestra cosecha personal.
Los campos debían cosecharse a mano para no dañar las espigas que no estaban en condiciones de ser cosechadas porque su fruto aún no estaba maduro. También me dijo que debía mantener un contacto personal y directo con el fruto para aprender a valorarlo. Las cosechas mecanizadas no respetan esto, porque el obrero que opera la cosechadora sólo es un asalariado que desconoce el costo de la siembra.
La primicia de la cosecha era para disfrutar la dicha de la victoria con los míos, el resto de las cosechas estaban destinadas a bendecir a otras personas que Dios nos indicó. Debíamos respetar esto porque Él no avalaría las siembras que hiciéramos en personas o lugares fuera de su voluntad.
Al cosechar las espigas maduras, esto activaba de inmediato la madurez de las anteriores.
El Señor me dijo que todo esto era posible porque se había cerrado el “ciclo de las cosechas”.
“Vienen días, afirma el Señor, en los cuales el que ara alcanzará al segador y el que pisa las uvas, al sembrador. Los montes destilarán vino dulce, el cual correrá por todas las colinas” (Amós 9:13)
Al hablar de cosechas no quiero limitar el término a las finanzas; quiero extenderlo hacia todos los actos de justicia que realizamos a diario. El Señor me dijo que en este tiempo los campos que albergaron todas esas semillas de justicia que sembramos a lo largo de nuestra vida están a punto para la cosecha.
Fuimos creados para reflejar la gloria de Dios por medio de todos los actos de justicia que realizamos en obediencia a su voluntad. Por lo tanto, la cosecha que se desata a partir del año 2009 será ilimitada e indetenible, reflejando niveles cada vez mayores de la gloria de Dios en todo lo que realicemos.
Los amamos y bendecimos,
Bladimiro y Magui