martes, 9 de diciembre de 2008

“Ella quebró el frasco”

Por Catherine Brown

clip_image001Amar a otros, uno a uno

Jesús llegó a la casa de Marta, María y Lázaro, donde le habían preparado una cena en su honor (Juan 12:1). Se reunió con sus amigos amados porque los amaba. No tenía otras aspiraciones, su único deseo era obedecer a la voluntad de su Padre. La motivación del Señor no estaba fundamentada en el trabajo o en una agenda, toda su vida fluía transparentemente en adoración a Su Padre.

No estaba atado a una mentalidad de programa o actividades, hacía historia amando a cada uno en el Reino de Gracia. Mientras consideramos la simplicidad y la belleza de la misión y el mensaje del Señor, nos permite acercarnos y entrar en la Gran Comisión con un gozo y entusiasmo renovados. Todo tiene que ver con su persona y su presencia.

Como pueblo de Dios debemos aprender a honrar la presencia de Jesús y apartar tiempo para Él. Quizá damos por sentado con demasiada frecuencia las cosas que son familiares en nuestra vida diaria e inconscientemente, nos volvamos complacientes con la gente más preciosa para nosotros. Nunca debemos permitir que la maravilla de la gloria diaria de Jesús se pierda ocupándonos del quehacer, porque es en la quietud de nuestro ser que aprendemos a confiar verdaderamente en nuestro Padre celestial. Nuestra seguridad está en la condición de hijos y en la afirmación de nuestro Padre, no en nuestros dones o funciones ministeriales.

Intimidad y eternidad

Jesús era rodeado por la gente por dondequiera que iba. Saber que el Señor continúa anhelando un encuentro personal con cada uno de sus hijos, es nuestro profundo gozo y privilegio. Cuando buscamos a Dios con todo nuestro corazón, verdaderamente es un deleite y un placer para Él. La intimidad con Dios debe ser nuestra prioridad, porque surge de una clase de comunión donde nuestras vidas llegan a ser una fragancia para Jesús, lleno de su presencia y poder. Cuando estamos con Jesús, eso es evidente para nuestro entorno. El dulce aroma del Cielo es vida y luz para el mundo. Mientras cargamos la presencia de Cristo con nosotros, somos capaces de cambiar la atmósfera espiritual que nos rodea, haciendo que nuestras vidas sean el mensaje que vivimos y respiramos.

Jesús y sus amigos se sentaron en una mesa. Debe haber un lugar de encuentro en nuestras vidas donde el Señor es invitado a gobernar y reinar. ¡Su Reino está donde Él reina! Nos encontramos con el Señor para agradar a nuestro Maestro. No tiene que ver con buscar poder u obtener las respuestas a nuestras peticiones, sino con disfrutar Su presencia antes que cualquier otra cosa. La mesa nos recuerda el pacto y dibuja un cuadro del banquete celestial prometido cuando un día estaremos sentados con Cristo como Su esposa (Lucas 14:15).

Tiene que ver con el pacto

La relación de pacto es un ancla firme para nuestras almas y habla elocuentemente de la paz del Cielo cuando enfrentamos tiempos de adversidad y desafío. Dios nunca nos abandonará o desamparará y hay tiempos donde necesitamos que se nos recuerde esta verdad. La mesa del banquete es un recordatorio que nunca debemos olvidarnos de los pobres (Lucas 14:13) y los pródigos (Lucas 15:31-32), allí descansa la perla de gran precio.

El manto sacerdotal nos es dado en primer lugar para servir y ministrar a nuestro Dios y Padre (Apocalipsis 1:6) para luego llevar a las naciones de una manera desinteresada y devota ante el trono de la Gracia por todo lo que Jesús hizo en nuestra vida (1 Pedro 2:9).

Al ministrar a los pobres y quebrantados de corazón de la sociedad, encuentro cada vez más que Jesús cautiva mi corazón por estos preciosos. Llegó el momento cuando llegué a ser más consciente del olor a orina y la inevitable suciedad de los indigentes más que de sus almas cansadas, pero le pedí a Jesús que permitiera que mi vida sea una fragancia y, uno a uno, mientras buscamos a los perdidos, me está enseñando a temer menos y a confiar más en Él. Simultáneamente, las distracciones como el olor y la mugre son cada vez menos perceptibles para mi frágil humanidad y mi espíritu se regocija en obediencia a nuestro Rey.

Mientras nos sentamos juntos en los bancos de un parque o en las salas de una prisión, me doy cuenta cuán profundo es el amor de mi Padre por la humanidad y cuánto anhela atraer a cada hombre, mujer y niño hacia sus brazos eternos. Cómo anhelo hallar un lugar en el corazón del Padre donde mi corazón pueda latir continuamente sintonizado con el suyo. Le doy gracias a Dios que somos transformados a su imagen con cada lección de amor.

“…Rompió el frasco…(Marcos 14:3)

María quebró el frasco (Marcos 14:3) y derramó el perfume costoso sobre la cabeza de Jesús. Creo que debe haber un lugar de quebrantamiento en nosotros antes de poder romper con viejas maneras de pensar, patrones de pensamiento y reacciones, un lugar donde nuestras defensas son derribadas y las distracciones y obstrucciones removidas por la sangre de Jesús, para que sólo pueda haber un “sí” como respuesta a cada cosa que Él nos pida. Una apertura del Reino fluye en nosotros desde el quebrantamiento santo.

El quebrantamiento a través de Cristo tiene que ver con la transformación por medio del Espíritu Santo. Requiere tiempos de confianza y prueba para que se produzca la gracia redentiva en nuestras mentes y corazones. En mi caminar con Jesús, pude ver que se manifiesta una unción fresca con cada encuentro. Los encuentros con Cristo son tiempos que traen a la superficie las cosas que están ocultas en nuestra vida, sean pecados o algunas áreas que Dios desea transformar. Jesús busca podarnos continuamente para que podamos llevar mucho más fruto.

Una de mis experiencias recientes con el Señor incluyó una prueba muy dolorosa en nuestro círculo familiar donde Jesús me permitió atravesar la traición. Una de las partes más preciosas de mi vida se quebró y la entregué como una ofrenda de amor para Jesús. Había lágrimas en mi ofrenda y le agradecí a nuestro Señor que este proceso doloroso limpiara mi corazón para que sea más como el Suyo. ¡Qué poder hay en su amor incondicional! Como afirma el escritor de Cantares, el amor de Dios es indetenible e inextinguible.

“…Grábame como un sello sobre tu corazón; llévame como una marca sobre tu brazo. Fuerte es el amor, como la muerte, y tenaz la pasión, como el sepulcro. Como llama divina es el fuego ardiente del amor. Ni las muchas aguas pueden apagarlo, ni los ríos pueden extinguirlo. Si alguien ofreciera todas sus riquezas a cambio del amor, sólo conseguiría el desprecio…” (Cantares 8:6-7)

Una cosa

María demostró una rendición absoluta al derramar su vida sobre Cristo, entregándole una ofrenda que valía más que los años de salarios. María no le entregó un perfume ordinario, sino uno extremadamente costoso. ¿Seríamos tan rápidos para decir que sí cuando el Señor nos pida que entreguemos años de salarios cuando nos lo pida? ¿Qué sucedería si el Señor nos pide que le entreguemos aquello que más nos cuesta? ¿Vivimos un estilo de vida de adoración que le permite a Dios acceder a todo lo que somos y a todo lo que tenemos en Él o nos rehusamos ante nuestro Rey? María sólo se enfocó en hacer lo único que pudo para bendecir Su corazón. Amar a Cristo llegó a ser mucho más complicado de lo que Él diseñó desde un principio para sus hijos. Nuestro Padre también sabe qué necesitamos antes de pedirlo y todo lo que nos pide que hagamos es buscar Su Reino y Su justicia en primer lugar, luego todas nuestras necesidades serán satisfechas.


“...Y la casa se llenó de la fragancia del perfume(Juan 12:3)

La plenitud fluye desde Su presencia porque a los pies de Cristo, nuestros corazones responden a Dios y confían más en Él. Mientras crecemos en el conocimiento de Dios, experimentamos nuestra transición y madurez como discípulos. Ya no reclamaremos nuestro propio camino, recibimos el gozo con madurez al rendirnos viviendo y entregándonos a Sus caminos. Dios quiere darnos un enfoque singular del Reino, donde Su pasión y Su corazón llegan a ser nuestra obsesión santa, amándonos entre nosotros mientras la entrega llega a ser una realidad bendita. Agradar a nuestro Padre es sencillo cuando nos damos cuenta que Él se deleita en nosotros y lo agradamos por nuestra fe sobre la tierra.

Considere sólo por un momento el valor que nuestro Padre le asignó a cada uno al sacrificar la vida de Su Hijo, derramándose como una fragancia eterna para limpiar todo nuestro pecado, sanar todas nuestras enfermedades y quebrar la maldición de la pobreza. Que nuestros corazones vuelvan a ser cautivados por Cristo, mientras apreciamos el precio que pagó para que pudiéramos vivir y tener vida en abundancia. Jesús fue ungido por una razón: ¡nuestro Padre quiere que Su casa se llene!

“Les aseguro que en cualquier parte del mundo donde se predique el evangelio, se contará también, en memoria de esta mujer, lo que ella hizo” (Marcos 14:9)

María tenía un testimonio hermoso y poderoso para compartir con el mundo y, mientras aspiramos a un estilo de vida de adoración, ¡así será! Debemos tener un testimonio para compartir y mientras abrimos nuestros corazones y nuestras bocas, la fragancia del Evangelio de Jesús se soltará a nuestro alrededor, transformando, salvando y sanando al mundo.

¡Que su vida sea la fragancia de Jesús!

Catherine Brown

No hay comentarios: