martes, 13 de julio de 2010

“Estoy abriendo las realidades de revelación y muchos verán el blindaje Celestial”

Por Theresa Phillips

clip_image002Durante un momento particular en el tiempo, me vi atrapada en un mundo de cosas nunca vistas. Es una realidad mística y maravillosa, me vi a mí misma transportada hacia un lugar de proporciones no naturales. Lo llamé el “tabernáculo de Dios en los Cielos”. La presencia era poderosa, me llenó más allá de mi propia imaginación y repentinamente me vi parada sobre una superficie llena de una atmósfera de gracia y poder.

Fabricación de la armadura Celestial

Directamente ante mí había una columna enorme de ónice negro. Estaba asombrada por su belleza. Ese negro era un color que nunca antes había visto, por eso tenía mucha curiosidad. El Espíritu me dirigió a mirar la base de la columna, donde mis ojos se fijaron con fascinación. Mi espíritu se excitó y se llenó de temor al mismo tiempo. Un temor santo llenó mi ser. Pude ver una bóveda llena de numerosas luces de colores. Esta luz iluminaba desde la bóveda. Instantáneamente, me encontraba dentro de ese túnel.

Mis ojos fueron traspasados por los eventos que ocurrían delante de mí. Estaba de pie en un cuarto similar a una fábrica. Delante de mi había un fuego con fuelles enormes que se movían sobre el. Había varias figuras fuertes trabajando. Tenían túnicas blancas y cinturones oscuros negros. Sus brazos eran masivos, su piel de un color ámbar, pero su tamaño no era muy grande, estos seres eran algo robustos. Eran humildes y extremadamente poderosos, aunque se movían con gracia.

La presencia que me llevó allí por el Espíritu estaba a mi izquierda. Mientras volteaba mi cabeza hacia la derecha, pude ver un escudo apoyado en un objeto cerca de la superficie de este lugar asombroso. Instantáneamente, el escudo estaba sobre mi propio pecho y relucía como si estuviera hecho con diamantes.

Luego uno de los seres robustos vino hacia mi con una espada que extrajo del fuego. Me dijo que abriera mi mano izquierda. Puso la espada en mi mano izquierda y tomó las medidas de mi mano, luego regresó al fuego donde se movían los fuelles, pero nunca me dijo una sola palabra.

Mientras miraba el fuego, pude ver algo que permitió que mis ojos vieran más allá. Estaba viendo el exterior de la columna. Lo que percibí como una columna sólida, ahora era una coraza transparente. Parado fuera de esa columna había un ejército con una armadura brillante y poderosa. Tenía todas las armas que necesitaba para ganar la guerra. Más armamento que cualquier hombre podría contar. La armadura atrajo mi atención. En mi mente me preguntaba, ¿por qué allí había tantas piezas de la armadura?

La armadura de Dios

La presencia que me acompañó comenzó a decirme que esta era la misma armadura que Dios le entregó al hombre en el libro de Efesios:

La armadura de Dios

“Por último, fortalézcanse con el gran poder del Señor. Pónganse toda la armadura de Dios para que puedan hacer frente a las artimañas del diablo. Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales. Por lo tanto, pónganse toda la armadura de Dios, para que cuando llegue el día malo puedan resistir hasta el fin con firmeza. Manténganse firmes, ceñidos con el cinturón de la verdad, protegidos por la coraza de justicia, y calzados con la disposición de proclamar el evangelio de la paz”.

“Además de todo esto, tomen el escudo de la fe, con el cual pueden apagar todas las flechas encendidas del maligno. Tomen el casco de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios. Oren en el Espíritu en todo momento, con peticiones y ruegos. Manténganse alerta y perseveren en oración por todos los santos. Oren también por mí para que, cuando hable, Dios me dé las palabras para dar a conocer con valor el misterio del evangelio, por el cual soy embajador en cadenas. Oren para que lo proclame valerosamente, como debo hacerlo” (Efesios 6:10-20).

Pregunté, “¿por qué toda esta armadura estaba justo aquí?”

Luego me dijo, “esta es una armadura física, no sólo espiritual. Esta es la armadura que los santos aún no se colocaron. Está diseñada exclusivamente para mis hijos en batalla. Es sólo para ellos. No hay dos iguales. Cada persona encaja perfectamente en esta armadura para protegerlos para las tareas que tengo para ellos”.

Pregunté, “¿por qué no supimos esto antes?”

Me dijo, “está en la misma Palabra que lees, pero aún no recibiste la revelación de ello. Estoy abriendo las realidades de revelación de mis lugares secretos y muchos comenzarán a ver estas armaduras celestiales”.

La armadura espiritual y física de Dios

Mientras averiguaba por esta “armadura de Dios”, me pregunté algo más: Si era física, ¿cómo podríamos usarla en la tierra? ¿Cómo era posible? ¿Cuál es el método?

Luego volví a mirar y pude ver algo asombroso. Esta armadura era atractiva, en rango y significado. Era inamovible. Era fuerte, fiera y brillante. Luego comencé a llorar, porque supe instantáneamente qué era lo que el Espíritu me quería comunicar. La armadura física es la unidad de la Iglesia, establecida en los cielos antes de la fundación del mundo y era brillante, fiera y fuerte.

Aún es creada a diario en el taller de los forjadores del Cielo con revelaciones y avenidas creativas para la prosperidad, para ayuda y para cada uno, donde se prefiere al prójimo por encima de uno mismo. Promoviendo el Reino de los Cielos de tal manera que podemos creer la Escritura de Daniel 2:44: “En los días de estos reyes el Dios del cielo establecerá un reino que jamás será destruido ni entregado a otro pueblo, sino que permanecerá para siempre y hará pedazos a todos estos reinos”.

Sí, es la armadura física y espiritual, unida en una sola. Es el Cuerpo de los creyentes en Espíritu y Verdad, donde cada uno conoce para qué está destinado. Cada uno trabaja junto para alcanzar a los perdidos, moribundos, quebrantados, mutilados, temerosos y rechazados. Esta es la armadura de Dios, la extensión de su santa mano, trayendo justicia y rectitud.

La Iglesia, moviéndose como uno, vestida con la armadura celestial, es el lado físico moviendo su Reino, donde somos más que conquistadores, porque dos mitades hacen toda la armadura.

Theresa Phillips

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