Por Kathi Pelton
“… si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla y ora, y me busca y abandona su mala conducta, yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré su pecado y restauraré su tierra” (2 Crónicas 7:14).
Observar las noticias de la tarde es suficiente para conmover a la persona más dura. Oímos reportes sobre guerras civiles, terrorismo y guerra química contra personas inocentes. Sin embargo, necesitamos conservar la cordura porque Dios nos entregó una promesa y una clave para ver la sanidad sobre nuestras naciones.
Durante muchos años tuve el honor de viajar con un equipo que organizó reuniones en muchas naciones. Pude ver más de 10000 personas reuniéndose para adorar a Dios. Juntos se humillaban para orar, buscar al Señor y arrepentirse. Observé sanidades que se manifestaban sobre grupos de personas cuando adoraban en unidad de corazón de una manera que sólo podía ser sobrenatural. Pude ver corazones transformados, enemigos que se reconciliaban y puentes de perdón que parecían imposibles de extender.
Durante los últimos años decidí no viajar para poder enfocarme en mi propia familia. Nuestros hijos estaban atravesando la etapa difícil de la transición desde la juventud hacia la madurez (graduaciones, colegio, bodas y el nacimiento de nuestro primer nieto). Recientemente me encontré luchando con una sensación de no tener un lugar o una voz en lo que Dios estaba haciendo en las naciones. Luego recordé el pasaje de 2 Crónicas 7:14 donde dice que todos tenemos un rol importante que desempeñar en la sanidad de nuestra tierra y las demás naciones. En la medida que nos humillemos, oremos, busquemos su rostro y nos volvamos de nuestros pecados, permitiremos que fluya la sanidad.
¡Somos significantes!
Es fácil sentirse conectado con lo que Dios está haciendo cuando estamos junto a miles de hermanos viéndolo moverse con nuestros ojos. Pero cuando estamos a solas en nuestro hogar, podremos llegar a sentirnos un tanto desconectados. Quizá usted se encuentre en el mercado todo el tiempo haciendo cosas que parecen simples o insignificantes. Quizá sea una madre con hijos pequeños y sus días están llenos de reconfortantes llantos de bebé, platos que lavar, hacer sándwiches, planchar montañas de ropa y terminar su día exhausta, lista para darle el beso de las buenas noches a su esposo. Quizá sea un joven que piensa que nadie lo está oyendo.
Sin importar quién sea, ¡Dios lo está oyendo! Yo tuve todas estas cosas: trabajé full time como ama de casa, me quedé en casa para criar a mis hijos pequeños y fui una joven (aunque eso ocurrió hace 25 años). La única condición para ser un instrumento de Dios para sanar la tierra, está basada en lo siguiente: ¡Ser parte de su pueblo! Si es parte del pueblo de Dios, está en condiciones de transformar una nación y hacer historia. Si cada creyente siguiera las instrucciones de 2 Crónicas 7:14, piense qué ocurriría en sus casas, en sus ciudades o en sus naciones.
La distracción es una de las principales estrategias del enemigo para impedir que el pueblo de Dios siga las instrucciones de este verso. Él se agrada en arrojar negocios, caos y circunstancias adversas sobre nuestra vida para que dejemos de orar. Lo interesante es que si nos tomáramos el tiempo para humillarnos, orar y buscar el rostro del Señor para volvernos de nuestros pecados, incluso nuestras circunstancias personales se sanarían.
¡No somos insignificantes!
Si forma parte de esta fuerza de trabajo a tiempo completo, entonces puede ayudar a sanar su tierra mientras conduce al trabajo o si se mantiene en oración a lo largo del día. Si es un ama de casa, puede orar mientras lava los platos o hace sándwiches. Si es una persona joven, entonces puede usar esa tremenda energía para orar y usar su tiempo para apartarse de cualquier camino de perversión que pudiera cruzar por su mente, antes de entrar en los años de su madurez.
¿Dios usa las reuniones masivas para quebrar las fortalezas que están sobre una nación? ¡Sí! Pero Dios sana la tierra para recibir esa apertura por medio de su pueblo que vive en ese territorio. Estamos destinados a preparar el terreno para recibir lo que envíe el Señor.
Este es el tiempo
Este es el tiempo para que el pueblo de Dios se sacuda la sensación de insignificancia que lo conduce hacia la apatía. En lugar de señalar con nuestros dedos a los líderes de nuestra nación y a aquellos que están en autoridad, debemos ser conscientes que somos nosotros, el pueblo de Dios, quienes traeremos sanidad a la tierra. Dios está oyendo y listo para moverse, perdonar y oír las oraciones de su pueblo. Nos liberó de nuestros propios pecados para que la tierra pudiera ser purificada.
Existe un efecto de ola en los gobiernos, pero también se produce una gran ola cuando las personas se humillan y oran, buscan al Señor y se arrepienten de sus pecados. El avivamiento que vemos en las reuniones masivas comienza en las vidas de las personas que siguieron esta verdad.
¡Juntos podremos ver cómo Dios sana nuestra tierra!
Kathi Pelton
(www.elijahlist.com)
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