Por Wade E. Taylor
“Y mucha gente lo seguía, porque veían las señales milagrosas que hacía en los enfermos” (Juan 6:2).
“Al atardecer se le acercaron sus discípulos y le dijeron: Éste es un lugar apartado y ya se hace tarde. Despide a la gente, para que vayan a los pueblos y se compren algo de comer. No tienen que irse, contestó Jesús. Denles ustedes mismos de comer” (Mateo 14:15-16).
Cinco panes y dos peces
Felipe los habría enviado al restaurant de comida rápida en la villa cercana. Andrés mencionó a un “muchacho” que tenía algo de comida, pero sólo eran “cinco panes y dos peces”. Jesús les había dicho a sus discípulos que alimentaran a todos los que tenían hambre. Inmediatamente, estos discípulos comenzaron a expresar las razones por las cuales no podían alimentar a los hambrientos. Con detalle explicaron que no eran capaces de hacer eso, porque no tenían los recursos adecuados. Es muy importante reconocer que Jesús sabía que no tenían los medios suficientes para alimentar a esa multitud.
“Esto lo dijo sólo para ponerlo a prueba, porque él ya sabía lo que iba a hacer” (Juan 6:6).
A menudo el Señor nos pide que vayamos más allá de nuestras habilidades. Nuestra respuesta habitual es expresar nuestras limitaciones, sin darnos cuenta que Jesús nos está pidiendo que pongamos nuestras habilidades limitadas en sus manos para que pueda multiplicarlas.
Por tanto, respecto a estos cinco panes y dos peces, Jesús dijo: “Tráiganmelos acá, les dijo Jesús” (Mateo 14:18). Una vez que los recursos limitados de los discípulos reposaron en sus manos, Jesús los multiplicó y alimentaron a la multitud hasta saciarla. Más tarde, Jesús les preguntó: “¿Recuerdan los números?”. Volvieron a repetir, “cinco panes, dos peces y doce cestas llenas” (Mateo 16). Estos números revelan un principio que comenzará a operar en estos últimos días.
El “muchacho” habla de nuestra falta de recursos para enfrentar los tiempos de una creciente tribulación durante el cierre de esta era. Los “cinco panes” hablan de la “gracia y la sabiduría” protectoras que el Señor nos dará. Los “dos peces” revelan el principio de la obediencia, porque no podemos obedecer a menos que exista una alternativa. Por medio de la gracia y la obediencia se revelará su gloria. Hubo 12 cestas llenas, más allá de lo que necesitaban. Este número habla de “gobierno divino”.
Una realidad superior de identificación con Él
Quizá esta fue la mejor comida que comió esa multitud. Pero horas más tarde regresaron buscando una repetición del milagro. Jesús los rechazó y les habló una palabra de corrección. Les dijo que debían buscar su satisfacción en un nuevo nivel. Luego Jesús les ofreció su misma vida para la comieran.
“Yo soy el pan vivo que bajó del cielo. Si alguno come de este pan, vivirá para siempre. Este pan es mi carne, que daré para que el mundo viva” (Juan 6:51).
Con gozo recibieron el milagro de multiplicación en el nivel básico de experiencia, pero rechazaron el nivel más elevado de identificación con Él.
“Cuando Jesús alzó la vista y vio una gran multitud que venía hacia él, le dijo a Felipe: ¿Dónde vamos a comprar pan para que coma esta gente?” (Juan 6:5).
Si somos perceptivos, descubriremos que este principio espiritual está operando en nuestra vida ahora mismo. Dondequiera que el Señor nos mueva en cualquier medida de provisión o sanidad, su intención es llevarnos más allá, hacia una realidad mayor de identificación con Él.
Jesús fue capaz de explicar el medio de lo que proveería más tarde, por medio del cual participamos de “su carne y su sangre”. Esto fue porque aún no había llegado al Getsemaní, donde bebería la copa de nuestro pecado como preparación para su sacrificio en la cruz del Calvario. Porque en su resurrección se transformaría en el “acelerador que traería la vida del Espíritu”, la misma fuente de vida eterna de la que participamos. Jesús estaba mirando hacia adelante en el tiempo cuando se paró en la puerta de nuestro corazón, golpeando para que le permitamos entrar y poder cenar con nosotros. Entonces nos volveremos hacia Él, participando de su vida y su sangre.
“Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3:20).
Participando de su vida
Cuando alimentó a la multitud en el nivel más básico, trataron de forzarlo para que fuera su Rey, pero en el nivel superior lo rechazaron. Por tanto, Jesús se quedó sólo a la puerta, esperando que alguien le responda (si alguien lo escucha). Hoy demasiados cristianos están satisfechos con las bendiciones y provisiones espirituales en el primer nivel y no están buscando entrar en una relación personal con el Señor, donde participarán de su propia vida.
Existe una profundidad en la revelación y el entendimiento espiritual donde el Señor nos quiere llevar que involucra participar de su propia vida. Esto nos llevará a identificarnos con Jesús en la “participación de sus sufrimientos”, incluyendo ser rechazados e incomprendidos. Pero también nos lleva a una profunda satisfacción y realización que sólo los que participan de su vida pueden comprender.
“Lo he perdido todo a fin de conocer a Cristo, experimentar el poder que se manifestó en su resurrección, participar en sus sufrimientos y llegar a ser semejante a él en su muerte” (Filipenses 3:10).
Muchos responderán cuando las bendiciones estén fluyendo, pero cuando llegue el tiempo de “comer la carne del Señor” dirán “esta palabra es dura de oír”, y luego desaparecerán. El Señor está hablando de participar de la característica fundamental de su vida: Dar la vida por otro. Muchos recibirán las bendiciones que Él les ofrece, pero pocos se identificarán con sus sufrimientos.
El propósito de esta revelación de Jesús hacia nosotros como una persona con sentimientos, es para brindarnos la experiencia de conocerlo personalmente. Entonces seremos capaces de identificarnos con Él a la hora de entregar nuestras vidas por otros.
En esta última hora, el Señor aún sigue buscando a aquellos que anhelan ir más allá de las bendiciones superficiales, para entrar en el lugar donde se identificarán con Él “participando de sus sufrimientos”.
Aquí, en la intimidad y la comunión profunda con Jesús, comenzaremos a participar de una identificación intercesora con Él, donde podremos vivir y hacerla conocer a través de nuestras vidas.
Wade Taylor
(www.elijahlist.com)
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