Por Robin McMillan
El primer sermón registrado de Jesús se basó en Isaías 61:1: “El Espíritu del Señor omnipotente está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres…”.
En los versos subsiguientes, Jesús articula los otros beneficios de esa unción: “… a pregonar el año del favor del Señor y el día de la venganza de nuestro Dios, a consolar a todos los que están de duelo, y a confortar a los dolientes de Sión. Me ha enviado a darles una corona en vez de cenizas, aceite de alegría en vez de luto, traje de fiesta en vez de espíritu de desaliento” (Isaías 61:2-3).
Los que la reciban se transformarán en robles de justicia. Isaías 61:3 dice: “Serán llamados robles de justicia, plantío del Señor, para mostrar su gloria”. El profeta Isaías identificó el objetivo final de esta unción.
Los nuevos ungidos serían los que “reedificarán las ruinas antiguas”, “restaurarán los escombros de antaño”, “repararán las ciudades en ruinas” y “los escombros de muchas generaciones”.
Una vida fundamentada en la presencia
Isaías también hizo una afirmación radical sobre el sacerdocio. En sus días sólo los que nacían en la tribu de Leví podían ser sacerdotes, aunque Isaías profetizó: “Pero a ustedes los llamarán ‘sacerdotes del Señor’, les dirán ‘ministros de nuestro Dios’” (Isaías 61:6). Los padres les ponen nombre a sus hijos cuando nacen. Isaías prometió que los que fueron completamente restaurados por la unción estarán autorizados a establecer una nueva clase sacerdotal. Esta clase estará basada en recibir una nueva vitalidad espiritual, caracterizada por una restauración que sólo los verdaderos padres de un nuevo orden poseen llamada “paternidad”.
¡Este es un nuevo orden y el más elevado del sacerdocio!
Esas personas crearían un nuevo orden de espiritualidad caracterizado por un “estilo de vida fundamentado en la presencia del Espíritu Santo”. Jesús modeló este estilo de vida y lo declaró cuando dijo: “El Espíritu del Señor está sobre mí”. Esto mismo ocurriría con los que reciban la plenitud de su ministerio. Los que vemos esta verdad, la creemos y calificamos para andar en ella, nos transformaremos en los que pueden establecer una comunidad de gente fundamentada en la presencia, con el potencial para restaurar ciudades completas.
Debemos establecer nuestra visión mucho más arriba que en el pasado. La unción no es algo que tenemos simplemente para celebrar grandes reuniones o ver a la gente sanada y liberada de una manera sobrenatural. Su meta máxima es transformar las sociedades. No debemos esperar menos que eso. Si lo hacemos, habremos denigrado nuestro capital espiritual.
Se están desarrollando unas experiencias de gloria y encuentros con Dios que tienen un potencial mucho mayor del que jamás imaginamos. Su propósito es crear un despertar nacional que transformará los EEUU. Quizá no seamos una nación post-cristiana. De hecho, quizá seamos una nación pre-cristiana. No podemos trabajar por menos que eso. ¡Nuestros mejores días están por delante!
Robin McMillan
(www.elijahlist.com)
No hay comentarios:
Publicar un comentario