Por Jeff Jansen
Quiero compartir algunas impresiones sobre la sabiduría oculta de vivir ante el trono. E.W. Kenyon dijo una vez: “Estamos identificados con Cristo en todo lo que Él es, fue o será. Nuestro enemigo puede ser terco y resistirnos, pero nuestra voluntad es firme y venceremos, literalmente cargaremos contra el enemigo en el Nombre de Jesucristo para conquistar todas las cosas. El enemigo puede resistir por un tiempo, pero terminará rindiéndose”.
1 Corintios 2:7-10 dice: “Más bien, exponemos el misterio de la sabiduría de Dios, una sabiduría que ha estado escondida y que Dios había destinado para nuestra gloria desde la eternidad. Ninguno de los gobernantes de este mundo la entendió, porque de haberla entendido no habrían crucificado al Señor de la gloria. Sin embargo, como está escrito: Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente humana ha concebido lo que Dios ha preparado para quienes lo aman. Ahora bien, Dios nos ha revelado esto por medio de su Espíritu, pues el Espíritu lo examina todo, hasta las profundidades de Dios”.
Esta sabiduría no estuvo escondida de nosotros sino “para” nosotros. Estuvo escondida para que nos pudiera ser revelada para nuestra gloria. El Espíritu Santo vino a nuestra vida para que podamos cumplir la tarea continua de descubrir estas riquezas para nosotros. Se deleita en llevarnos hacia estas realidades celestiales. El Padre nos impartió el Espíritu Santo para que podamos conocer las riquezas que nos entregó. El apóstol Pablo nos dice que las cosas están temporalmente ocultas y sólo las veremos por medio de la revelación, por eso debemos ser cuidadosos sobre los lugares hacia dónde dirigimos nuestra atención.
“No hay nada escondido que no esté destinado a descubrirse; tampoco hay nada oculto que no esté destinado a ser revelado. El que tenga oídos para oír, que oiga. Pongan mucha atención, añadió. Con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes, y aún más se les añadirá” (Marcos 4:22-24).
Pablo dijo que la medida de pensamiento y estudio que tenemos, aún la verdad de oír, será la medida de virtud y conocimiento que regresará hacia nosotros. En Colosenses 3:1-3, Pablo también nos alienta a fijar nuestra atención en las cosas de arriba. Debemos mantenernos enfocados en la “vida de arriba”. Si mantenemos nuestro enfoque en la realidad de abajo, Pablo afirma que este será el grado de virtud (poder) y revelación (conocimiento) que regresaría hacia nosotros.
Cuando nuestra atención está en el cuarto del trono, todo lo que es accesible en esa realidad, viene sobre nuestra vida sin medida. Pablo nos alienta con fuerza a mantener en el centro de nuestros pensamientos la realidad que “ya que han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios” (Colosenses 3:1).
Mantos pasados, presentes y futuros
Años atrás, mientras esperaba en el Señor, fui trasladado hacia un encuentro celestial que impactó grandemente mi vida y me hizo ver la realidad de mi destino, elevándome dentro de ella. En ese encuentro el Señor vino y me tomó de la mano como si fuera un niño, guiándome hacia lo que parecía un gran depósito en el Cielo.
Mientras estaba en ese lugar, pude ver lo que parecían ser percheros que se extendían por toda la sala. Colgados de esos percheros había vestiduras que parecían ropas blancas. Mientras avanzaba en esta visión, pude ver que había nombres escritos sobre cada una de estas ropas. Pude ver los nombres de Elías, Samuel, Jeremías, Eliseo, Juan Wesley, Carlos Finney, Maria Woodworth Etter y muchos más. Este vestuario era el cuarto de los mantos donde se encontraban los mantos de los que lideraron avivamientos y los profetas del pasado.
Luego pude oír al Señor que decía: “Elige uno y te lo daré”. Miraba los mantos en este cuarto con los nombres sobre los armarios y consideraba seriamente tomar el manto de Enoc. Cuando abrí mi boca para hablar, respondí: “Oh Señor, tú sabes cuál debo tomar”. Cuando más adelante le comuniqué este encuentro a Bob Jones, me dijo: “Muchacho, esa es la mejor respuesta que pudiste darle al Señor. Le permitiste elegir en tu lugar”. Inmediatamente, en la visión el Señor estaba de pie ante mí y yo tenía un mortero y un pisón como los que usan los farmacéuticos para moler las medicinas. El Señor me entregó tres píldoras y me dijo que las moliera. Mientras molía las tres píldoras, el Señor me dijo: “Estas tres píldoras son los mantos del pasado, el presente y el futuro”.
El Señor no sólo me estaba ofreciendo esa sabiduría escondida a mí, sino a todos los que comparten el derecho con Él a su trono. Todos los mantos pasados, presentes y futuros se están derramando sobre una generación gloriosa de creyentes entronizados para prepararlos para la mayor cosecha de almas antes de la segunda venida de Cristo.
Necesidad de visión espiritual
Esta generación necesita ver una demostración de poder y gloria. Cuando el poder de la resurrección vive en nosotros, el mundo que nos rodea debe cambiar. Dios está derramando su gloria sobre una compañía de vencedores que compartan el trono con Él. Hay una invitación para que entremos en una unión íntima con Jesús que nos elevará hacia la gloria de su presencia donde podemos compartir en su herencia con Él. Sin embargo, no podemos caminar en lo que no conocemos. El deseo de Pablo para los Efesios era que el Padre les diera “el Espíritu de sabiduría y de revelación, para que lo conozcan mejor. Pido también que les sean iluminados los ojos del corazón para que sepan a qué esperanza él los ha llamado, cuál es la riqueza de su gloriosa herencia entre los santos…” (Efesios 1:17-18).
Pablo les dijo a los Corintios que en Cristo, el velo que cubría a los judíos cuando leían las Escrituras había sido removido (vea 2 Corintios 3:13-18). Así es como un creyente del nuevo pacto lee la Palabra. En la medida que leemos la Palabra con la ayuda del Espíritu Santo, vemos la gloria del Señor revelada y somos transformados. La revelación de esta gloria del Señor nos hace ver que estamos entronizados con Él a la diestra del Padre, muy por encima de todos los poderes de este tiempo y del tiempo que vendrá.
Entronizados con Él
En la medida que apreciamos la victoria total de su resurrección, nos damos cuenta de la derrota total de las tinieblas. Pablo lo describe de la siguiente manera: “… Dios ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y lo sentó a su derecha en las regiones celestiales, muy por encima de todo gobierno y autoridad, poder y dominio, y de cualquier otro nombre que se invoque, no sólo en este mundo sino también en el venidero. Dios sometió todas las cosas al dominio de Cristo, y lo dio como cabeza de todo a la Iglesia” (Efesios 1:20-22).
Jesús fue elevado por encima de todo principado y gobierno, dominio y poder. Recibió toda la autoridad en el Cielo y en la Tierra. La Iglesia está a punto de entender que ahora Él tiene toda la autoridad en la tierra. Las tinieblas son completamente anuladas por la luz. La mayoría de la Iglesia es demasiado grande para un demonio. Necesitamos una perspectiva fresca. Cada manifestación del poder maligno es un ejercicio de autoridad ilegítima.
Jesús avergonzó a todos los principados y poderes, demostrado cuando el Padre levantó al Hijo de la muerte y lo sentó a su misma diestra en lugares celestiales “…muy por encima de todo gobierno y autoridad, poder y dominio, y de cualquier otro nombre que se invoque, no sólo en este mundo sino también en el venidero. Dios sometió todas las cosas al dominio de Cristo, y lo dio como cabeza de todo a la Iglesia” (Efesios 1:21-22)”.
Los demonios no tienen ningún derecho de reinar en la tierra. El Cuerpo de Cristo tiene la autoridad final y muchos están comenzando a manifestarla. Pablo procede a mostrarnos en Efesios la relación entre lo que ocurrió con Cristo en su resurrección y lo que ocurrió con nosotros.
Juntos con Cristo y en Él, Dios nos levanta y nos sienta en el trono en la realidad celestial. El Padre nos entronizó con Cristo. Cuando levantó a Cristo, también nos levantó a nosotros. Sólo podemos entender y recibir estas realidades por revelación. Nuestras mentes no pueden describirlas de una manera lógica, pero nuestro espíritu recreado sí lo puede hacer. Debemos recibir y abrazar estas realidades.
Transformándonos en un trono de honor y gloria
La mayoría de nosotros estamos muy familiarizados con el pasaje de Isaías 22:22 y lo oímos aplicado a situaciones muy diferentes: “Sobre sus hombros pondré la llave de la casa de David; lo que él abra, nadie podrá cerrarlo; lo que él cierre, nadie podrá abrirlo”. Sin embargo, si continuamos leyendo veremos que en el verso 23 dice: “Como a una estaca, lo clavaré en un lugar firme, y será como un trono de honor para la dinastía de su padre”.
Isaías vio una compañía de creyentes que serían como una estaca o un clavo firmes donde alguien podría colgar un manto. Sin embargo, aquí se establece algo más interesante. Las Escrituras dicen que esta persona será un “trono de honor y gloria”. ¿Quién será un trono de honor y gloria? Aquel sobre quien reposa la llave de la casa de David. Esta persona será una puerta sobrenatural para que la atraviese todo lo celestial. Aún más que eso, dice que será un trono. No solo estamos sentados con Jesús en su trono, somos un trono en “la tierra así como en el Cielo”, a través del cual Cristo revelará su Reino. ¡Trate de predicar esto en algunas congregaciones! Sin embargo, es cierto. “Pero tú eres santo, tú eres rey, ¡tú eres la alabanza de Israel!” (Salmo 22:3).
El trono de Dios fluye por medio de las oraciones de su pueblo. ¿Cómo se ve eso? Dondequiera que el trono de Dios se encuentre, allí estará el Rey. Dondequiera que se encuentre el Rey, allí estará su Reino. Dondequiera que se encuentre el Reino, allí estarán los ángeles y todos los recursos ilimitados que provee el Reino. Nuestro mandato es simple: Levantar una generación que pueda manifestar abiertamente el poder ilimitado de Dios.
Cuando estamos conectados con el Cielo nos transformamos en una puerta a través de la cual se puede manifestar lo sobrenatural. El Cielo se mueve hacia arriba y hacia abajo, desatando lo milagroso con nuestra cooperación. No es normal que un cristiano no tenga apetito por lo imposible. El hambre para que lo imposible que nos rodea se postre en el Nombre de Jesús está escrito en nuestro ADN espiritual. Lo mejor que podemos hacer es manifestar lo que somos, con Dios moviéndose sobre nuestra vida. El mundo nos está mirando para que seamos señales y maravillas ante ellos.
Transformándonos en una puerta de luz sobrenatural
Para nosotros es importante comprender qué significa ser una puerta para la realidad sobrenatural. La vida de Jesús está llena de eventos extraordinarios que van más allá de la norma de nuestros días. Los discípulos también se movieron en el poder “exousia” que fluía desde el manto del Espíritu del Señor que reposaba sobre la vida de Jesús y les demostró qué significaba ser una puerta, tanto en la mente natural como espiritual.
En Mateo 16:13-17, Jesús les preguntó a sus discípulos: “Cuando llegó a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? Le respondieron: Unos dicen que es Juan el Bautista, otros que Elías, y otros que Jeremías o uno de los profetas. Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente, afirmó Simón Pedro. Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás, le dijo Jesús, porque eso no te lo reveló ningún mortal, sino mi Padre que está en el cielo”.
Cuatro versos más adelante, Pedro tuvo otra revelación después que Jesús les dijo con claridad que debía ir a la Cruz: “Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo: ¡De ninguna manera, Señor! ¡Esto no te sucederá jamás! Jesús se volvió y le dijo a Pedro: ¡Aléjate de mí, Satanás! Quieres hacerme tropezar; no piensas en las cosas de Dios sino en las de los hombres” (Mateo 16:22-23). Pedro pasó de ser una puerta de revelación para el Padre y minutos después una puerta para las tinieblas. Por eso el Señor le dijo: “¡Apártate de mí satanás!”. ¿Cómo pudo ocurrir esto? ¡Pasó de la revelación del Espíritu Santo a la revelación de satanás en un minuto!
En verdad, todos revelamos una de estas dos mentes: Tanto la mente natural como la mente del Espíritu. Jesús fue nuestro gran ejemplo. Fue el primogénito entre muchos hermanos. Estaba completamente unido al Padre en todo tiempo. Como resultado de ello, transformó el agua en vino, hizo que Pedro sacara una moneda del vientre de un pez, multiplicó los panes y los peces para alimentar a cinco mil hombres (sin incluir mujeres y niños), caminó sobre las aguas, le habló a la higuera, la tempestad le obedeció y los demonios reconocieron y huían de su presencia.
La lista de eventos sobrenaturales es tan numerosa que no se puede registrar. Estos testimonios que recibimos son un ejemplo para que podamos conocer con certeza las cosas que están a nuestra disposición y nos pertenecen por derecho, para que podamos caminar en ellas cuando estemos correctamente conectados con Dios. Jesús nos dijo con claridad: “Ciertamente les aseguro que el que cree en mí las obras que yo hago también él las hará, y aun las hará mayores, porque yo vuelvo al Padre” (Juan 14:12).
Somos un Espíritu con Él
¿Cómo se vería el Reino de Dios fluyendo en y a través de nosotros, rodeándonos constantemente? ¿Cómo sería ser un “trono de honor”? ¿Cómo sería estar unidos con el Señor, como si fuéramos un Espíritu con Él? Pablo estableció: “Pero el que se une al Señor se hace uno con él en espíritu” (1 Corintios 6:17). Piense en ello: Somos uno con el Señor. ¿Qué clase de ser humano nos hace esto en realidad? Nos hace ser como Dios en la tierra. Nos transformamos en una puerta de luz en la tierra. Todo en la dimensión del espíritu nos está observando. Los ángeles y los demonios saben muy bien quiénes somos. Ven la luz de Dios fluyendo a través del espíritu del hombre como una autopista sobrenatural del Reino de Dios. Nos transformamos en un trono donde hay Uno sentado. ¿Atrapa la idea?
Jesús no bromeaba cuando dijo: “El que me ama, obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra vivienda en él” (Juan 14:23).
Los pensamientos del trono conforman nuestro mundo
Nuestros pensamientos en realidad son oraciones que están vivas y son poderosas. Cuando nuestros pensamientos están conectados con el trono de Dios, tienen la habilidad para crear substancia en nuestras vidas. Los pensamientos entronizados se transforman en la puerta para la realidad sobrenatural como deseos mezclados con el corazón. Cuando medito en la Palabra de Dios, mis pensamientos están conectados con el Señor a través del trono, entonces la revelación comienza a fluir en y a través de mi vida. Cuando esto ocurre, todo mi ser parece inundarse con luz. Pero no solo con luz, está inundado con la paz de la vida de Dios.
Mis emociones y la revelación que viene desde la mente de Dios están profundamente plantadas en el terreno de mi espíritu. En este lugar descansa el poder para crear y dar a luz. La revelación que viene por estar entronizados con el Señor no es abstracta, crea vida dentro de nosotros. Cuando recibimos la revelación, queda plantada una semilla divina y ocurre una concepción. Cuando la cultivamos, esa revelación dará a luz la manifestación en nuestra vida. ¡Este es el proceso de la creación! El hombre se transformará en lo que piensa.
Los pensamientos del trono crean vida
Jesús continua revelándonos el poder de nuestros pensamientos para crear vida: “Crean que ya han recibido todo lo que estén pidiendo en oración, y lo obtendrán” (Marcos 11:24). El deseo es una emoción muy poderosa. Jesús dijo que si deseamos, creemos y hablamos, luego tendremos. Nuestros pensamientos no son simples ideas abstractas que nadie escucha. Son las semillas de deseo las que producen la substancia, trazando el curso de nuestra vida presente y futura. Si nuestros pensamientos son semillas, necesitamos comprender ahora cómo son plantados.
Cuando sus pensamientos están conectados con los deseos en las emociones se desata poder. Si podemos sostener nuestros pensamientos hasta que se conecten con nuestras emociones o con nuestros deseos, se transformarán en poder: vida y luz. Este es el principio del poder del acuerdo. Jesús dijo: “Además les digo que si dos de ustedes en la tierra se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan, les será concedida por mi Padre que está en el cielo” (Mateo 18:19). Podemos parir la voluntad del Cielo en la tierra como una nueva creación entronada en Cristo.
El poder de la unidad
Cuando nuestras emociones están de acuerdo con nuestros pensamientos, será hecho. Ese es el poder de la unidad. La ley de la reproducción en la creación es espiritual y no se puede detener. Por ejemplo, la fuerza del temor. Este es un pensamiento, hasta que se conecta con nuestras emociones. Podemos oír un sonido fuera de nuestra casa en medio de la noche. Por un momento nuestra mente se inundará de pensamientos acerca del origen de ese ruido, provocándonos un golpe de adrenalina emocional que nos producirá temor. Este pensamiento llenará todo nuestro ser con su fuerza de vida y creará un entorno de temor o aun de terror. Los pensamientos que se conectan con nuestras emociones se transformarán en un poder muy fuerte.
La Iglesia enseñó por años que las emociones no son importantes. Permítame decirle que nuestras emociones y la vida de nuestros pensamientos son el lado creativo dentro de nuestro espíritu. Nuestras emociones son esenciales para que todo ocurra. Los milagros se sueltan a través de nuestras emociones. Jesús fue movido por la compasión, porque tiene el poder para desatar milagros y aún para levantar muertos. El poder y la gloria de Dios en la unción se desatan a través de la puerta del afecto humano. Debemos sentir lo que hacemos. Cuando nuestro pensamiento se conecta con los sentimientos por lo que hacemos, se siembra la semilla por el deseo. Se desata el poder. Es la ley de la unidad donde dos cosas (o personas) se ponen de acuerdo.
Aparte tiempo para meditar en ser una puerta para la luz de Dios. En su tiempo de oración pídale al Espíritu Santo que le revele cualquier pensamiento o emoción que necesite cambiar para desatar el amor y el poder del Cielo.
¡Dios tiene grandes cosas para usted, persevere en Él!
Ricas bendiciones,
Jeff Jansen
(www.elijahlist.com)
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