Por Curt Landry
El Jordán o Yarden, como se conoce en Israel, es uno de los ríos más
importantes en el Antiguo y el Nuevo Testamento. Recorriendo cerca de 156 millas,
el río Jordán está localizado en la tierra prometida por Dios y separa a Israel
de Cisjordania (franja occidental), ambos nombres relacionados con el río.
Es inusual que el
río Jordán no solo alimente el Mar de Galilea, fluye a través de él hasta el
Mar Muerto (un cuerpo de agua virtualmente sin vida y el punto de mayor
depresión en la tierra). El hecho que el agua dulce de Galilea y el agua salada
del Mar Muerto estuvieran conectadas y alimentadas por el mismo río, es
asombroso.
El río Jordán conecta la vida, no solo a nivel físico, sino
espiritualmente. Cruzar el Jordán para entrar en la Tierra Prometida trae nueva
vida. Elías y Eliseo fueron al Jordán para transferir lo viejo a lo nuevo.
También Jesús se sumergió en su nuevo tiempo para darnos vida. Es un lugar
escogido por Dios.
“Nos recuerda que en la
vida hay tiempos ordenados por Dios. Esas cosas se mueven en un ciclo,
progresando hacia adelante y nosotros, en nuestras propias vidas, tenemos
tiempos donde debemos cruzar”
En el libro de
Génesis leemos que Jacob luchó con Dios en el vado de Jaboc, el lugar
renombrado Peniel o Penuel, que fluye en el río Jordán. Esto hizo que Jacob
fuera la primera persona registrada en la Palabra (posiblemente aparte de Lot)
que estuvo en la tierra del Jordán y conoció esas aguas.
Génesis 32:30-31 dice: “Jacob llamó a
ese lugar Penuel, porque dijo: ‘He visto a Dios cara a cara, y todavía sigo con
vida’. Cruzaba Jacob por el lugar llamado Penuel, cuando salió el sol. A causa
de su cadera dislocada iba rengueando”.
Las doce piedras y la Tierra Prometida
Esta conexión
temprana con los ancianos de la Palabra y con el pueblo de Israel es especial,
aunque el río continuaría jugando un rol importante en muchos relatos bíblicos.
El siguiente implicaría entrar en la Tierra Prometida.
Deuteronomio 4:22 dice: “Yo moriré en
esta tierra sin haber cruzado el Jordán, pero ustedes sí lo cruzarán y tomarán
posesión de esa buena tierra”.
Moisés y Aarón, junto
con una generación de los que cayeron en temor, duda e incredulidad, nunca
pudieron cruzar el Jordán. Aunque la generación siguiente liderada por Josué sí
logró cruzar. El Arca del Pacto iba delante del pueblo, abriendo un camino seco
para que pudieran cruzar y establecieron doce piedras en esa tierra
temporalmente seca. Una por cada tribu de Israel.
Josué 4:8-9 dice: “Los israelitas
hicieron lo que Josué les ordenó, según las instrucciones del Señor. Tomaron
las piedras del cauce del Jordán, conforme al número de las tribus, las
llevaron hasta el campamento y las colocaron allí. Además, Josué colocó doce
piedras en el cauce del río donde se detuvieron los sacerdotes que llevaban el
arca del pacto. Esas piedras siguen allí hasta el día de hoy”.
Esas doce piedras
y esta ubicación específica para cruzar, jugarían un rol importante muchas
generaciones después, cuando Jesús fue sumergido en el río. Aunque incluso antes
de ese tiempo, el río continuó jugando su parte en la historia de la Palabra.
La media tribu de
Manasés, la tribu de Rubén y la tribu de Gad, mientras enviaban sus hombres
armados a través del Jordán para ayudar a tomar la tierra, permanecieron en los
límites de la Tierra Prometida, la margen oriental del río Jordán. Por tanto,
para que ellos pudieran ir al Tabernáculo en los tiempos señalados y para
ciertos eventos, debían cruzar el Jordán. Pero más allá, muchos enemigos
también tendrían que cruzar el Jordán para alcanzar al pueblo de Dios.
Jueces 10:9 dice: “También los amonitas
cruzaron el Jordán para luchar contra las tribus de Judá, Benjamín y Efraín,
por lo que Israel se encontró en una situación de extrema angustia”.
El río fue una
fuente de vida para Israel, pero para muchos de sus enemigos, era una barrera
que debían cruzar. Además, era una señal del cambio de las estaciones… cuando
la generación de Moisés no pudo cruzar el río, pero la generación de Josué sí
pudo.
Elías y Eliseo cruzan el Jordán
Este tema de
transición y cambio de estaciones continuó en el tiempo de Eliseo. Elías,
tratando de dejar atrás a Eliseo, continuó su camino hacia el Jordán. Cuando
cruzó el río, ascendió al Cielo y dejó detrás el manto y una doble porción para
Eliseo.
Esto fue parte de
la transición del liderazgo, el cambio en el tiempo y la interacción entre la
vida en la tierra y la muerte, todo ocurriendo en el Jordán. Aunque Elías no
conoció la muerte en la carne, murió a la vida que conocía.
2 Reyes 2:11-14 dice: “Iban caminando
y conversando cuando, de pronto, los separó un carro de fuego con caballos de
fuego, y Elías subió al cielo en medio de un torbellino. Eliseo, viendo lo que
pasaba, se puso a gritar: ‘¡Padre mío, padre mío, carro y fuerza conductora de
Israel!’. Pero no volvió a verlo. Entonces agarró su ropa y la rasgó en dos.
Luego recogió el manto que se le había caído a Elías y, regresando a la orilla
del Jordán, golpeó el agua con el manto y exclamó: ‘¿Dónde está el Señor, el
Dios de Elías?’. En cuanto golpeó el agua, el río se partió en dos, y Eliseo
cruzó”.
Jesús y
las aguas de transición
Las transiciones
que ocurrieron en el Jordán, la entrada a la Tierra Prometida, conformaron la
razón por la cual Jesús fue sumergido en esas aguas, porque no fue a otro
lugar. En ese lugar se intercambiaron la muerte y la vida, se activaron los
propósitos y cambiaron las estaciones.
Eclesiastés 3:1 dice: “Todo tiene su
momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo…”.
“El río Jordán conecta
la muerte con la vida, no solo física, sino espiritualmente”
Jesús fue al
Jordán para ser sumergido por Juan el Bautista (conocido por sus contemporáneos
como Yochanan el que sumerge). Atravesó un área peligrosa, que esencialmente
sería el Valle de la Sombra de Muerte, y fue a un lugar donde los israelitas
entraron en su promesa, su nuevo tiempo, su propósito y su vida. Fue hacia las
doce piedras: el
fundamento.
Este lugar no fue
elegido al azar. Jesús no fue allí simplemente porque Juan estaba en ese lugar (aunque
hay muchas razones por las que eligió ser sumergido específicamente por Juan). Fue porque era un lugar de transición. Y
era el tiempo. Debía ser sumergido en su llamado. Tenía 30 años de edad, estaba
listo para tomar su manto como Rabí y dentro de la ley de Dios, debía ser
sumergido. Más aún, debido a quién era y quién es Jesús, tuvo que ser sumergido
por el Sumo Sacerdote.
Ahora, Juan no era
el Sumo Sacerdote a los ojos de los que estaban en el poder, porque el cargo se
había vendido. Sin embargo, Juan era legalmente el Sumo Sacerdote, a los ojos
de Dios y según las ordenanzas. Era parte del linaje sacerdotal. Jesús sabia esto, así como los que iban
para ser sumergidos por Juan. No solo porque era el primo de
Juan, sino porque Dios lo guiaba. Dios lo guio hacia Juan y, a pesar de la
incredulidad o el orgullo de Juan, Jesús hizo lo que Dios quería y fue
sumergido en ese lugar, en ese tiempo y por manos de Juan.
Mateo 3:13-17 dice: “Un día Jesús fue de
Galilea al Jordán para que Juan lo bautizara. Pero Juan trató de disuadirlo.
‘Yo soy el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?’, objetó.
‘Dejémoslo así por ahora, pues nos conviene cumplir con lo que es justo’, le
contestó Jesús. Entonces Juan consintió. Tan pronto como Jesús fue bautizado,
subió del agua. En ese momento se abrió el cielo, y él vio al Espíritu de Dios
bajar como una paloma y posarse sobre él. Y una voz del cielo decía: ‘Éste es mi
Hijo amado; estoy muy complacido con él’”.
Jesús conocía la
importancia de hacer todas las cosas que Dios demandaba en su Palabra. Estudió
la Palabra con la diligencia debida para ser un Rabí. Era y es el Hijo de Dios,
y solo haría lo que Dios hacía y le demandaba.
Aporte
El río Jordán es
un lugar de transición… un lugar de transformar la muerte en vida, los tiempos
pasados en nuevos y recibir un propósito fresco.
Para nosotros como
creyentes, la conexión con la inmersión de Jesús quizá destaca un propósito y
una importancia mayor, aunque los acontecimientos en el Antiguo Testamento
establecieron el fundamento. Entrar en la Tierra Prometida, cambiando el tiempo
para su pueblo, estableció un fundamento y un patrón que Jesús siguió, porque
Dios lo había establecido. Dios ordenó que las piedras fueran establecidas en
el río. Dios guio a Elías a cruzar el Jordán antes de ascender al Cielo. Dios no hizo ni hace nada
al azar. La conexión entre la muerte y la vida, las transiciones que ocurrieron allí,
todas son parte de un gran diseño de Dios.
Hoy, aunque muchos
de nosotros quizá nunca veamos o toquemos físicamente las aguas del Jordán, hay
mucho que podemos aprender de ello. Sigue habiendo patrones que debemos aplicar
a nuestras vidas hoy… transiciones que debemos comprender.
Se nos recuerda que en la vida hay tiempos
ordenados por Dios. Esas cosas se mueven avanzando en un ciclo y nosotros,
en nuestras propias vidas, tenemos tiempos donde debemos cruzar. Eliseo no
hubiera recibido una doble porción si no hubiera cruzado. Los hijos de Israel
no hubieran recibido su Tierra Prometida.
Debemos confiar en
nuestro Padre y cruzar nuestro río Jordán para hacer la transición hacia la
vida que Él nos llamó a vivir. Debemos fluir en los patrones de Dios.
Rabbi Curt Landry
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