lunes, 10 de junio de 2019

“La tierra prometida: Transición en el río Jordán”





Por Curt Landry

El Jordán o Yarden, como se conoce en Israel, es uno de los ríos más importantes en el Antiguo y el Nuevo Testamento. Recorriendo cerca de 156 millas, el río Jordán está localizado en la tierra prometida por Dios y separa a Israel de Cisjordania (franja occidental), ambos nombres relacionados con el río.

Es inusual que el río Jordán no solo alimente el Mar de Galilea, fluye a través de él hasta el Mar Muerto (un cuerpo de agua virtualmente sin vida y el punto de mayor depresión en la tierra). El hecho que el agua dulce de Galilea y el agua salada del Mar Muerto estuvieran conectadas y alimentadas por el mismo río, es asombroso.

El río Jordán conecta la vida, no solo a nivel físico, sino espiritualmente. Cruzar el Jordán para entrar en la Tierra Prometida trae nueva vida. Elías y Eliseo fueron al Jordán para transferir lo viejo a lo nuevo. También Jesús se sumergió en su nuevo tiempo para darnos vida. Es un lugar escogido por Dios.

“Nos recuerda que en la vida hay tiempos ordenados por Dios. Esas cosas se mueven en un ciclo, progresando hacia adelante y nosotros, en nuestras propias vidas, tenemos tiempos donde debemos cruzar”

En el libro de Génesis leemos que Jacob luchó con Dios en el vado de Jaboc, el lugar renombrado Peniel o Penuel, que fluye en el río Jordán. Esto hizo que Jacob fuera la primera persona registrada en la Palabra (posiblemente aparte de Lot) que estuvo en la tierra del Jordán y conoció esas aguas.

Génesis 32:30-31 dice: “Jacob llamó a ese lugar Penuel, porque dijo: ‘He visto a Dios cara a cara, y todavía sigo con vida’. Cruzaba Jacob por el lugar llamado Penuel, cuando salió el sol. A causa de su cadera dislocada iba rengueando”.

Las doce piedras y la Tierra Prometida
Esta conexión temprana con los ancianos de la Palabra y con el pueblo de Israel es especial, aunque el río continuaría jugando un rol importante en muchos relatos bíblicos. El siguiente implicaría entrar en la Tierra Prometida.

Deuteronomio 4:22 dice: “Yo moriré en esta tierra sin haber cruzado el Jordán, pero ustedes sí lo cruzarán y tomarán posesión de esa buena tierra”.

Moisés y Aarón, junto con una generación de los que cayeron en temor, duda e incredulidad, nunca pudieron cruzar el Jordán. Aunque la generación siguiente liderada por Josué sí logró cruzar. El Arca del Pacto iba delante del pueblo, abriendo un camino seco para que pudieran cruzar y establecieron doce piedras en esa tierra temporalmente seca. Una por cada tribu de Israel.

Josué 4:8-9 dice: “Los israelitas hicieron lo que Josué les ordenó, según las instrucciones del Señor. Tomaron las piedras del cauce del Jordán, conforme al número de las tribus, las llevaron hasta el campamento y las colocaron allí. Además, Josué colocó doce piedras en el cauce del río donde se detuvieron los sacerdotes que llevaban el arca del pacto. Esas piedras siguen allí hasta el día de hoy”.

Esas doce piedras y esta ubicación específica para cruzar, jugarían un rol importante muchas generaciones después, cuando Jesús fue sumergido en el río. Aunque incluso antes de ese tiempo, el río continuó jugando su parte en la historia de la Palabra.

La media tribu de Manasés, la tribu de Rubén y la tribu de Gad, mientras enviaban sus hombres armados a través del Jordán para ayudar a tomar la tierra, permanecieron en los límites de la Tierra Prometida, la margen oriental del río Jordán. Por tanto, para que ellos pudieran ir al Tabernáculo en los tiempos señalados y para ciertos eventos, debían cruzar el Jordán. Pero más allá, muchos enemigos también tendrían que cruzar el Jordán para alcanzar al pueblo de Dios.

Jueces 10:9 dice: “También los amonitas cruzaron el Jordán para luchar contra las tribus de Judá, Benjamín y Efraín, por lo que Israel se encontró en una situación de extrema angustia”.

El río fue una fuente de vida para Israel, pero para muchos de sus enemigos, era una barrera que debían cruzar. Además, era una señal del cambio de las estaciones… cuando la generación de Moisés no pudo cruzar el río, pero la generación de Josué sí pudo.

Elías y Eliseo cruzan el Jordán
Este tema de transición y cambio de estaciones continuó en el tiempo de Eliseo. Elías, tratando de dejar atrás a Eliseo, continuó su camino hacia el Jordán. Cuando cruzó el río, ascendió al Cielo y dejó detrás el manto y una doble porción para Eliseo.

Esto fue parte de la transición del liderazgo, el cambio en el tiempo y la interacción entre la vida en la tierra y la muerte, todo ocurriendo en el Jordán. Aunque Elías no conoció la muerte en la carne, murió a la vida que conocía.

2 Reyes 2:11-14 dice: “Iban caminando y conversando cuando, de pronto, los separó un carro de fuego con caballos de fuego, y Elías subió al cielo en medio de un torbellino. Eliseo, viendo lo que pasaba, se puso a gritar: ‘¡Padre mío, padre mío, carro y fuerza conductora de Israel!’. Pero no volvió a verlo. Entonces agarró su ropa y la rasgó en dos. Luego recogió el manto que se le había caído a Elías y, regresando a la orilla del Jordán, golpeó el agua con el manto y exclamó: ‘¿Dónde está el Señor, el Dios de Elías?’. En cuanto golpeó el agua, el río se partió en dos, y Eliseo cruzó”.

Jesús y las aguas de transición
Las transiciones que ocurrieron en el Jordán, la entrada a la Tierra Prometida, conformaron la razón por la cual Jesús fue sumergido en esas aguas, porque no fue a otro lugar. En ese lugar se intercambiaron la muerte y la vida, se activaron los propósitos y cambiaron las estaciones.

Eclesiastés 3:1 dice: “Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo…”.

“El río Jordán conecta la muerte con la vida, no solo física, sino espiritualmente”

Jesús fue al Jordán para ser sumergido por Juan el Bautista (conocido por sus contemporáneos como Yochanan el que sumerge). Atravesó un área peligrosa, que esencialmente sería el Valle de la Sombra de Muerte, y fue a un lugar donde los israelitas entraron en su promesa, su nuevo tiempo, su propósito y su vida. Fue hacia las doce piedras: el fundamento.

Este lugar no fue elegido al azar. Jesús no fue allí simplemente porque Juan estaba en ese lugar (aunque hay muchas razones por las que eligió ser sumergido específicamente por Juan). Fue porque era un lugar de transición. Y era el tiempo. Debía ser sumergido en su llamado. Tenía 30 años de edad, estaba listo para tomar su manto como Rabí y dentro de la ley de Dios, debía ser sumergido. Más aún, debido a quién era y quién es Jesús, tuvo que ser sumergido por el Sumo Sacerdote.

Ahora, Juan no era el Sumo Sacerdote a los ojos de los que estaban en el poder, porque el cargo se había vendido. Sin embargo, Juan era legalmente el Sumo Sacerdote, a los ojos de Dios y según las ordenanzas. Era parte del linaje sacerdotal. Jesús sabia esto, así como los que iban para ser sumergidos por Juan. No solo porque era el primo de Juan, sino porque Dios lo guiaba. Dios lo guio hacia Juan y, a pesar de la incredulidad o el orgullo de Juan, Jesús hizo lo que Dios quería y fue sumergido en ese lugar, en ese tiempo y por manos de Juan.

Mateo 3:13-17 dice: “Un día Jesús fue de Galilea al Jordán para que Juan lo bautizara. Pero Juan trató de disuadirlo. ‘Yo soy el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?’, objetó. ‘Dejémoslo así por ahora, pues nos conviene cumplir con lo que es justo’, le contestó Jesús. Entonces Juan consintió. Tan pronto como Jesús fue bautizado, subió del agua. En ese momento se abrió el cielo, y él vio al Espíritu de Dios bajar como una paloma y posarse sobre él. Y una voz del cielo decía: ‘Éste es mi Hijo amado; estoy muy complacido con él’”. 

Jesús conocía la importancia de hacer todas las cosas que Dios demandaba en su Palabra. Estudió la Palabra con la diligencia debida para ser un Rabí. Era y es el Hijo de Dios, y solo haría lo que Dios hacía y le demandaba.

Aporte
El río Jordán es un lugar de transición… un lugar de transformar la muerte en vida, los tiempos pasados en nuevos y recibir un propósito fresco.

Para nosotros como creyentes, la conexión con la inmersión de Jesús quizá destaca un propósito y una importancia mayor, aunque los acontecimientos en el Antiguo Testamento establecieron el fundamento. Entrar en la Tierra Prometida, cambiando el tiempo para su pueblo, estableció un fundamento y un patrón que Jesús siguió, porque Dios lo había establecido. Dios ordenó que las piedras fueran establecidas en el río. Dios guio a Elías a cruzar el Jordán antes de ascender al Cielo. Dios no hizo ni hace nada al azar. La conexión entre la muerte y la vida, las transiciones que ocurrieron allí, todas son parte de un gran diseño de Dios.

Hoy, aunque muchos de nosotros quizá nunca veamos o toquemos físicamente las aguas del Jordán, hay mucho que podemos aprender de ello. Sigue habiendo patrones que debemos aplicar a nuestras vidas hoy… transiciones que debemos comprender.

Se nos recuerda que en la vida hay tiempos ordenados por Dios. Esas cosas se mueven avanzando en un ciclo y nosotros, en nuestras propias vidas, tenemos tiempos donde debemos cruzar. Eliseo no hubiera recibido una doble porción si no hubiera cruzado. Los hijos de Israel no hubieran recibido su Tierra Prometida.

Debemos confiar en nuestro Padre y cruzar nuestro río Jordán para hacer la transición hacia la vida que Él nos llamó a vivir. Debemos fluir en los patrones de Dios.

Rabbi Curt Landry


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