Por Cindy Jacobs
La vida puede ser estresante. Nos pueden golpear las circunstancias que están más allá de nuestro
control. En esos tiempos, podemos sentirnos abrumados por
muchas emociones que, entre otras cosas, nos dicen: “Esto
no es justo”.
Quizá usted no
esté familiarizado con la imagen que describe a un gato colgando al final de
una soga, con un cartel que dice: “¡Aguanta muchacho!”. Creo que la mayoría de nosotros tenemos momentos
cuando nos vimos reflejados en ese gato. ¡Nos aferramos a nuestras emociones por
nuestra amada vida!
Dos años antes que
naciera nuestro hijo Daniel, Mike y yo tuvimos un sueño donde tendríamos un
hijo. Era el hijo de nuestra
promesa. Pero cuando llegó el momento del nacimiento de
Daniel, hubo muchas complicaciones. ¡Nada fue como lo planeamos! Hicimos todo “bien”. Tuve que cuidar lo que comía,
me controlaba regularmente y oraba por él. Aun así, no estaba preparada para la
guerra espiritual que vendría alrededor de su nacimiento.
Primero, creía que tendría un parto normal después de
haberme sometido a una cesárea por nuestra hija. Sin embargo, desarrollé una
infección en el líquido amniótico que terminó requiriendo una cesárea de
emergencia. Tuve mucha fiebre y Daniel
estaba en peligro.
Segundo, cuando nació fue un “bebé
azul”, porque no era capaz de producir sangre de la manera
apropiada. Recuerdo notar que se veía azulado y su pie estaba torcido en un ángulo
raro. Más tarde encontramos que su cuerpo no estaba creando glóbulos rojos, entonces
tuvo que recibir transfusiones de sangre.
Tercero, como lo mencioné, su pie tenía un ángulo raro y
se veía arrugado. Tenía un
pie zambo, como mi madre. (Aunque estoy feliz porque
ninguno de nuestros seis nietos tuvo pie zambo).
La primera noche
luego de su nacimiento, los doctores solo me dijeron: “Está aguantando”.
Aunque no podían decirme si viviría. ¡No es necesario decir que oramos duro! Sumado a todo esto, muchas mujeres en nuestra congregación tuvieron
partos saludables en sus casas. Ninguna de ellas vino a verme durante cinco
días porque había “fallado en la fe”
o algo parecido.
Las buenas noticias
fueron que Daniel se recuperó y comenzó a producir glóbulos rojos. Sin embargo,
tuve que dejar el hospital sin él y volver tres veces al día para alimentarlo,
todo mientras soportaba los dolores de la cesárea.
Forzando
los límites
Definitivamente, podría
afirmar que la vida era dura. Pero había más circunstancias que intensificaban
esa situación que ya era difícil. Mike fue transferido a Dallas, Texas, desde otra
ciudad, El Paso. Nuestra casa estuvo en venta cerca de un año y no se vendió
hasta que nació Daniel. Había extraños entrando y saliendo de la casa, porque
estaba en venta. Mi madre y la madre de Mike vinieron para ayudarme, porque
vivíamos en una casa enorme de dos pisos y yo estaba convaleciente de una cirugía.
¡Se enloquecieron entre las dos y finalmente ambas se fueron! (Ahora están en
el Cielo, así que me siento libre para compartir esta parte de la historia).
Debía llevar a
Daniel para le colocaran yesos en su pie para que se enderezara. Debían quitárselo
todas las semanas porque el doctor dijo que no quería arriesgarse a operarlo a
esa edad tan temprana. Este proceso llevó un largo tiempo. Daniel lloraba y lloraba, ¡y yo también!
Para completarla, yo tampoco me sentía bien. Las cosas
se ponían cada vez más oscuras, oscuras y oscuras.
Gracias a Dios por
mi única amiga que cuidó a mi hija cuando nació el bebé. Ella era policía
estatal. Sin embargo, tuvimos que esperar hasta que Mike volviera a casa el
viernes para tener comida, porque no podía conducir. Casi me arrastraba, subiendo
y bajando las escaleras para alimentarla. Nadie traía comida, me hacían sentir
como si no hubiera tenido la fe para parir de manera natural. Me sentía desesperadamente sola.
¡Una noche llegué
al final de mis fuerzas! Entonces clamé al Señor: “¡Tú
dijiste que no permitirías que pasara más de lo que podía soportar y ahora
mismo tengo una opinión definitivamente diferente sobre eso! ¡No puedo soportarlo más!”. Más tarde, esa
misma noche, Mike tuvo que salir a las 3 am para tomar el vuelo temprano hacia
Dallas, por su trabajo en American Airlines. Le rogué que no se fuera, pero tuvo que irse
para conservar su trabajo. Cuando se fue, le dije al
Señor: “Señor, no pongas lo que te voy a decir
en otros pies, más que los míos. Solo hablo por mí. ¡No creo que me ames! Si me amaras, todas estas
cosas malas no me estarían ocurriendo. ¡Ya no puedo soportar esta situación!”.
Cindy, Dios
te ama
Luego de descargar
mi alma ante Dios, me fui a dormir. ¡Por fin lo dije! Había dicho la verdad. Me quité todas las vestiduras religiosas. El día siguiente me sorprendí cuando llamaron a la puerta. Cuando respondí,
en la puerta había una mujer que no conocía. Me dijo: “¿Usted
es Cindy Jacobs?”. La miré
extrañada y respondí: “Sí”. Me dijo que era la secretaria
de una congregación que había visitado para dar un estudio bíblico.
Me sacudió cuando
siguió explicándome: “En medio de la noche, el Señor
la puso en mi corazón con tanta intensidad que me sentí impulsada a encontrar
su dirección y venir hasta su casa para decirle esto: Realmente Dios la ama”. Le agradecí y luego ella se retiró. Quise saber su nombre,
porque estaría agradecida con ella para siempre.
Con tristeza, debo
admitir que debería haberme convencido que Dios me amaba, pero eso no cambió
totalmente mi corazón. Más tarde, ese mismo día, sonó el teléfono. Era un primo de Mike que no había visto durante muchos años. Me estaba
llamando para ver cómo estaba. No sabía cómo lo supo, porque no teníamos
comunicación en ese tiempo. Me dijo: “Cindy, Dios te ama”.
Ciertamente eso
movió el dial de mis emociones más cerca de sentirme amada, pero Dios aún no
había terminado. Volvió
a sonar el teléfono en la tarde. Era el padre de
una niña con la que fui al colegio cuando vivía en Phoenix, Arizona. Nunca me
había llamado hasta ese momento. Tuvo que buscar mi número. Me dijo: “Cindy, en la mitad de la noche, me desperté para orar
por ti. Dios te ama”.
¡Oh, Dios me amaba! Cuando llegué al final de mis fuerzas, deprimida y en soledad, Dios me
conoció y me consoló. ¡Qué Padre grande y bueno!
¿Al
final de todo?
Quizá usted se encuentra “al final de todo”. ¿Qué debe hacer?
1. Sea honesto con
Dios. Él tiene hombros enormes y puede soportarlo.
2. Si es posible,
no se aísle.
3. Considere esto
como una nota de amor de Dios, porque Él lo ama y cuida de usted.
4. En ningún
momento considere quitarse la vida.
5. Las respuestas
y provisiones vienen en camino. Dios nunca llega tarde.
6. Dios sacará lo bueno
de las circunstancias más difíciles y desafiantes.
7. ¡Aguante! ¡La ayuda
del Señor viene en camino!
Cindy Jacobs
1 comentario:
Poderosos mensaje gracias Profeta Bladimiro sus enseñanzas proféticas nos bendicen ..Gracias
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