Por Lance Wallnau
Amigo, ¿está enfrentando una tormenta? Sé que muchos de nosotros hemos pasado por temporadas en las que parecía que la luz del sol nunca volvería. Lo interesante es que no todas las tormentas tienen el mismo origen o intención detrás de ellas.
En realidad, hay tres tormentas que podemos encontrar en la vida:
1) La tormenta que
Dios envía
2) La tormenta que es
resultado de una mala decisión
3) ¡La tormenta que lanza el enemigo!
Cada tormenta se navega de manera diferente. Exploremos este tema y cómo debemos responder.
Tormenta 1
La tormenta que Dios envía es intensa, pero está diseñada para que lleguemos al otro lado, con mayor capacidad y más liberados, que si hubiéramos evitado el mar y hubiéramos jugado por lo seguro.
Dios envió una tormenta para expulsar a Jonás de la resistencia y llevarlo hacia la perfecta voluntad de Dios en Nínive, el mismo lugar que estaba evitando (Jonás 1-4). Desde el vientre del gran pez, Jonás gritó: “¡Los que siguen a ídolos vanos abandonan el amor de Dios!” (El pez lo escupió en el lugar, véase Jonás 2:8-10).
Un ídolo es algo que nos aleja de lo más grande de Dios: su misericordia y su bendición inmerecida. Un ídolo es cualquier cosa que usted ama más que a Dios. Muchas tormentas son enviadas para romper un apego oculto en nuestra vida. Puede ser el miedo al hombre, una adicción, una persona o una influencia que no pertenece allí. El ídolo casi siempre busca algo más que lo que agrada al Señor. Jonás hizo su propia agenda, más grande que la agenda de Dios. Fue liberado cuando cedió y todo el tiempo que estuvo en peligro, el pez lo estaba llevando hacia su destino.
Tormenta 2
La tormenta de las malas decisiones pueden ser elecciones que nosotros hicimos o que otros hicieron y nos afectaron.
Pablo estuvo a punto de ahogarse cuando otros decidieron zarpar, porque deberían haberse quedado en el puerto. Muchos cristianos se sienten francamente frustrados con las decisiones de los líderes en el gobierno, porque saben que el resultado final será la pérdida de la carga (económica) o peor aún, el propio barco del Estado (naufragio). Sin embargo, Pablo oró y ayunó hasta que un ángel se involucró y el barco fue desviado hacia una isla donde pudo hacerse cargo. Desembarcó con seguridad en Roma, alcanzando incluso más territorio del que estaba en el plan original (Hechos 27).
Dios anulará las malas decisiones para hacer surgir la sabiduría y llevarnos hacia donde necesitamos estar. Mire cómo terminó Salomón, el “hijo sabio” de David, de la desastrosa decisión que tomó David cuando se acostó con Betsabé. La tormenta que creamos se convierte en una tormenta en la que está Dios, una vez que lo dejamos tomar el timón.
Tormenta 3
La tormenta que el diablo envía es un ataque diseñado para detenernos, derrocarnos y finalmente destruir el propósito de Dios para nuestra vida.
Cuando Jesús estaba en la barca con los discípulos, se levantó una gran tormenta que amenazaba sus vidas. Ellos eran pescadores experimentados, pero este era un tipo de tormenta que nunca antes habían encontrado. Jesús se levantó y reprendió la manifestación en el viento y el mar, y hubo una calma inmediata (Mateo 8:26).
Jesús desafió a sus discípulos: “¿Dónde está vuestra fe?”. Jesús le habló al viento y a las olas, y se sometieron a su voz. Encuentre la palabra que Dios le está dando en el ataque satánico y háblele a la situación. La palabra de Dios es suficiente para vencer al diablo.
Jesús les habló a las cosas, a los árboles que no producen y a los espíritus invisibles al ojo humano. Los pensamientos se transforman en “cosas” cuando toman el poder del miedo. La enfermedad, el ataque financiero, el robo y la violencia, son obras del infierno. Hable lo que Dios dice y mire cómo el Cielo respalda su pronunciamiento.
Dios está presente en cada tormenta, y cada tormenta será hecha para cumplir la palabra de Dios sobre su vida.
El Salmo 148:8 dice: “…
el relámpago y el granizo, la nieve y la neblina, el viento tempestuoso que
cumple su mandato”.
El Espíritu Santo conoce el camino a través de cada tormenta, y está dentro de usted. Dios nunca lo dejará ni lo abandonará ante los elementos tormentosos; los elementos deben ceder ante Él.
Las tres tormentas son comunes para el hombre, pero usted, amigo mío, es un recipiente poco común. Las dificultades por las que pasa se convierten en un testimonio para los demás. Usted es un hijo del Dios altísimo que se mueve en las tormentas.
Puede contar con esto: no importa la causa de la tormenta, ¡tenemos un Padre fiel que redime la historia!
Lance Wallnau
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