Por Faith Marie Baczko
Dios modeló y esculpió meticulosamente a sus hijos dentro del santuario del vientre de su madre, ordenándolos divinamente para servirlo e irradiar su gloria. Cada uno lleva su imagen, ya que Él insufló el aliento “Ruach” de su vida y su gloria en cada uno al nacer. Nuestro diseño único nos equipa para cumplir nuestra misión designada, dentro de nuestra esfera designada.
Jesús ejemplificó la vida de un Hombre plenamente rendido a la voluntad de su Padre, caracterizada por una obediencia inquebrantable. Dios quiere que vivamos vidas totalmente entregadas a la guía del Espíritu Santo. Aquellos cuyas vidas están totalmente rendidas, tienen el potencial de convertirse en hacedores de historia y transformadores del mundo. En Tesalónica, la gente reconoció a los discípulos como los que habían “trastornado al mundo” (ver Hechos 17:6).
Teniendo en cuenta tu misión de dar un paso valiente hacia tu propósito, ¿estás poniendo el mundo patas arriba? ¿Estás orando fervientemente por audacia? ¿Estás dispuesto a asumir riesgos? ¿Estás dispuesto a convertirte en una señal y maravilla para el mundo del poder de Dios? Nuestro plan divino está diseñado para funcionar en dimensiones más elevadas que el mundo, operando dentro de la dimensión elevada de Cristo y, por tanto, capaces de cumplir las obras más grandes que Él nos prometió.
Prosperando
Hemos llegado a la hora de ocupar nuestro metrón; ¡todas las cosas fueron preparadas! El pueblo de Dios prosperará en medio de la tormenta y en medio de la hambruna, como ocurrió con Isaac. Esta es la hora señalada para aprovechar las oportunidades que se abren ante nosotros. La prosperidad, de acuerdo con la Palabra de Dios, espera dentro de los límites de tu llamado. Dios nos hará prosperar, pero nuestra prosperidad se encuentra dentro de la esfera de nuestra asignación. Dios preparó un lugar para nosotros, incluso en presencia de las fuerzas del adversario. En la dicotomía de esta década, el pueblo de Dios prosperará en medio de guerras, hambrunas y pandemias.
Para formar parte de la generación apostólica de la “Piedra de Ángulo”, primero debemos establecer a Cristo como la “Cabeza suprema” en nuestras vidas. En consecuencia, obtendremos la autoridad para hablarle a nuestros montes y ordenarles que se sometan a la voluntad de Dios. Esta generación está preparada para llevar a buen término la obra de Dios, ejemplificada en su Hijo, Jesucristo.
Como portadores de la voz y la autoridad del Señor, un ejército apostólico y profético actuará al unísono para cumplir sus propósitos divinos y su voluntad divina. Entonces podremos asociarnos con los ángeles para infundir vida, en lugares donde antes reinaba la muerte. Podemos hablarles a las montañas de la tierra y tomar las nuestras, como lo hizo Caleb con el espíritu de audacia.
Cediendo
El Señor estuvo enfatizando recientemente la palabra “ceder”, el acto de someterse a su voluntad divina. El Espíritu Santo le dijo a Rees Howells en su libro “Intercesor”, que dos voluntades no pueden funcionar en el mismo cuerpo… ¡una debe irse! Él nos está preparando diligentemente para convertirnos en señales, maravillas y constructores de la historia. Dios está transmitiendo el mensaje a través de esta palabra, donde desea entrar en nuestras vidas y tomar el control, y que nuestra propia voluntad debe ceder ante la suya, sin resistencia.
Fuimos diseñados específicamente para lograr las grandes obras que se nos prometieron. Hubo mucha discusión en torno a este concepto. El alcance total de estas “obras mayores” puede haber escapado a nuestra comprensión. Juan 14:10 es una revelación de las intenciones de Dios para con nosotros, en la Persona de Jesús.
Juan 14:10: “¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, Él hace las obras”.
Esta verdad puede aplicarse también a nuestras vidas: “Jesús reside en nosotros y nosotros en Él”. Jesús vive en nosotros y manifestará su poder milagroso a través de nosotros, como el Padre lo hizo a través de Él. Jesús era un vaso totalmente rendido y entregado a Dios. En este pasaje continúa exponiendo esta verdad:
Juan 14:11-12: “Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras. De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aún mayores hará, porque yo voy al Padre”.
Jesús está comprometido con nosotros, habiéndose invertido plenamente en nuestras vidas para su gloria. Él busca celosamente el rendimiento de su inversión. Llegó el momento de que ocupemos el lugar que se nos asignó. Todo está preparado. Hay una urgencia del momento y nos suplica que le entreguemos todo a Él. Las cosas están a punto de comenzar y Jesús demanda recipientes totalmente rendidos. Él nos entrenó y nos preparó para este propósito y para esta hora, y ahora está listo para ver el fruto de su inversión.
Jesús está intensamente enfocado en obtener esta revelación y moldearnos para convertirnos en lo que Él quiso que seamos. Su corazón está profundamente invertido en nuestra transformación y en nuestra comprensión de la revelación de nuestra identidad como hijos de Dios. Una vez que la comprendamos, comenzaremos a percibir la magnitud de su propósito, nuestro llamado y la vasta inversión que hizo en nosotros.
Invítalo a cenar a tu mesa
Dios nos asegura que nos preparó un lugar, incluso en presencia de nuestros enemigos. Nos está preparando para un tiempo de gran gloria. Incluso mientras el mundo se agita en la confusión y en la oscuridad profunda, en medio de todo el caos, Él declara: “He preparado todo para ti”. Dios nos está llevando a brillar con su gloria en medio de la oscuridad. Podemos festejar y prosperar en medio de nuestros enemigos, porque Él se sienta y cena con nosotros. Mientras que el mundo puede parecer caótico y desalentador, los caminos de Dios son muy diferentes y de lo más inusuales.
Debes dar el paso de invitar a Dios a cenar en tu mesa, la que Él preparó para ti desde antes de la fundación del mundo. Invita a su gracia, su gloria y su poder a invadir tus esferas de influencia. Puede que la mesa que se nos asignó no parezca muy emocionante o atractiva en la oscuridad, pero si Él se une a nuestra mesa, ¡veremos cómo las maravillas poderosas de Dios invaden nuestro territorio!
Esta generación es decisiva para que se cumpla la obra de Dios, encarnada en su Hijo. El Cielo está totalmente interesado en que comprendamos esta verdad y le entreguemos todo a Él. Debemos convertirnos en vasos totalmente rendidos a Dios, para las grandes obras, las grandes hazañas y la gran gloria reservada para nosotros en esta hora.
Necesitamos abrir nuestras bocas y movernos, rindiendo nuestras voces, manos, corazones y cuerpos a Él. Cuando nos hayamos rendido completamente, podremos hablarles a las montañas en nuestras vidas y ellas se someterán a su voz. Los ejércitos proféticos se moverán en armonía con el Rey de gloria, marcando el comienzo de su voluntad y su Reino. Nos asociaremos con los ángeles para hablar vida en los lugares que antes estaban sumidos en la muerte, y la tierra responderá.
Salmo 67:6-7: “La tierra dará su fruto; nos bendecirá Dios,
el Dios nuestro. Bendíganos Dios, y témanlo todos los términos de la tierra”.
Aquí vemos de nuevo el poder del “rendimiento”. Al rendirlo todo al Señor, sometiéndonos a su autoridad divina, la tierra nos cederá sus cosechas. Las cosechas de nuestras vidas están programadas para salir con las cosechas de la tierra. Nuestras cosechas están en curso de colisión con la gran cosecha de las cosechas de la tierra.
Las promesas de Dios de abundantes bendiciones, están reservadas para la
generación de los últimos días, cuando todos los confines de la tierra (el
mundo entero), teman y reverencien su santo nombre.
Faith
Marie Baczko
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