sábado, 2 de marzo de 2024

“Qué significa ser un sacrificio vivo”

Por Alane Haynes

En los últimos meses el Señor me estuvo hablando acerca de la ascensión y la expansión. Una cosa que le escuché decir inicialmente, es que muchos están creyendo en la expansión, pensando que están viviendo una vida ascendida (o hambrientos de eso) y están parados en su palabra. Pero hay una clave que a menudo no se entiende o no se usa.

Lo escuché decir: “Diles esto: Haz lo que te dije que hicieras. Te estás conteniendo, tratando de hacer que las cosas sucedan en tus propios términos y en tu propia comprensión de lo que es necesario y correcto. Debes morir a ‘tu derecho a ti mismo’ y a todo lo que implica vivir para Mí y por Mí”.

Podemos ver esto en el relato de la voluntad de Abraham para obedecer a Dios, cuando le dijo que sacrificara a Isaac.

El lugar ascendido: Percibiendo a Jehová

Génesis 22:2 dice: “Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré”.

La palabra hebrea para ofrenda quemada es “olah”, y uno de sus significados es “ascenso” o un lugar elevado. Hubo un ascenso que ocurrió cuando Abraham obedeció voluntariamente, hasta el punto de sacrificar lo que era más importante en su vida: el hijo que Dios le había prometido como su herencia y la bendición futura para las generaciones venideras y las naciones de la tierra. Primero obedeció en su corazón, por amor a Dios y por su fe en Él. Pero en el camino hacia el lugar que Dios eligió, Abraham “miró hacia arriba”. Vio el monte Moriah, que significa “escogido por Jehová”. La raíz de esta palabra significa “percibir a YAH” (Yahweh).

Estoy convencido de que Abraham miró hacia arriba y percibió desde un lugar elevado. Primero había decidido en su corazón obedecer, avanzó desde esa posición sometida y sus ojos se abrieron. Creo que vio a Jesús, el Cordero inmolado, y más tarde pudo decirle a Isaac: “Dios se proveerá a sí mismo de un cordero” (Génesis 22:8). Jesús es ese Cordero sacrificado por nosotros. Su Espíritu es el que nos lleva hacia los lugares de sacrificio que Él escoge y, si somos obedientes, hacia nuestra posterior ascensión. Abraham había visto desde el lugar elevado y sabía que Dios proveería, porque sería fiel a lo que había prometido. La provisión se encuentra en el sendero de la obediencia.

Abraham vio desde un lugar elevado, se movió en obediencia desde un corazón de amor por Dios y le confió todo. Esas cosas lo movieron desde las promesas que recibió anteriormente en su viaje, hacia el lugar expandido de la realidad confirmada del pacto. Cometió errores en el camino, sin duda, pero fue un proceso. Asimismo, para nosotros es un viaje o un proceso y Dios siempre está trabajando con nosotros para llevarnos hacia el lugar donde estamos dispuestos a hacer lo que Él ordenó para nuestra vida (Filipenses 2:13; Hebreos 13:20-21).

Su deseo es que vivamos una vida ascendida, convirtiéndonos en uno con Él, sentados con Cristo en los lugares celestiales y operando desde su mente, y no desde nuestra mente natural. Con una expansión cada vez mayor de su presencia “en” y “a través” de nuestra vida, a medida que traemos su Reino a la tierra dondequiera que estemos y dondequiera que Él nos envíe.

Nuestro caminar con el Señor es una vida de sacrificio continuo. A medida que nos rendimos y nos sometemos a la dirección del Espíritu Santo, permitiendo que Dios “queme” nuestros propios deseos, entramos en un lugar de intimidad más profunda. ¡Él llena ese lugar en nuestro corazón con más de sí mismo! El comienzo de la caminata de Abraham fue de sacrificio. Dios le dijo que dejara todo lo que conocía y lo siguiera, y eso es lo que nos pide también a nosotros.

Obediencia: La puerta hacia la bendición

Abraham recibió la promesa de la bendición cuando comenzó a caminar con Dios. Hubo otros sacrificios a lo largo del camino y pactos de confirmación en cada uno.

Génesis 22:15-18: “Y llamó el ángel de Jehová a Abraham por segunda vez desde el cielo, y dijo: Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo; de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos. En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz”.

A medida que sacrificamos lo que es más precioso para nuestros corazones por obediencia al Señor, se produce un desgarro del yo que nos lleva hacia un nuevo nivel de autoridad. Ahora no solo estamos confiando en Dios, sino que, en nuestra disposición a obedecer a toda costa, ¡Él puede confiar en nosotros!

En cada lugar donde fui obediente cuando el Señor me pidió que sacrificara algo, trajo una ascensión: “más revelación, más fruto del Espíritu y más expansión de su dominio, su autoridad y su poder en mi vida y en mi ministerio”. Muchas veces, especialmente en los lugares más difíciles del sacrificio, esto surge de mi lucha con Dios, mientras Él me pregunta: “¿Confías en Mí?”.

Cuando no somos obedientes en someternos a su dirección, esto detiene el fluir del Espíritu Santo. Él está preguntando: “¿Confías en Mí?”. A veces no tiene sentido para la mente natural, especialmente cuando Él nos pide que sacrifiquemos lo que puede parecer una fuente de bendición. El sacrificio que Él nos pide puede ser inconveniente, incómodo, aparentemente insignificante o incluso sin importancia, ¡pero debes hacerlo!

Sentí que el Espíritu del Señor decía: “Las promesas que te hice y la visión que te entregué, solo se pueden cumplir cuando son impulsadas por Mi Espíritu. Todo deseo carnal y anímico se debe quemar en Mi fuego santo.

Debes poner todo en el altar, debes ponerte en el altar: el orgullo, los deseos egoístas (incluido tu deseo de tener razón, de ser visto, de probarte a ti mismo, de tener la última palabra, de expresarte en cualquier momento a expensas de los demás, de vengarte, etc.). Una vida de sacrificio obediente abre las dimensiones del Cielo, porque Dios sabe que lo que Él pidió, es la puerta para la bendición que no puede venir de otra manera.

A menudo hay un sacrificio del tiempo y/o el dinero que estamos gastando en otras cosas. Incluso podría ser el ministerio que hemos elegido (en comparación con lo que Él nos dijo que hagamos), las relaciones o los sistemas impíos, las comodidades, la comida; las cosas en las que Él está poniendo su dedo y que tienen un lugar en nuestros corazones por encima de Él. Dios sabe qué es y me mostró que, para muchos de ustedes, Él ya les dijo de qué se trata, pero lo descartaron. Incluso ahora Dios lo está trayendo a tu corazón por medio de su Espíritu Santo.

Una palabra para el 2024

Mateo 16:24-25: “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.

A menudo queremos elegir nuestro lugar y el tipo de sacrificio, algo a lo que es fácil “renunciar” porque nos cuesta poco. David dijo que no ofrecería un sacrificio que no le costara nada (2 Samuel 24:24). Un verdadero sacrificio siempre nos cuesta todo.

Creo que esta es una palabra del 2024 para aquellos que quieren ver a Dios moviéndose con una mayor intensidad en sus vidas. La ascensión y la expansión vendrán, pero nos costarán. Muchos dijeron que el 2024 es el año del aumento. Si queremos más de Dios, más de su Reino expandido, más revelación, más poder y más de su vida “en y a través” de nosotros, hay un precio. Jesús pagó el precio por nuestra salvación, pero traer su Reino “en y a través” de nuestra vida, siempre nos costará.

Dios elige el sacrificio

El verdadero lugar de ascensión y expansión vendrá por el sacrificio que Dios escoja... esas cosas donde Él pone su dedo.

1 Pedro 2:5 dice: “vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo”.

Nuestros sacrificios espirituales son aceptables para Dios por medio de Jesucristo... a través de Él. Cuando pensamos en sacrificios espirituales, a menudo pensamos en la alabanza, la adoración, el diezmo, la ofrenda, el servicio, etc. Pero si es a través de nuestros deseos y nuestro entendimiento, no es un sacrificio espiritual de Jesucristo. Un verdadero sacrificio espiritual es solo lo que Él inicia, lo que el Señor nos revela que quiere que sacrifiquemos. Garantizado, nos costará nuestro “derecho a nosotros mismos” y todo lo que ello conlleva. Puede ser muy doloroso, ¡pero Él nos ayudará si se lo pedimos! ¡Él sabe de sacrificios!

Debemos ofrecernos a nosotros mismos como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios (Romanos 12:1). Convertirnos en la ofrenda quemada nos lleva hacia un lugar elevado, muriendo a nosotros mismos y vivir para Dios. Escucho al Espíritu del Señor que dice: “Si quieres subir más alto, no te sorprendas por Mi fuego consumidor”. Él elige el lugar y el sacrificio que desea. Luego lo consume con su fuego santo y ascendemos.

Deuteronomio 12:13-14: “Cuídate de no ofrecer tus holocaustos en cualquier lugar que vieres; sino que en el lugar que Jehová escogiere, en una de tus tribus, allí ofrecerás tus holocaustos, y allí harás todo lo que yo te mando”.

¿Estás atascado? Ten ánimo, confía y obedece a la dirección de Dios. ¿Qué te estuvo pidiendo que sacrifiques? ¿Qué te pidió que hicieras que aún no hiciste? Cuando Dios te pide que hagas un sacrificio, hay una razón para ello. No hay un sacrificio que Él te pida que no traiga su bendición por elevarte hacia una mayor relación con Él y a la expansión de su vida “en y a través” de la tuya. ¡Es un lugar al que Él quiere llevarte y donde no puedes llegar de ninguna otra manera!

Alane Haynes

(www.elijahlist.com)

 

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