Por Jim Wies with Patricia King
Ánimo profético
Llegamos al nuevo día de la manifestación de los propósitos eternos de Dios. Estamos en tiempos de la restauración de todas las cosas habladas por los profetas de la antigüedad (vea Hechos 3:18-21). Dios dijo que restauraría la casa de David que fue derribada como lo profetizó Amós: “En aquel día levantaré la choza caída de David. Repararé sus grietas, restauraré sus ruinas y la reconstruiré tal como era en días pasados” (Amós 9:11). Parte de esa profecía aparece en Hechos 15:17: “para que busque al Señor el resto de la humanidad, todas las naciones que llevan mi nombre”. Este pasaje está claramente conectado con la “cosecha de los últimos días”. Este es el día.
Él tiene Sus vasos preparados que se están levantando para la tarea y verán desarrollarse los planes de Dios hasta llegar a una Iglesia perfecta: “Una Novia sin manchas ni arrugas”, preparándose para Su retorno. Esta es gente de fe que confían en la habilidad del Espíritu Santo para hacer aquello que intenta hacer: preparar a la Novia para la boda. Jesús no dijo que vendría a buscar a una novia llena de arrugas y emaciada, a quien se le debe practicar respiración boca a boca para resucitarla durante el camino hacia el Cielo. Pienso que tendrá una Novia preparada y gloriosa. Muchas Escrituras nos muestran una escatología victoriosa para la Iglesia hacia el final de los tiempos.
Veamos algunas:
“Esposos, amen a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable… Esto es un misterio profundo; yo me refiero a Cristo y a la iglesia” (Efesios 5:25-27, 32) (También Apocalipsis 21:2)
“Pero de este modo Dios cumplió lo que de antemano había anunciado por medio de todos los profetas: que su Mesías tenía que padecer. Por tanto, para que sean borrados sus pecados, arrepiéntanse y vuélvanse a Dios, a fin de que vengan tiempos de descanso de parte del Señor, enviándoles el Mesías que ya había sido preparado para ustedes, el cual es Jesús. Es necesario que él permanezca en el cielo hasta que llegue el tiempo de la restauración de todas las cosas, como Dios lo ha anunciado desde hace siglos por medio de sus santos profetas” (Hechos 3:18-21)
“Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros, a fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio, para edificar el cuerpo de Cristo. De este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo. Así ya no seremos niños, zarandeados por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de enseñanza y por la astucia y los artificios de quienes emplean artimañas engañosas. Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo. Por su acción todo el cuerpo crece y se edifica en amor, sostenido y ajustado por todos los ligamentos, según la actividad propia de cada miembro” (Efesios 4:11-16)
Dios declaró que habrá un final glorioso para la Iglesia. Dios tendrá una casa postrera con mayor Gloria que la primera. Dios hará que Su Gloria cubra la tierra como las aguas cubren el mar. Dios levantará el tabernáculo de David y hará que el final de la tierra sea glorioso cuando se levante. Surgirá un gran coraje, fe y optimismo en nuestros corazones cuando nos demos cuenta que heredamos la misión profética de acuerdo con los propósitos inexorables de Dios.
Dios planea tener una Iglesia apostólica y profética funcionando a plenitud para recoger una cosecha sin precedentes al final de los tiempos ¡y estamos ahí! Somos Su plan. No podemos esperar que lo hagan los ángeles. No podemos esperar que lo haga otra generación. Dios nos señaló para estar aquí y ahora, para un tiempo como este.
La estación en la que estamos a menudo es llamada “Reforma apostólica”. De hecho, un experto en crecimiento de la Iglesia escribió: “El mayor cambio en la manera de desarrollar la Iglesia desde la Reforma protestante, está ocurriendo ante nuestros ojos”. Si esto es cierto, hay un gran número de implicaciones. Esto significa renovación. Significa moverse hacia las cosas nuevas. Significa que no sólo necesitamos estar abiertos, sino perseguir la transición y el cambio. Pero si queremos tomar parte de una Reforma apostólica, también debemos abrazar lo que llamo “Devoción apostólica”. Los integrantes de la Iglesia temprana “se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en la oración” (Hechos 2:42).
Lecciones acerca de la devoción apostólica, basadas en la vida de Josías
El escenario ocurre durante uno de los puntos más bajos en la historia de Israel. El rey Manasés se mantuvo en el poder por cincuenta años durante los cuales llevó a Judá a la peor condición de paganismo e idolatría que jamás experimentó. No solo hizo las obras del diablo, señaladas como abominación a los ojos del Señor, guió a Judá a toda clase de pecado, como el sacrificio de niños la hechicería y la adivinación, así como numerosos cultos perversos (2 Reyes 21).
En medio de esta cultura debilitada vino Josías, quien fue criado típicamente siguiendo los pasos de su padre Amón y los de su abuelo Manasés, pero Dios tenía un destino profético que lo incluía. De hecho, Josías fue profetizado por su nombre 300 años antes y se dijo de él que sería un gran reformador (1 Reyes 13:1-3). Josías heredó el trono a la edad de 8 años. A los 16, comenzó a buscar radicalmente a Dios como su ancestro el rey David.
“En el año octavo de su reinado, siendo aún muy joven, Josías comenzó a buscar al Dios de su antepasado David. En el año duodécimo empezó a purificar a Judá y a Jerusalén, quitando los santuarios paganos, las imágenes de la diosa Asera, y los ídolos y las imágenes de metal fundido” (2 Crónicas 34:3).
David buscaba a Dios con un compromiso total. Sus palabras en el Salmo 63:1-2 fueron: “Oh Dios, tú eres mi Dios; yo te busco intensamente. Mi alma tiene sed de ti; todo mi ser te anhela, cual tierra seca, extenuada y sedienta. Te he visto en el santuario y he contemplado tu poder y tu gloria”. Debido al celo por Dios que demostró David y por su deseo de ver edificada la casa de Dios, el Señor hizo un pacto con él a través del cual su casa permanecería para siempre.
Josías se encontró a sí mismo sirviendo a los propósitos de Dios en su generación, conforme a las promesas del pacto de Dios a David. El celo por la casa de Dios es la marca de la reforma apostólica. Josías se levantó en contra de la marea de la cultura popular en sus días y llegó a ser uno de los grandes reyes de Judá. Dirigió una reforma profunda en su generación. También se levanta como un ejemplo para los jóvenes que Dios está levantando en esta generación y que sirven al Señor desde su juventud.
Hay varias claves para la reforma que podemos aprender del reinado de Josías y de la reforma que trajo a la nación. Pero antes de verlas debemos comprender que el Cuerpo de Cristo arribó a un tiempo similar en los propósitos proféticos de Dios. En medio de la perversión que nos rodea, Dios escogió gente con una visión sobre su destino profético que surgirá como instrumentos de reforma en este tiempo crítico de la historia.
Claves para la Reforma:
1. Josías se consagró a buscar a Dios
Josías era un buscador. Descubrió las recompensas que hay para quienes buscan con diligencia, como se menciona en 2 Crónicas 34:3. Hebreos 11:6 establece: “En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan”.
2. Josías era devoto del “Libro”
“...Al sacar el dinero recaudado en el templo del Señor, el sacerdote Jilquías encontró el libro de la ley del Señor, dada por medio de Moisés. Jilquías le dijo al cronista Safán: He encontrado el libro de la ley en el templo del Señor. Entonces se lo entregó, y Safán se lo llevó al rey. Le dijo: Majestad, sus servidores están haciendo todo cuanto se les ha encargado. Han recogido el dinero que estaba en el templo del Señor, y se lo han entregado a los supervisores y a los trabajadores. En sus funciones de cronista, Safán también informó al rey que el sumo sacerdote Jilquías le había entregado un libro, el cual leyó en presencia del rey. Cuando el rey oyó las palabras de la ley, se rasgó las vestiduras en señal de duelo” (2 Crónicas 34:14-19)
Josías tomó las palabras del “Libro” en su corazón. Un retorno hacia el “Libro” siempre es parte de la reforma. Sucedió como en los días de la reforma de Esdras y Nehemías (Nehemías 8:5-10).
3. Josías no se desilusionó por el abandono de la Casa del Señor, se dedicó a repararla
“En el año dieciocho de su reinado, después de haber purificado el país y el templo, Josías envió a Safán hijo de Asalías y a Maseías, gobernador de la ciudad, junto con el secretario Joa hijo de Joacaz, a que repararan el templo del Señor su Dios… Luego entregaron el dinero a los que supervisaban la restauración del templo, y éstos se lo dieron a los trabajadores que estaban reparando y restaurando el templo del Señor” (2 Crónicas 34:8, 10)
Hay muchos que criticarían a la Iglesia como la conocemos, pero necesitamos gente comprometida a edificar la versión de la Iglesia de los últimos tiempos que Dios quiere. Note que Josías quería edificar un “equipo ministerial” y confiarles el trabajo a otros que fueran fieles y compartieran la visión por la obra.
4. Josías entendió el significado profético y el propósito de la adoración
“...Estos hombres realizaban su trabajo con honradez. Los que estaban al frente de ellos eran los levitas Yajat y Abdías, descendientes de Merari, y Zacarías y Mesulán, descendientes de Coat. Los levitas, que eran hábiles en tocar instrumentos de música, eran los jefes de los cargadores y de todos los que trabajaban en la obra, fuera cual fuera su tarea. Entre los levitas había cronistas, oficiales y porteros” (2 Crónicas 34:12-13)
“Los cantores descendientes de Asaf ocuparon sus puestos, de acuerdo con lo que habían dispuesto David, Asaf, Hemán y Jedutún, vidente del rey. También los porteros permanecieron en sus respectivas puertas, y no tuvieron que abandonar sus puestos de servicio, pues sus compañeros levitas les prepararon la Pascua” (2 Crónicas 35:15)
En todo movimiento de restauración, la música es de gran importancia. En los días de David, vemos el patrón inicial para la restauración apostólica de los postreros días (el tabernáculo de David). David se separó radicalmente del sistema de adoración de Moisés y estableció un esquema de adoración de 24 hs alrededor de la presencia de Dios. Desde ese tiempo, en cualquier sitio donde hubo una reforma, siempre incluyó la restauración del patrón profético davídico de alabanza, adoración y guerra. En los días de Nehemías, la restauración de los muros y la implementación de la nueva sociedad fue inaugurada con dos coros masivos tan grandes que rodeaban la ciudad y se podían oír desde muy lejos (Nehemías 12).
Lo mismo fue característico de la reforma de Esdras con un retorno al patrón davídico de adoración.
“Cuando los constructores echaron los cimientos del templo del Señor, los sacerdotes llegaron con sus vestimentas sagradas y los levitas descendientes de Asaf, con sus platillos, ocuparon su lugar para alabar al Señor, según lo establecido por David, rey de Israel. Todos daban gracias al Señor, y a una le cantaban esta alabanza: Dios es bueno; su gran amor por Israel perdura para siempre. Y todo el pueblo alabó con grandes aclamaciones al Señor, porque se habían echado los cimientos del templo” (Esdras 3:10-11)
5. Josías lideró por su ejemplo y por su llamado a un compromiso
“Entonces el rey mandó convocar a todos los ancianos de Judá y Jerusalén. Acompañado de todos los habitantes de Judá y de Jerusalén, de los sacerdotes, de los levitas y, en fin, de la nación entera, desde el más grande hasta el más pequeño, el rey subió al templo del Señor y, en presencia de ellos, leyó todo lo que dice el libro del pacto que fue hallado en el templo del Señor. Después se puso de pie, junto a la columna del rey, y ante el Señor renovó el pacto. Se comprometió a seguir al Señor y a poner en práctica, de todo corazón y con toda el alma, sus mandamientos, preceptos y decretos, cumpliendo así las palabras del pacto escritas en este libro. Después hizo que todos los que se encontraban en Jerusalén y en Benjamín confirmaran el pacto. Y así los habitantes de Jerusalén actuaron según el pacto del Dios de sus antepasados. Josías suprimió todas las costumbres detestables que había en todo el territorio de los israelitas, e hizo que todos los que se hallaban en Israel adoraran al Señor su Dios. Mientras Josías vivió, no abandonaron al Señor, Dios de sus antepasados” (2 Crónicas 34:29-33)
Josías lideró a la gente hacia una reforma mayor durante su reinado. Reestableció el gobierno de Dios a través de su gobierno justo. Por lo tanto, nos sirve hoy como un modelo de reforma apostólica.
Su devoción a Dios y Su palabra cambió a una generación. Cuando Josías descubrió el Libro, cambió su vida. Lo llevó a reevaluar las tradiciones de sus días y retornó a los patrones y propósitos de Dios. Buscó a Dios, volviendo a los patrones bíblicos en la Palabra y la adoración. Eso estableció una verdadera reforma. Su devoción puede servirnos de ejemplo para estos tiempos de reforma apostólica conforme a los propósitos predestinados de Dios.
Escrituras para meditar:
Semana uno: 2 Crónicas 34
Semana dos: Salmo 119
Semana tres: Nehemías 12:22-47
Semana cuatro: Hechos 2
Jim Wies y Patricia King
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