Por Paul Keith Davis
Introducción
Este artículo surge en uno de los momentos más importantes del año. Comenzando con la caída del sol el 29 de Septiembre, entraremos en Rosh Hashaná, seguido por el Día del Perdón y la Fiesta de los Tabernáculos. Aunque estas fiestas señaladas en el Antiguo Testamento fueron parte de las costumbres de Israel en lo natural, conservan un significado profético para esta generación.
Con el correr de los años, observamos revelaciones e impresiones claves que surgían alrededor de los días Santos en la Escritura. Aunque no estamos más bajo la ley, debemos analizar estos días para ver cómo se desarrollan los tiempos y las estaciones de Dios. Creemos que en este próximo tiempo habrá aceleración, fructificación y favor considerable para todos aquellos que se ubiquen conforme a los estándares de Dios.
Está llegando a su fin un ciclo de siete años y dando comienzo otro de siete años más. Gran parte de la dirección de este próximo intervalo estará determinada por el pueblo de Dios. Esto es verdad a nivel espiritual, político y económico. Mientras aprendemos a pararnos en la brecha y ejercer correctamente la autoridad de Dios en oración, alabanza y proclamación profética; veremos claras demostraciones del Espíritu que establecerá el curso en cada área de la vida.
No debemos afligirnos por las noticias de los medios o por las circunstancias del mundo. Somos ciudadanos de un Reino superior que no puede ser sacudido. Este es nuestro tiempo para que se cumpla esta palabra:
“¡Levántate y resplandece, que tu luz ha llegado! ¡La gloria del Señor brilla sobre ti! Mira, las tinieblas cubren la tierra, y una densa oscuridad se cierne sobre los pueblos. Pero la aurora del Señor brillará sobre ti; ¡sobre ti se manifestará su gloria!” (Isaías 60:1-2).
El Tabernáculo de Dios en su pueblo
Hay una palabra que se acentúa consistentemente por todo el Cuerpo de Cristo para identificar nuestro lugar actual en la historia de la Iglesia: Transición. Escribí extensamente acerca de este tema en mi libro, “Ángeles que juntan”.
Mientras el tiempo avanza, viene una gran claridad sobre la naturaleza de este cambio y cómo se debe posicionar la Novia de Cristo. Con toda franqueza, estamos agradecidos por cada expresión espiritual derramada en los últimos años. Sin embargo, también reconocemos que ninguno de los avivamientos llegó a cumplir lo que se prometió para este tiempo, ni las cosas por las cuales estuvimos peleando como ministros.
Existe algo único tejido en el ADN espiritual de una generación vencedora que anhela desesperadamente la unión invisible entre el Novio Celestial y la Novia terrenal. Este “avivamiento” tendrá características diferentes de cualquier otro en la historia de la Iglesia. Se distinguirá por la pasión y la pureza, pavimentando el camino para expresiones más pronunciadas de poder y autoridad. Será el Señor mismo habitando en plenitud en la gente como si fueran tabernáculos.
Esta transición fácilmente se puede identificar con un tiempo históricamente importante para la nación de Israel y su compromiso con el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. La Fiesta de los Tabernáculos, también conocida como la Fiesta de las Cosechas, era la última fiesta del mes séptimo y representaba este tiempo.
Con el cierre de la cosecha, el año se centraba en la recolección del fruto y los israelitas apartaban un tiempo para regocijarse y celebrar. Conforme a las instrucciones del Señor, tenían que dejar su lugar de morada y construir enramadas temporales donde habitar como una figura profética del Señor mismo, habitando por un tiempo en medio de su pueblo antes de habitar permanentemente en el Reino milenial. Las “enramadas” simbolizaban los lugares de habitación temporal que ocupaban en la ruta hacia la Tierra Prometida.
El Señor me habló extensamente en medio de un ayuno extenso en 1994 sobre la importancia de los Tabernáculos. Ahora, 14 años después, puedo ver muchas de las cosas que me habló en ese tiempo a punto de cumplirse.
Tres veces al año
Tres veces al año, los israelitas debían reunirse en Jerusalén para guardar las Fiestas del Señor. La Pascua, el Pentecostés y los Tabernáculos, se celebraban en relación a los ciclos de la cosecha. En cada una de ellas existe una impresión profética considerable para ayudar a identificar dónde estamos en la historia y qué debemos hacer como pueblo de Dios.
“La fiesta de la cosecha la celebrarás cuando recojas las primicias de tus siembras. La fiesta de recolección de fin de año la celebrarás cuando recojas tus cosechas. Tres veces al año todo varón se presentará ante mí, su Señor y Dios” (Éxodo 23:16-17).
La Fiesta del primer mes: Pascua
1. La Fiesta de la Pascua
2. La Fiesta de los panes sin levadura
3. La Fiesta de los primeros frutos
La Fiesta del Tercer mes: Pentecostés
1. La Fiesta de las semanas
La Fiesta del séptimo mes: Tabernáculos
1. La Fiesta de las trompetas
2. La Fiesta del día del perdón
3. La Fiesta de los tabernáculos
Aplicación de la sangre
1. En Pascua, la sangre se derramaba sobre la puerta.
2. En Pentecostés, la sangre se derramaba sobre la gente y libro del pacto.
3. En los Tabernáculos, la sangre se derramaba siete veces sobre el trono de misericordia.
Israel espiritual
Con toda claridad, la Iglesia del Señor es el Israel espiritual. Lo que ocurre con Israel en lo natural, históricamente provee ejemplos y sombras de lo que ocurrirá durante los tiempos de la Iglesia. Primero lo natural, luego lo espiritual; el apóstol establece esto profundamente en 1 Corintios 10:11 y en 1 Corintios 15:46 diciendo:
“Todo eso les sucedió para servir de ejemplo, y quedó escrito para advertencia nuestra, pues a nosotros nos ha llegado el fin de los tiempos”.
“No vino primero lo espiritual sino lo natural, y después lo espiritual”.
Cada una de estas tres Fiestas debía revelarse “en” y “a través” del pueblo de Dios. Existe una abundancia de evidencia histórica del Nuevo Testamento que afirma que dos de las tres Fiestas anuales del Señor se cumplieron en Él y en la Iglesia. Ahora estamos en el umbral de la última Fiesta que nos presentará el regreso del Señor. Esta es la fiesta del mes séptimo o Fiesta de las Cosechas-Tabernáculos.
Cosecha del fin de los tiempos
Vivimos en los días de la cosecha final. Jesús dijo que el fin de los tiempos es la cosecha y durante este tiempo, enviará “ángeles que reúnan” desde su Reino: removerán toda piedra de tropiezo y ofensa para que los justos puedan brillar como el sol en el Reino de nuestro Padre (Mateo 13:41 y 43). Esta será la manifestación de los hijos de Dios, quienes exhibirán un poder y gloria jamás vista en la historia de la Iglesia.
Será el Señor Jesús habitando en su Esposa como si fuera un tabernáculo para demostrar su Reino y su naturaleza divina. Existen siempre realidades crecientes de Verdad y Gloria de las cuales debemos apropiarnos en estos últimos días. Es sobre este premio que establecemos nuestras esperanzas y expectativas por la revelación plena de quién es Él y de qué es capaz de hacer a través de nosotros como resultado de la Cruz.
La Fiesta de los Tabernáculos también es conocida como la Fiesta del Reposo. Este es el reposo prometido en Hebreos:
“Por consiguiente, queda todavía un reposo especial para el pueblo de Dios; porque el que entra en el reposo de Dios descansa también de sus obras, así como Dios descansó de las suyas. Esforcémonos, pues, por entrar en ese reposo, para que nadie caiga al seguir aquel ejemplo de desobediencia” (Hebreos 4:9-11).
La Unción del Espíritu que vino sobre los profetas del Antiguo Testamento, reposaba sobre ellos por un tiempo hasta que completaban el mandato de Dios y luego se retiraba. En el ministerio del Señor Jesús, el Espíritu permaneció en Él como si fuera un Tabernáculo. La Biblia declara que los Cielos se abrieron y el Espíritu Santo descendió con apariencia de paloma y permaneció sobre Él. Esta también es nuestra promesa, ¡seremos enviados así como Él fue enviado!
Anhelamos ver a Jesús
Un cambio interesante ocurrió en Juan 12:20-24 con inferencias fascinantes para nuestros días. Dos de sus discípulos informaron al Señor que una compañía de griegos quería verlo. La respuesta del Señor nos parecería extraña a menos que la leamos desde un punto de vista contemporáneo, entendiendo las increíbles implicaciones proféticas de esta afirmación. Jesús dijo:
“Ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea glorificado, les contestó Jesús. Ciertamente les aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo. Pero si muere, produce mucho fruto” (Juan 12:23-24).
El Señor mismo era el grano de trigo que vino a la tierra. Esa semilla experimentó dos mil años de crecimiento, brotando y madurando, hasta que en el fin de los tiempos habrá una cosecha de granos de trigo multiplicados exponencialmente como la semilla original. Ese es el principio descrito en Génesis 1:11-12; la semilla produce según su propio género. Esta generación de los últimos días está diciendo “queremos ver a Jesús”; y eso ocurrirá en su Novia como la cosecha de una semilla, así como la original que cayó en la tierra.
El Señor profetizó en Mateo 13 que la cosecha sería al final de los tiempos y los granos de trigo sembrados en la tierra son los “hijos del Reino”. Esta realidad sólo se puede comprender cuando el Espíritu del Señor se manifiesta y habita en su Iglesia para hacer grandes obras. Luego esta generación “verá a Jesús” de una manera tangible y real. Esto traerá la plenitud a los gentiles, como lo prometió el Apóstol Pablo en Romanos 11.
Libres de levadura
Cuando el Señor descubre su reposo en nosotros, podemos descubrir nuestro descanso prometido de las tareas y trabajos que nos debilitan emocional y espiritualmente. En este tiempo seremos más fructíferos. Pentecostés es sólo la Fiesta que permitía la levadura. Esta es un símbolo de las enseñanzas falsas, la religiosidad y las mezclas. El Señor dijo una vez: “Si puedo encontrar gente sin mezcla, podré soltar mi Espíritu sin medida”. Esto es lo que nos espera de una manera inminente.
La Fiesta de los Tabernáculos incluía Trompetas como una imagen profética de la convocatoria Santa y la preparación para la purificación y la limpieza. El Día del Perdón y la Cosecha proféticamente establecen el final de la operación del Señor en la tierra, antes de su segunda venida.
Se facilitará la cosecha final de almas antes del regreso del Señor. Se pondrán en movimiento las reuniones o llamados de los Santos hacia el Señor y la perfección de la Iglesia por el poder redentor de su sangre. Esto implica que conoceremos la medida completa de la redención y el poder de su perdón, cumpliendo la oración del Apóstol Pablo: “Que Dios mismo, el Dios de paz, los santifique por completo, y conserve todo su ser, espíritu, alma y cuerpo, irreprochable para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tesalonisenses 5:23).
La plenitud de la Fiesta del séptimo mes se desarrolla o se superpone con el séptimo día del Señor, cuando el tiempo del Reino se establecerá por mil años.
Santificados para la Verdad
La Palabra no se abrió, leyó y se le explicó a la gente en Pascua ni en Pentecostés, sino en la Fiesta de los Tabernáculos. Esta es una imagen de los misterios del Reino expuestos para proveer una revelación que manifieste lo siguiente: “…resplandece con el brillo de la bóveda celeste; los que instruyen a las multitudes en el camino de la justicia brillarán como las estrellas por toda la eternidad” (Daniel 12:3).
Las profecías de Daniel señalan con claridad este tiempo de la historia, cuando el libro sellado previamente por orden del Señor, ahora es abierto y devorado por la Iglesia de la generación del tiempo final. En este tiempo, muchos avanzarán, otros retrocederán y el conocimiento aumentará. En este tiempo cumpliremos la directiva profética de Apocalipsis 10:11 y tomaremos el libro recién abierto de manos del Señor, lo devoraremos y “volveremos a profetizar sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes”.
La verdad espiritual se reveló en Pascua y Pentecostés; pero en los Tabernáculos, la Verdad completa y total vendrá sobre la Esposa de Cristo para hacerla brillar en las naciones. Esto la preparará finalmente para el Señor “…para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable” (Efesios 5:26-27
Paul Keith y Wanda Davis
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