Por Bill Yount
Proverbios 24:17-18 dice: “No te alegres cuando caiga tu enemigo, ni se regocije tu corazón ante su desgracia, no sea que el Señor lo vea y no lo apruebe, y aparte de él su enojo”.
No sólo debemos amar a nuestros enemigos, se nos advierte que no debemos regocijarnos cuando vemos la caída de nuestros enemigos. ¡Ni siquiera debemos permitir que nuestro corazón se alegre con su tropiezo!
¿Alguna vez oró para que el amor de Dios fluyera a través de su vida hacia sus enemigos y se asombró de poder amarlos? Pero cuando los vio caer, ¿comenzó a alabar al Señor? ¿Pero mientras se regocijaba sobre la derrota aparente de sus enemigos, repentinamente volvieron a ser bendecidos, sólo para levantarse sobre usted?
Creo que estos principios también aplican a nuestros enemigos cuando nos ven caer. Creo que esto tiene que ver con lo que dice en Miqueas 7:8: “Enemiga mía, no te alegres de mi mal. Caí, pero he de levantarme; vivo en tinieblas, pero el Señor es mi luz”. El enemigo nunca ríe ultimo cuando cae el pueblo de Dios… ¡Él se ríe del enemigo mientras su pueblo se vuelve a levantar!
Proverbios 24:16 dice: “…porque siete veces podrá caer el justo, pero otras tantas se levantará; los malvados, en cambio, se hundirán en la desgracia”.
¡Dios nos ve cuando otros nos maldicen!
2 Samuel 16:5-13 dice: “Cuando el rey David llegó a Bajurín, salía de allí un hombre de la familia de Saúl, llamado Simí hijo de Guerá. Éste se puso a maldecir, y a tirarles piedras a David y a todos sus oficiales, a pesar de que las tropas y la guardia real rodeaban al rey. En sus insultos, Simí le decía al rey: ¡Largo de aquí! ¡Asesino! ¡Canalla! El Señor te está dando tu merecido por haber masacrado a la familia de Saúl para reinar en su lugar. Por eso el Señor le ha entregado el reino a tu hijo Absalón. Has caído en desgracia, porque eres un asesino. Abisay hijo de Sarvia le dijo al rey: ¿Cómo se atreve este perro muerto a maldecir a Su Majestad? ¡Déjeme que vaya y le corte la cabeza! Pero el rey respondió: Esto no es asunto mío ni de ustedes, hijos de Sarvia. A lo mejor el Señor le ha ordenado que me maldiga. Y si es así, ¿quién se lo puede reclamar? Dirigiéndose a Abisay y a todos sus oficiales, David añadió: Si el hijo de mis entrañas intenta quitarme la vida, ¡qué no puedo esperar de este benjamita! Déjenlo que me maldiga, pues el Señor se lo ha mandado. A lo mejor el Señor toma en cuenta mi aflicción y me paga con bendiciones las maldiciones que estoy recibiendo. David y sus hombres reanudaron el viaje. Simí, por su parte, los seguía por la ladera del monte, maldiciendo a David, tirándole piedras y levantando polvo”.
¡Qué líder! Qué extraño carácter ejemplificado aquí por David. Sus hombres podían matar a ese perro muerto que maldecía, pero pensó para sí mismo: “¡Quizá el Señor está usando a este hombre en mi vida por alguna razón!”. Creo que David hizo un inventario de su vida y examinó su corazón para ver si algo de lo que había hecho le dio lugar al enemigo para que este hombre actuara así.
Proverbios 26:2 dice: “Como el gorrión sin rumbo o la golondrina sin nido, la maldición sin motivo jamás llega a su destino”.
¡El Señor nos ordenó bendecir!
Encontramos esta verdad cuando un hombre perverso llamado Balac presionó a Balaam para maldecir a Israel. Le prometió a Balaam un gran honor personal y para cualquier otro que se lo pidiera, sólo debía maldecir a Israel (Números 22:17).
Pero cada vez que Balaam abría su boca, todo lo que salía de ella era…
“Se me ha ordenado bendecir, y si eso es lo que Dios quiere, yo no puedo hacer otra cosa. Dios no se ha fijado en la maldad de Jacob ni ha reparado en la violencia de Israel. El Señor su Dios está con ellos; y entre ellos se le aclama como rey. Dios los sacó de Egipto con la fuerza de un toro salvaje. Contra Jacob no hay brujería que valga, ni valen las hechicerías contra Israel. De Jacob y de Israel se dirá: ‘¡Miren lo que Dios ha hecho!’” (Números 23:20-23).
Tres veces Balac presionó a Balaam para maldecir a Israel, ¡pero las tres veces Israel fue bendecido! (Números 24:10).
Una mujer ayuda a David a ser Rey de Israel
David envió mensajeros para pedirle a Nabal alimento y bebida. Después de todo, cuando los pastores de Nabal estaban con David y sus hombres, los había tratado bien. Pero Nabal se levantó en contra de David y sus hombres. Entonces David declaró en 1 Samuel 25:21-22:
“De balde estuve protegiendo en el desierto las propiedades de ese tipo, para que no perdiera nada. Ahora resulta que me paga mal por el bien que le hice. ¡Que Dios me castigue sin piedad si antes del amanecer no acabo con todos sus hombres!”.
David estaba listo para cargar contra Nabal, pero su esposa Abigail salió en su rescate. En los versos 25-30, Abigail le dice a David: “No haga usted caso de ese grosero de Nabal, pues le hace honor a su nombre, que significa ‘necio’. La necedad lo acompaña por todas partes. Yo, por mi parte, no vi a los mensajeros que usted, mi señor, envió. Pero ahora el Señor le ha impedido a usted derramar sangre y hacerse justicia con sus propias manos. ¡Tan cierto como que el Señor y usted viven!
Por eso, pido que a sus enemigos, y a todos los que quieran hacerle daño, les pase lo mismo que a Nabal. Acepte usted este regalo que su servidora le ha traído, y repártalo entre los criados que lo acompañan. Yo le ruego que perdone la falta de esta servidora suya. Ciertamente, el Señor le dará a usted una dinastía que se mantendrá firme, y nunca nadie podrá hacerle a usted ningún daño, pues usted pelea las batallas del Señor. Aun si alguien lo persigue con la intención de matarlo, su vida estará protegida por el Señor su Dios, mientras que sus enemigos serán lanzados a la destrucción. Así que, cuando el Señor le haya hecho todo el bien que le ha prometido, y lo haya establecido como jefe de Israel”.
David le respondió a Abigail en los versos 32-33: “¡Bendito sea el Señor, Dios de Israel, que te ha enviado hoy a mi encuentro! ¡Y bendita seas tú por tu buen juicio, pues me has impedido derramar sangre y vengarme con mis propias manos!”. Diez días después, encontraron muerto a Nabal.
A lo largo de toda la Escritura parece que nuestra manera de manejar la crítica, aún la que viene de la gente que nos maldice, ¡determina nuestra promoción y destino!
David venció a su mayor gigante llamado “crítica”, justo antes de asesinar a su pequeño gigante llamado “Goliat”
1 Samuel 17:28-29 dice: “Eliab, el hermano mayor de David, lo oyó hablar con los hombres y se puso furioso con él. Le reclamó: ¿Qué has venido a hacer aquí? ¿Con quién has dejado esas pocas ovejas en el desierto? Yo te conozco. Eres un atrevido y mal intencionado. ¡Seguro que has venido para ver la batalla! ¿Y ahora qué hice?, protestó David. ¡Si apenas he abierto la boca!”.
David podía sentirse deprimido por el señalamiento de su hermano, pero el verso 30 dice que se alejó de su hermano y volvió a hablar sobre enfrentar a Goliat. ¡Qué dominio propio demostró David! Cuando venció al gran gigante de la crítica, fue catapultado en el espíritu correcto para derribar al pequeño gigante Goliat. Goliat humilló y criticó al rey Saúl y al resto del pueblo por cuarenta días. Aparentemente, esto funcionó efectivamente, intimidando al pueblo y al rey Saúl, pero no funcionó con David. Ese mismo espíritu crítico e intimidatorio que inundó el valle salió de la boca de Eliab, rebotando desde David para atravesar la cabeza de Goliat.
¡Cuando enfrente la crítica, estará cerca de su promoción y su victoria!
La “crítica” puede ser la escalera hacia su próximo nivel
El Salmo 141:5 dice: “Que la justicia me golpee, que el amor me reprenda; pero que el ungüento de los malvados no perfume mi cabeza, pues mi oración está siempre en contra de sus malas obras”.
“Reprobar” significa “reprender para hallar faltas”.
Recientemente tuve que enfrentar algunas críticas por unas enseñanzas que había dado. Recibí un par de e-mails de personas que no estaban de acuerdo conmigo, algunos fueron muy hostiles y otros provenían de gente piadosa que respeto. Recibí las críticas de hostiles y las de aquellos que me criticaron con amor. Justo después de este despliegue de crítica, mientras la abrazaba para bien, experimenté una unción fresca sobre mi vida y en mi ministerio. Verdaderamente es un “aceite excelente” que cubre mi cabeza.
Creo que todos practicamos para hacer las cosas bien. Ahora le agradezco a Dios por la crítica, porque es la escalera hacia mi próximo nivel. Cuando usted llega al próximo nivel, ¡comenzará otra vez desde el principio, hacia la siguiente escalera!
Bill Yount
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