Por Tiffany Ann Lewis
Mientras permanecía quieta adorando al Señor, el Espíritu Santo me entregó una visión donde había un monte enorme delante de mí. Era un monte de dolor que contenía todas mis desilusiones pasadas, presentes y futuras. El monte impedía mi experiencia de adoración. No me permitía acceder a ese lugar dulce en el Espíritu que amo tanto, donde las preocupaciones del mundo se desvanecen ante su presencia.
Quise ignorar el monte que se elevaba delante de mí y limitarme a adorar. Traté de moverme a derecha e izquierda para rodearlo, pero más allá del camino que tomara, el monte de dolor siempre estaba delante de mí. No quería pensar en mis desilusiones, tampoco quería tratar con el dolor que me causaron. Quería pensar en mi Jesús y perderme en la adoración. La presencia de Dios era pesada y me rodeaba con su amor; pero el dolor también estaba presente, así que comencé a danzar y a cantar, mientras rodeaba el monte.
El dolor no es placentero, entonces traté de hablarle al monte para que se eche al mar, pero no funcionó. Repentinamente, Jesús estaba parado entre el monte y yo. Me tomó con firmeza por los hombros, interrumpiendo mis movimientos y dijo: “Tiffany Ann, quédate quieta y conoce que soy Dios”.
Respondí, “sí Señor, lo sé, por eso sólo quiero adorar”, tratando de volver a danzar. Pero no me lo permitió. Una y otra vez me llevó hacia el monte de mi dolor. Finalmente, me figuré que el Señor tenía algo más que decir y dejé de tratar de escaparme. Mientras estaba quieta, el Señor me preguntó: “Tiffany Ann, ¿confías en mí en este lugar, frente a este monte? ¿Confías en Mí con tu dolor? ¿Confías en Mí con tus desilusiones?”.
Selah... caminando en la confianza y la desilusión
Mientras las lágrimas rodaban por mis mejillas, el Señor me enseñó que debía caminar en la confianza y la desilusión. El instinto primario ante el dolor es pelear o escapar. Podemos pelear contra el dolor o escapar de él. Por eso trataba de “danzar alrededor” del monte. Trataba de rechazar el dolor de mis desilusiones. El problema con eso es que cuando corremos, nos escapamos de Dios y no corremos hacia Él.
Tristemente, en esta vida hay momentos en los que esperamos no deslizarnos en nuestro camino y nuestro corazón se rompe en miles de pedazos. Para el creyente, admitir este tipo de desilusiones a menudo llega a ser una batalla para el alma y en este lugar vulnerable, el individuo suele preguntarse si debe confiar realmente en Dios o no hacerlo. Este tipo de batalla sólo sirve para agregar dolor y culpa sobre las emociones agitadas. En tiempos como este, podemos ver que se ocultan nuestros sentimientos reales acerca de Dios. Podemos sentirnos avergonzados por permitirle a Él que conozca lo que ocurre dentro de nuestro corazón. Pero si confiamos verdaderamente en Dios no nos sentiremos desilusionados. ¿Verdad?
Error. Experimentar la desilusión no necesariamente revela una falta de confianza. Esto revela una desilusión y no necesitamos escondernos de Él. Esta es sólo otra mentira que el diablo habla para alejarnos del amor de Dios. El Señor también conoce nuestros pensamientos, heridas y desilusiones, invitándonos a discutirlas con Él. “Vengan, pongamos las cosas en claro…” (Isaías 1:18).
Amado, podemos ser reales con Dios y mientras confiamos en Él lo suficiente para revelarlo, nos sanará. Confiar en Dios y experimentar sentimientos de desilusión puede ir de la mano cuando caminamos con Dios. Permítame explicarle qué quiero decir con esto.
Dios nos hará confiar en Él
Existen dos palabras que se utilizan en el Antiguo Testamento para expresar “confianza”. Una es “batach” y la otra es “chasah”. Batach (Strong AT:982) se usa muy a menudo y significa: “confiar, confiar en, tener confianza, ser atrevido y estar seguro”. Es interesante notar que esta raíz (batach) es una forma verbal causativa. No quiero ser demasiado técnica, pero es muy importante conocer qué quiere decir un verbo causativo para que todo esto tenga sentido.
En lenguaje, un verbo causativo indica la acción necesaria para que otra acción pueda tener lugar. Revela que alguien o algo, es indirectamente responsable por la acción. Esto nos enseña bíblicamente que Dios nos hará confiar en Él.
Salmo 22:4-5 dice: “En ti confiaron nuestros padres; confiaron y tú los libraste; a ti clamaron, y tú los salvaste; se apoyaron en ti y no los defraudaste”. Dios los hará confiar en Él a través de todas las señales y maravillas que hizo en medio de ellos. Pero recordemos que aunque fueron libres de la esclavitud en Egipto, debían dejar atrás todo lo que conocían, todo lo que era familiar para ellos y terminaron caminando ciegamente a través del desierto, una tierra estéril y llena de circunstancias que probaron sus vidas.
Sólo imagine las desilusiones que enfrentaron los hijos de Israel. No tenían comida, agua u hogar. Sin embargo, tenían una promesa de Dios. Vez tras vez proveyó para sus necesidades, revelándose a sí mismo como un Dios fiel, amoroso y confiable. A través de esta provisión, hizo que muchos confiaran en Él más y más cada día.
Este tipo de esperanza en Dios no es una especie de pensamiento positivo, sino una expectativa basada en la confianza que se irradia de un corazón persuadido de una u otra manera. Vemos este concepto en Romanos 5:3-5: “Y no sólo en esto, sino también en nuestros sufrimientos, porque sabemos que el sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia, entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza. Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado”.
Estas tribulaciones nos harán confiar/batach más en Dios. Sí, estamos heridos, pero no necesitamos forzar nuestros sentimientos para ser cristianos fuertes, pretendiendo que todo está bien, diciendo: “Alabado sea el Señor, perdí mi trabajo, pero está todo bien”. Necesitamos correr hacia Dios y recibir las fuerzas que necesitamos, un día a la vez.
Ayuda para el alma cargada
Esto llega a ser posible por medio de nuestra segunda palabra para confianza: chasah. Esta palabra utilizada para definir confianza es similar, pero no igual. Existen algunos significados para la palabra chasah que realmente ayudan a un alma atribulada. Chasah (Strong AT:2620) significa: buscar refugio, huir buscando protección, poner nuestra confianza en Dios, esperar en Dios y hacer refugio para otros. Donde dice batach, significa “descansar en” y donde chasah, significa “refugiarse en”. Encontramos una imagen hermosa de chasah en el Salmo 57:1, donde el rey David se retrata como anidando bajo las alas de Dios buscando refugio como un pichón bajo las alas de sus padres. “Ten compasión de mí, oh Dios; ten compasión de mí, que en ti confío. A la sombra de tus alas me refugiaré (chasah), hasta que haya pasado el peligro”.
Note cómo en este Salmo, David escribió: “Hasta que estas calamidades hayan pasado de mi”. Podemos pensar en esto como, “hasta que mis tribulaciones produzcan perseverancia, carácter y, finalmente, una esperanza en Dios que no me defraudará”. No nos desilusionamos porque en última instancia, el amor de Dios se derramó en el Calvario.
Quizá la situación sea decepcionante, pero no Dios. Es interesante notar que chasah se encuentra en un verso que está en la mitad de la Biblia, el Salmo 118:8. Es mejor confiar (chasah) en el Señor que poner nuestra confianza en los hombres. Esto es tan profundo que aquí se utiliza la palabra chasah y no batach. Puede ver que, si nos escapamos del dolor para tratar de atenuarla de alguna manera en nuestras fuerzas, nunca experimentaremos la plenitud del refugio protector que es chasah/confiar en Dios.
Cuando corremos hacia Dios buscando refugio en nuestro dolor, lo encontraremos. Estará allí en el monte del dolor y la desilusión, repartiendo sus armas, invitándonos a arrojarnos bajo sus alas para hallar nuestro descanso. Cuando nos encontramos “aquí”, podemos experimentar un lugar de consolación que brota desde nuestro interior. Aunque todo el infierno pueda levantarse en contra de nosotros, seremos capaces de declarar: “Está todo bien en mi alma”, porque confiamos en Él.
“El Señor es mi roca, mi amparo, mi libertador; es mi Dios, el peñasco en que me refugio. Es mi escudo, el poder que me salva, ¡mi más alto escondite! Él es mi protector y mi salvador…” (2 Samuel 22:2-3a)
Amén y Amén.
Tiffany Ann Lewis