Por Barbie Breathitt
Muchos de nosotros nos vemos en una encrucijada en nuestras vidas: buscar a Dios por algo nuevo. Cuando buscamos la dirección de Dios, recibimos las llaves para atravesar las puertas de las oportunidades para los nuevos comienzos. Me desperté a las 2:57 am y en ese momento, el Señor me guió hacia el Salmo 25:7: “… olvida los pecados y transgresiones que cometí en mi juventud. Acuérdate de mí según tu gran amor, porque tú, Señor, eres bueno”.
La revelación de Cristo
Él nos está llevando a cada uno de nosotros a través de un proceso de limpieza y purificación para perfeccionar nuestro carácter para sostener la unción para las “obras mayores”. Su deseo es liberarnos de los vestidos de la tumba del pasado que tratan de limitarnos, detenernos e impedirnos desarrollar el coraje de avanzar en fe para obtener el incremento que planificó para nosotros (Jeremías 29:11). Jesús resucitó a Lázaro de la muerte, aunque estuvo atrapado dentro de la tumba por cuatro días. El Señor está soltando el poder para liberarnos de las garras de la muerte.
El Señor le dijo a Marta en Juan 11:25-27: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto? Sí, Señor; yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que había de venir al mundo”. Recibió la misma revelación que Pedro: Jesús era el Cristo.
El mismo poder de la resurrección que levantó a Cristo de los muertos descansa en nosotros. Está restaurando la esperanza, entregando una nueva visión y provocando que nuestros huesos secos se reúnan para volver a la vida. Está conformando un ejército de cosechadores de almas que se moverán en el poder del Reino. Los apóstoles y profetas del pasado establecieron el fundamento para la Iglesia. Estamos llamados a caminar sobre ese fundamento firme y demostrar la plenitud del mensaje del Evangelio con señales, milagros y maravillas.
Pedro fue el primero en recibir la revelación de Cristo. En Mateo 16:13-20, Jesús hizo varias preguntas. Primero le preguntó a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”. Luego hizo una pregunta que los llevó hacia el terreno personal: “¿Quién dicen ustedes que Soy?”. Simón Pedro respondió: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”.
Jesús respondió: “Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás, le dijo Jesús, porque eso no te lo reveló ningún mortal, sino mi Padre que está en el cielo. Yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y las puertas del reino de la muerte no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”.
Llaves para abrir puertas
Recibimos estas llaves para abrir puertas en la dimensión del Espíritu, para acceder a la unción de vencedores y liberar a los cautivos. Estas llaves también nos capacitan para cerrar las puertas de la enfermedad, la pobreza, la vergüenza, la duda y la incredulidad, para que no puedan tener acceso hacia nosotros o hacia quienes nos enviaron a liberar.
El proceso de obtener la gracia y el favor de Dios se resalta en Mateo 7:7-8: “Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre”. Necesitamos pedirle extensamente al Señor y esperar el gran retorno de su provisión. Jesús tiene las llaves de la muerte y el Hades.
Apocalipsis 3:7-8 dice: “Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y nadie puede cerrar, el que cierra y nadie puede abrir: Conozco tus obras. Mira que delante de ti he dejado abierta una puerta que nadie puede cerrar. Ya sé que tus fuerzas son pocas, pero has obedecido mi palabra y no has renegado de mi nombre”.
Como tenemos pocas fuerzas para desear caminar en el carácter y la naturaleza de su Nombre, Dios está soltando ángeles para que nos asistan en este tiempo de transición. Los ángeles saben dónde están las puertas en la dimensión del Espíritu. El Salmo 103:20-21 dice: “Alaben al Señor, ustedes sus ángeles, paladines que ejecutan su palabra y obedecen su mandato. Alaben al Señor, todos sus ejércitos, siervos suyos que cumplen su voluntad”. Mientras aprendemos a trabajar con la dimensión de los ángeles, nos transformamos en ministros del Fuego celestial.
Tiempo para “grandes obras”
El avivamiento de sanidad de los años 1950, demostró el poder asombroso del Reino. Deseamos ver la unción de sanidad soltándose en una dimensión mayor de lo que ocurrió en el avivamiento de sanidad de la década del 50’. El Salmo 90:16-17 dice: “¡Sean manifiestas tus obras a tus siervos, y tu esplendor a sus descendientes! Que el favor del Señor nuestro Dios esté sobre nosotros. Confirma en nosotros la obra de nuestras manos; sí, confirma la obra de nuestras manos”.
Le pregunté al Señor cuándo volverían a aparecer sus obras poderosas. Me respondió: “¡Cuando comiences a hacerlas!”.
La Palabra de Dios establece que habrá una generación que hará obras mayores porque Él subió al Padre. Somos esa generación. Jesús está sentado en lugares celestiales y nosotros estamos llamados a vivir en el mismo lugar (Efesios 2:5-7) para traer su Reino a la tierra (Efesios 1:17-23). Jesús sólo hizo las obras que vio hacer a su Padre en el Cielo.
Dios quiere que aprendamos a conectarnos con la dimensión de la visión para ver cómo suceden las cosas en el Cielo y manifestarlas en la tierra. Jesús nos dijo que no podía hacer nada por sí mismo, sino lo que veía hacer al Padre.
Juan 5:20-22: “Pues el padre ama al hijo y le muestra todo lo que hace. Sí, y aun cosas más grandes que éstas le mostrará, que los dejará a ustedes asombrados. Porque así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a quienes a él le place. Además, el Padre no juzga a nadie, sino que todo juicio lo ha delegado en el Hijo”.
¡La llave es la fe!
La llave para nosotros es creer que lo que dice en la Palabra de Dios es verdad. Comenzarán a ocurrirnos cuando nos movamos en fe.
Juan 14:12-14: “Ciertamente les aseguro que el que cree en mí las obras que yo hago también él las hará, y aun las hará mayores, porque yo vuelvo al Padre. Cualquier cosa que ustedes pidan en mi nombre, yo la haré; así será glorificado el Padre en el Hijo. Lo que pidan en mi nombre, yo lo haré”.
¿Qué deseo para concretar plantó Dios en su corazón? ¿Cuáles son las obras mayores que le está pidiendo? Recuerde pedir en el nombre y el carácter de Jesús, ¡Él lo hará por usted!
Que Dios sople sobre su vida,
Barbie Breathitt
No hay comentarios:
Publicar un comentario