Por Victoria Boyson
“Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús” (1 Tesalonisenses 5:16-18).
Una persona con un corazón agradecido tiene un gran poder. Un corazón agradecido es victorioso porque ve la victoria ante la derrota.
En el curso de la batalla, a menudo podemos caer en frustración y vernos peleando con Dios, en lugar de confrontar las montañas en nuestras vidas. A través de nuestra frustración, terminamos rechazando a Dios, en lugar de reprender a los principados y potestades. Podemos vernos atrapados en un ciclo de queja hacia Dios por la demora en responder nuestras necesidades, en lugar de agradecerle por todo lo que ya hizo por nosotros. Nuestra infelicidad puede mantenernos pidiéndole explicaciones a Dios, en lugar de agradecerle por las montañas que ya movió y los mares que abrió para hacernos avanzar.
Con mucha frecuencia perdemos la visión de los milagros que ya hizo para darnos las victorias que ya alcanzamos. Mientras esperamos que Dios haga “algo grande” por nosotros, olvidamos agradecer por las pequeñas victorias a lo largo del camino. Creo que las pequeñas bendiciones que recibimos de Dios son una prueba especial para nuestro corazón. Él quiere saber si seremos agradecidos, aún por los pequeños regalos.
Por otro lado, satanás quiere que sintamos insatisfacción por las victorias que Dios nos entregó, porque un corazón insatisfecho es fácil de manipular. Cuando nos sentimos frustrados, puede hacernos decir y hacer cosas que de otra manera serían imposibles. Estas actitudes pueden herir nuestra fe. Los celos y las ambiciones egoístas están arraigados en un corazón ingrato e insatisfecho. Un corazón insatisfecho es como un hambriento que nunca se llena o un fuego que nunca se extingue. Si se lo permitimos, se tragará todo el gozo que cosechamos en la vida.
La zona segura
Un corazón agradecido nos mantiene en la zona de seguridad, el lugar donde satanás no puede acceder a nuestra mente. Ese el lugar donde agradecemos y alabamos a Dios por todo lo que hizo por nosotros. “… den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús” (1 Tesalonisenses 5:18).
Tengo un amigo pastor que recientemente atravesó una situación en su Iglesia donde muchas personas se retiraron. En lugar de amargarse por los que se fueron, hizo un esfuerzo consciente para agradecerle a Dios por la gente que se mantuvo con él. ¡En un tiempo de pérdida, es fácil perder de vista todo lo que aún tenemos! En todos los tiempos y circunstancias, debemos encontrar algo por lo cual ser agradecidos y mantener esta actitud en el lugar donde Dios nos ubicó.
Cuando Dios nos muestra algo que quiere darnos y no ocurre de inmediato, es fácil sentirse frustrado. Si Dios lo prometió, seguro lo cumplirá. Pero debemos hacer nuestra parte y eso es agradecerle a Él, en lugar de concentrarnos en cómo se ven las cosas desde lo natural. Nuestra frustración y ansiedad sólo nos alejarán de Dios. La alabanza y gratitud prueban que confiamos en Dios para hacer lo imposible por nosotros en su tiempo y a su manera.
“No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6-7).
La presencia, paz y poder de Dios son dones que se entregan libremente a los que confían en Él, sin permitir que el temor y la ansiedad permanezcan en sus corazones. La paz de Dios guardará nuestro corazón, peleando en contra de la ansiedad y la insatisfacción. La ansiedad erosionará nuestra fe y confianza en Dios, pero su paz que sobrepasa todo entendimiento producirá un corazón agradecido. Creo ciertamente que un corazón agradecido tocará a Dios y nos permitirá experimentar su presencia en todo tiempo.
Una palabra llena de poder
Hay una palabra simple que suelta el poder celestial sobre todos los que la usan. Es una palabra fundacional que muchos de nosotros aprendimos como niños pequeños. Es una palabra poderosa que abre las ventanas de los cielos. El corazón de Dios es atrapado por una palabra que surge desde nuestro corazón: gracias. Personalmente pude ver cómo esta palabra simple desata la bendición del cielo.
Años atrás mi esposo y yo necesitamos una gran cantidad de dinero y teníamos poco tiempo para reunirla. Casi me lleno de pánico cuando me enfrenté con la situación imposible, pero en lugar de ello, corrí hacia mi Padre celestial que es dueño de los rebaños y de miles de colinas. Mientras derramaba mi corazón (y mis temores) ante Él, llenó mi corazón con su paz. Le pregunté cómo debíamos tratar con nuestra necesidad. Me respondió: “Sólo agradéceme y el dinero vendrá”.
Después de sólo seis meses, Dios suplió todo lo que necesitábamos y más. Fueron seis meses llenos de milagros. Seis meses de adoración, gratitud y gozo en Dios. Pudimos verlo desplegar su poder y sentimos su amor maravilloso por nosotros.
A Dios le fascina cuando confiamos en Él. Una manera para demostrarle nuestra confianza es agradecerle por suplir nuestras necesidades, aún antes de ver su evidencia en lo natural. Mientras comenzamos a agradecerle, nuestro aprecio mantiene nuestros ojos en su fidelidad. Nos muestra cuán grande y asombroso es Él, recordándonos cómo nos ayudó en el pasado y nos asegura que nos ayudará en el presente y el futuro.
El poder de Dios en nosotros
La queja mantiene nuestra visión estrecha y nos enfoca en nuestro problema. La alabanza eleva nuestros ojos hacia nuestro gran Dios que siempre vela por nosotros. No sólo necesitamos enfocarnos en reprender al diablo, sino en magnificar a Dios. Con nuestra alabanza y adoración, comenzaremos a ver que no hay un problema grande para Él.
Nuestro corazón agradecido producirá una visión honesta y justa de Dios. Veremos que sólo Él sostiene el mundo en la palma de su mano porque es el único Creador de todas las cosas. Mientras este Dios asombroso nos bendice a diario, simplemente necesitamos hacer el tiempo para renovar nuestra mente pensando en las victorias y bendiciones que nos entregó. Cuando hacemos esto, ampliamos nuestra capacidad para creer en Él por cosas más grandes y luego confiaremos en Él más, manifestando más el poder y la autoridad que nos entregó.
Si comprendemos que Dios creó los montes, creeremos que Él tiene el poder para mover montañas. Amados amigos, Él nos escogió para darnos ese poder para que el mundo pueda glorificarlo mientras caminamos en el poder de su grandeza y majestad.
Ore conmigo: Padre, perdóname por limitarte con mis quejas y reclamos. Ayúdame a agradecerte en todo tiempo para alabarte con mis labios. Quiero apreciarte y regocijarme en ti con un corazón agradecido. ¡Gracias por todo lo que hacer por mí!
Victoria Boyson
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