Por Mahesh y Bonnie Chavda
“Entren por sus puertas con acción de gracias; vengan a sus atrios con himnos de alabanza; denle gracias, alaben su nombre” (Salmo 100:4)
Mientras el olor característico del otoño llena el aire y las hojas caen como la lluvia tardía desde los árboles a lo largo del camino, nuestros corazones son atraídos por las reuniones familiares del pasado alrededor de la mesa de “Acción de gracias”. Los americanos son especialmente bendecidos con una tradición espiritual que iniciaron los pioneros, cuya fe y pacto con Dios era el fundamento de sus vidas. Acción de gracias es más que un pavo para la cena o un viaje hacia la casa de la abuela. La actitud de gratitud nos llena de expectativa. Precipita el favor y la manifestación de la bendición de Dios. La gratitud llena nuestras oraciones con fe.
La gratitud es la parte vital de un corazón sano
La abertura en la cortina que daba acceso al tabernáculo se llamaba “puerta de gratitud”. Como una muestra sacrificial de su gratitud, adoración y necesidad del Señor, las familias israelitas llegaban a estas puertas con ofrendas de gratitud en sus manos. Esas ofrendas se hacían en público. El adorador y su familia eran vistos atravesando el campamento hacia la puerta de la gratitud. Luego los sacerdotes recibían las ofrendas de la familia. A menudo la ofrenda tenía un costo elevado para los adoradores. El precio de un carnero, un toro o una cantidad de animales con el mismo costo, no era una señal simple de gratitud por su pacto con Dios.
Cuando entregaban sus ofrendas, los adoradores emitían votos y renovaban su confesión, descargando sus corazones de sus pecados y faltas. Se paraban a la vista del holocausto, el lugar del altar del sacrificio, donde las ofrendas se consumían por el fuego santo. En esos días, agradecer era mucho más que una expresión de labios. El proceso costoso y sangriento que habían visto y del que participaban, anticipaba la ofrenda que Dios entregaría por nosotros: su único Hijo. Su vida se ofreció en sacrificio por las vidas de todos aquellos que establecían un pacto con Dios por medio de la sangre derramada en el Calvario. Cuando David cantó “entrad por sus puertas con acción de gracias”, hacía referencia al primer paso en el testimonio de una vida rendida al pacto con Dios.
La gratitud es el camino para experimentar los beneficios de nuestro pacto con Dios. Lucas registra un evento de gratitud que vio en el ministerio de Jesús:
“Un día, siguiendo su viaje a Jerusalén, Jesús pasaba por Samaria y Galilea. Cuando estaba por entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres enfermos de lepra. Como se habían quedado a cierta distancia, gritaron: ¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros! Al verlos, les dijo: Vayan a presentarse a los sacerdotes. Resultó que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, al verse ya sano, regresó alabando a Dios a grandes voces. Cayó rostro en tierra a los pies de Jesús y le dio las gracias, no obstante que era samaritano” (Lucas 17:11-16).
Obedecieron y fueron donde los sacerdotes. Pero mientras iban comenzaron a darse cuenta con asombro que la lepra desapareció por completo. Nueve de los hombres eran judíos. No sabemos si fueron a la puerta de la gratitud en el templo para dar testimonio de lo que hizo Dios. Pero sabemos esto: Uno de los diez era samaritano. Si los religiosos judíos lo atrapaban, seguro terminaba muerto. Pero cuando este hombre vio que Jesús lo había sanado, regresó corriendo hacia Él, gritando y glorificando a Dios todo el camino.
Cuando encontró a Jesús en la plaza, el samaritano se postró ante los pies de Jesús, mostrando públicamente su adoración. El hombre no podía agradecer lo suficiente al Señor. Repetía una y otra vez, “gracias Señor, ¿cómo puedo agradecerte por lo que hiciste por mí?”.
Jesús miró a la gente que vio todo y les dijo: “¿Acaso no quedaron limpios los diez? preguntó Jesús. ¿Dónde están los otros nueve? ¿No hubo ninguno que regresara a dar gloria a Dios, excepto este extranjero? Levántate y vete, le dijo al hombre; tu fe te ha sanado” (Lucas 17:17-19).
La expresión de un corazón agradecido tiene efectos extraordinarios
Agradecer aún por las bendiciones, provisiones o liberaciones más pequeñas, invita a Dios a rodearnos. Su intervención es a menudo como la apertura del velo de la carpa donde habita la Shekinah y Dios se encontraba con Moisés cara a cara: La puerta de la gratitud. En este tiempo debemos dar gracias en una medida extraordinaria. Recuerde agradecerles a todos los que esperan en usted todos los días, a su familia y en su lugar de trabajo. Exprese su gratitud a sus líderes, compañeros de oración, socios y amigos en la Iglesia por alentarlo. Recuerde a las viudas y los huérfanos, sea agradecido por las relaciones y la provisión de gozo. Que sus acciones y cantos de gratitud testifiquen del pacto que hizo con la Fuente de todo gozo.
Gracias Señor, porque tus ojos están sobre mí. Gracias porque tu mano me bendice, sana y libera. Gracias por las respuestas amorosas a nuestras oraciones. Por sobre todo, gracias por Jesús, quien se entregó a sí mismo para que podamos tener vida eterna.
“No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias” (Filipenses 4:6).
Mahesh y Bonnie Chavda
No hay comentarios:
Publicar un comentario