Por Victoria Boyson
Cuando estaba en el colegio, mi deporte favorito era el basket. Mi problema era que medía 1,60 mts. Entonces tuve que esforzarme mucho más para jugar basket porque me negué a permitir que mi estatura dictara mi habilidad para jugar. Mi entrenador me usaba como ejemplo para las demás muchachas. Era una de las jugadoras más bajas del equipo, pero aprendí a ser agresiva e ir detrás de la pelota, sin importar cuán altas fueran las demás. Era como Jael en Jueces 4.
Jael fue una mujer que estaba en su tienda mientras los hombres de Israel peleaban una batalla contra Sísara, el comandante del ejército cananeo. Dios prometió liberar a Sísara de manos de Barac, el líder del ejército israelita. Pero debido a su incredulidad, Dios lo liberó por manos de una mujer. Esa mujer era Jael. Mientras se encontraba en su casa apareció Sísara de la nada parado en la entrada de su tienda. Ella lo sedujo para que entrara en su tienda a descansar.
Jueces 4:21: “Pero Jael, esposa de Héber, tomó una estaca de la carpa y un martillo, y con todo sigilo se acercó a Sísara, quien agotado por el cansancio dormía profundamente. Entonces ella le clavó la estaca en la sien y se la atravesó, hasta clavarla en la tierra. Así murió Sísara”.
Probablemente Jael era la que menos calificaba ante Barac para ganar la batalla por Israel ese día, pero Dios la escogió por esa misma razón. Dios nos estaba enviando un mensaje: ¡No podemos limitarlo, porque se niega a estar encerrado dentro de una caja! Si le decimos que hay algo que no puede hacer, será exactamente lo que hará. Si le damos un desierto, lo transformará en un bosque. Si le damos una sirvienta, la transformará en una princesa. Si le damos un ama de casa, la transformará en una guerrera. Si le damos nuestra esterilidad, la transformará en una gran nación.
Isaías 41:20: “… para que la gente vea y sepa, y considere y entienda, que la mano del Señor ha hecho esto, que el Santo de Israel lo ha creado”.
Este es el corazón de Dios para nosotros. Él ve más allá de nuestra debilidad y ve un guerrero poderoso, porque llama a las cosas que no son como si fueran. Si se siente descartado por la vida, ¡regocíjese porque Dios lo está buscando! Usted encaja perfectamente en su propósito.
En la historia de Cenicienta, luego que huyó del baile, todos comenzaron a buscarla. Los altos oficiales en el reino, aún el gran duque, la estaban buscando desesperadamente. ¿Quién era ella como para que todo el reino la estuviera buscando? ¡Era la que encajaba perfectamente! Era la única que encajaba en la sandalia de cristal.
Dios le dice hoy: “Eres el único que puede llenar los zapatos que estoy preparando para ti. Eres el que estaba buscando. Eres el que necesito”.
La mujer sunamita
En 2 Reyes 4:8-37, Eliseo vivió en la casa de la mujer sunamita, en un cuarto especialmente edificado para él. Cada vez que pasaba por ese lugar se quedaba en la casa de ella. Pero la mujer nunca le pidió nada a cambio por ese gesto. Era difícil para ella recibir esa bendición. Bendijo al hombre de Dios sin esperar nada a cambio. Pero Dios deseaba bendecirla igual. Eliseo averiguó su necesidad y se enteró que no tenía hijos. Entonces habló vida sobre esa situación.
Su corazón era tan puro que ni siquiera pudo recibir esas palabras que le habló. No podía volver a tener esperanzas, su decepción por no tener hijos hizo que muriera en su corazón. Aprendió a vivir con ello, su esposo era anciano y nunca le había dado hijos que la llamaran “mamá”. Para ella era un gran dolor, pero aprendió a tratar con esa decepción. Como sabía cuán grande era su dolor, no quería volver a decepcionarse.
2 Reyes 4:16: “Entonces Eliseo le prometió: El año que viene, por esta fecha, estarás abrazando a un hijo. ¡No, mi señor, hombre de Dios! exclamó ella. No engañe usted a su servidora”.
Su corazón estaba tan golpeado y albergaba un dolor tan profundo que no podía volver a tener esperanzas. La mujer sunamita sabía que no podía atravesar otra decepción. Esta era un área muy difícil en su corazón. Su anhelo por un hijo era tan grande que no quería volver a confiarle su corazón a nadie más. Dios sopló aliento de vida en medio de su situación dolorosa. Levantó su esperanza de la muerte y pudo abrazar a un hijo (verso 17).
Dios hizo por ella mucho más de lo que pidió o aún pensó (Efesios 3:20). Levantó su esperanza de la muerte (2 Reyes 4:36). ¡Dios la buscó para darle un milagro y está haciendo lo mismo por usted hoy!
¿Ha sido descartado por la vida? ¡Entonces regocíjese, porque Dios lo está buscando! Dígale “sí” el día de hoy, porque encaja perfectamente en sus planes.
Victoria Boyson
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