jueves, 8 de agosto de 2013

“Estamos en tiempos de una aceleración sobrenatural”

Por Garris Elkins

clip_image002“Derriba los muros”

Nos encontrábamos en un tiempo de oración corporativa en la Iglesia Living Waters, en Medford, Oregon. Nuestro salmista nos estaba guiando en un momento de adoración espontánea indescriptible. Comenzamos a cantar las palabras: “Derriba los muros”. Cantamos estas palabras una y otra vez. El Espíritu Santo soltó algo en medio de esa reunión.

Mientras cantábamos las palabras “derriba los muros”, comencé a ver una imagen. Fueron las planicies de sal de Bonneville, Utah. Estas planicies de sal tienen una extensión de muchos kilómetros y están compuestas por sal en polvo, fruto de un lago evaporado. Las planicies de sal son tan planas y libres de obstáculos que se transformaron en el lugar más relevante para aquellos que buscan quebrar récords de velocidad.

Mientras continuábamos adorando y cantando estas palabras, pude ver a un cristiano, alguien que nos representaba a nosotros, sentado en el asiento de un auto impulsado por un jet. Mientras observaba se encendió el motor y el auto comenzó a acelerar, avanzando hacia la prueba para quebrar el récord. Todo el entorno natural se nublaba mientras aumentaba la velocidad.

“Perdono y dejo ir”

Mientras el conductor comenzaba a enfocarse en el horizonte distante, comenzó a aparecer un muro en medio de su camino y era imposible esquivarlo. Los frenos no podían detener el auto a tiempo y la colisión era inminente. Desde la distancia se podían ver algunas palabras escritas en el muro como: “abuso, heridas, violación, rechazo y traición”. Mientras estos eventos se desarrollaban, el Señor le habló al conductor y le dijo: “Háblale al muro y dile que perdonas y dejas ir”.

Humanamente no había tiempo para razonar o tratar de justificar eso, porque el choque era inminente. No había tiempo para analizar de quién era el error. No había tiempo para culpar a nadie. Todo esto ocurrió en la fracción de segundo, cuando el conductor vio el muro y la colisión era inevitable.

El vehículo continuaba acelerando de manera sobrenatural mientras el conductor le seguía hablando al muro. Cuando la última palabra salió de su boca el auto golpeó el muro. En lugar de destruirse, como hubiera ocurrido naturalmente, el auto continuó acelerando aún más mientras atravesaba el muro que ahora se había convertido en un muro de vapor y polvo.

El evento no terminó ahí. El conductor vio otro muro con otros nombres que describían situaciones dolorosas del pasado de su vida. Una vez más, el conductor clamó: “te perdono y te dejo ir”. Este muro explotó por el impacto y el auto aceleró aún más. Estos choques contra los muros y las aceleraciones siguientes continuaron hasta que todos los muros fueron destruidos. El conductor y el auto continuaron moviéndose hacia niveles cada vez más elevados de aceleración sobrenatural.

Un tiempo de aceleración sobrenatural

Pude percibir que esta es una imagen de lo que Dios está haciendo en su pueblo durante este tiempo. Estamos en un tiempo de aceleración sobrenatural. Entramos en el equivalente sobrenatural de las planicies de sal. Los únicos obstáculos en nuestro camino son aquellos que permitimos que existan. Las cosas están a punto de ocurrir tan rápido que mucho de lo que conocemos de nuestro pasado se desvanecerá ante la obra nueva que Dios planeó. Estos muros con heridas del pasado que se acercan velozmente no nos darán tiempo para racionalizar o elaborar una estrategia sobre nuestro camino, porque estaremos ante una inminente colisión.

Existen dos tipos de colisiones que se están acercando hacia el pueblo de Dios:

1) Colisiones que pueden destruirnos porque estamos involucrados en una ofensa.

2) Colisiones que nos acelerarán hacia nuevas dimensiones de vida y revelación porque escogimos humillarnos ante Dios y su pueblo, en arrepentimiento y perdón.

Así que sométanse a Dios. Resistan al diablo y él huirá de ustedes” (Santiago 4:7).

Garris Elkins

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