miércoles, 26 de noviembre de 2014

“Comenzará a ocurrir como en los días de Nehemías”

 

Por Theresa Phillips

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Estaba en una reunión de oración cuando la presencia del Señor se manifestó de una manera muy fuerte. Pude oír a los intercesores orando por nuestra nación, estaban clamando por sabiduría para nuestros líderes, por nuestro presidente y en ocasiones, amorosamente por Israel. Era como si estuviéramos oyendo muchos sonidos al mismo tiempo aunque de una manera única y diferente, pero el motivo era el mismo: ¡Clamaban como si fueran uno! Todos clamaban: “Amamos nuestra Nación y queremos que vuelva a la vida”. Esto me hizo recordar instantáneamente a Nehemías.

 

Una visión del muro

Estaba observando un rollo ante mí, un rollo antiguo, y pude oír estas palabras: “Ya comenzó”. En mi visión, mis sentidos fueron activados mientras oraban los intercesores. Pude ver un muro enorme que se venía abajo. Los huecos eran enormes en el muro que era antiguo. Antes era hermoso y fortificado, pero ahora estaba en ruinas. Luego observé el muro y pude ver un árbol de olivo que crecía desde el muro. Mi corazón se rasgaba entre dos sentimientos. Veía el quebrantamiento y la vida al mismo tiempo. Comencé a clamar dentro de mí, no externamente, porque quería que los intercesores continuaran orando. ¡Fui activada por esas oraciones! Me mantuve en la visión y primero pude ver sólo unos pocos hombres trepando el muro.

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Por un lado había unas tablas y en el otro la Palabra (Biblia). Otros comenzaron a acercarse a la pared y luego levantaron herramientas para reedificar el muro. La gente en el muro estaba “llorando y arrepintiéndose” por permitir que el muro cayera... Comenzaron a tomar las herramientas, mientras los demás debajo del muro lo abrazaban. ¡Todos acudieron a ayudar!

 

Elevé mi cabeza y miré a la distancia, pude ver a un hombre que se acercaba. Se dirigía hacia el muro. Primero era tímido, hasta que reconocí que sus vestidos estaban compuestos por las banderas de todas las naciones. En cada bandera estaban escritas todas las denominaciones en las naciones (Pentecostales, Católicos, Judíos, Protestantes, Cristianos, etc). Mientas se iba acercando al muro pude ver sus ojos, la pupila de sus ojos, y pude ver un cartel. En ese cartel estaban las palabras “un llamado”. Comencé a temblar. Sabía que se estaba acercando con un propósito: el muro. Instantáneamente recordé a Nehemías.

 

Nehemías 1:3-4 dice: Ellos me respondieron: Los que se libraron del destierro y se quedaron en la provincia están enfrentando una gran calamidad y humillación. La muralla de Jerusalén sigue derribada, con sus puertas consumidas por el fuego. Al escuchar esto, me senté a llorar; hice duelo por algunos días, ayuné y oré al Dios del cielo.

 

Mientras recordaba estas palabras, supe que era el tiempo de llorar, orar y ayunar. Pude oír al Señor: Theresa, dile a mi pueblo que reedifique: Clamen en voz alta y no se repriman”. Isaías 58:1 dice: ¡Grita con toda tu fuerza, no te reprimas! Alza tu voz como trompeta. Denúnciale a mi pueblo sus rebeldías; sus pecados, a los descendientes de Jacob.

 

Sueño: Estamos en guerra

Esa noche tuve un sueño que me sacudió. Pude ver a mi esposo, un sargento técnico de la Fuerza Aérea, que volvía a ser reclutado en Washington (está retirado del servicio desde hace 30 años). Pude observarlo caminando por el estacionamiento mientras me decía: “Estamos en guerra. Llámalos a orar y clamar a Dios”. Aún dentro del sueño estaba de pie en el mismo centro del estacionamiento con mi hijo. Mi hijo caminaba cerca de mí y me dijo: “Mamá, estamos en guerra”. Le respondí: “Sí, debemos edificar y fortificar el muro”. Me desperté del sueño paralizada y orando: “Dios, salva nuestra nación. Salva nuestra nación”.

 

Sabía que mi esposo no sería reclutado en Washington. Sabía que esto era simbólico. Debemos cambiar nuestras vestiduras, avanzar y reedificar lo que está en ruinas. Debemos pedirle a Jesús que nos muestre dónde debemos pedir su perdón soberano a nivel personal, corporativo y regional. Debemos reedificar los muros antiguos de nuestra cobertura espiritual cristiana que fue atacada viciosamente por todo el mundo. Yo sabía esto...

 

Me uní a la oración de Nehemías. Todo mi corazón está en esto. Nehemías 1:11 dice: “Señor, te suplico que escuches nuestra oración, pues somos tus siervos y nos complacemos en honrar tu nombre. Y te pido que a este siervo tuyo le concedas tener éxito y ganarse el favor del rey. En aquel tiempo yo era copero del rey”. Mientras lloraba (así estuve por días), me comprometí profundamente con la oración de Nehemías. Porque Dios me dijo en medio de una reunión de intercesión, mientras estaba rodeada de oraciones: “Como en los días de Nehemías, ya comenzó…”.

La oración de Nehemías

Si está en su corazón, ¿oraría conmigo esta oración?

 

clip_image005Nehemiah 1 dice: Éstas son las palabras de Nehemías hijo de Jacalías: En el mes de quisleu del año veinte, estando yo en la ciudadela de Susa, llegó Jananí, uno de mis hermanos, junto con algunos hombres de Judá. Entonces les pregunté por el resto de los judíos que se habían librado del destierro, y por Jerusalén. Ellos me respondieron: Los que se libraron del destierro y se quedaron en la provincia están enfrentando una gran calamidad y humillación. La muralla de Jerusalén sigue derribada, con sus puertas consumidas por el fuego. Al escuchar esto, me senté a llorar; hice duelo por algunos días, ayuné y oré al Dios del cielo. Le dije: Señor, Dios del cielo, grande y temible, que cumples el pacto y eres fiel con los que te aman y obedecen tus mandamientos, te suplico que me prestes atención, que fijes tus ojos en este siervo tuyo que día y noche ora en favor de tu pueblo Israel”.

 

“Confieso que los israelitas, entre los cuales estamos incluidos mi familia y yo, hemos pecado contra ti. Te hemos ofendido y nos hemos corrompido mucho; hemos desobedecido los mandamientos, preceptos y decretos que tú mismo diste a tu siervo Moisés. Recuerda, te suplico, lo que le dijiste a tu siervo Moisés: ‘Si ustedes pecan, yo los dispersaré entre las naciones: pero si se vuelven a mí, y obedecen y ponen en práctica mis mandamientos, aunque hayan sido llevados al lugar más apartado del mundo los recogeré y los haré volver al lugar donde he decidido habitar. Ellos son tus siervos y tu pueblo al cual redimiste con gran despliegue de fuerza y poder. Señor, te suplico que escuches nuestra oración, pues somos tus siervos y nos complacemos en honrar tu nombre. Y te pido que a este siervo tuyo le concedas tener éxito y ganarse el favor del rey. En aquel tiempo yo era copero del rey’.


¡Nehemías cambió la ciudad! ¡Se aseguró que el pueblo de Dios oyera correctamente!
Dios bendiga a los cristianos del mundo.

 

 

Dra. Theresa Phillips

(www.elijahlist.com)

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