lunes, 1 de diciembre de 2014

Tiempo de aceleración y la vara de Dios

 

Por John Belt

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Hebreos 12:1 dice: Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante.

 

Tiempos de aceleración

Estamos en tiempos de aceleración y avance en el propósito de Dios. Muchas veces existen impedimentos que debemos remover para movernos a una mayor velocidad. En los tiempos que vivimos, las circunstancias adquirieron una escalada rápida. Vemos que esto ocurre en el mundo natural y también en la dimensión del Espíritu. Sin embargo, al mismo tiempo que se acelera el mover de Dios en la tierra, existe una aceleración en la manifestación de las tinieblas. Este es nuestro tiempo para acelerar la remoción de las cosas que nos impiden avanzar y nos retienen para que no podamos correr con fuerzas, poder y libertad.

 

clip_image004Moviéndonos hacia una encrucijada y una apertura

Para muchos existe una congestión que está impidiéndoles avanzar a la velocidad que saben que pueden correr en el Señor. En esta carrera existe una intersección que se acerca, equivalente a una encrucijada. En este cruce habrá una apertura para despegar a gran velocidad, acelerando hacia el propósito de Dios. Habrá aperturas que verán aquellos que están en una búsqueda caliente, corriendo la carrera.

 

Será como si estuviéramos corriendo a un paso moderado, sabiendo que podríamos ir más rápido, pero no logramos rodear los obstáculos o las cosas que nos detienen (sean naturales o puramente espirituales). Sin embargo, en un tiempo kairos, veremos la apertura y recibiremos el impulso para movernos hacia un lugar más amplio de libertad y velocidad. Una vez que entremos a este lugar será hermoso, amplio y fresco, donde podremos correr como si estuviéramos flotando “en el aire”.  

 

Impedimentos internos

Josué 7:2-11 dice: Josué envió a unos hombres de Jericó hacia Hai, lugar cercano a Bet Avén, frente a Betel, y les dijo: Vayan a explorar la tierra. Fueron, pues, a explorar la ciudad de Hai. Poco después regresaron y le dieron el siguiente informe a Josué: No es necesario que todo el pueblo vaya a la batalla. Dos o tres mil soldados serán suficientes para que tomemos Hai. Esa población tiene muy pocos hombres y no hay necesidad de cansar a todo el pueblo”.

 

“Por esa razón, sólo fueron a la batalla tres mil soldados, pero los de Hai los derrotaron. El ejército israelita sufrió treinta y seis bajas, y fue perseguido desde la puerta de la ciudad hasta las canteras. Allí, en una pendiente, fueron vencidos. Como resultado, todo el pueblo se acobardó y se llenó de miedo. Ante esto, Josué se rasgó las vestiduras y se postró rostro en tierra ante el arca del pacto del Señor”.

 

“Lo acompañaban los jefes de Israel, quienes también mostraban su dolor y estaban consternados. Josué le reclamó a Dios: Señor y Dios, ¿por qué hiciste que este pueblo cruzara el Jordán, y luego lo entregaste en manos de los amorreos para que lo destruyeran? ¡Mejor nos hubiéramos quedado al otro lado del río! Dime, Señor, ¿qué puedo decir ahora que Israel ha huido de sus enemigos?”.

 

“Los cananeos se enterarán y llamarán a los pueblos de la región; entonces nos rodearán y nos exterminarán. ¡Qué será de tu gran prestigio! Y el Señor le contestó: ¡Levántate! ¿Qué haces allí postrado? Los israelitas han pecado y han violado la alianza que concerté con ellos. Se han apropiado del botín de guerra que debía ser destruido y lo han escondido entre sus posesiones”.  

 

El ejército de Josué había sido derrotado ante sus enemigos. Estaba postrado sobre su rostro preguntándole al Señor “¿por qué?”. Dios le respondió diciéndole: “¡Levántate! Hay pecado en el campamento. Por esta razón fueron derrotados”. Esto representa otro tipo de impedimento que sólo se puede remover purificando nuestros corazones ante Dios. No podemos servir a dos amos, porque Dios nos cela. Seremos derrotados si nuestros corazones no son puros ante Él. Cuando nuestros corazones son puros, la autoridad de Dios nos puede respaldar. Podemos hablar en su Nombre, conociendo que nos dará la victoria.

 

Usando la vara de Dios para dividir las aguas

Éxodo 14:11-16 dice: Entonces le reclamaron a Moisés: ¿Acaso no había sepulcros en Egipto, que nos sacaste de allá para morir en el desierto? ¿Qué has hecho con nosotros? ¿Para qué nos sacaste de Egipto? Ya en Egipto te decíamos: ‘¡Déjanos en paz! ¡Preferimos servir a los egipcios!’ ¡Mejor nos hubiera sido servir a los egipcios que morir en el desierto!”.

 

clip_image006“No tengan miedo, les respondió Moisés. Mantengan sus posiciones, que hoy mismo serán testigos de la salvación que el Señor realizará en favor de ustedes. A esos egipcios que hoy ven, ¡jamás volverán a verlos! Ustedes quédense quietos, que el Señor presentará batalla por ustedes. Pero el Señor le dijo a Moisés: ¿Por qué clamas a mí? ¡Ordena a los israelitas que se pongan en marcha! Y tú, levanta tu vara, extiende tu brazo sobre el mar y divide las aguas, para que los israelitas lo crucen sobre terreno seco.  

 

Cuando miramos la historia de Moisés donde lideró al pueblo de Israel hacia el Mar Rojo, parecía que iban hacia su destrucción a manos del ejército de Egipto. Moisés comienza hablando acerca de las maravillas que Dios iba a hacer. En medio del discurso, Dios lo interrumpió y le dijo: “¿Qué estás haciendo? ¡Toma la vara y extiéndela sobre las aguas!”. Para nosotros es importante orar y clamar, pero hay un tiempo donde debemos dar una orden, usando la “vara de la autoridad” que Dios nos impartió. Dios le dijo a Moisés que dividiera las aguas. Existen impedimentos que necesitaremos ordenar su remoción. No podemos sentarnos de una manera complaciente y apática.

 

Extienda la vara de la autoridad de Dios y parta las aguas, removiendo los impedimentos que no lo dejan correr a toda velocidad.

 

Permita que la profundidad de su corazón clame a Dios.

 

John y Brandi Belt

(www.elijahlist.com)

 

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