Por Sandie Freed
Una visión dentro de una visión: “¡Diablo, vete de mi Tierra Prometida!”
Estaba de pie frente a frente con el diablo, mirándolo directamente a los ojos para desafiarlo. Lo señalaba con mi dedo y le declaraba con osadía: “Diablo, ¡tú y tus huestes salgan de mi Tierra Prometida!”. El diablo se enredó y luego bufó con una altanería condescendiente. Pero mantuve mi terreno. Supe quién era en Cristo y supe lo que el Señor me había prometido. ¡No iba a retroceder! Esto que acaba de leer es una parte de un encuentro sobrenatural que experimenté hace años. Antes de compartir algo más, permítame volver un poco y presentarle el entorno para esta visión. Es lo que suelo llamar una visión dentro de una visión. De hecho, siento como si hubiera sido trasladada desde un lugar hacia otro.
Algunos de los que están leyendo este artículo quizá no comprendan mi experiencia, pero lo que me ocurrió también le pasó a Felipe en las Escrituras. Hechos 8 nos relata la historia de Felipe predicándole el Evangelio al eunuco que recibió a Cristo y también fue bautizado. Repentinamente, Felipe fue arrebatado (transportado) por el Espíritu hacia otra ciudad con el propósito de continuar su llamado evangelístico. Permítame explicarle por qué fui transportada. Estaba observando televisión, escuchando un mensaje intenso sobre la guerra espiritual y cómo nosotros, como cristianos, estamos llamados a ser guerreros. Justo en medio de la advertencia del ministro, ¡repentinamente me encontraba en otro lugar! Fue como si abandonara mi cuerpo y terminara en un escenario completamente nuevo. De hecho, ¡creo que así fue en verdad! Un minuto estaba oyendo al predicador y al siguiente, estaba marchando con un ejército masivo. En realidad estaba al mando de este regimiento en particular.
Nunca me olvidaré cómo era mi entorno porque el escenario me hizo recordar los lugares que visité mientras estuve en Israel, un lugar seco, arenoso y desolado. Me di cuenta que estaba participando en este encuentro, pero también podía verme a mí mismo. (Existen muchas interpretaciones diferentes sobre “una visión dentro de una visión” o aun con lo que implica ser transportado, pero por causa de este artículo, solo me referiré a ellos como encuentros sobrenaturales). Durante este encuentro no tenía miedo y marchaba con osadía, avanzando hacia la batalla contra satanás y sus huestes. ¡Estaba vestida para la batalla!
Cada paso que daba, el regimiento que lideraba también avanzaba. Miré hacia adelante y pude ver a los enemigos de Dios. Los desafié mirándolos directamente a los ojos y me determiné mucho más a seguir marchando. Mientras continuábamos marchando, me mantuve pensando: “El diablo está en mi tierra, lo voy a desalojar para poseer lo que me pertenece por derecho”. Todo el ejército del Señor también poseerá su herencia. Todos continuamos avanzando sin temor y determinados a poseer nuestra tierra.
Luego, como compartí al principio de este artículo, estaba cara a cara con el diablo. En realidad, el ejército de Dios que lideraba estaba de pie ante mí, desafiando directamente a los enemigos que bloqueaban su acceso a la posesión de su Tierra Prometida. Le ordené al diablo que dejara el territorio que me pertenecía por derecho. Gruñó de una manera orgullosa, pero yo estaba determinada a no retroceder. Supe que estaba ungida y llamada a liderar a otros para que posean sus promesas. Como resultado de nuestra determinación valiente, el enemigo se tuvo que rendir. ¡Sí! El diablo tuvo que salir de nuestra tierra. Lo siguiente que me pude dar cuenta es que mis ojos estaban otra vez sobre la televisión y seguía hablando el mismo ministro. Estaba terminando la misma frase que traduje antes. Repentinamente, me pude dar cuenta que tuve una experiencia extra corporal y un encuentro celestial.
Viendo a través de los ojos del Cielo
¿Por qué comparto esto? Ante todo, permítame expresar mi corazón sobre esto: Estamos en un proceso de transición hacia un tiempo donde vemos cosas específicas a través de los ojos del Cielo. En el encuentro que acabo de compartir, me veía enfocada, determinada y llena de fe respecto de mis promesas. Me veía a mí misma como Dios me ve y me permitía ver al Cuerpo de Cristo como Él nos ve. Cuando vemos de esta manera, desafía nuestra perspectiva sobre lo que estuvimos enseñando en el pasado; nuestra manera de vivir, nuestra cultura y nuestra mentalidad religiosa, para que se puedan restablecer los valores bíblicos y las verdades que Jesús enseñó.
Muchos de los que están leyendo estas palabras pueden pensar: “¡Por supuesto que confrontó osadamente al enemigo! Tiene años de experiencia y caminó en su unción haciendo lo que acaba de describir”. ¡No! En el momento que recibí esta visión/encuentro, todavía era temerosa, vergonzosa y tímida. Para mí era difícil estar ante la gente y profetizar, predicar… o aun ser usada para dar los anuncios. Por mi formación creía que nunca lo podría lograr.
Nuestra manera de ver a Dios estaba cambiando. En mi caso, crecí con un temor insano hacia Dios. Siempre pensé que estaba esperando para castigarme porque creía que nunca podría dar la medida de un estándar de santidad y rectitud. Traté de ser justa con cada fibra de mi ser, ¡créame! Aunque siempre parece que perdía la marca. Ahora sé que soy justa debido a la obra de Jesucristo en la Cruz. Como puede ver, creía una mentira acerca del Padre. De hecho, muchos cristianos también las creyeron.
Creo que estamos en un tiempo donde veremos al Padre como Jesús lo vio. Piense acerca de ello. Todo lo que hizo Jesús fue porque primero vio hacerlo al Padre. Por tanto, el Padre estaba sanando a sus hijos. El Padre estaba liberando a sus hijos. El Padre estaba bendiciendo a sus hijos. Jesús vino a representar al Padre, pero también a volver a presentarlo. En otras palabras, Jesús vino para mostrarnos el verdadero corazón de Aquel que lo envió. Nuestro Padre es amoroso, cuidadoso y proveedor. No es un Dios que arrebata, es un Dios dador. Por tanto, Jesús vino a la tierra para darle al Padre la gloria que se merecía. El sistema religioso de los días de Jesús servía a Dios por temor. Sin embargo, Jesús lo señaló y demostró que Dios era amor. Servimos a Dios por amor, por tanto, tenemos un temor reverencial y no un temor conectado al desempeño religioso.
En segundo lugar, estoy compartiendo esto porque creo que el Señor desea que nos veamos a nosotros mismos como Él nos ve. Cuando fui tomada en este encuentro celestial, podría decir que se trató de una visión abierta, pero en realidad fui transportada. La terminología realmente no importa, lo valioso es que experimenté algo sobrenatural de Dios que cambió completamente mi vida.
Confirmación de mi encuentro... ¡El Señor nunca deja de perseguirnos!
Tiempo después de este encuentro estaba viajando por Israel. Nuestro guía nos llevó justo al lugar donde David peleó contra Goliat y fue el mismo lugar que vi cuando fui arrebatada en el espíritu. ¿Coincidencia? ¡Para nada! Este encuentro fue intencional. Quedó claro en este encuentro sobrenatural que el Cuerpo de Cristo y yo estábamos enfrentando a Goliat. Amado creyente, Dios ya planeó la victoria para cada uno de nosotros.
Mientras ocurría este encuentro, Dios me mostraba que era capaz de guiar a otros hacia la victoria. Esto es lo que trato de hacer cada vez que ministro, escribo o comparto una Palabra. Luego de esta experiencia sobrenatural, me tomó una nueva osadía porque pude verme a través de los ojos del Cielo. Cuando recuperé mis sentidos luego de este encuentro, me afirmé con osadía e hice una declaración contra el enemigo para que retroceda. Ahora estaba determinada a tomar mi Tierra Prometida… el resto es historia.
Mi vida está envuelta con testimonios sobre la bondad de Dios. En la mayoría de mis libros he sido transparente sobre los desafíos de mi vida y cómo el poder de Dios y su gracia me capacitaron para tener éxito en la vida, experimentando la victoria. Por su gracia fui capaz de escribir 14 libros, viajar por las naciones, predicar y profetizar… y aún no terminé. Sin embargo, permítame ser honesta, tuve mis batallas. Estuve al borde de la muerte como tres veces. Tuve convulsiones, problemas cardíacos y casi tengo un infarto. Soy un testimonio viviente de la gracia abundante de Dios y también de este hecho: ¡Él nunca deja de perseguirnos!
No somos víctimas, ¡somos victoriosos!
En mi último libro, “Fe después de la caída: Reconectándonos con nuestro destino”, comparto cómo fui capaz de volver a levantarme y avanzar luego de creer que había fallado. Escribe extensamente sobre cómo muchos personajes de las Escrituras, como los discípulos, superaron tiempos de fallas y avanzaron para alcanzar su destino.
Existen muchos pastores y líderes espirituales que volvieron a reconocer el hecho que el enemigo está dedicado a robarnos nuestro destino. Mi libro, “Ladrones de destino: Derrotando los espíritus de seducción y concretando nuestro propósito en Dios”, fue escrito para exponer los espíritus de seducción como Jezabel y Amalec, que atacan a los líderes, especialmente a la casta de Aarón y Ur en el Cuerpo (los llamados a servir a sus líderes).
Muchas congregaciones usan este libro para entrenar a los líderes para exponer al enemigo y cómo ataca sus destinos en Dios. Uno de mis libros más vendidos es: “Silenciando al acusador: Ocho mentiras que usa satanás en contra de los creyentes”. Expone la cantidad de mentiras que creíamos que nos robaban el poder, la autoridad y la victoria. Cada uno de estos libros probará sumar un arma más al arsenal que usamos contra los planes del enemigo.
Como puede ver, en este encuentro celestial no me vi como una víctima sino como victoriosa. Tuve este encuentro por lo menos veinte años atrás, mucho antes de ser escritora y viajar por las naciones predicando la Palabra de Dios. En ese encuentro decía que sentía miedo del enemigo, me sentía intimidada, avergonzada y totalmente incapaz de ser usada por el Señor. Sin embargo, Dios me veía de una manera diferente. Me vio sin miedo, osada y como una líder, con la capacidad para guiar a otros hacia una gran victoria. Mi anhelo es que usted también pueda verse como victorioso.
Todo mi ministerio está basado en capacitar a otros para que se vean como Dios los ve. Todos necesitamos vernos a través de los lentes del Cielo. Dediqué mi vida a volver a presentarles el amor del Padre a sus hijos y cumplir su misión divina. Todos mis libros, artículos y ministerio tienen el único propósito de exponer las mentiras de satanás y capacitar a otros para caminar en completa libertad y victoria. Soy verdaderamente libre.
Debemos transicionar
Amados, debemos transicionar. Esto implica cambiar de una forma o estilo, hacia otro. Por esta razón primero establecí que debemos ver las cosas a través de los ojos del Cielo, eso es una transición. Encontré interesante que cuando estudié la definición de transición desde diferentes fuentes, una de ellas señalaba que es estar involucrado en cambiar desde la “defensiva” hacia la “ofensiva”. Cuán cierto es esto en la guerra espiritual. Muchos interpretaron Mateo 16:18 como que las puertas del infierno están presionando en contra nuestra y estamos peleando como locos, solo para preservar nuestro terreno.
Sin embargo, lea esto con cuidado: “Yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del reino de la muerte no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18). No estamos a la defensiva, sobreviviendo hasta que Jesús regrese. ¡No! Estamos tomando nuestra tierra, estamos completamente a la ofensiva debido a la Cruz. De hecho, bombardeamos con tanta agresividad el campamento del enemigo que no podrá prevalecer o progresar en contra nuestra. Otras fuentes resaltan el hecho que trans (como en transición) significa cruzar. Por tanto, en este tiempo debemos cruzar con plena confianza que Dios tiene grandes victorias por delante para sus hijos. Amados, es tiempo para cruzar. Así como en mi encuentro, cruzamos hacia nuestra Tierra Prometida.
Hijos e hijas guerreras
Otra área de transición tiene que ver con nuestra comprensión que somos un ejército, pero integrado por hijos e hijas. Piense en esto. En la historia, cuando un rey le declaraba la guerra a un territorio, su ejército iba a la batalla. Los ciudadanos del territorio se quedaban en sus casas. La familia del rey, como sus hijos, hijas y familiares cercanos (junto con otros magistrados del estado) usualmente se encerraba en la corte. Ese era el caso a menos que el hijo guiara un ejército hacia la batalla. Necesitamos comprender que no solo somos un ejército… ¡somos hijos e hijas del Rey!
Cuando vamos a la batalla, peleamos desde una perspectiva de hijos. Peleamos con un mayor nivel de autoridad porque somos hijos e hijas de Dios. Cuando verdaderamente me di cuenta de esto, fui capaz de ejercer mi autoridad espiritual sobre el enemigo en una manera más dinámica. Ahora peleo como una hija del Altísimo. Amado, cuando se vea cómo lo ve el Cielo, como un hijo o una hija, será capaz de decirle con gran autoridad a cada enemigo que se retire de su Tierra Prometida.
Es tiempo de hacer una declaración osada. Levante esta oración:
Padre, te agradezco porque estás abriendo mis ojos y me estás haciendo ver a través de los ojos del Cielo. El deseo de mi corazón es verte como quien eres en verdad. Además, quiero verme como tú me ves. Te alabo hoy y te agradezco por establecer mi Tierra Prometida, asegurándola por medio de la obra consumada en la Cruz. Elijo alabarte continuamente porque eres digno de toda alabanza. Decreto hoy que mientras hablo tu palabra, se vuelve una espada de dos filos en contra del enemigo que intenta robarme mi Tierra Prometida.
Hebreos 4:12 dice: “Ciertamente, la palabra de Dios es viva y poderosa, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón”.
Te agradezco que estás cortando de mi vida todo lo viejo y desatando todo lo mejor del Cielo para mí. Abrazo tu identidad para mi futuro. Mientras lo hago, dejaré ir todos los pensamientos y expectativas que ya no son pertinentes para mi futuro. Gracias por capacitarme con una gracia sobrenatural para cumplir mi destino divino. En el Nombre de Jesús, ¡amén!
Amado, oro por su vida para que sea todo lo que Dios dispuso que sea.
En Cristo,
Sandie Freed
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