Por Paulette Reed
Un milagro
Como algunos de ustedes saben, fui infectada
con el virus Chikungunya en Mayo de 2014 mientras estaba en Haiti y esto me
produjo fuertes dolores para caminar. Los doctores me dijeron que podía demorar
más de dos años hasta que mi cuerpo sanara por completo. Aunque me estaba
recuperando bien, recuperando fortaleza cada día y alabando a mi Sanador,
evidentemente se aproximaba el segundo aniversario, entonces el Gran Médico
decidió que era tiempo de cerrar ese asunto.
Mientras estaba sentada en mi estudio el 4 de
Febrero del 2016, experimenté un encuentro sobrenatural con el Señor cuando
repentinamente le habló a mi espíritu y me dijo: “Toma tu lecho y anda”. Sentí como si un rayo del Cielo atravesara mi
cuerpo, incluso me hizo gritar. El encuentro con Dios duró varios segundos y
fue una experiencia poderosa que cambió mi vida.
Desde ese día en adelante estuve caminando,
saltando y alabando a Dios. Se renovó mi juventud. Mientras continuaba
caminando, iba de fortaleza en fortaleza y de gloria en gloria. Inmediatamente
comencé a perder el peso extra que adquirí durante la enfermedad, casi medio
kilo por día. Ese día asombroso la Palabra viviente estaba viva y activa en mi
estudio, entonces fui restaurada y llena. ¡Esto es lo que Jesús quiere para
usted!
Levante su lecho
Juan 5 nos enseña sobre el estanque de Betesda,
donde se reunían muchos enfermos, ciegos, cojos y debilitados a esperar que un
ángel agitara las aguas. Cuando las aguas se agitaban, la primera persona que
entraba en ellas se sanaba de cualquier enfermedad que estuviera padeciendo.
Ser el primero en meterse en el estanque aquí no implica un punto en el tiempo;
en lugar de ello, involucra a aquellos que buscan el amor de Dios, su Reino y
su justicia.
Juan nos dice que allí estaba cierto hombre
que llevaba 38 años sin poder caminar. Cuando Jesús llegó, pudo ver a un hombre
recostado y se dio cuenta que no pudo caminar por muchos años. Entonces Jesús
le preguntó: “¿Quieres
ser sano?” (Juan 5:6). El hombre explicó que no tenía quién lo
ayudara. Luego de oír esto, Jesús le dijo al hombre: “‘Levántate, toma tu lecho y anda’.
Inmediatamente el hombre fue sano, tomó su lecho y caminó…” (Juan 5:8-9). Cuando Jesús habla, tenemos una prueba de la omnipotencia de
Cristo. Él no solo restauró la
salud de este hombre, les dejó una evidencia a todos en ese lugar que fue un
milagro real.
Algunos de ustedes quizá quieran preguntarle
al Señor si estuvieron postrados en su cama demasiado tiempo. Cuando el Señor
dice “levántate”,
es una orden desde el Cielo. Es asombroso saber que este hombre fue restaurado
por completo, recuperó sus fuerzas y fue capaz de levantar su cama y andar. Hoy
podemos recibir la misma orden de sanidad. Solo requiere una palabra de Jesús
para restaurarnos por completo. El hombre en el estanque estaba paralizado, su
cuerpo retorcido y era incapaz de caminar, pero cuando Jesús habló, fue
restaurado. Creo
que es asombroso que la palabra Chikungunya signifique “retorcido”. ¡Si se sintió paralizado de alguna manera,
recuerde que nuestro Dios es asombroso!
Calificadores
Si estamos experimentando restauración,
debemos creer en un verdadero Dios y en su Palabra viviente. Dios nos prometió
esto mismo por medio de Joel: “Yo les compensaré a ustedes por los años en que todo lo
devoró ese gran ejército de langostas que envié contra ustedes: las grandes,
las pequeñas, las larvas y las orugas” (Joel 2:25). Qué magnífica promesa, ¿cree en esto? Estuve
allí el tiempo suficiente como para poder decretar: “¡Dios guarda sus promesas! No siempre
estarán alineadas con nuestra agenda, pero siempre estarán ajustadas a la
agenda del Padre”.
Si vamos a experimentar restauración y
plenitud, necesitamos arrepentirnos. Un gran ejército de langostas fue enviado
entre el pueblo de Dios. ¿Quién envió esta invasión? Dios lo hizo. Joel está
hablando de un tiempo cuando un gran imperio dominaba a Israel debido a sus
pecados y su negativa a arrepentirse. Las langostas que consumían todo eran un
tipo específico de langostas (gryllus gregarious) y podían hacer que las cosas
desaparecieran repentinamente debido a la velocidad con la cual se movían por
la tierra, desnudándola por completo. Si nos volvemos a Dios una vez más con
todo nuestro corazón, cambiando la manera como pensamos y nuestro estilo de
vida, entonces no existen pistas de aterrizaje para que los espíritus malignos
invadan y devoren.
La verdad y toda la verdad
Restaurar significa que Dios hace restitución
por lo que nos quitaron. Significa completar, terminar y asegurar. Es
interesante ver que la palabra hebrea para restauración tiene la misma raíz que
la palabra shalom. Esto implica que Dios nos completa, nos fortalece y restaura
nuestra paz. Cuando Dios dice que Él nos restaurará todo lo que comió la
langosta, está prometiendo hacernos plenos y completos. En consecuencia, nos
volverá a encaminar hacia nuestros destinos.
Dios no solo está hablando de restaurar unos
pocos días; restaurará los años que fueron perdidos. Este es un acto
sobrenatural de Dios. Quizá algunos de los años perdidos llegaron debido a
nuestras decisiones pobres, quizá se perdieron debido a las decisiones de otros
o a circunstancias que escaparon a nuestro control. Cualquiera sea el caso,
Dios promete restaurarnos y nos dice hoy: “¡Restauraré todos esos años!”.
¿Qué puede restaurar Dios?
Como servimos al Dios de la restauración, podríamos
preguntarnos: “¿Qué
puede restaurar Dios?”. La
respuesta es que Dios puede restaurar todo lo que perdimos, nada es imposible
para Él (ver Lucas 1:37). Dios puede restaurarle cualquier cosa que haya
perdido en su vida, cualquier cosa que le hayan robado y cualquier cosa que le
hayan quitado. No solo eso, Dios también le puede restaurar cualquier cosa que
haya dejado a un lado.
Considere a Abraham, quien decidió
voluntariamente subir el monte Moriah con su hijo Isaac y prepararse para
sacrificarlo en obediencia a la orden de Dios. Mientras Abraham sostenía el
cuchillo sobre su cabeza, Dios le ordenó: “¡Detente! Ahora sé que me amas”. Como Abraham no tuvo problemas para entregar al
hijo de la promesa, Dios le entregó muchos más hijos, haciéndolo “padre de
muchas naciones”.
Jesús también nos prometió: “Y todo el que
por mi causa haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o
terrenos, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna” (Mateo 19:29). En otras palabras, Dios nos devolverá todo lo
que dejamos atrás. ¿Qué sacrificó? ¿Entregó tiempo o dinero? ¿Le quitaron su
salud, su gozo, su matrimonio o su negocio? Estoy aquí para gritarle desde los
tejados que Dios está por restaurar todo lo que el enemigo le quitó. Me mostró
con claridad que habrá una cosecha antes de la Gran Cosecha. Estamos por ver la
mayor cosecha de almas que haya visto la humanidad y es importante estar bendecido
para poder bendecir a miles.
• Qué maravilloso es colgarse de las promesas
de Dios y saber que Él restaura las fuerzas, la energía, la pasión y la
motivación, aún en los ancianos. Después de haber perdido a su esposo y a sus
hijos, la mujer le dijo a Noemí cerca del final de su vida: “Este niño
renovará tu vida y te sustentará en la vejez…” (Rut 4:15).
• Dios puede restaurar su carne: “¡Llévatela
otra vez al pecho! insistió el Señor. Moisés se llevó de nuevo la mano al pecho
y, cuando la sacó, la tenía tan sana como el resto de su cuerpo” (Éxodo 4:7).
• Si usted perdió una propiedad, debe saber
que Dios también es capaz de devolvérsela: “No temas, pues en memoria de tu padre Jonatán he
decidido beneficiarte. Voy a devolverte todas las tierras que pertenecían a tu
abuelo Saúl, y de ahora en adelante te sentarás a mi mesa” (2 Samuel 9:7).
• Las posiciones también se pueden restaurar:
“Al jefe de
los coperos lo restituyó en su cargo para que, una vez más, pusiera la copa en
manos del faraón” (Génesis 40:21).
• Nuestro Dios de misericordia, compasión y
amor puede restaurar todo lo caído: “Hermanos, si alguien es sorprendido en pecado, ustedes
que son espirituales deben restaurarlo con una actitud humilde. Pero cuídese
cada uno, porque también puede ser tentado” (Gálatas 6:1). Entonces, Dios no solo restaura nuestras vidas,
luego nos usa para restaurar a otros. En otras palabras, Pablo dijo: “… quien nos
consuela en todas nuestras tribulaciones para que con el mismo consuelo que de
Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren”
(2 Corintios 1:4).
• Si perdió su salud, sepa que Dios es el
único que puede restaurarle su salud. Dijo a través de Jeremías: “Pero yo te
restauraré y sanaré tus heridas, afirma el Señor, porque te han llamado la
Desechada, la pobre Sión, la que a nadie le importa” (Jeremías 30:17).
• Las finanzas también se pueden restaurar
como vemos en Génesis 42:25: “José dio también la orden de que llenaran de alimentos
sus costales, que repusieran en cada una de sus bolsas el dinero que habían
pagado, y que les dieran provisiones para el viaje. Y así se hizo”.
• Dios incluso promete restaurar los daños
que ocurrieron en nuestra alma (mente, voluntad y emociones), para que podamos
volver a prosperar: “Querido hermano, oro para que te vaya bien en todos tus
asuntos y goces de buena salud, así como prosperas espiritualmente” (3 Juan 1:2).
• Finalmente, pero no por ello menos
importante, si nos sentimos desalentados debemos recordar que Dios es el único
que puede restaurar nuestro gozo: “Devuélveme la alegría de tu salvación; que un espíritu
obediente me sostenga” (Salmo 51:12). Amados,
el gozo del Señor es nuestra fortaleza. Si perdemos nuestro gozo, entonces
perderemos nuestras fuerzas.
La conclusión del asunto
No importa lo que esté atravesando hoy,
descanse seguro porque servimos a un Dios restaurador. La restauración es su manera
de actuar. Incluso envió a su único Hijo para traer restauración a la tierra. Como
puede ver, Jesús fue hasta el final para restaurarnos como pueblo de Dios,
murió para que podamos ser restaurados a la vida.
Dios se hizo hombre en la persona de
Jesucristo. Jesús vino para redimir y restaurar todo lo que perdió Adán en la
caída al rendirse ante el enemigo. Cuando Adán y Eva pecaron, permitieron que
el enemigo tuviera acceso a sus vidas (cuerpo, alma y espíritu). Pero Jesús
vino para derrotar al enemigo y darnos vida… abundantemente. Juan escribió: “El que
practica el pecado es del diablo, porque el diablo ha estado pecando desde el
principio. El Hijo de Dios fue enviado precisamente para destruir las obras del
diablo” (1 Juan 3:8).
Jesús le dio tres órdenes al paralítico en
Juan 5:8: “levántate,
toma tu lecho y anda”. Hoy Jesús
nos está ordenando levantarnos sobre los caminos terrenales y entrar en los
estanques celestiales de gloria, porque la gloria de Dios es la fuente divina
de todo lo bueno. Tomar nuestro lecho y caminar significa una forma de darle a
Dios la gloria en nuestra sanidad y restauración. No somos mendigos tirados
sobre una manta, somos embajadores de Cristo caminando y viviendo en la vida
abundante. Dios quiere que seamos milagros para que cuando el mundo nos vea, se
pregunte: “¿Cómo
puedo conocer a este Jesús que opera milagros?”.
Betesda significa “casa de misericordia o casa de gracia”. Es maravilloso saber que la misericordia de Dios
reina sobre el juicio, porque Él derrama su gracia sobre huesos blancos y
secos. Es tiempo para afirmarnos sobre nuestros pies y ser un ejército
extremadamente grande. Es tiempo de creer y hablar las promesas de Dios. Es
tiempo de abrir nuestras bocas, hablándole vida a cada situación, porque se nos
recuerda que “la
vida y la muerte están en el poder de la lengua” (Proverbios 18:21). El poder de Dios se suelta cuando lo soltamos.
¿Se siente paralizado por la vida hoy, o
quizá esté ciego o paralítico a nivel físico, mental, emocional o aun
espiritual? ¿Se siente como postrado junto al estanque por años esperando ayuda
o quizá al ángel de Dios que agite milagrosamente las aguas con el poder
sanador? Bien, ¿no es fascinante que luego de esperar 38 años, el hombre que
fue sano no necesitara entrar en el estanque? Jesús entró en la escena, lo
señaló y lo llenó.
Debemos hacernos esa misma pregunta de
diagnóstico que Jesús hizo muchos años atrás: “¿Quiero ser sano?”. Jesús hizo la pregunta para identificar la
necesidad. ¿Hay una adicción, un hábito o un comportamiento en el cual nos
deleitamos demasiado y en realidad no queremos ser sanos? Deberíamos estar
listos cuando respondamos la pregunta, porque la sanidad y la llenura traen una
tremenda responsabilidad para caminar en la plenitud de Dios y cumplir la Gran
Comisión.
Hoy es un gran día para los milagros. Es un
gran día para levantarnos y pelear la buena batalla como un campeón de Dios.
Jesús es el Restaurador, nos señalará y nos dirá: “¡Es tu turno para levantarte y caminar!”.
Paulette Reed
(www.elijahlist.com)
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