“La naturaleza de la autoridad: El libro de
Apocalipsis”
Semana 2, 2017
Por Rick Joyner
En el estudio
anterior traté el tema del simbolismo en
el trono del Señor. Seguiré con el pasaje de Apocalipsis 4:4: “Rodeaban al
trono otros veinticuatro tronos, en los que estaban sentados veinticuatro
ancianos vestidos de blanco y con una corona de oro en la cabeza”.
Este consejo de veinticuatro ancianos fue
objeto de una cantidad de especulaciones por parte de los teólogos y los
maestros de la Biblia. Algunos los consideran como los ancianos de los dos
pactos, doce por cada uno. Quizá, pero sabemos que son autoridades en el cielo
que están sentados en tronos y tienen coronas sobre sus cabezas.
Posiblemente la razón más importante por la
que estos ancianos son parte de “la revelación de Jesucristo”, es que el
liderazgo subordinado al líder, siempre reflejará la imagen del superior. Los
que alcanzan este nivel de liderazgo, posiblemente el mayor alcanzado por los
hombres, será uno de los reflejos más elevados del liderazgo del Señor. En este
tiempo debemos atrapar todo lo que podamos de lo que se enseña acerca de ellos.
Las vestiduras blancas de estos veinticuatro
ancianos hablan sobre su pureza. Que estuvieran “vestidos” habla que esa pureza les fue imputada por la cruz
de Jesús. Lo mismo se cumple en cada uno de nosotros. Solo podemos ser así de
puros cuando la cruz de Jesús es nuestra justicia. Esto no significa que no
debemos caminar en pureza, alejándonos del pecado y la lujuria de la carne,
hacemos esto porque amamos al Señor. Siempre debemos hacer lo que es agradable
a los ojos del Señor, no según nuestra propia justicia.
Aun así, Gálatas 5:19-21 nos advierte: “Las obras de
la naturaleza pecaminosa se conocen bien: inmoralidad sexual, impureza y
libertinaje; idolatría y brujería; odio, discordia, celos, arrebatos de ira,
rivalidades, disensiones, sectarismos y envidia; borracheras, orgías, y otras
cosas parecidas. Les advierto ahora, como antes lo hice, que los que practican
tales cosas no heredarán el reino de Dios”.
La mayoría de los cristianos cae
ocasionalmente en uno o más de estos y a veces con frecuencia. En la guerra
contra nuestra antigua naturaleza, perdimos algunas batallas. Aunque los que “practican
estas cosas”, los que se entregaron a ellas, no heredarán el Reino
de Dios. Así de seria debería ser nuestra guerra contra la naturaleza carnal y
debemos determinar que la ganaremos. Aun así, como escribió Santiago: “Todos fallamos
mucho” (Santiago 3:2). Nuestra
justicia nunca se mide por nuestro desempeño, sino por nuestra confianza en la
cruz de Jesús.
Por esta razón, cualquier cristiano que
confíe en la cruz de Jesús para su justicia está vestido de blanco, como ocurre
con estos ancianos. Demostramos esto por la siguiente enseñanza del apóstol
Pablo en Gálatas 5:22-6:3: “En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz,
paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley
que condene estas cosas. Los que son de Cristo Jesús han crucificado la
naturaleza pecaminosa, con sus pasiones y deseos. Si el Espíritu nos da vida,
andemos guiados por el Espíritu. No dejemos que la vanidad nos lleve a
irritarnos y a envidiarnos unos a otros. Hermanos, si alguien es sorprendido en
pecado, ustedes que son espirituales deben restaurarlo con una actitud humilde.
Pero cuídese cada uno, porque también puede ser tentado. Ayúdense unos a otros
a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo. Si alguien cree ser
algo, cuando en realidad no es nada, se engaña a sí mismo”.
Estos ancianos tenían coronas de oro que en
las Escrituras usualmente hablan de la naturaleza divina. Esto denota que su
autoridad era como la de Cristo. Demostramos esto cuando “vivimos por el Espíritu”, como
lo señalamos arriba. Esto comienza por “no ser jactanciosos”, “desafiarnos unos a otros” o “envidiarse unos a otros”. ¿Cuánto de nuestras conversaciones son
jactanciosas, un intento por mostrarnos más grandes o mejores? La autoridad de
Dios no hace eso. Tampoco desafía a otros. Si tenemos una opinión diferente la
compartimos con gracia, no atacando la posición del otro. Tampoco hacemos nada por envidia.
Si alguien es atrapado en alguna transgresión,
buscamos restaurarlo con un espíritu piadoso, como deberíamos hacerlo cuando corregimos
a los hijos de otra persona. ¿Cuánto más con los hijos del Rey? Cuando Jesús
vio nuestro pecado y nuestra corrupción no nos condenó. En lugar de ello,
rindió su vida para salvarnos. Así es la naturaleza de toda autoridad divina.
Entonces cumplimos la ley de Cristo cuando llevamos las cargas de otros. Como
enseñó el Señor, toda la ley está cumplida cuando amamos a Dios y nos amamos
unos a otros. ¿Nuestra autoridad está alimentada por el amor?
Hay mucho más que se puede decir sobre la
autoridad divina que lo que podemos tratar aquí, pero sabemos que no es como la “autoridad de
los gentiles”. Esta autoridad se
usa para dominar a otros, pero la que viene de Dios se ejerce en la naturaleza
de Cristo, quien vino para servir y no para ser servido. La autoridad divina es
para ayudar a otros y no para usarlos. Esta ayuda comienza con redención. Aunque nunca más habrá otro sacrificio por el
pecado, porque esto se cumplió por completo en la cruz de Jesús, debemos “tomar nuestra
cruz todos los días”. Rendimos
nuestras propias vidas, nuestros intereses egoístas, para servir a otros como
lo hizo el Señor.
“La marca de la verdadera autoridad: El
libro de Apocalipsis”
Semana
3, 2017
Por
Rick Joyner
Los veinticuatro ancianos se mencionan cuatro
veces más en Apocalipsis y siempre están postrados sobre sus rostros adorando
al Señor. Esta es una imagen crucial de la autoridad divina: Son adoradores. El modelo profético por excelencia del Mesías en
el Antiguo Testamento es el rey David, además de ser uno de los mayores
adoradores en las Escrituras. Vivir dedicados a la adoración es fundamental
para aquellos que quieren caminar en la autoridad divina.
Estos veinticuatro ancianos también se
humillan ante el Señor. Se inclinan ante Él, la naturaleza básica de la
verdadera autoridad espiritual. Debido a la verdad que afirma que “Dios resiste
al orgulloso, pero le da gracia al humilde” (ver Santiago 4:6), la
humildad es la característica básica de la autoridad divina. Ciertamente
tenemos muchos ejemplos del carácter divino hoy en día. Pero también
encontramos a muchos que tienen influencia significativa en la Iglesia de hoy,
ejerciendo la autoridad de una manera descarada, arrogante, jactanciosa,
dominadora y abusiva. ¿Cómo es esto?
El apóstol Pablo lamentó esto en 2 Corintios
11:19-21: “Por
ser tan sensatos, ustedes de buena gana aguantan a los insensatos. Aguantan
incluso a cualquiera que los esclaviza, o los explota, o se aprovecha de
ustedes, o se comporta con altanería, o les da de bofetadas. ¡Para vergüenza
mía, confieso que hemos sido demasiado débiles! Si alguien se atreve a dárselas
de algo, también yo me atrevo a hacerlo; lo digo como un insensato”.
Es vergonzoso que los cristianos sin
discernimiento caigan con tanta facilidad bajo esta clase de autoridad carnal.
Si alguien se exalta a sí mismo para ganar influencia, seguro no está operando
por la autoridad piadosa impartida por el Señor. Si se aprovechan del pueblo de
Dios, es una señal segura que no fueron enviados por Él. ¿Qué padre enviaría a
alguien como estos para cuidar a su familia? ¿Cuánto más no enviará Dios a los
que tienen su naturaleza para servir a su familia?
Si fuimos llamados a ejercer cualquier nivel
de autoridad en la casa del Señor, debemos tener en mente a los hijos de Quien
estamos sirviendo. Reconozco un ministerio o una posición en la Iglesia cuando veo
al Señor en él. Por ejemplo, tuve que conocer al Señor como mi Pastor. Conozco su voz como mi Pastor. La manera como reconozco a un verdadero
pastor enviado por Dios, no es por su conocimiento, sus títulos o aún por quién
lo ordenó. Aunque estas cosas tienen algún peso, busco a mi Pastor en ellos. Lo
mismo ocurre con un maestro. Puedo reconocerlo como un maestro cuando veo a mi
Maestro en ellos.
La Iglesia en Éfeso recibió la orden de
probar a los que se llamaban apóstoles, pero no lo eran. Si somos verdaderos
pastores o atalayas fieles para el pueblo de Dios, tenemos la responsabilidad
de probar a cualquiera que declare haber sido enviado por Dios. Una buena señal
de alguien que no fue enviado por Dios es que se ofende al ser probado. Aquellos
que saben que son enviados por Dios no estarán inseguros.
Mientras avanzamos en el estudio del
Apocalipsis, una de las lecciones principales es la diferencia entre la
autoridad de Dios y la oposición del diablo para engañar a muchos. Esto será
cada vez más importante mientras nos acercamos al fin de los tiempos.
Rick Joyner
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