viernes, 11 de enero de 2019

“2019: El año para decretar con una apertura rápida”




Por Jennifer LeClaire

“Declaro y decreto…”. Estas son tres palabras que oímos de los guerreros de oración cuando claman en el calor de la batalla, pero con frecuencia carecen de una revelación vivencial del poder de un decreto.

En el 2019 Dios demostrará el poder de un decreto, seguido por una apertura rápida. Él está derramando la revelación de Job 22:28 sobre los creyentes que pueden creer que la autoridad delegada de Cristo no solo nos posiciona como sacerdotes que elevan una petición, sino como reyes que decretan y ven una respuesta inmediata en el plano natural.

Pude oír al Señor que decía: “Demasiadas personas en mi pueblo me ruegan que haga lo que ya les prometí que haría. Demasiados me están suplicando, regateando conmigo para que haga mi voluntad revelada, pidiendo y clamando desde un lugar de esperanza, en lugar de fe. Pero estoy llamando a mi Cuerpo a levantarse y decretar lo que ya dije, profetizando lo que ya dije, declarando lo que ya dije y viendo mi voluntad y mi Reino estableciéndose en la tierra”.

“Hay un tiempo para cada propósito debajo del Cielo. Hay un tiempo para orar la oración de fe. Hay un tiempo para guerrear con una palabra profética. Hay tiempo para suplicar. Hay tiempo para soltar la oración de consagración. Pero en este tiempo estoy demostrando el poder de un decreto impartido por la guía de mi Espíritu a través de un corazón de fe. Decreta algo y será establecido”.

El pasaje de Job 22:28 dice: “Tendrás éxito en todo lo que emprendas, y en tus caminos brillará la luz” (NIV). “Determinarás asimismo una cosa, y te será firme, Y sobre tus caminos resplandecerá luz” (RV).

¿Qué es un decreto?
Podemos decretar una palabra de Dios o su voluntad revelada a través de la profecía. Hay poder en la Palabra de Dios. Cielo y tierra pasarán, pero la Palabra de Dios nunca pasará (ver Mateo 24:35). Su Palabra es vida para todos los que la encuentran y sanidad para la carne (ver Proverbios 4:22). Su Palabra te añadirá largura de vida y te dará paz (ver Proverbios 3:1-2). La hierba y las flores se secarán, pero la Palabra de Dios permanecerá para siempre (ver Isaías 40:8). Su Palabra es Espíritu y vida (Juan 6:63). Su Palabra es verdad (ver Juan 17:17). Su Palabra es pura, como la plata refinada en un horno, purificada siete veces (Salmo 12:6).

Hebreos 4:11-16 explica: “Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia. Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta”.

“Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”.

Un decreto es más que una confesión positiva. Un decreto es “una orden que con frecuencia tiene la fuerza de una ley”, según el diccionario Merriam-Webster. Dios espera que sigamos sus decretos (Levítico 18:4). El enemigo también está obligado a obedecer una declaración profética en el nombre de Jesús, el nombre ante el cual se debe doblar toda rodilla y cada lengua confesará que Él es Señor (ver Romanos 14:11).

En este año, Dios está demostrando el poder de un decreto porque una palabra decretada puede ser el punto de quiebre para una copa llena de intercesión. 

Jennifer LeClaire
(www.elijahlist.com)


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