Por Jennifer LeClaire
“Declaro y decreto…”. Estas son tres palabras
que oímos de los guerreros de oración cuando claman en el calor de la batalla,
pero con frecuencia carecen de una revelación vivencial del poder de un
decreto.
En el 2019 Dios
demostrará el poder de un decreto, seguido por una apertura rápida. Él está
derramando la revelación de Job 22:28 sobre los creyentes que pueden creer que
la autoridad delegada de Cristo no solo nos posiciona como sacerdotes que
elevan una petición, sino como reyes que decretan y ven una respuesta inmediata
en el plano natural.
Pude oír al Señor que
decía: “Demasiadas
personas en mi pueblo me ruegan que haga lo que ya les prometí que haría.
Demasiados me están suplicando, regateando conmigo para que haga mi voluntad
revelada, pidiendo y clamando desde un lugar de esperanza, en lugar de fe. Pero
estoy llamando a mi Cuerpo a levantarse y decretar lo que ya dije, profetizando
lo que ya dije, declarando lo que ya dije y viendo mi voluntad y mi Reino
estableciéndose en la tierra”.
“Hay un tiempo para cada propósito
debajo del Cielo. Hay un tiempo para orar la oración de fe. Hay un tiempo para
guerrear con una palabra profética. Hay tiempo para suplicar. Hay tiempo para
soltar la oración de consagración. Pero en este tiempo estoy demostrando el
poder de un decreto impartido por la guía de mi Espíritu a través de un corazón
de fe. Decreta algo y será
establecido”.
El pasaje de Job
22:28 dice: “Tendrás
éxito en todo lo que emprendas, y en tus caminos brillará la luz” (NIV). “Determinarás
asimismo una cosa, y te será firme, Y sobre tus caminos resplandecerá luz” (RV).
¿Qué es un decreto?
Podemos decretar una
palabra de Dios o su voluntad revelada a través de la profecía. Hay poder en la Palabra de Dios. Cielo y tierra pasarán, pero la Palabra de Dios nunca pasará (ver Mateo
24:35). Su Palabra es vida para todos los que la encuentran y sanidad para la
carne (ver Proverbios 4:22). Su Palabra te añadirá largura de vida y te dará
paz (ver Proverbios 3:1-2). La hierba y las flores se secarán, pero la Palabra
de Dios permanecerá para siempre (ver Isaías 40:8). Su Palabra es Espíritu y
vida (Juan 6:63). Su Palabra es verdad (ver Juan 17:17). Su Palabra es pura,
como la plata refinada en un horno, purificada siete veces (Salmo 12:6).
Hebreos 4:11-16 explica: “Procuremos, pues,
entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de
desobediencia. Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que
toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las
coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del
corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien
todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que
dar cuenta”.
“Por tanto, teniendo un gran sumo
sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra
profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de
nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza,
pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para
alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”.
Un decreto es más que
una confesión positiva. Un decreto es “una orden que con frecuencia tiene la fuerza de una ley”,
según el diccionario Merriam-Webster. Dios espera que sigamos sus decretos (Levítico 18:4). El enemigo también está obligado a obedecer una declaración profética en el
nombre de Jesús, el nombre ante el cual se debe doblar toda rodilla y cada
lengua confesará que Él es Señor (ver Romanos 14:11).
En este año, Dios
está demostrando el poder de un decreto porque una palabra decretada puede ser
el punto de quiebre para una copa llena de intercesión.
Jennifer
LeClaire
(www.elijahlist.com)
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